Una chica, Kagome. Ella era normal, popular y fue secuestrada. Un chico, InuYasha. Él era anormal, malhumorado, antisocial y fue su secuestrador. ¿Podría haber una historia de amor¿Qué significado tiene la Shikon no Tama?

–...- diálogos.

"..." pensamientos.

-.- cambio de escena.

¡Ráptame!

Kagome quiso jugar un momento, estaba sola en su casa y el aburrimiento le impedía echarse a dormir, así que bajó las escaleras hacia dónde estaba la televisión. Pasó los canales, más aburrida todavía, y entonces conectó la consola de su hermano.

En este momento ya estaba en el último nivel (lo cual le costó muchísimo) y apretaba el botón de saltar constantemente, puesto que necesitaba hacerlo... Frunció el ceño, viendo como su última vida era acabada.

-¡¡MALDITO VIEDO JUEGO!! –exclamó, casi llorando de la desesperación, viendo como titulaban las "Game Over".

Entonces, sonó el timbre.

¿Que podía hacer? Estaba cansada, sola en su casa, InuYasha estaba enojada con ella por ponerse de novia de Kouga... luego de haber cortado con Hoyo. Bah, que importaba, ella puede hacer su vida.

Abrió la puerta, esperando encontrar con los ojos azules claros de Kouga, sintiendo una sensación de no querer verlo. Pero no, esos ojos no podan ser los de Kouga, tampoco su voz...
La cuestión, es que nunca pudo ver quién la tomó con tanta rudeza, poniéndole un paño húmedo en la boca... haciendo que todo se volviera negro.

-.-

Uno:

¡InuYasha, estás loco!

Las cosas cambiaron, ya no estaba aburrida. Oh, no, para nada. Ahora estaba atada en una silla, con los ojos vendados y completamente histérica, gritaba todo el tiempo que terminaran esa broma de mal gusto y más le valían que la dejaran en libertad.

Esta broma no le gusta para nada.

-¡CÁLLATE DE UNA BUENA VEZ!

Los gritos de Kagome se detuvieron abruptamente, captando rápidamente de quién era esa voz. Sus ojos fueron destapados, una luz pegó contra ellos, pero igualmente no necesitaba ver quién estaba delante suyo.

-¡InuYasha, suéltame, rápido!

InuYasha sonrió, mostrando sus dientes y entonces, Kagome lo supo: ahora sí tenía miedo. ¡Él le mostró una sonrisa completamente maligna!

-¿Por qué debería?

Kagome no entendió mucho que le estaba pasando a su amigo y por qué él no hacia nada, pero lo miró fríamente.

–Huh, dejame pensar... ¡¿TAL VEZ SERÍA PORQUE ESTOY ATADA A UNA SILLA?! –gritó Kagome, moviéndose un poco, siendo completamente sarcástica -. Mira, InuYasha, no estoy para br--…

-¿Quién dijo que fuera una broma, linda? No, no... Soy un secuestrador, no creo que soltar a la víctima sea justamente mi trabajo.

Los ojos de Kagome se abrieron como platos. Sí, una broma muy pesada y fea, y horrible y... ¡¡DENLE UN SEGUDO QUE YA LO MATABA!!

–Huh... Vamos, Kagome, tranquilízate.

--¡¿QUÉ MIERDA ME ESTÁS PIDIENDO?!

InuYasha la calló con su dedo índice en los labios y soltó un suspiro dramáticamente, pero sonrió levemente ante aquella muy 'mala' palabra.

–Estás pasando mucho tiempo conmigo, mejor no vuelvas a decir 'esa palabra'.

Kagome lo miró enojada.

Listo, InuYasha ya no era más su amigo.

InuYasha paseó por la habitación, siendo fulminado por la mirada de Kagome y aquello lo divertía. Aún así, era verdad que él la había secuestrado y que era un 'secuestrador', digamos que era su 'segunda vida' y no le importaba mucho de lo que ella pesara de él. Pero estaba completamente enojado de la actitud de la muchacha.

Parecía una caprichosa histérica y Kagome sabía perfectamente cuanto odiaba a las caprichosas histéricas.

–¿Sabés¡Nunca pensé que serías un completo estúpido, InuYasha! –comentó mordazmente Kagome, sus ojos azules soltaban chispas y movía la silla, casi fuera de sus casillas -. ¡Cuándo salga de aquí, ya verás…!

InuYasha soltó una risita, sus penetrantes ojos violetas recorrieron su cuerpo con descaro, y la muchacha se detuvo, aparentemente asqueada. Desvió la mirada, algo sonrojada.

–Oh¿cuándo salgas de aquí? Discúlpame, querida, pero yo no pienso que vayas a salir muy pronto –replicó InuYasha, algo irónico.
Tomó una silla que estaba apoyada en una pared y se sentó frente a Kagome, cruzándose de brazos y con aquella sonrisa ganadora que ya la estaba cansando.

–¿Por qué me secuestraste? –preguntó Kagome, con voz débil y ojitos brillosos, tal vez para causarle lástima, pero InuYasha no era de esos que se convencían fácilmente.

No por algo su familia lo llamaba siempre 'terco'.

–Ya te lo dije: me pidieron que te raptara –se encogió de hombros, como si fuera lo más obvio del mundo -. Además, creo que le serviría a tu familia: seguramente ya estaban cansados de la música que tú escuchas.

Kagome bajó la cabeza, tratando de no llorar. Se mordió el labio hasta que sintió su sangre, pero no le importó. Los brazos y las muñecas ya le dolían, sentía que la circulación no pasaba por sus muñecas e intentó mover su mano, sintiendo un molesto cosquilleo entre los dedos.

–InuYasha, se me están durmiendo las manos.

El chico se levantó y observó sus manos atadas, hizo un chasquido con la lengua en señal de observación y volvió a sentarse delante de ella. Kagome ya estaba cansada de gritar, tenía hambre, sed, extrañaba a Kouga y quería jugar nuevamente a ese video juego; tal vez podría pasarlo finalmente.

¿Cuánto tiempo estuvo encerrada¿Horas¿Días? Estuvo inconsciente durante mucho tiempo y no podía levantar su muñeca para observar su reloj. Y sin embargo… una duda la inquietaba.

–¿Quién te lo pidió?

La sonrisa que InuYasha le regaló fue bastante extraña, y sintió como si todos sus órganos temblaran, pero no de miedo. Frunció el ceño, confundida, preguntándose porque su corazón empezó a latir tan rápido… Bah, debe ser que estaba nerviosa.

¿Y de qué?

Aunque no entendía el por qué sentía sus mejillas tan calientes.

–¿Crees que te lo diré? No, Kagome, sino se pierde la gracia.

La chica volvió a fulminarlo con sus ojos azules, pero en vez de asustarlo estaba bastante divertido y aquello la hizo enojar. ¿Quién se creería ese InuYasha…¡Ella no era ningún juguete! Entonces… su estómago rugió.

–Je, je, je… Sabía que en cualquier momento escucharía eso –dijo InuYasha, encantado ante el rubor de la muchacha, se levantó y le dio la espalda -. Espera, Kagome, no te muevas, que ahora te traigo algo para comer.

Kagome sentía que en cualquier momento se transformaría en Hulk, nunca odió a InuYasha tanto como en ese momento. Pensar que cuando pequeños eran los mejores amigos, y ella lo perseguía para besarlo. Ahora ambos se destetaban el uno al otro, y ni se podían ver a la cara que ya empezaban a discutir.

Al menos iban en diferentes divisiones, por lo tanto no se venían todo el tiempo. Entonces¿por qué lo seguía llamando su amigo? "Maldición", pensó Kagome con los labios apretados.

Pero ahora… ella intentó levantarse, sin embargo descubrió que también tenía los tobillos atados a las patas de la silla, y que también estaban muy apretados. "Ya verás, InuYasha, cuando Kouga se entere de lo que me hiciste… ¡ARG, QUIERO SALIR DE AQUÍÍÍÍÍÍ!"

–.–

InuYasha fue hacia la cocina de su casa y se preguntó desde cuando Kagome era tan histérica. Cuando pequeña era muy alegre, muy bondadosa, aunque siempre lo perseguía para darle besos… ¡Qué diferente estaba! Desde que era una 'chica popular' siempre estaba rodeada de gente importante, y cuando veía a… a 'gente no popular' (alguien como él), se comportaba de esa forma tan… estúpida.

Frunció profundamente el ceño, sabiendo que esa no era la verdadera Kagome pero no podía hacer nada al respeto, que ella hiciera su vida, él no se metería jamás en la suya. No volvería a caer en ese estúpido juego.

Puso unas galletas en un plato, sirvió una leche chocolatada en el vaso y fue hacia la habitación dónde estaba su pequeña 'víctima'. Apenas abrió la puerta descubrió a una Kagome tirada en el suelo, con los ojos llorozos debido al golpe. El muchacho puso los ojos en blanco y suspiró resignado.

–Te dije que no te movieras, Kagome.

La chica volvió a mirarlo, echando chispas por los ojos.

–¡¿Te crees que te iba a ser caso¡Discúlpame, soy quién tú pensaste!

InuYasha gruñó, dejó el plato y el vaso en el suelo, y la levantó. Sus ojos se enfocaron unos momentos, y creyó ver el miedo en ellos; estaba asustada. Una sensación de protección lo invadió, y deseó decirle que todo iba a estar bien.
Pero él no era esa clase de persona. Y no todo iba a estar bien.

–Te traje la comida, linda.

–¡No me digas 'linda'! Yo no soy linda –gruñó Kagome, desvían la mirada rápidamente, algo agitada por lo que le sucedió.

InuYasha alzó una ceja, pero se encogió de hombros. Vaya chica 'popular'.

–Para mí, si eres linda.

Kagome lo miró sorprendida y por unos momentos, como hace unos minutos antes, vio una mirada dulce, y supo que esa Kagome que conoció anteriormente todavía estaba en su interior.

Permanecieron callados y entonces el chico de cabello negro recordó lo que hace unos minutos fue a buscar. Tomó la silla dónde antes estaba sentado y agarró el plato con las galletas y la chocolatada, con cierta serenidad se sentó y comenzó a comer.

Kagome volvió a mover la silla con fuerza, queriendo desatarse.

–¡Eres… eres un…! –chilló ella, pero InuYasha la apuntó con una galleta y descubrió que tenía chispas de chocolate.

–Ah, ah –movió la galleta en forma negativa y le guiñó un ojo, sonriendo levemente -. ¿Te olvidas que yo puedo darte…? –la observó con curiosidad y luego mordió un poco -¿… comida?

Kagome enrojeció de furia y se inclinó hacia delante, tratando de zafarse de esas fuertes cuerdas pero lo único que logró fue hacerse más daño. Escuchó una carcajada y levantó su mirada brillante por las lágrimas de dolor hacia él, mirándolo con odio.

"'¡Te odio, te odio!"

–Ya, ya, Kagome –dijo el chico en forma tranquilizadora, sonriéndole y elevó la galleta hasta la altura de su boca -. Vamos… –chasqueó su lengua como si estuviera frente a un animalito -, vamos, vamos. No seas tímida.

Notó como las pálidas mejillas de la muchacha enrojecían de furia y movió su cabeza negativamente, aunque su estómago estuviera gruñendo. Vio como InuYasha se encogía de hombros y se comía las galletas él solo, a igual que su deliciosa chocolatada.

–No me mires así –replicó enseguida, mirándola con cierta inocencia y una sonrisa maligna bendijo los labios de él -. Yo te ofrecí, tú te negaste.

–¡InuYasha…! –gritó Kagome, queriendo mover sus pies pero le era imposible hacerlo -. ¡Vete¡Vete, vete, vete!

Él la miraba fijamente, penetrándola con sus ojos violetas.

Bajó la mirada, mordiéndose el labio. ¿Es que ni sola la dejaba llorar? "Déjame en paz, hazlo… vete… por favor…"

InuYasha le regaló una sonrisa sensual y luego eructó, haciendo que Kagome lo mirara algo sorprendida y rencorosa. ¡Él sabía cuanto odiaba esas cosas!

–¡Maldito asqueroso! –chilló ella, alejándose lo más que podía del chico.

Él soltó una carcajada.

–Agradece que solo hago eso –contestó InuYasha, levantándose y dejándola sola en esa habitación.

"Al fin…"

Kagome agachó la cabeza y empezó a llorar.

No sabía que hacer, se sentía tan sola y desprotegida, con tanta furia dentro suyo. Ese chico, el que había conocido desde su infancia, ahora le privaba de la libertad, no tenía corazón hacia ella y… encima… encima…

"Maldita… sea…"

–I… InuYasha… –gimió Kagome, apretando sus párpados pero aún así las lágrimas lograban escaparse y cada una de ellas la lastimaba.

Todo su cuerpo dolía.

-.-

Una vez pasado el tiempo, los gritos dejaron de escucharse. InuYasha pasó y se asomó, para ver si todo iba bien y descubrió a Kagome con la cabeza gacha y llorando como una niña pequeña. Frunció el ceño pero quiso dejarla sola, él entendía cuando uno quería estar solo.

Caminó por el pasillo de la casa. Era pequeña y bastante inocente, aunque claro… estando él solo para muchas personas ya era muy sospechoso, por suerte su madre vendría mañana para traerle ropa limpia y recoger la sucia.

Escuchó una melodía conocida y su bolsillo empezó a brillar. Tomó su móvil y leyó en la pantalla el nombre. Soltó un suspiro frustrado, no queriendo atender.

–¿Qué quieres? –gruñó el ojivioleta, volviendo inconscientemente hacia la habitación donde estaba Kagome -. Sí, la tengo. ¡No me fastidies, anciano¡Sí, te lo digo a ti¡Sí, soy muy irrespetuoso y no trato bien a los viejos molestos como tú! –murmuró con cierto rencor al aparato -. ¿Qué quieres? Está bien, como tú quieras –y cerró la tapa de su móvil con cierta brusquedad, entrando la habitación.

Kagome levó su mirada, volviendo a echar chispas en sus ojos azules y apretando la boca. El resto de las lágrimas todavía caían lentamente sobre ese rostro colorado y los ojos hinchados, perdiéndose en el cuello de su camiseta.

Esto no pasó desapercibido por InuYasha.

–¿Sabes, Kag-chan? –dijo el chico burlonamente, tomándola del mentón y elevando su rostro -. Eres una chica con mucha suerte –y lentamente se acercó.

La chica apenas si percibía aquello.

–¡No digas estupideces¿Te parece qué una broma como esta es 'suerte'? –chilló Kagome, moviéndose inquietamente.

Él sonrió levemente, entendiendo que ella no descubrió –todavía- sus intenciones.

–Oh, no, Kag-chan, esto no es una broma… –y apretó levemente el mentón, haciendo que ella no pudiera correr su rostro.

¡La iba a besar!

–¡InuYasha, estás loco!

–Cállate.

–¡Déjame!

–No lo haré.

Kagome estaba nerviosa, notando los ojos violetas de InuYasha cada vez más cerca.

–N-No… no lo hagas… no… no puedes… K… Kouga…

–Soy tu secuestrador, haré lo que me plazca contigo –respondió suavemente, presionando sus labios contra los de ella.

Kagome gimió e intentó zafarse, pero sin éxito.

"¡Maldición¡Ahora si pretendes besarme, idiota!", gritó una voz en contra de su voluntad, mientras que Kagome se quedaba estática debido al asombro.

¡InuYasha estaba simplemente loco!

Continuará…

Lo había publicado con anteriodidad, pero me di cuenta que tenía unos horrores horribles y me entretuve corrigiéndolo, además estuve bastante ocupada -muchísimo, diría yo- espero que les guste con este cambio n.n