Grilletes junto a la ventana.
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By: Brisa Black.
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Capitulo 1
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Caminaron en silencio, cogidos de la mano. El mayor de los Kuran, iba unos pasos más adelante guiándola, mientras la joven tenía fija la mirada en su espalda amplía. Llevaba meses persiguiéndolo, queriendo luchar contra sus planes, dudando en sus convicciones. Siendo carcomida por la duda, y finalmente todo había sido tramado. ¿Por qué la quería dejar sola?
Llegaron a un pasillo, y él detuvo su andar, frente a una puerta que daba a una alcoba. No se volteó a verla, apenas sí la había mirado desde que se encontraron en medio del bosque. Él se iría y quedaría abandonada en medio de la oscuridad. La desesperación de las últimas semanas le atenazó el pecho, que haría ella en un mundo donde no estuviera la omnipresente presencia de su hermano.
Solo quedaba vacio, y soledad.
Sintiendo la angustia embargándola, se adelantó bruscamente y lo abrazó con fuerza. Kaname no se lo esperaba, menos después de esas semanas comportándose como un completo desalmado. Se dejó hacer, quieto. No se atrevió a abrazarla de vuelta, porque no se podía atar más a ella. Por un momento casi se le escapa un rictus amargo ante ese pensamiento, no había forma de atarse más, cuando cada gota de sangre en su cuerpo fluía porque ella respiraba. Que más atado que eso podía estar.
Luego de unos minutos eternos él habló. No podía perder su resolución inicial. – Yuuki, suéltame. – fue la queja suave de Kaname ante el agarre de acero de su hermana que lo aferraba como si se le fuera la vida en ello. Tenía el rostro enterrado en su pecho y estaba al borde de las lágrimas. – No me iré a ningún lado.
-Mentiroso. – fue la acongojada replica. – Si no tuvieras intención de de dejarme nuevamente, me habrías llevado a nuestra casa oculta.
Kaname observó la cima de su cabeza, sintiendo esa debilidad carcomiéndole los huesos, mientras su determinación empezó a resquebrajarse, al sentir como las lágrimas le humedecían la camisa. Y por millonésima vez, deseó ser libre para poder salvarla de todo el dolor. Si fuera el verdadero Kuran Kaname, su hermano, podría quedarse con ella libremente por toda la eternidad. Podría hacerla feliz, y acariciarla con manos limpias. No merecía menos que eso. La apretó contra él, reaccionando su cuerpo, sabiendo que no había marcha atrás por mucho que la amara, su misión estaba por sobre sus propios sentimientos. Incluso por sobre ella misma. Y ya con esa dolorosa idea instalada en su mente y su corazón acalló su propia tristeza, e hizo lo que hacía siempre para tranquilizarla. Volvió a mentir. – No me iré a ningún lado Yuuki. Lo prometo. – le dijo suavemente, acariciando su cabeza con suavidad.
-Mientes. – soltó compungida. – Siempre lo haces, para mantenerme alejada de todos los problemas. Te entregaste como anzuelo al consejo, para darme una vida pacifica. Sufriste la sed por tanto tiempo esperando que yo jamás recordara nada. Te transformaste en un villano para alejarme de ti, y ahora… - dejó escapar un sollozó dolorido. –… me vuelves a alejar, y sigues decidiendo todo por tú cuenta. – declaró apenas, antes de gemir de profundamente de una manera desgarradora, apretando la camisa entre sus manos.
-Está en nuestra naturaleza, Yuuki. Somos presos de nuestra propia arrogancia. A estas alturas deberías comprenderlo, ¿lo entiendes, ahora, mi preciosa niña?
Sabía que no había marcha atrás para él. Y él, que no había forma de atenuar el dolor. Ambos se quedaron aferrados en los brazos del otro, sabiendo que no había nada que hacer, cada cual maquinando en lo que venía, un sacrificio era lo único en que coincidían. Uno a favor de la humanidad que tanto había deseado y a la que protegería, y la otra en la forma de dar descanso y paz a un ser que había vivido para proteger a otros. Yuuki, supo, mientras se estrechaban y sentía el latir pausado de su corazón; que quería una vida normal para él, aún cuando fuera su codicioso deseo que no lo quería dejar ir.
Era una egoísta. Y una completa hipócrita. Le había al reclamado a Kaname, cuando ella hizo lo mismo con Zero. Le arrebató sus recuerdos. Y con ellos se iba su última oportunidad de redención, se mantendría en medio de ese oscuro bosque vagando en soledad. Ahora, lo sabía. Y ante esa nueva revelación que inundaba su mente finalmente comprendía que era lo que él sentía, y pagaría el precio de su pecado como él tendría que pagar el propio. Su conciencia no la dejaría ser feliz como no lo había dejado a él. El pecado constante de los sangre puras era no lograr la paz, por ese poder que terminaba por corromperlos de una u otra forma. Su fortaleza, su debilidad, y su destrucción. Lentamente dejó de sollozar, y alzó la vista con sus ojos irritados pero resueltos. Al fin había decidido que haría, y tal como Zero decidió su venganza y Kaname su misión. Tomaría las riendas de su vida, y se haría cargo de si misma. Así que alzó los ojos con toda la resolución que podía caber, y declaró en tono sombrío, mientras se apartaba de sus brazos, lo suficiente para mirarse directamente. – Te ayudare a terminar con los sangre puras, pero quiero que me des algo a cambio de eso.
Kaname la estudió sorprendido por el cambio, sus profundos ojos borgoñas analizaron sus palabras y su lenguaje corporal. – ¿Por qué ese repentino cambio de opinión? – cuestionó con voz sedosa, mientras con uno de sus dedos paraba el recorrido de una de las lagrimas. – Tú eres mi principal obstáculo, mi querida Yuuki. Tú misma así lo declaraste.
-Ya soy presa de mi propia arrogancia. Al robarle sus recuerdos a Zero firmé mi propio destino, así como tú firmaste el tuyo. – tomó una de sus manos y la apretó.
Kaname por primera vez en toda esa conversación dejó traslucir hacía el exterior un quiebre en su temple, dejando entre ver el cansancio y tribulación en sus facciones. – No debiste hacer eso pequeña. Porque te empeñas en sumergirte en la oscuridad. – enmarcó con sus manos su rostro, alzándolo un poco para que le viera a los ojos. – Debí dejarte al cuidado a Kiryuu-kun hace mucho tiempo. Pero el egoísmo es un pecado capital para nosotros. – hizo una pausa sin soltar su rostro. – Por primera vez en la vida siento miedo de lo que me vas a pedir.
-Yo iré a donde tú vayas. – besó su mano, antes de continuar. – Quiero que me dejes algo tuyo, Kaname. – pidió sintiéndose por fin que tenía un lugar en esa historia. – Quiero tener a alguien que me acompañe, y que pueda vivir esa vida a la cual no estamos destinados. – dio un paso más cerca, cortando la distancias y sin desviar la vista de sus ojos. Poso sus propias manos sobre las que tomaban su rostro. Lo sintió temblar debajo de las propias. – Puedes complacer mi último capricho egoísta, antes de que me dejes. ¿Puedes hacerlo Kaname-kun?
Cerró los ojos sintiendo el peso del agotamiento nuevamente aplastándolo. – Yuuki, tienes una idea de lo que me estás pidiendo. Entiendes que solo ampliarías esto. Realmente quieres condenar a un inocente a vivir, en esta oscuridad a la que estamos destinados.
-Sí sé lo que estoy pidiendo. – respondió bajamente pero con esa nueva disposición en su animo de no dejarse convencer. – Y te juro, que no dejare que eso pase. Solo quiero que un Kuran rompa está maldición y sea feliz. Esa puede ser finalmente la redención que necesitamos.
El hombre solo lanzó una exhalación profunda, y bajó su cabeza hasta juntar su frente con la de su hermana menor, preguntándose si era una torpeza acceder a esa petición ambiciosa. – ¿Y si no accedo a ello?
-Entonces, te pediré que antes que arrojes tú corazón a la fundición. Termines tú mi vida con tus manos.
Ante esa respuesta, besó su frente, para luego bajar lentamente hasta sus labios y besarla profundamente, con una ansiedad que le nacía de lo más profundo. Su propia desesperación y cansancio de una vida que solo fue iluminada por ese destello de luz fugaz, que sentía, apagarse al ser tragada por su oscuridad. Yuuki inevitablemente estaba cayendo, y mientras la elevaba entre sus brazos sin dejar de besarla, se preguntó si concederle su deseó podría evitar que terminara sumergida en la locura de la eternidad. Cuando la depositó en la cama y se cernió sobre ella, ya sin la voluntad de alejarse, deseó con todas sus fuerzas que no fuera un error. – No soy capaz de negarte nada mi querida Yuuki. – murmuró lentamente junto a su oído. – Tampoco tendría la fuerza de arrebatarte la vida. – besó su cuello, y la sed atenazó su garganta al sentir el fluir de la sangre dulce bajo la piel de su garganta. – Solo promete, que su destino será mejor que el nuestro. – terminó en un susurró suplicante, sintiendo sus colmillos alargarse.
Yuuki tomó su rostro y lo acarició con sus manos, ese rostro hermoso que amo desde que tenía memoria. Lo besó lentamente en lo labios, mientras lo atraía hacía ella. – Te lo prometo, onii-sama.
Fue esa la señal, y ya con la resolución tomada sus ojos se tornaron de un borgoña brillante antes de volver a su cuello y morderla. Esa noche, finalmente la marcó como suya y le concedió su deseó. Esa noche amó a su querida y preciosa avecilla, y con dulces caricias arrancó sus alas, atándola a él irremediablemente.
Y ella, no lo odió por ello.
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Veinte años más tarde.
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Apenas estaba oscureciendo, pero como se le hacía costumbre se levantó más temprano solo para disfrutar del calorcillo agradable que emitía el sol antes de ponerse detrás de las montañas. Era a estás alturas una vieja costumbre que había adoptado, era el espacio del día en que podía recordar, un poco lo que fue ser acariciada por el sol con libertad.
Hoy se cumplía un nuevo aniversario de su partida. Se sentó elegantemente sobre una butaca junto a la ventana, su pelo castaño abundante caía por su espalda, mientras su flequillo se desordenaba graciosamente sobre su frente, con cada año que pasaba se veía cada vez más parecida a su propia madre. Hubiera deseado tener la mitad de su fuerza y voluntad. Aunque probablemente ante sus circunstancias actuales, ambas estarían igualmente desoladas. Jamás podría cerrar el agujero en su pecho. Era increíble pensar que fue ella misma la que tomó la parte de su corazón al quitar los recuerdos a Zero, y la otra mitad la perdió, cuando vio a Kaname caminar directo a la fundición; y arrancar con sus propias manos su corazón sangrante y lanzarla dentro de esa llamarada que lo consumió esparciendo su esencia. Luego se volvió lentamente, y sin fuerza, y se dejó caer entre sus brazos, sobre una plataforma donde hizo que le extrajeran cada gota de sangre hasta vaciarlo por completo y finalmente desaparecer.
Esa escena jamás se borraría de su mente, afirmó su codo en el apoya brazos y cubrió su rostro con su mano. El dolor permanecía vivo, recordándole su juramente y penitencia. – "Él debe ser feliz" – le dijo antes de estallar en pedazos, con una última sonrisa en paz. El desgarrador rugido de dolor, que se escapó de sus labios al verlo escapársele de entre los brazos y la onda expansiva de poder que se escapó ante su descontrol; prácticamente destrozo todos los vidrios del edificio principal de la Asociación de cazadores. No recuerda que paso, solo que despertó un mes después de haber estado inconsciente. Le dijeron que fue un sueño profundo auto inducido por su inconsciente para palear el dolor.
Sintió la puerta abrirse suavemente, junto a una presencia familiar adentrarse al salón. Pasos lentos, elegantes y muy resueltos. Sonrió para sí misma, reconocería esa presencia en cualquier parte. – Madre, el carro esta listo. Cuando dispongas podemos ponernos en marcha. – terminó a su lado, con ese aire tan similar a él.; antes de besarla cariñosamente en la mejilla.
-Oh, mi precioso Haruka. ¿Quiero escuchar que opinas una última vez?
-Desearía que te quedarás conmigo más tiempo. – se arrodillo a su lado aferrando una de sus manos, mirándola con esos profundos ojos borgoña, tan similares. Era una copia exacta de su padre, solo que Haruka carecía de esa oscuridad oculta en lo hondo de sus ojos. Su hijo precioso era inocente, no tenía sus manos sucias y ella había evitado mentirle en todo lo que fuera posible.
-Oh, cariño. – dijo con un tono dulce con el que le hablaba cuando era solo un niño. Pasó sus brazos por sus hombros y se inclinó hasta dejar su mejilla, sobre sus cabellos castaños. – Si yo hiciera eso, tú no podrías tener un futuro con nuestra querida Kaori. – besó la cima de su cabeza. – Le prometí a tú padre que serías el primer Kuran en ser realmente feliz.
-Lo sé, pero aún no entiendo porque cazador insiste en que debo ser sellado para estar con Kaori. – señaló con un dejó de desosiego. – No comprendo porque te odia tanto. No ve, que morirás cuando eso pase.
-No juzgues a Kiryuu-san tan duramente, hijo. – señaló con un dejó tranquilo. – Él solo cuida los interesas de Kaori-chan. Como yo cuido de los tuyos.
-Comprendo, pero si mantengo mi naturaleza sangre pura, tengo el poder para protegerla mejor. Puedo cooperar con la asociación, tú me has enseñado ese ideal de una sociedad pacifica, no somos como los otros sangre puras, madre. Tú menos que nadie. Siempre has cooperado.
-Eres muy joven aún. – besó su cabeza. – Pero quiero que entiendas algo; ese poder que tienes es peligroso. Un arma terrible, que destruye tanto al que lo desea, como a sus portadores. Nos transforma en presa y depredadores. Hijo, tú no podrás ser feliz y llevar una vida pacifica hasta que te vuelvas humano. Porque sino te corrompe a ti, termina por infectar el corazón de los que te rodean. Recuerda siempre que la sangre pura que corre por nuestras venas es el veneno más potente que existe.
Haruka asintió derrotado, pero aceptando las palabras de su madre. – Te extrañare tanto cuando no estés, madre.
-Siempre estaré cuidando de ti. En cada latido de tú corazón recuerda que yo estaré ahí amándote siempre. – le sonrió pacíficamente como anticipándose a su propio descanso. – Creo que debemos partir, no debemos hacer esperar a nuestros distinguidos amigos. – se levantó graciosamente del sillón y tomó el brazo que su hijo le extendía. Y sin decir ninguna palabra más, ambos salieron del salón caminando ceremoniosamente y con ese halo de misterio que su misma naturaleza les otorgaba. Mientras bajaban las escaleras, juntos por última vez; Yuuki recordaba cada paso de su vida, y por primera vez, desde que renació como pura sangre se sentía en paz. Recordaba una tranquilidad similar, en los ojos de Kaname la noche anterior a ser inmolado. Estaba segura que si viera sus ojos, ahora en un espejo, se encontraría con esa misma mirada que la hizo llorar esa última vez. Recordaba claramente como su hermano la había abrazado contra su pecho consolándola. Era lo mismo que haría ella con su hijo, lo alentaría a seguir viviendo y a aprovechar esa oportunidad hermosa.
Cuando llegaron a abajó, la puerta estaba abierta, y su mayordomo les esperaba con actitud solamente parado junto a su chofer. Yuuki pasó por el lado, se detuvo en frente, y les agradeció su fiel servicio a la casa Kuran. Ambos hicieron una respetuosa reverencia, y les dio una nueva sonrisa antes de seguir hasta el auto donde Haruka la esperaba con una mirada inquieta, y triste. La ayudó a entrar al coche, y cerró la puerta, mientras subía por el otro lado. Yuuki, buscó su mano y la aferró dándole ánimo, sonriéndole alegremente. Esto era lo que había esperado tanto tiempo. Él solo desvió la mirada contrito, por la paz de su madre ante su eventual muerte. Solo apretó su mano como cuando era un niño, y volvió la mirada para darle un último escrutinio a la que fue su casa por tantos años. Sintió que el corazón le saltó en el pecho al ver afirmado descuidadamente a Kaname en el marco de la enorme puerta de roble, con su eterna mirada profunda y bruñida; y esa belleza arrolladora. Pero a diferencia de lo que recordaba, le sonreía sinceramente; con su corazón. Ella solo cerró los ojos, mientras una lágrima descendía por el rabillo del ojo. Al fin se rompería esa maldición y abría un Kuran libre. – Será feliz, Onii-sama. Pude cumplir mi promesa. – se dijo tan bajamente, que Haruka tan constreñido y apenado no oyó.
Su mente viajó a sus meses de embarazó, fue un tiempo solitario y vacio. El dolor estaba tan latente que dolían sus huesos, Zero y Kaname se llevaron su corazón, y no fue hasta que nació Haruka que volvió a sentir que vivía nuevamente. Fue el impulsó que necesitaba, y ayudar a crear un mundo de paz, para que ese hijo creciera feliz. Recordó las risas, y sus pasos veloces correr por los pasillos de esa mansión que tanto dolor había visto durante generaciones.
Unió fuerza con los nobles leales a los ideales Kuran. Sus amigos. Y comenzaron su trabajo con la asociación de cazadores. Ya sin más Sangre puras. Siendo ellos los últimos, crearon un senado mixto con representantes de todas las esferas, incluidas la humana. Ya la asociación actuaba como un ente reglamentado, casi como policías.
Llegaron a la ciudad y rápidamente se encontraron fuera de las puertas de la asociación, donde los esperaban el grupo de aliados que la habían apoyado desde siempre. Vio cada rostro, y apretó una vez más la mano de su hijo. Antes de que Hanabusa abriera la puerta y la ayudara a salir del coche.
-Yuuki-sama. – le hizo una reverencia. Antes de ofrecerle su brazo, lo tomó agradecida. Los rodeaban sus más cercanos. Sus queridos compañeros de la clase nocturna. Ruka, Akatsuki, Rima, Senri, Takuma, su querida Yori-chan, incluso su amoroso padre adoptivo Kaien Cross. Todos y sin excepción imitaron a Hanabusa, coreando un respetuoso y solemne. Yuuki-sama. Para luego dirigirse, a su hijo como un Haruka-sama. Era una muestra de respeto y lealtad.
-Mis queridos amigos, agradezco de todo corazón que estén aquí. Pero por hoy, el protocolo podemos dejarlo de lado. Me basta con solo Yuuki. Si pudieran complacer mi petición se los agradecería con él alma.
Yori, soltó un sollozo y olvidándose de todo, hecho a correr hasta su amiga de toda la vida abrazándola con fuerza. Yuuki, la consoló afecto. – No puede entender, como él puede forzarte hacer algo como esto. – dijo entre cortadamente con su rostro ocultó en su hombro. – Zero, él… siempre te quiso tanto y ahora… - se cortó sin querer decir nada más.
-Yori-chan, no es decisión de Zero. No lo culpes de algo que no es responsable. Ya bastantes culpas ajenas ha tenido que cargar sobre sus hombros. Esto es algo que yo había decidido hacer antes de que Haruka naciera. – le dio una apretón ligero, y le besó en la mejilla. – Estoy cumpliendo la promesa que hice a Kaname.
Yori bajó la cabeza y asintió con expresión lejana ante el nombre que atraía con su mera mención; un sentimiento contradictorio de respeto, temor y enojo. Siempre tendría la convicción de que las cosas hubieran sido muy distintas para Yuuki, si hubiera permanecido con Zero. Y eso era algo, pese a todo lo bueno que había hecho para con los humanos, no podía perdonarle a Kuran Kaname. Había arrastrado a la inocente Yuuki que a un final así de triste. Iba abrir la boca, pero Aido la detuvo tomándola del brazo y atrayéndola a un abrazo apretado. Ya habían discutido en la intimidad los mismos argumentos una y otra vez, desde que Yuuki les informó, cuales serían sus pasos a seguir. No era un punto en el que el matrimonio pudiese estar de acuerdo, ya que tenían lealtades divididas. Hanabusa jamás dejaría de estar del lado de Kaname y Sayori simplemente seguía viendo a la misma Yuuki Cross de quince años con la que comía chocolate mientras reían de cualquier tontería. Frustrada, solo sollozó, con su rostro oculto y entre los brazos de su longevo marido. Ella ni siquiera había considerado la idea de beber de la poderosa sangre de su amiga. No haría nada para cambiar su naturaleza, eso fue una decisión de los dos y Yuuki los había felicitado.
Kaien Cross, sonrió tristemente cuando su querida hija adoptiva fue hasta él, con una expresión pacifica. Entendía que era necesario tomar estás medidas. Sabía que hacía lo correcto, como también, sabía que esperaba este momento desde que Kaname-kun había fallecido. – Muchas gracias por todo papá. – fue lo que dijo, antes de abrazarlo con la misma sencillez de cuando era una niña.
-Yuuki… - musitó mientras lágrimas le teñían el rostro, sin el dramatismo de su personaje, sino con la dignidad del cazador. –… yo velare por él. No te preocupes. – Solo recibió una mirada dulce, y un beso en la mejilla que le calentó el corazón como esos años en que la vio crecer, inundando todo con esa luz.
Fue hasta Takuma, que estaba más cerca del director. El noble esperaba pacientemente, con su expresión gentil tan característica. Él fue él único que le devolvió la sonrisa sinceramente, que pese a la tristeza, era él que mejor entendía sus decisiones. – Mi querido amigo. – lo abrazó, con cariño fraternal. Eran camaradas de armas, y en la realización de ese sueño que acariciaban con esperanza. – Queda en tus manos concluir esta obra. Confió en que harás lo mejor para todos.
-Daré lo mejor de mi Yuuki-chan. – respondió, sin dejar ir esa sonrisa sincera. – Solo cuando esto este acabado, los alcanzare finalmente – terminó en un susurró.
- Así será. – sonrió una vez más. Fue hasta su primo y único familiar vivo. Senri Shiki, estaba junto a Rima, y miraba con una mirada opaca, pero sin muestra de más sentimiento. Él no era nadie, pero Yuuki lo había acogido como un verdadero primo. No supo como, en algún momento sintió que tenía más familia en quien confiar, luego de una vida de ser utilizado como un muñeco. – Mis queridos primos. – tomó una mano de cada uno. – Les agradezco su compañía y su lealtad durante todos estos años.
Senri, apretó su mano y relajó su expresión con un gesto agradecido. – Gracias a ti prima, por hacerme parte de todo esto.
La sangre pura los abrazó a ambos, y agregó. – He estado hablando con los abogados y ya está listo el papeleó necesario para que tomes posesión de la parte de la fortuna Kuran que te corresponde por derecho. Además deje dispuesto, si tú quieres claro esta, en que tomes posesión del titulo como un Kuran legítimo, y él último de la línea sanguínea de nuestra especie. Si tú decides hacerlo, contacta con Hanabusa-san.
Senri miró a Rima desconcertado, que le devolvió el gesto con igual sorpresa. Solo logró enhebrar – ¿Por qué…?
-Porque te pertenece ese derecho, primo. Y como tal puedes ejercerlo o no. Lamento que sea ahora, pero el trámite burocrático fue muy difícil de realizar, más aún con los vacios que existen dentro de la legislación.
Rima apretó la mano de la mujer, antes de decir. – Gracias Yuuki, esto significa mucho para nosotros.
Negó con la cabeza. – No tienen que agradecerlo. Es lo justo, y es suyo. – Rima, aferró el brazo de Shiki, que aún procesaba la información. Sin terminar de creer que él fuera considerado.
Por último, solo quedaban Akatsuki y Ruka, que esperaban pacientemente observando todo con un animo compuesto, tal y como el decoro lo dictaba. No se podía esperar menos de la que fue su maestra en etiqueta, hace más de dos décadas. Cuando estuvo al frente, Ruka, apretó el brazo de su esposo como única muestra de emoción. – Han pasado muchos años, Ruka-san, siempre atesore con cariño la amabilidad que tuviste conmigo durante mi primer tiempo como vampiro. – la aludida apretó los labios, apenada. – Akatsuki-san. Gracias a los dos por el apoyo y la lealtad de todos estos años. No solo a mí, sino también a mi hermano. – les sonrió suavemente, e hizo una leve inclinación. Antes de volverse, y recorrer con su vista una vez más a ese grupo de personas con las cuales había compartido tantas vivencias, y con las cuales había trabajado arduamente para levantar esa sociedad carcomida por la avaricia, y la traición. Estaba agradecida de haber podido contar con ellos todos esos años, estaba claro que no habría podido hacer nada sin el respaldo de sus camaradas.
-Solo me resta agradecer por todos los años de trabajo, y confianza en el sueño de la sociedad que necesitamos. Y me tomare la libertad de pedirles que sigan trabajando hasta que quede establecida esa paz, que necesitamos tanto nosotros, como los humanos. – hizo una reverencia formal hacía ellos con una elegancia innata, y con un gesto de sincera amabilidad, que por un minuto volvieron a vez a la misma jovenzuela risueña y alegre que alguna vez conocieron. Yuuki se enderezó, y volvió la atención a su hijo. – Haruka… - llamó, y el joven hombre se acercó ofreciéndole su brazo.
- Ya están adentro esperándonos, madre. – asintió lentamente, y dio una última mirada a ese gran grupo de personas, gravando sus rostros en su mente por una última vez. Subieron los escalones hasta adentrarse al edificio de la asociación, ambos siendo iluminados por esa penumbra ligeramente incandescente.
Cuando la puerta se cerró, Aidou, murmuró lo suficientemente alto para que todos lo oyeran. – Ahí va la última reina sangre pura, Kuran Yuuki. – Todos guardaron un minuto de absoluto y respetuoso silencio.
Kaien Cross, dejó caer una lágrima solitaria al verla perderse detrás de esa enorme y gruesa puerta de roble macizo. Sayori, se acercó lentamente y le preguntó aún con la voz ligeramente estrangulada. – Pensé que iría con ella, Cross-san.
Negó con la cabeza, recomponiéndose, pero sin lograr borrar la tristeza de sus ojos. – No soy capaz de verla desaparecer, Yori-chan. Ningún padre, puede ser capaz de ver algo como eso.
Luego de eso los nobles se mantuvieron fuera, vigilando y esperando que todo se terminara de consumar.
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Zero Kiryuu, alzó la vista del papeleo que tenía al frente y desvió la vista hacía el ventanal a su izquierda, que en ese momento dejaba entrar una luz anaranjada y cálida que iluminaba todo el despacho que ocupaba. Había sido un completo infierno ese día. No había podido concentrarse en nada desde que se levantó, y la noche anterior apenas si había podido dormir un par de horas. Se reclinó en la silla, y cerró los ojos unos momentos buscando despejarse o al menos poder pasar de la primera línea en el informe que estaba sobre el escritorio.
Había algo en todo eso que no le gustaba, su interior se removía con violencia llenando su mente de disgusto. Odiaba lo que estaba pasando. Aborrecía la idea de que Kaori estuviera enamorada de ese mocoso, ¿por qué de todos los hombres en que pudo fijar sus ojos tenía que ser precisamente en el vástago de los Kuran? Cada vez que los veía juntos era doloroso. Era ver a Kuran Kaname seduciéndola. No podía resistirlo. Ante eso la única carta que le quedó por esgrimir era la condición de sangre pura maldito, pero increíblemente la reina de los vampiros había accedido a sacrificar voluntariamente su vida para sellarlo y volverlo humano. Se lo llevara el infierno, debía ser una broma del destino de muy mal gusto. Y la noticia lejos de satisfacerlo solo lo lleno de una tensión aún mayor, junto con esa sensación de pegajosa ansiedad.
Recordaba claramente la visita que le había hecho ella para tratar el tema. Habían pasado exactamente tres meses. Y al igual que hoy, había sido una jodida semana en la cual había tenido que prácticamente exiliar a su querida hija del país, solo para alejarla de las garras de ese condenado vampiro. Llevaba prácticamente viéndose un año en secreto, y él, gracias a un informe de Yagari pudo enterarse que era lo que estaba pasando. Debía reconocerse a sí mismo que se puso como una fiera y tuvo que controlarse para no irrumpir en la mansión Kuran y vaciar la Bloody Rose en la maldita cabeza de ese vampiro.
Se tuvo que conformar con hacer una simple visita.
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-Dime que es una de tus jodidas bromas, maestro. – soltó con los dientes apretados.
-Lamento decirlo, Zero. Pero tú chica tiene un amorío con el chico Kuran. – el cazador estaba con los brazos cruzados, y con una expresión tan seria en el rostro que no daba lugar a duda. Él no podía creer la ironía del destino, y en ese momento agradeció que a su compañero le hubieran arrebatado sus recuerdos. De no haber sido así, esto sería un pandemónium. Perder dos veces ante un Kuran, sería un infierno.
Se quedó quieto un momento procesando la noticia, para luego abrir los ojos con ira. De un movimiento brusco se levantó tan violentamente que volteó la pesada silla; y de un salto fluido y rápido, cruzó por sobre el escritorio y cayó frente a Yagari. Con todo el entrenamiento del otro cazador, eso no lo vio venir, y un segundo después estaba elevado del suelo tomado por las solapas de su abrigo. Zero respiraba fuertemente con los ojos de un brillante rojo. Estaba encolerizado. – Mientes. – fue el susurró amenazante. – Dime que es mentira. – soltó con la mandíbula tensa.
Yagari no se sobresaltó, pero si le produjo preocupación la violenta reacción. En ese estado Zero haría una tontería. Una tontería que podía gatillar en una nueva guerra sin cuartel si llegaba a ponerle una mano encima al joven Kuran. Si se descontrolaba; no quedaría otra que encerrarlo en una maldita mazmorra. Le gustara o no todo el rollo, la paz estaba recientemente entablada y no podían arriesgarla. Ni siquiera por Kaori. – Lo siento. Pero no es mentira.
El presidente de la asociación, mudó su expresión, en una de profunda cólera animal que le hizo gruñir implacable. Sin mediación lanzó a su maestro con todas sus fuerzas contra la muralla contraria mientras sacaba su arma de su funda, y con trancos largos se dirigía a la puerta con toda la intención de liquidar al vástago atrevido. No alcanzó a tomar el pomo, cuando Kaito abrió la puerta violentamente y entraba, cortándole el paso a Kiryuu, y rodeándolo con un grupo de sus cazadores más experimentados. Ellos ya se habían enterado de las noticias, y con Yagari ya habían trazado un plan. Bajo ninguna circunstancia, podían dejar ir a Zero transformado en un basilisco a la mansión sangre pura. En ese estado de enajenación solo haría una locura. Así que mientras entraba el mismo Yagari, Kaito había reunido ese grupo para frenarle los pies. Tuvo que disponer de lo mejor. Zero era el presidente por el simple motivo de que era el cazador más fuerte conocido hasta ahora, incluso superior que Kaien Cross en sus mejores años.
Y además era un vampiro. Por lo tanto sería un maldito dolor en el culo.
-Fuera de mi camino. – fue la orden seca, y llena de advertencia. Estaba fuera de sí. – Si no quieren que les rompa la cabeza a ustedes también.
-Lamento señor presidente, no poder acceder a su orden directa. – fue la respuesta lacónica de Kaito. – No saldrás de está habitación en este estado. No podemos permitir que mandes al cuerno todo el trabajo que hemos hecho, Zero. – Los ojos carmín bruñido se estrecharon más, y solo hizo crujir el cuello preparándose para atacar.
Había sido una tarea titánica someterlo, y estuvieron a punto de no lograrlo. Fue una locura, pero después de algunas fracturas en alguno de los hombres, pudieron dominarlo y encerrarlo en una de las mazmorras de la asociación. Yagari, quedó con dos costillas fracturadas, pero aparte del dolor, sanarían en unos días.
Tuvieron que dejarlo, tres días en una celda, para que se calmara. Luego de eso, llamarón a Asami para lo llevara a casa, advirtiéndole que sería mejor que Kaori no estuviera presente. Lo suspendieron de funciones por dos semanas, en las que Yagari de mala gana tuvo que hacer de interino. Cuando llevaba una semana en la casa, y había recuperado su cabeza fría, y luego de haber hablado con su mujer; finalmente fue a ver los Kuran. Seguía enojado, pero no haría nada tan estúpido como asesinar al heredero. Solo se conformaría con lastimarlo, una o dos costillas quebradas quizás.
Tomó su camioneta imponente, y sin sacar su arma de su funda, solo se cuidó de ponerse su abrigo que la cubriera de la vista. Manejo con el entrecejo fruncido, y ese gusto amargo en la boca del estomago que no se podía quitar. Él siempre se caracterizó por ser muy profesional en su trabajo, pero había algo en todo eso que se le hacía desagradablemente familiar. Y eso solo lo terminaba de desquiciar. Cuando se encontró con la entrada, la verja se abrió automáticamente y ni se molestó en dar una mirada al guardia que lo escrutaba desde la garita. Se estacionó violentamente, haciendo rechinar los neumáticos sobre la grava, justo en el frente a la gran puerta de la mansión. Estaba tal cual lo recordaba de su última visita hace unos años. Si tenía que hablar con esa mujer, enviaba a alguien, o ella simplemente se pasaba por su despacho. Pero él evitaba estar en este lugar, no le gustaba la sensación de la casa, impregnada con la esencia de esos vampiros. Molesto, se bajó de la camioneta negra, y con zancadas resueltas e irreverente subió las escaleras. Antes que llegara al último, la puerta ya estaba abierta por un mayordomo, que claramente era un vampiro nivel c. Este le dio una mirada de reproche, pero ni siquiera se molesto en devolverle un gesto amenazador.
Él iba por sus amos.
Cuando puso el primer pie dentro de la casa, le golpeó con fuerza el aroma de sus moradores. Pero claramente el que se imponía era el de ella. Le encolerizo poder distinguirlos, y sentir esa sensación incomoda aumentar.
-Yuuki-sama viene en seguida, si gusta puede esperarla en salón principal…
-La esperare acá. – fue la cortante respuesta. El mayordomo iba a responder, cuando en la cima de la escalera señorial, se materializó la silueta de la señora de la casa. Zero por un momento se sintió sobrecogido, por la aparición imprevista. Se veía magnifica, iba con un vestido sencillo y largo de un color azul rey, que contrastaba con su piel blanca y esos ojos color café rojizos profundo. Se odió por sentirse impresionado de un maldito monstruo. Majestuosamente, bajó la escalera hasta ubicarse casi al final deteniéndose para observarlo. Zero Kiryuu había madurado tanto en sus facciones, como en su contextura, seguía manteniendo ese aire áspero y aspecto tosco. Era un hombre cautivamente, y lo único que modificaba su aspecto era esa barba que le daba un aire más maduro. Se veían con cierta regularidad, más antes, que ahora. Cuando terminaron con la casería de los sangre puras, coincidían en las reuniones del nuevo consejo. Él no daba muestras de recordar nada y ella se sentía agradecida por eso. Podían trabajar juntos, y la tranquilizaba saber que el dolor no era compartido, y él estaba ajeno a ello. Por último, sí, estaba al corriente del motivo que traían a Zero ese día a su casa, y más aún la expresión de profundo enojo que tenía gravado en su rostro.
Nunca habría previsto que algo como esto iba a pasar. Era como una burla del destino hacer que precisamente fueran sus hijos enamorados. Al principio estuvo a punto de intervenir, rechazando rotundamente la idea, pero luego al verlo por si misma se dijo que no tenía derecho. Debería resistirse a la tentación de manipularlos. No tenía derecho, a hacer algo como eso.
-Kiryuu-san, esperaba tú visita. – hizo un ligero gesto con su cabeza, manteniendo la compostura.
-Así que estabas al tanto de esto Kuran. – dijo endureciendo la expresión.
-No saques conclusiones apresuradas, Kiryuu-san. – respondió tranquilamente. – Mi hijo me comunico solo unas horas antes de recibir una llamada de la asociación.
Gruñó nuevamente irascible. – Quiero a tu monstruo lejos de mi hija. Es una advertencia. – fue la concisa declaración. – Sino, aténganse a las consecuencias. – apretó la pistola, dándole énfasis a sus palabras.
Yuuki, alzó la cabeza, y la torció ligeramente sin una gota de temor, pero con un gesto de un incipiente enojo ante la forma de referirse a Haruka. – Creo que esa es una decisión que no te corresponde. No podemos decidir por ellos.
-No estoy para juegos. – apretó el arma entre sus dedos. – Si lo veo cerca de Kaori, lo liquido.
La careta de tranquilidad se triso, por la directa amenaza, y un gesto enfado se translució. Descendió los últimos escalones y se acercó a él calmada. – Lamento tener que comunicarte Kiryuu-san, que si te atrevieses si quiera a intentar lastimar a mi hijo. La muerte será algo que rogaras.
Ante la directa respuesta y su confiado avance, Zero desenfundó su arma y la apunto hábilmente en medio de la frente deteniéndola. Ni siquiera se inmutó cuando el metal toco en medio de sus cejas, solo dejó de avanzar. – No te me acerques, monstruo.
Lo taladró con su mirada, y se cuadró dejando un poco de su poder envolverla, haciendo que Zero solo hiciera sonar la pistola. – ¿Yo soy el monstruo? – empezó con dureza. – Cuando eres tú eres el que vienes a mi casa a amenazarme y a apuntarme con tu arma a la cabeza. ¿Y te atreves a decir que yo soy el monstruo?– la respuesta le molestó aún más, pero cuando iba a responder ácidamente una tercera presencia irrumpió.
-No se atreva a seguir apuntándola con esa arma. – fue la imprevista intervención de Haruka. Bajó de un saltó y cayo detrás de Yuuki, con una expresión fría y calculada. – Mi madre no tiene nada que ver en esto. Kiryuu-san, usted me busca a mí. – se acercó y quedó a la altura de su madre.
Algo en esa respuesta y ese tono tan bajo y amenazante, se le hizo familiar removiéndosele en el interior. Donde había visto esa mirada antes, se preguntó. Yuuki al ver que el cazador desviaría sin remordimiento el arma al corazón de su hijo, y percatándose que por un milisegundo se vio dubitativo, le dio un golpe con su telequinesis que lo envió al suelo para luego lanzar la pistola, desarmándolo. – Te dije que ni siquiera pensarás en lastimarlo. – se agachó junto a él asegurándose de acercar el brazalete a su tatuaje inmovilizándolo. Zero no podía creer que ella tuviera ese brazalete. – Hijo, esto es entre el señor presidente y yo. Y no lo mataré, así que no te preocupes.
-Kaori, no me lo perdonaría. – declaró, con su expresión calmada. – Pero no deseó que tú te expongas, madre. – dio un paso, aún con un aura amenazante. – Que clase de hombre sería si permitiera que te lastimaran.
-Tranquilo, yo arreglare esto. Si tú permaneces aquí será como hondear una muleta frente a un toro. Lo que necesitamos es que se vuelva razonable.
Haruka permaneció quieto no muy convencido de dejarla a solas con ese hombre agresivo. Pero luego ella, le envió una honda expansiva de energía más amable, y como un acuerdo tácito y silencioso lo instó a obedecerla. Haruka acepto a regañadientes, no sin antes de lanzar una mirada de advertencia al cazador en el suelo, y volver a subir al piso superior. – Ahora, quien es el monstruo Kuran. – Dijo con dificultad por la presión que su poder ejercía sobre él, se sentía como una pesada roca.
-No quería llegar a esto, pero no me dejaste opción Kiryuu-san.
-¿Me dejaras pegado el suelo hasta que se te antoje? – cuestionó brusco.
-Sí te comportaras civilizadamente te dejare ir. – manifestó con su expresión recompuesta, pero sin aflojar el agarre que tenía sobre él. Zero, aún le costaba creer que ese cuerpo que se veía tan frágil lo tuviera dominado con tanta facilidad contra el suelo, sin siquiera tocarlo realmente. Solo la fuerza de la mente, y ese maldito brazalete que no podía recordar que existiera. ¿Por qué esa sangre pura tenía ese instrumento?
Bufó un sí de mala gana. Era suficientemente humillante, estar a merced de ese vampiro infernal. La mujer, se levantó lentamente y puso distancia entre ellos, para luego dejar ir el peso sobre el cazador. Zero, inspiró profundamente llenando sus pulmones de aire, y se sentó en el suelo recuperando el aliento, antes de volver a levantarse lentamente sin perder ese aire amenazante. Ambos se quedaron en medio de la entrada, atentos a los movimientos del otro. Yuuki sabía que Zero era poderoso, y si bien había podido inmovilizarlo, también era consciente que un movimiento en falso y podía asesinarla.
Zero la taladró con sus bruñidos ojos lilas llenó de desprecio, y luego de un momento desvió la mirada y sin decir nada más, se volteó para salir de la casa con ese aire torvo a su alrededor. Ambos sabían que eso no terminaba ahí.
Cuando cerró violentamente la puerta a sus espaldas, y se escuchó el rugir del motor y el rechinar de las ruedas contra el suelo, Yuuki se permitió soltar un pesado suspiro de cansancio. Esto sería una batalla agotadora.
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Hace tiempo que no publicaba nada. Pero hace unos días me puse en la labor de releer el manga de Vampire Knight, y me vi tan sumergida de nuevo en la historia, que no pude resistirme a escribir algo.
Pues bien, esta historia contara de otro capitulo más un epilogo (o dos, depende de cómo ande mi creatividad y el interés que despierte). Al principio quería que fuera algo más centrado en Yuuki y Kaname, me pegó un poquito duro saber que este se va a sacrificar. Pero luego de a poco entró Zero y ya no pude luchar contra él. xD
Leí varios comentarios que Kaname se había transformado en un Gary, pero no puedo estar más en contra de esa opinión, con todo el respeto que se merece claro esta. Lo que me pasa con este personaje es que me despierta la empatía. Estar condenado a vivir solo, debe ser una pesadilla. No sé, no lo considero ni un mártir ni nada, ha metido las patas hasta el fondo y también actúa como un villano. Pero los motivos que lo mueven y la cruda realidad a la que está atado, me hacen evitar odiarlo. En fin, es mi humilde sentir al respecto. xD
No sé si gustará realmente, pero me divertí mucho escribiéndolo. Me gustaría saber que opinan. En fin, cualquier duda me lo deja saber. No habrá más de una semana por actualización, ya que tengo la historia casi terminada.
Cariño, gente, me alegra volver.
Brisa Black
