Todos los personajes son de J.K. Rowling.
Casi
-No existe, Rosie. Acéptalo.
La muchacha de trece años con los típicos problemas de preadolescente, rodó los ojos. Era una de las primas con personalidad más fuerte. Dominique -alias Dom, o Nique- y Roxanne -Rox para los amigos- la alcanzaban. Todas unas Weasley's. Solía defender sus ideas con uñas y dientes y casi nadie podía hacerla cambiar de opinión. Casi.
-¡Sí que existe! -se molestó.
Él, un año más grande, seguía mostrándose tranquilo. Sabía que podía con ella, aunque costase y que al final alguno de los dos terminaría cediendo. Era uno de los chicos más experimentados -de Hogwarts y de su familia- y podía asegurar que "eso" no existía. Y también creía que nadie podría cambiar su forma de pensar sobre ese tema. Casi nunca se equivocaba. He aquí el tema: casi.
-No -negó-. Vamos, chica. No existe nada parecido al… -se trabó.
-…al amor, James. ¡Y existe, claro que sí! Que tú no lo hayas experimentado es otro tema, primito.
El morocho odiaba -y amaba, pero eso lo iba a descubrir más tarde- la testarudez de su Rose. Primos, sí, pero eran casi una pareja. Y aquí vamos de nuevo; dije "casi".
-Vamos, pelirroja. Existe el sentimiento de querer a una persona, tal vez de adorarla. De hecho, puede encantarte (en sentido figurado, claro) y hasta puedes… tu sabes… desearla -se sonrojó. Experimentado, sí, pero seguía teniendo sólo catorce años.
-Todo eso existe, por supuesto, y también el amor. Digiérelo -dijo con énfasis.
-Digiérelo tú, prima. Todo eso en lo que crees no existe.
-¡Sabes que sí, James!
-Cállate, Rosie Posie -dijo enfatizando su apodo. Él sabía que lo odiaba, pero le fascinaba pelear con ella como cuando eran chicos. Porque seguían siendo casi chicos. Pero, repito, casi es casi. Y la Weasley ya no era una pequeña niñita inmadura capaz de hacer un escándalo por un tonto apodo.
-Cállate tú, Jamsie Pooh -le comentó mordazmente, dejándolo boquiabierto-. El amor existe, pero tú no quieres aceptarlo porque no entiendes los sentimientos complejos. Tal y como papá.
Él, recomponiéndose rápidamente, puso los ojos en blanco.
-El amor no es complejo.
-Sí lo es.
-¿Qué, acaso lo sentiste?
Ella se sonrojó. La pregunta había ido con intención y ese tono seductor que a él le salía involuntariamente y que la sacaba de quicio.
-No -mintió. ¡Por ti!, gritó una voz en su cabeza-. ¿Y tú? -preguntó antes de poder frenarse.
-Tampoco -respondió-. Porque, simplemente, no existe.
-¡Sí! -debatió un poco harta.
-No -dijo él-. Vaya, Rose, creí que eras inteligente. ¿Qué te ha pasado?
-Lo soy. Y supuse que tú también. Es obvio que no, ya que al parecer no puedes soportar que una persona no piense igual a ti. Y... James, eso es patético -negó con la cabeza mientras chasqueaba la lengua, como si no pudiera creérselo, irónicamente decepcionada. Y volvió a dejarlo boquiabierto. ¿Acababa de decirle estúpido?
Se hizo un silencio en el que ella lo miró desafiante, y él, impresionado.
-Bueno, basta -lo rompió el morocho-. No voy a discutir más sobre algo que no existe.
-Sobre algo que no entiendes -lo corrigió.
-Tal vez -aceptó, rindiéndose.
Casi sin sospechar que sentía algo por ella. Y, al fin y al cabo, todo termina reduciéndose a eso: casi.
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