¡Saludos a todos!
Aquí llega otra nueva locura de mi incansable mente, otro Universo Alterno, esta vez sirviéndome de los mágicos personajes creados por Shiori Teshirogi. Sé que quizás no son tan populares como los personajes del Saint Seiya Clásico, pero yo los adoro :). Puede que aquí surja algo de yaoi, no lo sé aún, este sería un nuevo reto para mí.
La inspiración para esta historia surgió después de haber visto por enésima vez una fantástica película francesa, "Intouchables". Una película que me llena de ternura y esperanza, que dota de luz una sociedad que generalmente percibo decadente. El título es inspirado por una canción.
Gracias de antemano a todos los que os atreváis a leer mi nuevo fic. ¡Y mil gracias por los reviews que pueda recibir!
~La Oscuridad Donde Nos Mecemos~
#Resignación#
Las piernas de Defteros estaban atacadas de un temblor nervioso que se acababa contagiando por todo su cuerpo mientras sus manos se estrujaban entrelazadas sobre los muslos, bailando al mismo compás que dictaban sus propios nervios. A su lado, el ya conocido y joven abogado de oficio perdía su inexperta mirada entre los papeles que se resistían a seguir ordenados bajo la influencia de sus dedos.
No era la primera vez que Defteros se encontraba en una situación así. Tampoco era la primera vez que tenía que hacer uso del joven abogado de oficio que proponía la policía judicial, un muchacho de cabello castaño, revuelto y casi rozándole los hombros, llamado Dohko, salido de la última hornada de flamantes abogados febriles por conseguirse un nombre en una sucia sociedad demasiado repleta de defensores de la ley.
Hacía apenas un par de días, Defteros había pasado la noche en el calabozo, esperando que se le abriera otro expediente y que lo soltaran a la espera de la ejecución de un juicio rápido que resolvería la falta, seguramente a través de la vía de penalización económica. Pero no por estar ya algo habituado a este tipo de situaciones se sentía menos nervioso. Se había prometido una y otra vez no volver a pecar de inconsciente, pero por enésima vez su atribulada mente le había jugado una mala pasada.
A su lado, Dohko resoplaba mientras su mirada se perdía desquiciada en medio de un montón de papeles desordenados, en busca de los que le concernían en ese momento. Defteros mantenía la vista gacha, escondida tras su alborotado cabello, mirando a su abogado de reojo cada vez que sus resoplidos de terror a la incompetencia llenaban la sala.
- No puede ser...tu informe tiene que estar por aquí...¡Si lo he estado repasando en casa antes de salir!
Un suspiro de resignación se apoderó de Defteros, que se pasó ambas manos por la cara, frotándose primero los ojos, recogiéndose el cabello hacia atrás después, al tiempo que su cuerpo se erguía y volvía a lanzar una mirada de reojo hacia Dohko. Manteniendo aún sus manos enredadas entre su largo cabello desaliñado, divisó una carpeta con su nombre escrito con rotulador negro sobre la tapa, que descansaba paciente apenas a dos palmos del campo de batalla que Dohko había extendido de la nada. Deslizando sus manos hacia la nuca, volvió a entrelazar los dedos detrás de ella, permitiéndose estirar las piernas y cruzarlas a la altura de los tobillos, luchando para mantener a raya los nervios que no paraban de surcar sus extremidades.
- Está allí, Dohko...- Dijo con aire indolente, señalando con un leve movimiento de cabeza el objeto de búsqueda, al tiempo que otro suspiro llenaba sus pulmones.
Dohko apenas levantó la mirada del desparrame de papeles que tenía frente sí. Únicamente se limitó a seguir de manera mecánica las indicaciones de Defteros, hallando al fin lo que había estado buscando inútilmente en medio de un innecesario caos de leyes y alegatos.
- Es verdad...míralo...y yo buscándolo por aquí...
Con rapidez tomó el informe, abriendo la tapa y volviendo a repasar la relación de los hechos y todas las anotaciones escritas en él, completamente ajeno a otro suspiro emergiendo de los labios de Defteros, que no variaba su nueva y descarada posición.
Ninguno de los dos dijo nada más mientras esperaban que la puerta de la sala se abriera para dar paso al juez y acabar lo antes posible con esa pesadilla que siempre hubiera podido ser evitada.
Aún transcurrieron unos interminables instantes más de angustiante espera, y Defteros se dedicó a pasear su mirada por el techo de la sala, dejando descansar su cabeza contra las manos aún unidas detrás de su nuca. Y allí descubrió las manchas de humedad que ya había observado la última vez, dándose cuenta que habían cambiado. Ahora una nueva mancha se había unido a las anteriores, y parecía que ese proceso no iba a tener fin. Inconscientemente empezó a buscar figuras entre los caminos de humedad que se abrían paso sobre ese techo de yeso olvidado de cualquier cuidado, abstrayéndose de toda la gris realidad que le rodeaba en ese momento.
Y en todos los momentos que su consciencia lucía limpia.
La apertura de la puerta y una reparadora ráfaga de aire arrancó a ambos de sus propios ensimismamientos. Dohko rápidamente se puso en pie para recibir la entrada del juez. Jueza en ese caso. Defteros únicamente se limitó a mirar desde su despreocupada posición a esa mujer que ya tenía conocida de otras ocasiones. Al percatarse de su maleducada inmovilidad, Dohko le propinó un leve golpe en el hombro, y profiriendo mudas órdenes a través de su verde mirada, le instó a que imitara sus movimientos. Con desgana, Defteros soltó el agarre al que sus manos tenían sometida la nuca, apoyándolas sobre sus rodillas antes de levantarse de la silla, soltando un leve quejido que Dohko no quiso descifrar.
La jueza, una mujer que debía rondar los cuarenta aunque no lo aparentara, se internó en la sala sin pronunciar una palabra. Únicamente se limitó a observarles e indicarles con la mirada que podían volver a tomar asiento, al tiempo que ella dejaba sobre la mesa un fajo de papeles mejor ordenados que los que acarreaba Dohko. Ambos obedecieron, y Dohko pudo apreciar cómo Defteros se dejaba caer literalmente sobre la silla, cruzando los brazos sobre su pecho con aire de altivez.
Los dos aguardaron en silencio, observando todos los movimientos que hacía la jueza sobre su mesa, buscando los papeles concernientes al caso que tenía en frente. Al cabo de pocos segundos, sus gráciles manos tomaron un informe que leyó con rapidez antes de posar su mirada sobre Defteros, encontrándose con unos ojos apagados que la escrutaban sin mucho disimulo.
- Defteros...- Dijo la mujer, haciendo gala de una suave voz que no casaba muy bien con la negra indumentaria que la cubría.- Es la tercera vez que nos vemos por el mismo tema...
Defteros simplemente se limitó a ocultar su mirada por unos breves instantes, durantes los cuales otro suspiro llenaba sus pulmones. Debido a la falta de respuesta audible del aludido, la jueza prosiguió.
- Tenencia ilícita de drogas...marihuana en tu caso...consumo en la vía pública y resistencia a la autoridad...- La jueza dejó los papeles sobre la mesa y sus dedos se trenzaron, dejando descansar las manos sobre los mismos, enfocando su mirada hacia Defteros y encontrándose correspondida con severidad.- ¿Tienes algo que alegar en tu defensa?
- No trafico. Era para consumo propio.- La voz de Defteros sonó grave y carente de arrepentimiento.- Se lo dije a los agentes, pero no quisieron creerme.
- Sabes perfectamente que no se puede consumir en la vía pública. En tu domicilio, haz lo que quieras, pero en la calle este tipo de actos están penados.
Defteros no volvió a pronunciar ninguna palabra. Solamente estrechó más su cruce de brazos al tiempo que se dejaba deslizar un poco sobre la silla, separando las piernas, que aún seguían presas del rítmico movimiento que imprimían sus inquietos pies, clavando su azul mirada sobre la mujer y esperando escuchar el castigo a pagar.
- Sabes que este tipo de faltas se sancionan con multas económicas. Y en tu caso...- Las manos se soltaron y separaron un par de papeles del montón que descansaba frente a ella, buscando la resolución del acta impresa en ellos.-...Por ser reincidente, la sanción económica sube más que la útlima vez.- Defteros seguía inmóvil. Dohko, mudo.- Tendrás que abonar una cantidad de 600 euros.
- No tengo ese dinero.- La frialdad con la que habló Defteros llenó la sala.- Seguro que ya sabe que no tengo ingresos fijos.
- Así es...pero aquí me consta que tu hermano Aspros, con el cuál convives, tiene una buena nómina mensual. En este caso, el juzgado embargará parte de su próxima nómina para saldar tu infracción.
Esta sentencia arrancó a Defteros de su inmovilidad, que como un rayo se levantó de la silla y se acercó a la mesa de la jueza, olvidándose de cualquier norma de conducta que debiera respetar dentro de esas cuatro paredes. El intento de Dohko para detenerle fue inútil, como tan inútil había sido su intervención hasta el momento. Defteros se posicionó frente a la jueza, que le observaba sin mostrar signos de enfado, pero sin peder la seriedad.
- Mire señora...o señoría...o...- Su mirada rápidamente leyó la placa que descansaba sobre la mesa, dónde residía el nombre de la jueza.- ...o...Saori.- No puede hacerle ésto a mi hermano.
- Sí que puedo...Es más...Debo. Si no lo pagas tú, alguien tiene que hacerse cargo de la multa. Sinó te quedará como delito pendiente.
- Mire...Saori...sé que usted puede comprenderme...Mi hermano no puede saber que ésto ha vuelto a suceder...- Dijo Defteros, hablando casi en un susurro con ciertos dejes de ruego.
- Defteros...el asunto está claro. O pagas tú...o paga él.
Defteros no pudo evitar desviar la mirada y morderse el labio inferior en una actitud de derrota, dejando entrever parte de un colmillo que nunca había estado puesto en el correcto lugar. Su mente trabajaba a mil por hora para intentar hallar alguna manera que proceder sin que su hermano tuviera que ser informado de sus descuidos con la justícia.
- ¿Y si me da unos meses para conseguir el dinero...?- Dijo, volviendo a encontrar la neutral mirada de la jueza.
- Yo...si me permiten...creo que hay otra solución...- La voz sonó trémula y floja, pero suficiente para hacer que Defteros se diera media vuelta y que la jueza levantara su mirada para dirigirla hacia Dohko.- Se podría saldar la sanción a través de desempeñar trabajos sociales. Tengo conocimiento que algunos casos de faltas leves se resuelven por esta vía.- Sentenció Dohko, habiendo recuperado parte de su tono habitual y algo de seguridad.
Defteros agrandó su mirada debido a la sorpresa que le había producido la idea de Dohko, que aunque no muy alentadora, era mejor que pagar dinero. Velozmente volvió su vista hacia la jueza, en espera de una respuesta.
- Sí, es verdad. Ésta es otra opción. Desempeñar trabajos sociales. ¿Estarías dispuesto a saldar tu falta así, Defteros?
- ¡Sí, claro, sin ninguna duda!
- Permíteme un momento...que aquí tengo unas peticiones de los servicios sociales para casos como el tuyo...
Defteros se había quedado palplantado delante de la jueza, y no se inmutó hasta que ésta le ordenó sentarse. Dohko sonreía satisfecho por haber arreglado satisfactoriamente uno de sus primeros casos, y Defteros empezó a morderse las uñas, carcomido por los nervios, intentando imaginar en qué consistiría su castigo social. Seguramente le destinarían a algún centro de jóvenes adolescentes con famílias en conflicto, o quizás lo pondrían a trabajar en la conservación de los jardines de la ciudad...o en la sección de limpieza de algún hospital o colegio...o al menos éstas eran las ideas que él tenía de los trabajos sociales que se debían hacer.
- Ya lo tengo. Éste caso es perfecto para tí. Y tendrás que empezar mañana mismo.- Dijo la jueza, esbozando una sonrisa de complacencia.
- Y...¿qué tendré que hacer?
- Hay una persona que recientemente ha llegado a la ciudad y que necesita de alguien que le ayude a orientarse y a moverse en ella, y también que le ayude en las tareas del hogar y en el control de su dieta y medicación.
Ésto era lo último que se esperaba Defteros, y sus pies volvieron a alzarle enérgicamente de la silla, plantándole frente a la jueza otra vez, con una expresión de terrible interrogación vistiendo su mirada.
- ¡¿Qué?! ¡Yo no tengo formación para cuidar de ancianos!
Una leve sonrisa adornó el rostro de la jueza, que posó fija su mirada sobre Defteros.
- No se trata de "cuidar", sinó de guiar y supervisar. Y no es un anciano.
- ¡Pero yo no estoy capacitado para tratar con inválidos!
La expresión de terror que había moldeado el rostro de Defteros era indescriptible. No sabía si temía más la reprimenda de su hermano o la obligación de tener que regalar su tiempo a lisiados. Pero la sentencia ya era firme. E irrevocable.
- Tampoco es un inválido.- Sentenció la jueza, dando carpetazo al asunto.- Sólo es invidente.
- Mierda...- Masculló Defteros por lo bajo, dejando caer sus brazos al costado de su cuerpo al tiempo que agachaba la cabeza en inequívoca señal de frustración.
- Mañana a primera hora te esperarán en la oficina de los servicios sociales, y allí te entregarán toda la información que puedas necesitar y las obligaciones a cumplir. Y recuerda...ésto no es algo que puedas eludir. Piensa que el bienestar de una persona va a depender en parte de tí. Y si no cumples con lo estipulado, la sanción económica se incrementará, y no creo que éso sea algo que ahora mismo te puedas permitir.
Defteros abandonó la sala sin decir nada más. Maldiciendo las ideas de su inútil abogado de oficio.
Maldiciéndose a él mismo por ser tan estúpido.
Maldiciendo el momento de tener que compartir parte de su vida con un desconocido.
Maldiciendo su quebrado camino.
#Continuará#
