CAPÍTULO 1: Problemas en el paraíso.
Habían pasado ya 2 años desde que Rose, o "Rosie", como a su padre le gustaba llamarla, había tomado el Expreso de Hogwarts en King´s Cross, por primera vez. Ese mismo día, por la noche, los Weasley habían recibido una lechuza de su hija -proveniente de Hogwarts-, que les contaba lo emocionada que estaba por haber entrado en Gryffindor. Hermione y Ron, se habían emocionado muchísimo al leer la carta, se habían abrazado, y habían celebrado con una cena especial, durante la cual Hugo, el hermano menor de Rose, refunfuñaba porque él también quería que lo dejaran ir a Hogwarts. El pequeño Hugo tuvo que esperar 2 años, que, por supuesto fueron como una eternidad para él, ya que veía como su hermana iba y venía con su varita y libros de hechizos, y el aún no podía tener nada de eso. Claro que, habiendo heredado la curiosidad e intelecto de su madre, desde que sabía leer, que había comenzado a maravillarse con los tomos de la Historia de la Magia, y otros tantos libros que le parecían demasiado interesantes como para no esforzarse y meterse a escondidas en las cosas de su hermana para poder echarles un vistazo.
El día de hoy todo iba a cambiar para el pequeño Hugo, Hermione lo sabía bien. Puesto que era el día en que por fin tomaría el Expreso rumbo a Hogwarts, para vivir sus propias aventuras. La castaña todavía no olvidaba su primer día en el tren, cuando conoció a Ron y a Harry por primera vez. «¿Quién diría que las cosas cambiarían tanto?», pensó Hermione. La verdad es que ya llevaba algunos años de matrimonio con Ron, pero nunca se imaginó que el amigo que ella había conocido en sus años de adolescencia, cambiaría tanto cuando estuvieran juntos de la forma en la que ellos lo estaban. En un principio -es decir, los primeros años de casados- todo había sido color de rosa, Ronald se portaba siempre como un caballero, ponía las necesidades de ella en primer lugar, incluso cuando Hermione le decía que no era necesario que la agradara en todo, que tenían que pensar como un equipo. Cuando se enteraron que Rosie venía en camino, Hermione se asustó un poco, porque había escuchado -o más bien leído en uno de esos libros de "¿Qué esperar de tu mago los primeros años de matrimonio"- que los hombres cambiaban su comportamiento cuando tenían a su primer hijo. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Ron se portó como el mejor esposo -y el mejor amigo- que ella pudiese desear, sin dejar de lado que todo esto coincidió con el primer embarazo de Ginny, por lo que ella y Hermione se hicieron aún más amigas. Lamentablemente, "lo bueno no dura mucho" dicen por ahí, puesto que cuando nació Hugo, las cosas cambiaron. Una mañana Hermione le pidió a Ron que tomara clases de conducir autos muggles, ya que iba a ser necesario en algún momento, para poder transportar a toda la familia. En un principio Ron se mostró optimista, sin embargo, el pasar de las lecciones, y su desempeño desastroso en estas, hicieron que el humor del pelirrojo empeorara, hasta que un día llegó rendido y tuvo la primera discusión "fuerte" con su esposa. Hermione lo recuerda como si hubiera sido ayer, se dijeron cosas hirientes, y a pesar de que luego se pidieron perdón, las cosas no volvieron a ser como antes. A partir de ese día, todo fue de mal en peor, Ron se puso cada vez más distante, llegaba cada vez más tarde del trabajo, incluso hubieron días en los que llegó apestando a alcohol por completo. Hermione lloraba todo el día, mientras su esposo no estaba, en el trabajo trataba que no se notara, pero su jefe en el Departamento de control y regulación de criaturas mágicas sí se dio cuenta, por lo que le dio unos días de licencia en aquella ocasión. Pasado el tiempo, Hermione decidió que no podía dejar de cumplir sus deberes, y logró controlarse lo suficiente para ir y realizar su trabajo en el Ministerio sin problemas. En parte, lo que la había ayudado era que, había adquirido un asqueroso hábito muggle, del cual ella misma se avergonzaba, pero ya no podía dejarlo. Había comenzado a fumar. Lo hacía hacía tiempo, y siempre a escondidas, había logrado manejar un hechizo para ocultar el olor, por lo que nadie realmente sabía que ella fumaba, le avergonzaba muchísimo, porque se sentía débil, y creía que si los demás lo sabían, se enterarían que tenía problemas más grandes que sólo el cigarrillo.
Era primero de Septiembre, y Hermione debía apresurarse, de lo contrario haría que su pequeño hijo Hugo llegase tarde a tomar el Expreso de Hogwarts por primera vez.
-¡Mamá, apresúrate! No quiero perder el tren.- reclamaba Hugo impaciente sentado en el recibidor .
-Es cierto mamá- intervino Rose -Papá había dicho que nos llevaría en el auto-
-Lo siento niños- se disculpó Hermione mientras buscaba las llaves en su cartera- su padre había prometido llevarnos a los tres, pero ayer no logró pasar la prueba de conducir y ...-
-¡¿Quééé?¡ ¿Otra vez falló en la prueba?- la interrumpió Hugo.
En ese momento, Ron entró al recibidor frunciendo el ceño, con su maletín, listo para irse a trabajar.
-¿Por qué tienes que contarles a los niños, Hermione?- le preguntó enojado a su esposa, y continuó en voz baja -Nunca me respetarán como se debe, si saben que no consigo esa maldita licencia-
-Ellos te respetarán siempre y lo sabes- le respondió - Ahora, ¿vas a acompañarnos a la estación?-
-Lo siento, no puedo. Tengo que ...- Ron titubeó antes de continuar -...tengo que llegar temprano al Ministerio, porque tengo una reunión muy importante que durará toda la mañana- y dicho esto, le deseó buena suerte a sus hijos y se marchó sin despedirse de su esposa. Hermione ya se había acostumbrado a esto, hacía meses que se iba temprano porque tenía "reuniones" que duraban toda la mañana y se iba sin despedirse. La castaña sabía que era mentira, puesto que un día había pasado a su oficina temprano -"en horario de reunión"- a preguntar a qué hora se desocuparía su esposo, sin embargo la señora que recibía los mensajes, la había mirado con una mezcla de tristeza y dulzura, y le había informado que "el señor Weasley aún no se había presentado a trabajar ese día". Hermione faltó a su trabajo ese día y lloró todo el camino de vuelta a su casa.
Sin perder más tiempo la joven madre miró a sus pequeños y dijo: -No se preocupen, tomaremos un taxi hasta King´s Cross, apresúrense traigan sus cosas-
Los tres Weasley salieron de su pequeña y acogedora casa, que afortunadamente se encontraba a diez minutos caminando de una parada de taxis. Hermione miró su reloj de pulsera, eran las 9.45, aún tenían tiempo, en taxi se demorarían aproximadamente 30 minutos hasta la estación. Madre e hijos caminaron en silencio, el único ruido que se escuchaba era el que hacían los baúles de al ser arrastrados pos los niños, y el ulular de la lechuza de Rosie, que protestaba por haber sido enjaulada nuevamente.
Pasados unos diez minutos, los Weasley llegaron a la parada y se subieron a uno de los taxis, tratando de hacer caber los baúles y la lechuza dentro de este.
-¿A dónde Señora?- preguntó el conductor molesto por la presencia de la lechuza en su auto.
-A King´s Cross, por favor- respondió Hermione con voz firme. La castaña miró a sus hijos. y ambos se veían un poco preocupados, seguramente por la molestia del conductor, y por lo tarde que era.
-No se preocupen, llegaremos a tiempo- les dijo su madre, intentando tranquilizarlos, aunque ni ella misma se sentía muy calmada.
Sin embargo, Hermione suele tener la razón bastante seguido, por lo que a las once menos veinte, los tres Weasley se encontraban atravesando el Andén 9 y 3/4. En ese momento, el tren emitió un sonido, y uno de los encargados aconsejó a todos los pasajeros que subiesen al tren lo antes posible.
La joven madre miró a sus hijos con preocupación y preguntó: -¿Tienen todo lo necesario?-
-Si, mamá- respondieron ambos al unísono.
Hermione los abrazó y los besó a ambos en la frente, deseándoles suerte, especialmente a Hugo. Luego se volvió para buscar en su cartera y extrajo unos knuts y sickles, los que repartió en partes iguales a cada uno de sus hijos.
-No es mucho, pero es para que compren algunas golosinas a la señora del carrito- Dijo con dulzura.
Ambos niños sonrieron ampliamente y le agradecieron a su madre con un beso en la mejilla, para luego subir corriendo al tren.
Hermione observó mientras sus hijos se despedían por la ventana del Expreso de Hogwarts, ella les contestó agitando los brazos en el aire y prometiendo escribirles todas las semanas. Una vez el tren se hubo perdido en el horizonte, la castaña se permitió sentir nuevamente la tensión, inseguridad y desesperación que la habían estado agobiando durante el último tiempo. Necesitaba, con urgencia, fumar un cigarro, pero no podía hacerlo ahí en el Andén, podría reconocerla alguien. Entonces, a paso nervioso salió del Andén, una vez de vuelta en la plataforma muggle, comenzó a caminar, buscando un lugar donde poder fumar tranquila, sin embargo, sentía en todo momento como si tuviese un par de ojos fijos en su espalda. Comenzó a apresurar el paso y salió de la estación, cruzó la calle casi corriendo y entró a un parque, estaba casi vacío. Trotar con tacones no es divertido, pero lo hizo, hasta que se sintió más aliviada, y comenzó a buscar un lugar donde sentarse y poder sacar el maldito cigarrillo. Estaba en eso, cuando uno de sus zapatos se metió de lleno en un agujero que había en el sendero del parque, lo que provocó que su taco se desprendiera del zapato. Hermione cayó de bruces al suelo. Lo primero que hizo fue mirar alrededor, pero al parecer nadie la había visto, así que se puso de pie rápidamente y se fue cojeando con el zapato en la mano hasta que encontró un banco unos pasos más allá. Se sentó, dejó el zapato a un lado, y sin si quiera sacudirse el polvo del vestido, sacó un cigarro, lo encendió y fumó. Caló hondo, y las lágrimas contenidas se deslizaron por sus mejillas. Tenía la mirada perdida en el horizonte, la verdad no quería pensar en nada. En ese momento, alguien se sentó a su lado, tomó el pequeño zapato de tacón negro y una voz masculina susurró: -Reparo- enseguida el tacón volvió a adherirse al zapato, como si nada nunca le hubiese pasado. Hermione, quien no había advertido la presencia de aquel extraño, se sobresaltó y giró la cabeza para ver de quién se trataba. La visión de aquel, no tan extraño hombre, la sorprendió más de lo debido.
-Hola- la saludó Malfoy.
N/A: Hola a todos! Hace muchísimo tiempo que no escribía un fanfiction. Espero que les guste!
Todos los comentarios y las críticas constructivas son aceptadas con mucho gusto (quiero mejorar ^^)
Muchas gracias por leer!~
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