Odio los principios. Los odio con toda mi alma xDD.


El reto de Manosfrías en el proyecto 1-8 era el siguiente:

Sora, Taichi y Mimi siempre se han llevado bien, pero lentamente terminan envueltos en una relación mucho más íntima que la amistad. Me gustaría que tuviese dos partes, partiendo por el desarrollo y consolidación de la pareja, tocando aspectos como: dudas, tensión sensual, búsqueda del afecto, o todos los que consideres necesarios [...]


Datos del fic:

Título: Sin explicación.

Pareja: Taiorami. (Taichi x Sora x Mimi)

Ranking: M.

Género: Romance/ humor / sensualidad / Drama.

Advertencias: OOC, IC poco... Eventos lesbicos.

Disclaimer: Digimon no me pertenece.


ºSin explicaciónº

Cuando algo surge inesperadamente en el corazón, nadie manda el descontrol.


..

Sora se llevó una mano a la barbilla mientras miraba la revista con ojo crítico. Ella no era Mimi. Por eso, le estaba costando tanto por decidirse con un nuevo bikini que comprar. El último había terminado roto y demasiado inutilizable como para que ella lo recompusiera. Además, quería darse un capricho. Eran pocos los que se daba.

Taichi había bromeado, mientras le besaba la coronilla, que a él le gustaba más ella sin bikini o ropa alguna encima, pero cuando Sora había querido palmearle el trasero como venganza por sus palabras, este ya estaba en la puerta, llaves en mano y gritándole como consejo que llamara a la experta en el tema: Mimi Tachikawa.

Aunque le costaba aceptarlo, levantó el teléfono y mandó un mensaje. Mimi no tardó en informarle de a qué hora y minuto estaba libre.

Sora sonrió agradecida por tanta atención. Se quedó mirando un rato la fotografía que Mimi tenía puesta por portada, sin comprender qué era lo que realmente la atraía de esa imagen.

En ella, Mimi salía con un sombrero característico de ella, con un top ceñido que marcaba sus senos y la parte superior de unos pantalones cortos. Morena gracias al sol de la playa tras ella. Sonreía de oreja a oreja y formaba un corazón con sus dedos.

A Sora le gustó mirar todo. De arriba abajo. Fijarse, repentinamente, en el piercing en su ombligo y sopesar en cómo sería tocarlo.

De repente, se puso en pie, mirando la fotografía irónica. Bloqueó el móvil con incredulidad.

—¿Desde cuándo te has vuelto lesbiana, Sora? — farfulló para sí misma. Sacudió la cabeza y desvió la mirada hacia la estantería cargada de fotografías. En ella, la del mundo Digimon era la más destacada. En otras, ella y Taichi. Una tercera, mostraba a Mimi y Taichi juntos, mientras ella los rodeaba a ambos de las caderas.

Horas más tarde, cuando Taichi regresó a casa, lo primero que hizo fue besarle y su cuerpo reaccionó automáticamente a él. Su calor. La necesidad de sentirle. De poseerle. Sí. Todo seguía ahí. Lo mismo que su deseo amoroso hacia él. Aún así, cuando cerró los ojos, la fotografía de Mimi se le clavó en la retina como un obstáculo que rebasar.

—Tai— murmuró acariciando su pecho desnudo. El castaño levantó la cabeza para mirarla, confuso. Momentos antes ambos se habían estado devorando y era raro que sora decidiera entablar una conversación post coito—. ¿Crees que pudiera ser lesbiana?

Yagami estalló en carcajadas, estrechándola entre sus brazos mientras la sentaba a horcajadas sobre él una vez más. Su sexo palpitó al recibirle.

—¿Lesbiana? ¿Seguro?

Sus caderas respondieron casi por ella, sacudiéndose contra él, oscilando en busca de la perfecta penetración para ella.

Sora dudó interiormente. Exteriormente, su centro solo era Tai.

.

Cuando Mimi apareció olía a crema solar, laca y pintauñas. Sora estaba esperándola ya lista, en vaqueros y camiseta de tirantas. Mimi felicitó su conjunción de colores, pero maldijo los vaqueros viejos. Aún así, Sora no se permitió ser arrastrada al armario de nuevo.

—Taichi está durmiendo. Ayer trabajo hasta tarde.

Mimi enarcó las cejas con diversión. Perfectamente depiladas. Sin un pelo de más.

Trabajando o trabajando.

Sora enrojeció, le dio con el bolso en la espalda en broma y ambas compartieron una risita cómplice. Mimi era de las que disfrutaban de los chismes de cama de cualquier pareja. No es que los soltara a diestro y siniestro, pero disfrutaba comentarlos con alguna parte. Incluso se atrevió a recomendar poses para Sora y Taichi en una de sus últimas cenas.

Mimi era su mejor amiga. Con la que podía tomar algo de vino mientras hablaban de cualquier cosa y el tema siempre terminaba en conversaciones que generalmente, no deberían de salir de los dos. Con Taichi presente.

El castaño reía y adoraba que Mimi siempre tuviera alguna recomendación. Sora era la que nuevo veía la vergüenza de sus actos y aunque muchas de las veces lo terminaba disfrutando, le avergonzaba pensar en que hubiera sido gracias a Mimi que lograran tal placer.

Alguna que otra vez, bromeo con Taichi, tras gritos y arañazos de placer, acerca de que quizás Mimi estaba escondida en el armario, grabándoles o espiando tras las cortinas. Taichi solía reír con eso.

—Si está en el armario, mejor que esté en la cama con nosotros. ¿No crees?

Sora había reído, inquieta. Aunque no demasiado tiempo por entonces. Taichi, cuando tenía ganas, a veces parecía necesitar más dos mujeres que una.

—Sea como sea— dijo al volver en sí—. Vayamos a por el bikini. Tengo muchas ganas de ir a la playa. La calita aquella que nos describiste. Tenemos ganas de verla.

—¡Oh, cielos! ¡Hace siglos que no voy! Cambié la foto de pantalla por la fotografía que me hice en ese lugar cuando fui de vacaciones.

Mientras Mimi describía los lujos, placeres y experiencias, ambas caminaron de tienda en tienda. Deteniéndose en probadores y puestecitos de comida.

Sora llevaba todo el tiempo rumiando algo. Cuando Mimi finalmente dejó la cantinela para suspirar, prometiendo volver cuandito que pueda, Sora lo soltó.

—¿Por qué no te vienes con Tai y conmigo?

Mimi se quedó congelada, con las manos sujetando un bikini oscuro con líneas amarillas. La boca se le abrió y sus labios brillaron de una forma increíble mientras sus ojos se humedecían.

—¿Lo dices en serio?

Sora sonrió e intentó mirarla a los ojos.

—Por supuesto que sí. No lo ofrecería porque sí. Hoy mismo se lo diré a Taichi. Seguro que le encanta la idea.

Mimi se echó a sus brazos. Era la primera vez que Sora era tan consciente de sentir el pecho de otra mujer contra el suyo y la sensación, no fue nada desagradable.

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Por supuesto, Taichi estaba encantado ante la idea.

Mientras Sora y él preparaban el equipaje y miraban la equis sobre el calendario que señalaba el último día de trabajo de Taichi.

Hacía tres días desde que Sora invitara a Mimi y tras hablarlo, el castaño aceptó enseguida. Sora lo besó porque era maravilloso. Pocos hombres aceptarían llevar a la mejor amiga de su novia con ellos cuando tiene claras ideas de pasar un tiempo romántico entre ambos.

—En realidad, no puede parecerme mejor idea— explicó Taichi en aquel momento mientras guardaba su bañador—. Ella fue la que nos dijo el lugar. Sabrá mejor cómo ir y en qué podemos meternos y que no.

—Oh, dios. ¿La quieres llevar como guía? — exclamó horrorizada Sora. Taichi negó.

—Obviamente, no. Como amiga, desde luego. Pero así no tendré que recurrir al GPS.

—¡Serás malvado! — protestó ella fingiéndole darle un golpe en el hombro.

Él la atrapó entre sus brazos y tumbándola como en las películas, la besó.

Dos horas después, ambos estaban sentados en el coche esperando que Mimi se uniera a ellos. Taichi jugaba con el filo del pantalón corto de Sora y esta le daba cachetadas en bromas cuando se acercaba más de lo permitido. Estaba por morderle los labios cuando alguien golpeó su lado del cristal.

Taichi al principio no la reconoció. Cuando ella se bajó las gafas de sol que casi ocupaban gran parte de su cara y le sacó la lengua, Tai comenzó a abrir la puerta.

—Vaya, todo un caballero— bromeó entregándole una enorme y pesada maleta.

—Nunca viajas ligera, ¿no es así, princesa?

Mimi sonrió y deslizó un dedo por su brazo. Parpadeó coquetamente, como niña mimada que era, encantada con ello.

—Para eso cuento contigo, fortachón.

Y tras darle un beso en el cuello, corrió dentro del coche con Sora a quien plantó un sonoro beso en la mejilla que él alcanzó a escuchar cuando abrió la puerta del maletero.

Al regresar, Mimi y ella hablaban de cualquier cosa sin importancia. Crema solar, el bikini…

Taichi puso el motor en marcha. Tuvo que bajar la ventanilla porque Mimi había impregnado el coche con aroma a crema solar y coco. Las chicas continuaron la conversación por largo tiempo, hasta que Taichi miró por el espejo. Lo primero que vio fue los cabellos de Mimi ondeando por el viento y que después, se ponía de puntillas para verse en el espejo y retocarse el carmín.

—Mimi— nombró y desvió la mirada hacia la carretera—. Desde aquí. ¿Por dónde?

—Oh.

La chica se echó hacia delante, señalando con su mano un letrero. Tanto Sora como Taichi se miraron a la vez y descendieron la mirada por la pronunciada vista del escote femenino. Sora carraspeó y Tai regresó la vista hacia la carretera, entrando por el camino asignado.

Los baches no ayudaron a que se olvidara de los senos de Tachikawa. Saltando justo contra sus hombros. Taichi se mordió el labio inferior con ganas. Vale. Sora también la había mirado. Pero él. ¿Qué demonios hacia buscando en otra mujer lo que tenía ya para él en Sora?

Al llegar, Mimi fue la primera en salir. Taichi se quedó un momento con la mano sobre la palanca de cambios. Sora le imitó y enlazaron sus dedos. Al intercambiar una mirada, había duda en ambos.

—¡Venga, chicos! ¡El mar nos espera! Si queremos encontrar un buen sitio para acampar, es mejor hacerlo antes de que oscurezca y encender las antorchas.

Sora fue la que bajó primero.

—¿No dijiste que no solía venir mucha gente por aquí?

—Eso fue hace tres años— reflexionó Tachikawa—. Nada nos dice que las cosas hayan cambiado. ¿Qué os parece si primero montamos la tienda y después subimos por el resto de cosas?

Sora lo encontró razonable. Taichi la maldijo por lo bajo, porque sabía que luego era él quien cargaría con todo el peso. Aún así, con la tienda sobre su hombro, las siguió ambas escaleras abajo, en busca de un buen lugar para anclarse durante dos semanas.

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Encontrar el lugar perfecto. Con una palmera que les haría sombra y les permitiría colgar cosas que no pudieran guardar dentro de la tienda. Los tres se pusieron manos a la obra a instalar la tienda, entre conversaciones sin sentido, risas y carcajadas, con Taichi dándole al martillo y Sora ofreciéndoles agua.

Taichi se había quitado la camiseta y con esta, se limpió el sudor de la cara antes de beber, inclinándose para besarla después. De puntillas, Sora correspondió. Por el rabillo del ojo, Taichi casi disfrutó, sin comprender por qué, que Mimi les mirase un instante antes de apartar la vista al encontrarse con su mirada.

—Iré a buscar las cosas mientras terminas de arreglar la tienda por dentro— informó.

Sora le palmeó el trasero y él se alejó, arrastrando los pies por la duna. Cuando regresó con ellas, ambas estaban solo con la parte superior del bikini y el pareo enrollado en las caderas. Mimi se lanzó a por su maleta y Sora y él empezaron a extender demás enseres alrededor de la tienda y dentro.

—Va a ser hora de comer— advirtió la castaña mirando su móvil—. ¿Tenemos algo hecho?

—¿Qué has traído en la maleta? — sonrió burlón. Mimi infló las mejillas—. ¿Algo de ahí se puede comer?

—Ey, no subestimes mi poder. Que yo he traído el botiquín.

Taichi miró de reojo la maleta, acercándose. Ella le siguió. Sora rió mientras extendía el mantel sobre la mesita supletoria.

—No mires— advirtió Tachikawa.

Taichi se agachó, cogiendo un sujetador y mirándola con una ceja levantada.

—¿Esto es el botiquín?

Mimi se lo arrancó de la mano, agachándose a su lado. Pierna con pierna. Hombro con hombro. Guardó el sujetador y el roce fue adorablemente suave. Él intentó volver a cogerlo. Ella le rodeó la muñeca con sus dedos. Pequeños, suaves y finos. Delicados.

Sus ojos se encontraron.

—¿Vas a besarme también?

La pregunta le hizo volver en sí, levantarse y sin soltar una palabra, caminó hacia Sora, dispuesto a ayudarla en lo que hiciera falta.

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Mimi miró la espalda de Taichi durante un rato. Y luego a Sora. Ambos empezaron a darse empujoncitos en modo de juego, sacándose sonrisas amplias y preciosas. Mimi quería formar parte de ellas. De ese juego. Reírse con ellos.

Quería que Taichi la mirase de la misma forma que miraba a Sora. Y que Sora la mirase de la misma manera que hacía con él. Quería estar en medio, que la cogieran de las manos y la hicieran entrar en ese mundo maravilloso que parecía ser tan perfecto.

—Mimi. Ven a comer o se te llenará de arena— advirtió Sora.

Continuaba frente a la maleta, con los dedos ardiéndole ahí donde tocara la piel del chico. Taichi no la miró en ningún momento, fingiendo retener las servilletas para que el aire no se las llevara.

Sonrió pese a todo y se acercó, ocupando su puesto en una parte de la mesa, que más que cerca de ellos, parecía estar en la otra punta de la playa.

—Este lugar es realmente bonito— alagó Sora. A Mimi se le hinchó el pecho como un pavo cortejando.

—Desde luego que sí— aseguró—. Luego te enseño un escondite perfecto para nosotras. Los chicos pueden hacer todo en cualquier parte. Nosotras no. Ya sabes— añadió, guiñándole un ojo. Taichi casi escupió su bebida y finalmente, la miró.

—Por dios, Mimi— exclamó. Tachikawa sonrió.

—¿Te escandaliza saber que las chicas vamos al baño, Yagami?

Taichi le tiró un trozo de miga de pan y Sora rio mientras le daba palmadas suaves en la espalda a su novio y a ella le apretaba la mano. La caricia casi fue como si la hiciera por todo su cuerpo.

—Tai es demasiado sensible con esas cosas. La primera vez que fui al baño, no podía creérselo. Casi pensaba que yo era un robot que no hacía esas cosas. ¿Verdad?

Tai se encogió de hombros.

—Uno pone en un pedestal a su chica, ya sabes.

Pero no miró a Sora. Clavó la mirada en ella, serio, con la mandíbula tensa y los hombros cuadrados. Mimi no supo bien si estaba tratándola como un macho que intenta marcar terreno o estaba invitándola. Aun así, se echó a reír.

—Nosotras también y luego los chicos nos salen rana.

Sora la miró preocupada. Le apretó la mano. Mimi centró su atención en ella.

—¿Todavía duele?

Mimi bufó.

—No es como si me arrancaran el corazón. Pero sí, duele.

Sora suponía que hablaba de un hombre cualquiera. Que no conocían. Que vivía en américa en una casa cualquiera, que iba a la universidad y que era tan guapo que las mujeres suspiraban por él.

Mimi había mentido. Mintió porque nunca podría haberle expresado de ese modo tan claro que realmente las personas que apretujaban su corazón desde hacía mucho tiempo, eran ellos. Quería estar con ellos, convertirse en uno de ellos.

Cerró los ojos y se levantó. Sora la dejó ir unos minutos. Luego la siguió. La sintió rodearle con los brazos. Sus huesos encajando. Ella fuerte y firme. Mimi blanda y suave. Olía a sudor limpio y mar. Ella debía de oler parecido, con su mejunje de coco añadido. Pero no le importó.

Apretó a Sora contra sí, escondió su rostro en su cuello y esperó unos segundos. Pero su amiga continuó acariciándole la espalda, sin rechazo. Hasta que ambas se separaron y se miraron. Sonrieron a la par.

—Estoy mejor— aseguró—. Solo es algo difícil.

—Estar lejos de la persona que amas tiene que serlo.

Mimi miró hacia el mar, entrecerrando los ojos. Luego hacia su hogar por esas semanas, donde Taichi a regañadientes recogía los utensilios usados y guardaba la comida.

Desvió la mirada hacia Sora y suspiró.

—Estar cerca también es doloroso muchas veces. Lo comprendes. ¿Verdad?

Sora asintió, pero Mimi sabía que no lo comprendía. No podía entender que ella quería más abrazos y más mimos de su parte. Y que quería que Taichi dejara de hacer lo que estaba haciendo y las abrazara a ambas.

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Sora sentía una angustia conocida en su garganta. No eran ganas de vomitar, eran deseos de gritar. Lo había sentido años atrás, antes de que su relación con Taichi se afirmara y éste siempre tuviera alguna mujer rondándole.

¿Celos? ¿Hacia Mimi?

La loca idea de que Mimi sufriera por otra persona le cabreaba. Le daban ganas de buscar al dichoso que causara malestar en ella y a saber qué haría. Pero algo doloroso, seguro.

Pasó un brazo por los hombros de Mimi. Suave y cálida. Le besó el cuello y ella apoyó la cabeza en su hombro, rodeándole la cintura. Por algún motivo, sentía que quería eso más veces y que estaría bien. Pero luego llegaba el sentimiento de traición hacia Taichi.

Sin embargo, cuando eran ellos los que estaban juntos, hablando o bromeando, Sora lo encontraba interesante, maravilloso y correcto. Nunca hubiera pensado que ver a Taichi abrazando a otra mujer, o mirando sus senos como había pasado en el coche, no le importara. Aunque era algo que solo estaba sucediendo con Tachikawa.

—Sora. ¿Ocurre algo? Estás muy tensa.

Mimi la rodeó y puso sus manos sobre su espalda, masajeándola. Sora rio y se concentró en sentir el roce de sus dedos por su piel.

—Solo estoy confusa, Mimi.

Mimi se detuvo e hizo que se volviera para mirarla. Sus rostros quedaba a la misma altura. Sora solo tenía que echarse un poco hacia delante y… ¿Y qué? ¿Qué es lo que quería hacer exactamente?

¿Acaso realmente estaba volviéndose lesbiana? Nunca había sido bisexual. Nunca pensó serlo.

—¿Puedo ayudar en algo? — cuestionó Mimi tomándola de las manos. Había preocupación en sus ojos. Sincera preocupación.

Sora lo sopesó. Quizás, si lograra avanzar algo, si diera un paso extra, sintiera ese repelús necesario para afianzar su heterosexualidad.

—Puedes— asintió.

Y avanzó.

Mimi no se movió. Se quedó contra ella, cerrando los ojos en parpadeos. Era suave, delicada y Sora presionó más su boca, hasta pasó una mano por su cintura para atraerla contra sí. Mimi le aferró las uñas en los hombros, sin alejarla y suspiró.

Sora invadió su boca, tímida y lentamente. Mimi enseguida correspondió, ávida y experta. Mordió la punta, chupó y subió un mano hasta la nuca de Takenouchi para profundizarlo.

Al separarse, ambas jadeaban, mirándose con la espera de más.

Pero entonces se acordó de Tai y tocándose los labios, se sintió más confundida que antes. Mimi apoyó su cabeza contra su hombro.

—Lo siento, Sora. Pero no diré que no me gustó. ¿No te gustó?

La miró, con los ojos abiertos en pánico. Sora tragó. Negó.

—Me ha gustado. Sí. Ese quizás es el problema.

—¿El problema? ¿Por qué debería de serlo?

Sora gimió ante la pregunta tan infantil. Mimi la miraba ofendida, como si aquello realmente estuviera bien.

—¡Mimi! — exclamó—. Yo amo a Taichi. Estoy con él.

—Y aún así tienes ganas de besarme— atacó Tachikawa poniéndose las manos en jarras—. No le veo el problema.

—¿No? — Sora se sentía irritada—. ¡El problema es que soy su novia! ¿Cómo podría engañarle?

Apretó los labios que un instante antes estaban pegados a los de ella y sacudió la cabeza.

—¿Sora?

—Necesito pensar. Déjame.

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Tai las vio discutir tras aquel momento íntimo. Sí. Las había visto besarse y algo dentro de él le gritaba que no estaba mal del todo. Quizás fuera su vena pervertida de hombre, esa que tenía como fetiche que dos mujeres se besaran. Esa que decía que era sexy ver dos mujeres peleándose en el barro.

Pero no. Era algo más cálido y natural. Y lo confundía. Cualquier otro sentiría celos de que su novia se diera el lote con otra mujer u hombre. Podría sentirse amenazado de que Sora decidiera dejarle por una mujer. Herido en su orgullo masculino.

Pero no.

Llegó hasta la altura de Mimi, con las manos en las caderas y el viento revolviéndole los cabellos. Mimi dio un brinco al tenerle cerca, demasiado concentrada en ver a Sora alejarse y recordar el beso.

—¿Qué le ocurre a Sora? — cuestionó.

Con toda la inocencia del mundo, Mimi se confesó. Al darse cuenta, se cubrió la boca y le miró culpable.

—Lo siento.

—¿Por qué? — cuestionó encogiendo los hombros—. Lo único que siento es algo de envidia. Sí. Posiblemente eso.

Chasqueó la lengua al darse cuenta de sus palabras. Señaló hacia la tienda de campaña.

—Espera ahí. Hablaré con ella.

No supo si Mimi respondió o no. Echó a correr tras Sora, alcanzándola en nada. Le acarició el brazo y ella se echó a los suyos, pegando su mejilla contra su pecho. Taichi metió los dedos dentro de su cabello y besó su coronilla.

—La he besado, Tai. He besado a Mimi.

—Lo he visto.

Sora cerró los ojos mientras suspiraba. Tai descendió una mano por su espalda.

—Y no me ha desagradado— añadió. Sora apoyo la barbilla en su pecho para mirarle—. Casi hasta sentí envidia de no participar. Creo que ya viste lo que sucedió en el coche. Esta cosa extraña nos está pasando a los dos.

—Es confuso, pero… ¿Acaso a los dos nos gusta Mimi? — murmuró separándose lo suficiente para mirarse.

Taichi tragó. Lo sopesó. Entrecerró los ojos mientras la miraba.

—Creo que sí. Pero… también sigues gustándome tú.

Sora asintió lentamente.

—Lo mismo conmigo.

Ambos miraron hacia el mar, las olas chocando contra las rocas.

—Antes me preguntó si quería besarla— recordó—. Me levanté y huí porque pensé que iba a traicionarte.

—¿Querías hacerlo? — susurró Sora.

Tai la miró. Podía ver el sol reflejado en sus ojos y cabellos. Su tez bronceándose.

La sinceridad escapó de sus labios y el valor de sus actos.

—Sí. Quise.

Sora asintió lentamente.

—Y luego quería besarte a ti también. Y que os besarais. Os quiero compartir y…

—Que ambas seamos tuyas a la vez— terminó por él. Taichi afirmó, con el cuello tenso—. ¿Está mal esto?

—Pues… no lo sé— murmuró preocupado—. Pero al menos hemos aclarado algo. Ambos sentimos atracción por Mimi y tampoco nos dejamos de amar entre nosotros.

—Sí.

Se tomaron de la mano con ternura. Miraron un poco el mar y suspiraron a la par.

—Nos gusta la misma mujer— aclaró Sora dándole un apretón en la mano—. ¿Eso hace que mi pregunta del otro día tenga una respuesta afirmativa?

—¿Acerca de si eres lesbiana? — cuestionó él. Sora asintió—. No. Sigues sin ser lesbiana. Eres bisexual. Porque quieres hacer cosas con Mimi y conmigo.

—Oh. Mimi. Debe de estar subiéndose por las paredes. Me fui dejando una conversación muy complicada a medias.

Taichi tiró de ella con suavidad. Se besaron. Se amaron con la mirada. La llama continuaba ahí, más grande todavía.

Giraron sobre sus talones y regresaron hacia el campamento con un peso menos sobre los hombros.

.

Mimi los esperaba con impaciencia, apretándose las manos. Había hecho su maleta con intenciones de irse, pero tampoco quería dejar todo de por medio y sin nadie y que cuando Sora y Taichi regresaran, se encontrasen sin ella y sin sus pertenencias.

Pensaba que cuanto antes solucionara el tema, mejor.

Los vio caminar hacia ella, cogidos de la mano, hablando de algo que hizo sonreír a Sora y que sus bocas se unieran. El corazón de Mimi saltó de su pecho.

Mordiéndose el labio inferior, tiró de su maleta para que ambos fueran conscientes de sus intenciones.

—¿Mimi? — cuestionó Sora al verla—. ¿Qué haces con tu maleta?

—Obviamente, irme— soltó sin más. Se apartó el pelo de la cara con un manotazo—. Lo único que hago es complicar las cosas. He besado a Sora— soltó mirando a Taichi—. Y también me he insinuado a Taichi. ¿Os soy sincera? Venía con claras intenciones de seduciros a ambos. Sí. A ambos.

Se frotó la sien con fuerza. Ellos continuaban mirándola sin soltar nada. Desesperada, se golpeó la cadera con una mano.

—Soy tan rara que sin darme cuenta terminé enamorándome de dos personas. No sé cómo ha podido pasar. Tampoco puedo daros una explicación. Solo sé que me acostumbré tanto a estar con ustedes, que apareció. Empecé a pensar que lo antinatural era que yo no estuviera con ustedes.

Cuando solía empezar a hablar, nada la detenía. Ni siquiera el llanto en sus ojos. Romper tantas cosas con ellos y abrirles el corazón de ese modo era como desnudarse ahí mismo.

—Quedarme a dormir en vuestra casa era una tortura. Deseaba meterme con vosotros en la cama. Compartir besos y abrazos. —Se abrazó a sí misma, apretándose los brazos con los dedos hasta el punto de dejar marcas blancas sobre su piel—. Dolía. Me asfixiaba. Soy ridículamente egoísta. Por eso. He decidido apartarme. Soy tóxica para vosotros. No soy limpia. Cogeré mis cosas y os dejaré disfrutar del mar y del sol. Como debería de haber hecho desde el principio.

Sora dio una palmada y Mimi brincó sobre sus pies llenos de arena. Los miró sin comprender. Ambos tenían una sonrisa estúpida de oreja a oreja.

—Bien. Si Mimi se va, nosotros también— anunció y caminó a pasos rápidos hacia la mesa para cerrarla.

Mimi la alcanzó, reteniéndola.

—No. No. Ustedes deben de quedarse. Disfrutar de esto y…

La voz de Taichi llegó justo desde su espalda. Sintió su aliento contra el hombro y al girarse, sus ojos.

—¿Y qué te hace pensar que vamos a disfrutarlo mejor sin ti aquí?

Se tensó al sentir la palma de su mano contra su piel. Caliente, grande y apretando con firmeza contra su piel.

—Pues que ambos son pareja y estarán mejor sin nadie de por medio. Lo lógico es que una pareja quiera estar sola y disfrutarlo.

—Pero nosotros te queremos aquí, Mimi.

—Además— añadió Taichi haciendo un mohín—. Eres la única que has hablado y no nos has dejado decir nada.

Mimi suspiró. De algún modo, el castaño le había echado los brazos a los hombros y la retenía. Sora se acercó para para tocarle la mejilla y presionarle los labios con el pulgar.

—Borra ese mohín.

—Tengo orgullo como para soportar que me llaméis rara o que me digáis que…

—¿Qué te digamos que sentimos cosas por ti? — interrumpió Sora rascándose la mejilla. Mimi cerró la boca como si acabara de ver una enorme mosca rondando frente a su cara—. Taichi y yo lo hemos estado hablando. Nos pasa a ambos. No es solo atracción por una parte. Es por los dos. Es decir, tú eres la parte que nos falta para ser perfectos.

—¿Yo… soy parte?

Ambos asintieron. Mimi sintió que los brazos de Taichi la rodeaban más. Cerró los ojos con fuerza. El sonido de su corazón luchaba con el de las olas.

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Mimi lloró durante un buen rato. Taichi se sentó una silla, con ella sobre sus rodillas. Sora le dio agua, clínex y le recorrió el cabello en una coleta, besándole la frente repetidas veces y las mejillas húmedas. Taichi también le puso una mano en las caderas a Sora y esta le sonrió dulcemente.

Cuando Tachikawa se calmó, hablaron largo y tendido de su situación, exponiendo más claramente.

Taichi y Sora fueron sinceros. Mimi los escuchó detalladamente, apretando los labios, sollozando de vez en cuando. Cuando su mente pareció comprender lo que la pareja estaba ofreciéndole, empezó a pasar un brazo por los hombros de Tai, a devolverle las caricias a Sora y hasta compartir besos castos.

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—¿Estás seguro de esto?

Taichi la sostuvo de las caderas antes de que tropezara. Se habían separado de Sora para ir a lavarse. El chico la miró con una ceja alzada y Mimi rio, sujetándose de su espalda, tocándole ya sin miedo.

—Unirme. Tres personas en un mismo grupo. Aunque para un chico debe de ser un sueño erótico hecho realidad.

Yagami se puso serio, flotando con ella entre sus brazos. Se hundió un poco para refrescarse y sintió que ella se aferraba de sus hombros.

—Quizás sea un sueño erótico de muchos— sopesó—. Pero el mío siempre fue la pelirroja de ahí.

Señaló con la barbilla hacia la tienda. Mimi siguió la seña y vieron a la chica saludarles con la mano mientras se sentaba con el móvil en la oreja.

—Nunca pensé en ti en la cama hasta estos días. Dándonos consejos casi era como si tuviera dos mujeres ahí.

—¿Te supo a problema?

Tai lo sopesó.

—Me supo a nostalgia. Porque faltaba algo y ahora lo entiendo.

La estrechó con más fuerza contra sí, haciendo pie. Mimi le revolvió los cabellos y con ternura, presionó sus labios contra él. Taichi se derritió contra estos, salados, delicados y pequeños.

—Tú. Faltabas tú.

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Esa noche, los tres enredaron los sacos de dormir para acostarse juntos. Mimi, entre Sora y Taichi besó a uno y otro, enredó sus piernas con ellos. Rio al señalar que parecía un relleno de requesón cubierta por dos tramos de chocolate. Ellos rieron con ella. Le besaron los cabellos, se besaron.

Y durmieron sin soltarla.

Sin dejarla caer en su bucle de locura. No había estropeado la pareja.

La había perfeccionado.

Continuará.


Notas de autora:

Este Os constará de dos partes. La siguiente parte será la segunda parte del reto. Espero haber metido lo que buscabas en la primera parte (?)

¡Gracias por leer!