Por Siempre...:

-Por siempre -contesto un niño de aspecto dulce e inocente

-¡Sí! por siempre -afirmo la niña que con él se encontraba

-Si eso es lo que desean; se los concederé –fueron las palabras de una mujer de cabellos largos, traje blanco y de mirada angelical.

-¡Niños¿Con quien hablan? –pregunto otra mujer, de traje similar al de una nana.

-Con el hada -Contesto inocentemente la niña

-¿Con el Hada! –Miro dulcemente a los niños- ¿y de que le hablaban?

-Nos concedió un deseo

-¿Un deseo? -pregunto la mujer

-Sí –contestaron ambos niños

-Haber niños¿que les concedió? -volvió a preguntar curiosamente la mujer

-Amarnos por siempre –respondió seriamente el niño

-Niños –sonriendo- pasemos a tomar el té y a jugar en el salón, sus padres los buscan.

Pasaron los años y estos niños se convirtieron en las más bellas personas, no solo por poseer belleza física si no también por tener un bello corazón. Con el tiempo ambos estaban dispuestos a casarse y sus familias estaban muy felices por ello. Varias semanas después de realizada la fiesta de compromiso; a la pareja le ocurre una desgracia que marcaría el resto de sus vidas por siempre.

Era un lunes cuando ella salio a dar un paseo por el parque con su nana, visiblemente emocionada por su futura boda con el joven que había amado desde niña, cruzaron la antigua calle pero un imprudente conductor atravesaba el húmedo pavimento dirigiéndose impetuosamente a la infortunada nana, la joven reacción tirando a un lado a su nana, lamentablemente ella no pudo esquivar al conductor y fue atropellada.

El joven al enterarse del infortunio y que su novia no tenía posibilidades de sobrevivir al accidente, desesperadamente se dirigió al jardín donde la hada les había concedió hace tantos años aquel deseo. La llamaba y buscaba entre los arbusto la forma de encontrarla; sus padres pensaron que se había vuelto loco ya que permaneció durante tres días sentado frente a un pequeño rosal.

-¡Hijo! tienes que comer –se acerco su madre- llevas tres días sentado en el mismo lugar

-¡No madre! –volteo el joven, sus ojos estaban inyectados de desesperación y angustia por salvar la vida de su amada.

-Esta bien hijo, pero medita antes de realizar cualquier locura

Esa noche mientras el dormitaba; entre sus sueños escuchó una voz que lo llamaba suavemente, como susurro de ángeles. Pero el hada no era la misma, el resplandor de su aura era tan negra como las más oscuras de las noches y al mismo tiempo de tan símil belleza.

-Despierta, Ikari -acariciándole las mejillas

-¡Tu! te buscaba; ¿por que no respondías a mi llamado? –le increpo el joven

-Solo necesitaba saber cuanto amas a esa mujer -contesto serenamente el hada- ¿estás dispuesto a cualquier cosa?

-¡Claro! cualquier cosa. Solo haz que se salve –respondió el joven presurosamente

-Entonces pasaras a ser parte del ornamento de mi jardín. ¿Estas de acuerdo con eso? –volvió a preguntarle el hada

-Si es la única forma de salvarla; sí acepto

-Por tu forma de desprendimiento y entrega; te concederé lo que me pides. Pero además te daré la oportunidad de volver a compartir una vida con ella en su próxima reencarnación.

El hada se acerco al joven, lo tomo de la mano llevándolo a un lugar cerca al rosal. Después de eso soplo polvo de estrellas entre sus ojos y el joven cayo en el más profundo sueño. A la mañana siguiente la joven que yacía en una cama de hospital abrió sus ojos, lo primero que hizo fue preguntar por su amado; pero sus padres no sabían que responderle ya que esa mañana él había desaparecido del jardín sin dejar rastro.

Así pasaron doscientos largos años; la casa donde vivió el joven fue abandonada y la gente del vecindario murmuraba que dicha casa estaba embrujada y que penaban por las noches de invierno. Los niños no se atrevían a traspasar sus viejas y oxidadas rejas ni para recoger sus más preciados juguetes y con el tiempo el jardín del zaguán de la casa se convirtió en un cementerio de juguetes de todo tipo. Una mañana un letrero fue colocado en su frente; la casa estaba en venta. Muchas personas pasaron a verla, pero ninguna se quedaba con ella. La última mañana de verano de ese año una señorita acompañada por un señor de gran porte ingresó a preguntar, a partir de ese día la casa no volvería a ser la misma.

-¡Padre! esta hermosísima la casa –la joven iba de lado a lado de la casa

-¿Esta segura hija? Esta tan derruida, que será difícil restaurarla

-No te preocupes padre, por algo estudie arquitectura

-Si señor, además también cuenta con un hermoso jardín posterior con esculturas y una pileta

-¿Esculturas! -exclamo el señor

-Si señor pase a verlas -mostrando la entrada al misterioso jardín

-¡No me gustan las esculturas! -volvió al exclamar el señor

-¡Pero padre! mira esta -acercándose a una escultura cerca de unos secos rosales

-¡Nada! No me gustan

-No se preocupe señor, podremos donarlas a algún museo -intervino el vendedor

-Ves padre, el buen vendedor soluciono tu problema. Ahora podemos comprarla.

Una escultura resalto entre todas las del jardín atrayendo su mirada como magneto, por la perfección de sus rasgos humanos. Curiosamente la toca pero de forma inmediata se retira y va al encuentro de su padre para regresar al día siguiente.

El sol demoro en ocultarse y un atardecer diferente a otros días se deslumbraba sobre la ciudad. Por el seco jardín se ve caminar a un joven de mirada triste, cabello negro azabache, y esbelta figura conversaba con una dama, la misma que le había hablado cuando niño; su voz transmitía serenidad, le pedía una disculpa por el proceder de su hermana y a la vez le advirtió que tenía un año para recuperar a su amada y romper el hechizo que inevitablemente lo volvería de piedra.

Que apesadumbrado estaba Ikari, tenia la oportunidad de volver a ver a su amada pero ella no recordaba nada de su pasado junto a él; no recordaba las inolvidables noches frente a la chimenea, de sus largas y entretenidas platicas en el jardín, toda su vida pasada había sido olvidada. Es así que él decidió permanecer al lado de su amada Alexandra y trabajar juntos en la restauración de su vieja casa; a cambio ella le ofreció hospedaje y alimento.

-¿Cual es su nombre? –pregunto extendiendo su mano Alexandra

-Ikari, señorita. Vengo a ofrecerle mis servicios para la restauración de su casa

-¡Ah! –respondió algo distraída en sus pensamientos. Se preguntaba porqué aquel joven se le hacia tan familiar su mirada, por que él era el único hombre que hacia que ella sintiera un espeluznante temor; aparecía frente a ella cual quimera fantasmal.

Así los meses pasaron en la casa, cuando descansaban la duda los embargaba; para él la duda de recuperar el amor de su amada; y para ella la indecisión de amarlo. Una extraña y dulce melodía nocturna sosegaba sus corazones llenándolos de energía positiva, optimista, fe de que en algún momento sus corazones tendrían la respuesta.

A pocos días para concluir el año impuesto por el hada un extraño objeto surgió de las entrañas de la casa, había permanecido oculto entre los rosales aguardando el momento para que ella lo hallase.

-¿Qué objeto más extraño? -pregunto curiosamente Alexandra

-¿Qué es señorita?

-No lo sé, lo dejare sobre al mesa y lo revisaré luego –dándole menor importancia se retiro.

Dos días faltaban para terminar el año y el extraño comportamiento de Ikari la condujo irremediablemente a lo que ella tanto había postergado. Realmente amaba a Ikari o era una profunda amistad lo que la unía a él. En su afán por encontrar respuestas inconscientemente tomo el objeto y un remolido de recuerdos la envolvió, en un instante paso a estar del lado de su reencarnación anterior; comprendió todos aquellos sentimientos guardados; no permitiría que los vuelvan a separar. Corrió hacia él desesperadamente pero no lo encontró, pregunto a sus empleados pero no le dieron razón; de alguna forma presentía que de ella dependían sus vidas. Una extraña mujer se le acerco en el jardín; su voz le susurraba al oído que Ikari regresaría y ella estaría allí para gritarle que lo amaba.

Continuara...


Espero les guste, y tambien espero recibir de todos sus comentarios... Muchas garcias!