Estrellas y Zafiros (por Sung mi)

Prólogo La voz de ese extraño retumbaba en sus oídos, a cada palabra que pronunciaba parecía abrirle más los ojos ante la realidad que no se había permitido ver desde hace tiempo. El atardecer estaba llegando y la luz del sol se iba apagando lentamente.

Los helados vientos de Asgard, congelaban las amargas lágrimas del dios guerrero, escuchando de boca de aquel hombre paso a paso como la hermosa mujer por la que daría la vida fue poseída por un espíritu maligno residente en un horrible anillo, había sido advertido por la dulce Fleur sobre un muy extraño cambio de actitud en su hermana mayor, Hilda, se la notaba mas fría, distante y a veces hasta perversa, cosa que contrastaba en exceso con su siempre calido y pacifico comportamiento. Además de haber abandonado su obligación como representante en la tierra del dios nórdico Odin.

Había perdido a sus amigos, todos los otros dioses guerreros, con quienes había compartido su vida en Asgard estaban muertos, el mismo también sentía a su propia muerte no muy lejana, todo había sido en vano, después de todo no estuvieron siguiendo los deseos de Hilda de Polaris, había sido un plan urdido por el perverso dios de los mares. Quien ahora les ofrecía a la señorita Hilda y a él mismo un pacifico retiro en el reino bajo el océano. Sorrento de sirena era el nombre de aquel hombre que les felicitaba por haber neutralizado a los santos de Athena, y la misma diosa estaba a punto de perder la vida, orando en lugar de la representante de Odin, para frenar el deshielo que provocaría que la tierra quedase a merced de las aguas, aunque aún hubiera un santo de bronce en pie, la tarea que les había encomendado Poseidón estaba prácticamente finalizada.

Miraba intermitentemente al hombre de dorada armadura, que sostenía una flauta como si fuera una arma y a la representante de Odín en la tierra; en la escena estaban también presentes, aunque mas muertos que vivos, los caballeros de bronce, los protectores de la diosa Athena, a los que había jurado derrotar, para ir en busca de tierras mas soleadas, siguiendo el supuesto deseo de la bella Hilda; pero por un momento... decidió ahogarse en los ojos azules de la bella Hilda y buscar en su memoria, el día en hizo la promesa de seguirla aún hasta el mismo infierno, mucho tiempo atrás, cuando la mirada de aquella mujer estaba llena de inocencia y calidez.