Capitulo 1.

Podia oir los gritos… veía la gente corriendo aterrada… y el fuego que consumía todo a su alrededor…

Pero mas que nada recordaba el humo asfixiante que llenaba sus pulmones con cada paso que daba, y grito que producía…

-¡Oto-sama! ¡Oka-sama!—gritaba desesperado tosiendo con cada grito, dirigiéndose al cuarto de sus padres.

-¡No, Kiku!—exclamo una voz detrás de el, mientras unos brazos detenían su abrazo.

-¡Oka-sama! ¡Oto-sama!—grito liberándose de los brazos que trataban de jalarlo sin éxito.

-¡Kiku! ¡Detente!—lo llamo la voz sintiendo como lo seguía en su carrera.

Sin hacerle el mínimo caso continuo corriendo hasta encontrarse frente al cuarto de sus padres, y abrió la puerta rápidamente.

-¡Oka-sama… Oto…-empezó a exclamar quedándose mudo frente a la imagen frente a el.

La habitación estaba completamente en llamas… y los cuerpos, ya irreconocibles, de sus padres totalmente carbonizados.

-¡Kiku!—los brazos lo tomaron de nuevo, alzándolo—¡debemos salir de aquí!—exclamo la voz y sintió como el que lo cargaba empezaba a correr.

-¡OKA-SAMA! ¡OTO-SAMA!—grito desesperado sintiendo como sus ojos se habían llenado de lágrimas que no podía ni quería parar…

-¡Kiku, aru!

Al oír esa voz llamarlo, salió rápidamente de sus pensamientos soltando el plato que tenía en las manos.

-Aiyya, Kiku, esto se anexara a nuestras deudas aru—suspiro el pelilargo junto a él arrodillándose.

-Gomen nasai Yao-ni—se disculpo el pelinegro arrodillándose junto a su hermano.

-Vaya, vaya que tenemos aquí, ha este paso nunca saldaran su deuda conmigo—suspiro una voz desde la puerta de la cocina.

-¡Francis-sama!—exclamo Yao sorprendido levantándose rápidamente y haciendo una reverencia mientras Kiku hacia lo mismo desde el piso.

-¿Qué es este, el quinto palto que rompes en la semana Kiku?—pregunto al aire sin moverse de su lugar en la puerta.

-Si, Francis-sama—respondió el pelinegro sin levantar la mirada del suelo

-Francis-sama…-empezó Yao siendo interrumpido por el francés.

-Silencio Yao, yo los compre y puedo hacer con ustedes lo que quiera, la única razón de su compra fue que ambos son relativamente lindos para ser geishas cuando sean mayores, mientras tanto solo sirven para hacer labores del hogar, y si ni siquiera hacen eso bien necesitan ser castigados—regaño acercándose a ambos y tomando a Kiku de las manos obligándolo a ponerse de pie para jalarlo fuera de la habitación.

-¡No, por favor aru!—pidió Yao tratando de detener su paso, pero siendo empujado a un lado por el otro y cayendo al piso.

-¡Yao-ni!—exclamo el pelinegro extendiendo su mano libre en su dirección.

-Gomen nasai, Kiku aru—lloro imponente el pelilargo sin levantarse del suelo.

Hacia un año la aldea donde él y Kiku vivían había sido consumida por las llamas, siendo ellos unos de los pocos sobrevivientes, en ese entonces Kiku solo contaba con 7 años de edad y el con 9, medio año después habían sido encontrados por un hombre que les había ofrecido posada, se había mostrado algo receloso al principio, pero había aceptado esperando resguardar a su hermano del frio, y ahora…

-¡Aaah!—oyó el grito de dolor de Kiku a lo lejos, junto con el sonido de azotes.

Ahora habían sido vencidos a Francis, que empezaba su casa de geishas.

-Juro sacarte de esta vida Kiku aru, lo juro—susurro apretando los puños y tratando de bloquear los gritos de su hermano.