N/A: ¡Buenas! Soy Tennin Gosui y empezaré a publicar aquí mis escritos. Este fic cuenta con 7 episodios de aproximadamente 3000 palabras. Neko-pair. Rating K. Pueden caerme con críticas, piedras, latigazos o golosinas(?) Espero que les guste~
DOMESTICANDO AL NOVATO
Capítulo 1:
Indiferencia.
─Oishi, ¿sabes cómo se puede domesticar a un novato? ─preguntó el pelirrojo, mientras veía al cachorro masacrar a Arai en la pista D.
Su pareja de dobles le miró un instante, preocupado. Había dejado de entrenar con los conos de colores para acercársele y ponerle una mano en el hombro.
─Eiji, ¿qué estás pensando? ─inquirió con voz cautelosa.
─Don't mind, Oishi! Don't mind ─canturreó el nombrado, sonriéndole y continuando su entrenamiento.
Oishi se dispuso a hacer lo mismo, cuando la figura de Inui hizo aparición en escena, asustando al pelirrojo, quien se llevó una mano al pecho.
─¡Oe, Inui! ¡No aparezcas así, tan de la nada!
Pero el cerebro de Seigaku solo pasaba y repasaba hojas de su extraña libreta. El dúo de oro lo miraba con confusión. Algunas veces, Inui Sadaharu era desconcertante.
─Si definimos "Domesticación" como el estado de dependencia de un animal salvaje, podría mencionar unas cuantas fases a superar ─habló, con la vista fija en su cuaderno verde─. Echizen se parece a un gato en muchos aspectos. Tal vez con él funcione esto para forjar un buen lazo de amistad...
Eiji abrió los ojos desmesuradamente al oírlo. Quiso interrumpirlo, ya que lo que menos deseaba del novato era "amistad". No obstante, no quería revelar aquel secreto de atracción tan celosamente guardado, así que lo dejó ser.
─Fase 1: Indiferencia. Te acercarás al gato, pero éste pasará de ti. Fase 2: Conveniencia. Los gatos son convenidos por naturaleza, así que deberías ofrecerle algo que anhela y que solo tú puedes darle. Ofrécele "comida". Fase 3: Curiosidad. Aquí el gato debería notar tu existencia y acercarse a ti, pero todavía no siente nada. Fase 4: Travesuras. Aquí jugará contigo para probarte. Esto deja un amplio margen al error. Fase 5: Mimosidad. No creo que esto necesite explicación, es básicamente darle afecto y engreírlo. Fase 6: Independencia. Depende de si el gato superó exitosamente la etapa anterior. Habrá satisfecho sus necesidades egocéntricas y querrá alejarse para no perder su libertad ─luego de decir aquello casi sin detenerse para respirar, Inui ajustó sus gafas, dando un suspiro─. Y la fase 7: Reconocimiento del hogar. Aquí, si es que el gato se da cuenta de que el dueño tiene para ofrecerle más de lo que él conseguiría entregado a la vida salvaje, elegirá quedarse con él, reconociéndole como su dueño y su hogar, su territorio.
Mientras Inui cerraba su libreta, el pelirrojo formaba con sus labios una gran O, impresionado. Podía sentir sobre él la mirada de Oishi, pero no podía importarle menos, él estaba siendo víctima de una epifanía. Tal vez... ¡Tal vez pudiera domesticar al novato!
─¡¿Qué porcentaje de éxito hay, Inui?! ─interrogó, juntando ambas manos bajo su mentón y con los ojos brillantes. Se le había caído la raqueta.
─El porcentaje de éxito es... tratándose de Echizen, cincuenta por ciento ─contestó el otro, con un destello reflejándose en sus anteojos─. Con Echizen, nunca se sabe.
Eiji negaba con la cabeza, incluso antes de que el más alto terminara de hablar. Oishi seguía mirándolo con preocupación, mudo por el asombro. ¿Qué rayos quería conseguir Eiji? Temía que, en lugar de hacer que el novato se integrara a ellos, terminara espantándolo. Echizen no parecía del tipo que disfrutaba ser presionado para aceptar a alguien en su círculo íntimo.
─¡Ya verás cómo ese cincuenta por ciento se vuelve un cien, Inui! ¡Ya verás!
Y reanudó su entrenamiento, brincando por la emoción.
Escondido entre unos arbustos, el sénior Kikumaru observaba al novato. Éste caminaba detrás de sus compañeros de curso, con las manos entrelazadas detrás de su nuca. Realmente, no parecía del tipo hablador y Eiji no podía explicar por qué eso le atraía tanto. Hacía algún tiempo ya había empezado a sentir que le agradaban más los chicos que las chicas, pero nadie había despertado aquella curiosidad insana en él. Observando al pequeñín, notaba que era muy parecido a Tezuka, pero en él, al ser tan pequeño, aquello se veía tierno.
No pudo evitar reír por lo bajo ante el pensamiento. «Tremendo pedófilo estás hecho, Eiji», se dijo.
Gateó entre los arbustos para seguir a los novatos, con mucho cuidado de que su maletín no se cayera. Por un momento, deseó no tener que cargar tantas cosas, puesto que llevaba su equipo de tenis, aparte de libros y cuadernos. Se tuvo que poner de pie al ver que dos muchachas se acercaban a los novatos, formándose un pequeño tumulto en la entrada del instituto. En esa zona ya no había arbustos cerca, así que caminó como quien no quiere la cosa, deteniéndose a unos tres metros para fingir buscar algo en su maletín.
─¡Konichiwa, Kikumaru-senpai!
El pelirrojo se congeló al instante, reconociendo la voz de los compañeros de Echizen e intentando camuflar un ligero sonrojo. Esbozó una sonrisa amplia, intentando actuar como siempre.
─¡Hey, novatos!... ¿Ya yendo a casa?
─En realidad, estábamos pensando en ir a comer algo, senpai ─contestó Kachiro.
─¿Tú no querrás venir con nosotros, Kikumaru, senpai? ─propuso Horio.
Los ojos de Eiji parecieron girar verticalmente como si todo él fuera una máquina tragamonedas. ¡No podía desperdiciar esa oportunidad!
─¡Claro! ¡Tengo tanta hambre! ─exclamó, llevándose una mano al estómago.
Los novatos corearon un breve "hurra", sabiendo que su senpai tendría que invitar. Aun así, a Eiji no podía importarle menos. ¡Pasaría tiempo con el cachorrito!
─¿Ae? ¿Y Echizen-kun? ─preguntó de pronto Katsuo, cuando todos se encaminaban a la hamburguesería.
Buscaron al nombrado con la vista, sin éxito. Eiji esbozó un puchero, ¿se había ido? ¿Así, sin decir nada? ¡No lo había saludado ni se había despedido de él! ¿Lo había visto, siquiera? Mientras los demás decidían no echar a perder su salida por aquel ojidorado que conocían apenas hacía dos semanas, Eiji no podía dejar de sentirse desmoralizado. Era muy sensible a desplantes de ese tipo, había pensado que... «Tonto, eres un tonto».
Detuvo sus pasos, pensando en retirarse, cuando Horio y la niña que se apellidaba Osakada lo detuvieron, uno sosteniendo cada brazo del mayor.
─No pensarás escapar, ¿verdad, Senpai?... No olvides que tú invitas~
─N... No... ¿Cómo pueden pensar eso?... ─el pelirrojo sonrió ampliamente.
Quería llorar.
«Odio a todo el mundo».
─¡Ochibi!~ Ayer te fuiste sin decir nada ─Eiji se había acercado al menor, quien reforzaba su swing practicando contra la pared de los vestuarios.
El menor ni siquiera se perturbó por su repentina aparición, lo cual le hizo pensar a Eiji lo diferente que era éste a él. No se explicaba por qué quería tanto domesticar a aquel pequeño. Tal vez fuera simple curiosidad suya. Él también era un gato, un gato muy curioso y mimoso que no aceptaba un "no" por respuesta.
─¿Ayer? ¿Qué pasó ayer? ─inquirió el novato, sin dirigirle ni una mirada.
─Ohh, mira cómo eres, cachorrito ─se quejó el sénior, con un puchero.
Una parte de su hiperactiva mente se preguntó qué sucedería si Echizen fuera accesible para él. ¿Se terminaría todo el encanto? ¿Dejaría de verlo como un reto? Pero el menor no era así, era difícil, interesante, desafiante y altamente estimulante para sus sentidos.
Un gato podía someter a otro gato.
Toda una hazaña.
─Tus amigos querían ir a comer y tú ibas con ellos ─habló, al notar que habían caído en un silencio incómodo. De acuerdo, para él, todos los silencios eran incómodos.
«Otra cosa en la que somos distintos, Ochibi».
─¿Amigos?
Como el menor no dijera más, el pelirrojo tuvo el impulso de hacer algo. Su autocontrol era pobre, así que ni siquiera intentó contenerse. Jaló al menor de la chaqueta de titular y lo aplastó contra su pecho. ¡Era tan abrazable! Y su cabello olía tan bien...
─¡Eres tan tierno, Ochibi! ─exclamó. Echó un vistazo al rostro del pequeño, encontrándolo con los ojos bien abiertos y la boca ligeramente entreabierta. Tentación.
─Mi... Mi gorra ─farfulló el menor, cuando salió del shock inicial. Fruncía el ceño, así que el pelirrojo decidió no seguir desafiando a la suerte y lo soltó.
─¡Hai, hai, aquí tienes tu gorra! ─se agachó y recogió la prenda del suelo, antes de limpiarla contra su muslo y extender los brazos para ponérsela al menor. Éste retrocedió un paso, extendiendo una mano para recibirla.
Eiji se la entregó, sonriendo a más no poder. Había algo en el novato... Mientras más lo rechazaba, más lo atraía. ¿Tenía eso sentido? Bah, no le importaba si tenía sentido. ¿Desde cuándo su conducta buscaba explicaciones?
─La próxima vez espero que no te escapes, cachorrito ─le advirtió al otro antes de irse, mientras éste parecía ignorarlo y continuar lo suyo, recogiendo también su raqueta y su pelota.
─¡Ora, Momo!
El júnior, detuvo su bicicleta al oír a su senpai, mientras éste corría hacia él. Eiji se detuvo cuando lo alcanzó, acomodando bien su maletín. Salían del instituto, pero él necesitaba detener al menor. Los últimos días, solamente Momo se había acercado más de lo normal a Echizen, debido al enfrentamiento que tuvieron con Gyokurin. ¡Ahh, cómo le hubiera gustado a él ser la pareja del cachorrito! Pero no, no hubiera podido ser, porque ya estaba dicho que él siempre jugaría con Oishi. Debía encontrar otra forma de acercarse al novato. Y Momo podría ayudarlo.
─¿Qué pasa, Eiji-senpai?
─¿Tienes tiempo para ir por un helado? ─propuso el pelirrojo, obteniendo el instantáneo asentimiento del menor.
Ya en la barra, tranquilos como bebés, Momo volvió a preguntarle si necesitaba algo. Conocía lo suficiente al mayor como para no saber que cuando buscaba a alguien era porque necesitaba algo, aunque solo fuera compañía porque no le gustaba estar solo.
─Tú te llevas muy bien con nuestro Ochibi y yo también quiero ser su amigo, así que pensé que tú podrías ayudarme con eso ─murmuró Eiji, jugueteando con sus dedos para fingir timidez y tristeza.
Momoshiro lo miró con preocupación. No había pensado que se trataría de eso, pero también podía comprender que su senpai se sintiera así, dado que era bastante social y le gustaba llevarse bien con las personas. Seguramente le había afectado que Echizen fuera tan huraño con él. Con todos, en realidad. Suspiró.
─Etto... Verás, Eiji-senpai, yo no me llevo precisamente bien con Echizen...
─Pero el otro día se encontraron para comer juntos ─replicó el mayor, mirándolo con cierto matiz recriminatorio que el menor no pudo explicar.
─¿Eh? ¿Tú cómo sabes...? Ah, olvídalo, eso fue casualidad, senpai. Además, terminamos compitiendo por ver quién comía más hamburguesas ─al ver que el pelirrojo seguía mirándolo como niño triste, continuó, después de comer lo último de su helado─. Me caía pésimo, siempre haciéndose el chulito, pero luego ambos tuvimos que poner de nuestra parte para mejorar nuestro juego de dobles. Ya sabes que nos especializamos en individuales. Ahí pude ver que, cuando se lo propone, el novato puede ser algo accesible. Aun así, creo que todavía está conteniéndose mucho.
El sénior escuchó con suma atención lo que decía su kohai. Si Momo había logrado llevarse más o menos bien con el menor, ¿por qué no podría él? «Contigo el Ochibi no está obligado a poner de su parte», se recordó. Tal vez, aquel problema sería más dificil de lo que imaginó. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había hablado a solas con el novato y no obtenía ningún resultado. A veces, incluso creía que el otro lo evadía. Podría ser que... ¿Podría ser que Echizen le tuviera miedo? Es decir, él seguía mostrándose afectuoso con el menor en los entrenamientos, pero éste nunca había dado cabida a algo similar cuando no eran el foco de atención. Se limitaba a ignorarlo y a no decirle nada cuando lo abrazaba, tal vez porque la presencia de la entrenadora o los demás le intimidaban... Hmm, pero él no parecía del tipo que se intimidaba fácilmente.
¿Sería que, simplemente, aquel trato le aburría?
─Vive en un templo, ¿sabes, senpai?
La voz de Momo sacó al sénior de sus enredos mentales, estampando una sonrisa en su rostro.
─¿En serio? ─preguntó. ¡Quién lo diría!─. El Ochibi no parece el tipo de chico que viviría en un templo. Es toda una caja de sorpresas.
Momo rio por su comentario, quedándose un rato más y hablándole de la prima bella del novato y de la cancha de tenis que tenía éste en su casa. Le dijo algunas otras cosas, como que, a pesar de parecer tranquilo, el menor también tenía un carácter apasionado dependiendo de las circunstancias y que tenía un gato. Eiji tomó nota mental de todo, antes de que se despidieran y cada uno tomara su propio rumbo.
Al llegar a casa, Eiji saludó a su familia: su abuelo, su abuela, su madre, su padre, sus hermanos y hermanas mayores y, además de ellos, a sus tíos y primos. ¡Había olvidado que tenían visita! ¿Dónde demonios tenía la cabeza? Mientras todos se reían de su despiste, él corría a su habitación, rogando al cielo por que no se terminaran todas las langostas. Sus tíos habían ido para celebrar que una de sus hermanas mayores había ingresado a la universidad, así que la reunión apenas comenzaba.
Se dio una ducha a la velocidad de la luz y se puso la primera camiseta que encontró. Estuvo a punto de bajar a todo trote, pero se detuvo en la puerta y volvió la vista a su habitación. Luz de luna se filtraba por la ventana, posándose en su escritorio. Se encaminó, entonces, a éste y dirigió la diestra al trozo de papel que tenía bajo su lámpara.
FASES DE DOMESTICACIÓN
1. Indiferencia X
2. Conveniencia.
3. Curiosidad.
4. Travesuras.
5. Mimosidad.
6. Independencia.
7. Reconocimiento del Hogar.
Su índice se detuvo en la segunda fase, dubitativo. Había esperado que el menor se sintiera atraído por las evidentes ventajas de acercarse a un sénior (las cuales, según él, eran muchas), pero nada sucedía. Tal vez, él tendría que dar un pequeño empujoncito.
─¡Eiji!
─¡Ya voy, nee-chan!
El pelirrojo volvió la vista al arrugado papel, trazando un círculo alrededor de la segunda fase y escribiendo al lado: "Visita al templo. Clase de Arte. Partido Individuales".
Continuará~
