El día se asomaba por las persianas mientras ella bebía su café y dejaba al vapor flotar libre por la habitación que usaba a manera de consultorio, era una mañana tranquila aquel miércoles, pájaros cantando y nubes lagañosas flotando al costado del horizonte todos esos clichés, la doctora López respiro hondo mientras esperaba a su primer paciente o pacientes en este caso, a pesar de ser una psicóloga infantil había aceptado atender a una familia entera en esta ocasión, principalmente lo había hecho gracias a la petición de uno de sus pacientes favoritos.

Se sentó en su escritorio y reviso el expediente que le había mandado, en la portada de esta venia un nombre muy especial escrito, familia Loud, la doctora López lo abrió y comenzó a escribir sus primeras anotaciones en ella, con prisa y una letra un poco chueca la doctora de ascendencia latina dejo en ella sus primeros pensamientos y se preparo para recibir a sus pacientes.

Moviendo su mano con suavidad y gracia la doctora presiono el botón en su intercomunicador.

-Susan ¿la familia Loud ya llego?-pregunto la doctora a su asistente al otro lado de la línea.

-Sí, aquí están-Dijo la chica con un tono inusualmente apresurado en su normalmente calmada voz- y creo que llevan demasiado esperando.

A pesar de la extraña actitud de su asistente la doctora López los dejo pasar pensando que sería una sección normal, si bien los problemas de índole familiar no eran su especialidad ella se hallaba entrenada y podría aconsejar con toda facilidad a una familia común con problemas comunes, para su desgracia este no era el caso.

Al tiempo que la puerta fue abierta el pequeño consultorio fue inundado por una marabunta de gente que gritaba, se empujaba y pateaba como si no hubiera un mañana, dos adultos peleando y discutiendo encabezaban el grupo, seguidos por dos adolescentes rubias que no dejaban de quejarse por estar ahí, tras ellas dos chicas un poco más jóvenes con la mirada perdida y melancólica de apariencia simple, apagada y algo desalineada como si no tuvieran mucho interés en nada a su alrededor, tras de todos venia entrando de manera atropellada una chica de trece años que parecía demasiado ansiosa acompañada por una niña de unos ocho de apariencia común, vestida con un vestido rosa y un moño del mismo color que sujetaba su cabello negro, si no fuera por su piel anormalmente blanca podría pasar por una chica común y corriente, tratando de seguir el paso entraron dos niñas aparentemente gemelas, lo de aparentemente era un decir pues aun cuando la estatura era similar la verdad es que no se podía ver demasiado el parecido, una tenía unos gruesos lentes, un sombrero de ala ancha y una bufanda que le cubría la parte baja del rostro parecía querer ocultar su identidad o al menos su cara pero lo verdaderamente preocupante era su acompañante que se veía totalmente demacrada, como si no hubiera comido en días y para finalizar el cuadro detrás de todos venia una pequeña niña de apenas cuatro que entraba completamente ansiosa y miraba a los lados como si algo fuera a saltarle encima en cualquier momento, la única que parecía normal era la bebe que la madre venia cargando.

-Ustedes deben ser los Loud-dijo la doctora López algo sorprendida.

-Así es-dijo el padre extendiendo la mano, a pesar de sus dificultades no había perdido su cortesía y eso es algo que se puede admirar de un hombre.

-¿y todas esta es toda su familia?-pregunto la doctora con una sonrisa fingida temiendo a la respuesta obvia.

-Casi-dijo él con un tono desesperanzado-¡entra ya Lincoln!-grito el dirigiéndose a la entrada del consultorio.

Desde la puerta entro un chico de unos once años, albino de ojos apagados y cabello desarreglado vistiendo unos pantalones de mezclilla azul y una camisa naranja abierta con una playera de tirantes blanca que caminaba con pasos lentos y desacompasados como si llevara a cuestas una pesada carga que no quería, al entrar el estruendoso griterío se transformo en una aun molesta colección de susurros, la química de la habitación había cambiado por completo cosa que se podía notar en la actitud que todos tenía en cuanto a el chico, algunas mostraban odio, otros mostraban preocupación pero lo más raro es que algunos llegaron a demostrar incluso miedo, no con palabras o al menos no directamente pero sin duda con las pequeñas micro expresiones que damos sin darnos cuenta, aquellas que no podemos ocultar.

El chico en cuestión se sentó frente a la doctora sin saludar ni dar ninguna señal de algo cercano al interés.

-Ahora si somos todos-dijo la madre con hastió.

-Así que ustedes son los Loud, supongo que todos estos son sus…

-Hijos-dijo ella con algo de orgullo, una pequeña pisca al menos que finalmente se difumino en un melancólico rostro.

-Bueno y ¿que los trae por aquí?

-Todo es su culpa-grito La mayor de las rubias en tono acusatorio mientras volteaba a ver a su hermano de cabellera blanca y lo señalaba fuertemente con el dedo.

-¡MI CULPA!-se defendió el mientras se levantaba y la confrontaba cara a cara, a pesar de que era común su reacción parecía demasiado agresiva.

-Si tu culpa y de nadie más-grito la niña rubia detrás de su sombrero mientras sostenía a su pequeña hermana quien parecía a punto de caerse.

-Calma, Calma-dijo la doctora López mientras los hermanos eran separados por sus padres-es solo un niño ¿el que pudo haberles hecho?

-¡Me hizo pelear con el futuro padre de mis hijos!-dijo la mayor mientras intentaba zafarse de los brazos de sus padres.

-¡Me hizo algo tan horrible que ni siquiera lo puedo expresar con palabras!-dijo la segunda chica rubia mientras se soltaba a llorar.

-¡ME HIZO ODIAR LA MUSICA!-dijo la chica castaña de cabello corto.

-¡Arruino mi carrera como comediante!-dijo su hermana de cabello un poco más largo.

-¡Se niega a golpearme!-dijo la chica de trece años.

-Espera ¡¿Qué?!-pregunto la terapeuta intrigada.

-¡Me quito lo único que ama y también mi identidad!-dijo con tono ominoso la chica de vestido rosa y cabello negro antes de que su hermana mayor pudiera contestar.

-¡Me demostró que mi vida esta arruinada!-dijo la niña del sombrero de manera dramática, su hermana también trato de decir algo pero su voz era baja y algo agonizante-¡y mire como dejo a mi hermana!

Todas parecían muy alteradas pero no fue hasta que llego el turno de la menor que realmente vio lo que era estar alterado.

-¡El ha estado tratando de matarme desde hace semanas, controla nuestras mentes usando chocolates alterados con isotrópicos alucinógenos, está aliado con los seres de los platillos, debe creerme es un miembro de los francmasones infiltrado en nuestra casa, un reptiliano con cara de tonto, es de la mafia del poder!-dijo la niña casi saltando sobre el escritorio.

Por extraño que suenen las acusaciones, sobretodo de la menor, el chico no parecía estar alterado o molesto por eso lo cual le preocupaba a la doctora López.

-Bien-dijo de manera calmada-porque no me cuentan todo desde el principio.