Bueno este es mi primer Fic, espero que les guste tanto como a mi. Como soy nueva en esto agradecería mucho que me dejaran sugerencias.
Obviamente los personajes no son míos, pero la historia si.
Gracias por leer :)
CAPÍTULO 1
Yamato Ishida solía ser un casanova seductor la mayor parte del tiempo, le bastaba levantar una ceja o dibujar media sonrisa en su angelical rostro para que un montón de jovencitas, y no tan jovencitas, lanzaran suspiros, gritos ahogados y le pidieran ayuda para convertirse en mamás.
Pero ese sábado en la mañana era la excepción, quizás debido al cansancio por el concierto de la noche anterior o el hastío que le provocaba el tener que levantarse temprano para encargarse de las compras, pero definitivamente no estaba de humor para flirtear, ni si quiera era consiente de algo más que no fuera la lista de compras, aunque esto no evitaba que las féminas del lugar se sonrojaran y soltaran risas nerviosas al contemplarlo, no podía evitarlo era el efecto que solía causar en las mujeres y alguno que otro hombre.
–Huevo, leche, queso, – murmuró para sí mismo mientras repasaba la lista – bueno ahora al departamento de cuidado personal– dijo arrastrando perezosamente el carrito de compras.
Caminó ensimismado por el almacén cuando de reojo alcanzó a contemplar una cabellera roja lo que hizo que se despabilara al instante e inconscientemente se dirigió al pasillo donde había doblado la dueña del cabello de fuego. Cuidadosamente asomó la cabeza, pero solo alcanzó a ver como la chica volvía a doblarse hacía otro pasillo, y él continúo siguiéndola hasta el departamento de frutas y verduras.
–Veo que me estas siguiendo guapo– dijo una melosa voz que provenía desde su espalda.
–Yo… yo s-s-solo– tartamudeó el rubio al verse descubierto. Giro sobre sus talones y soltó un suspiro de alivio al ver que quien lo había descubierto no era más que una de sus admiradoras, Jun Motomiya– bah! Eres tu– Soltó con hastió y decepción.
–Pues claro que soy yo cariño, ¿Quién más está dispuesta a acompañarte a estas horas para hacer tus compras? – Chilló mientras lo tomaba del brazo– Además tenemos que ir practicando para cuando estemos casados y tengamos que hacer todo juntos…pero dime Yamato la leche la prefieres light, entera o deslactosada, ese tipo de detalles son los que, como tu futura esposa debo conocer, no me gustaría que por un descuido mío salieras perjudicado, aunque si te causa gases por mí no hay problema jijijijij– siguió la joven de cabellos alborotados.
Jun había logrado agotar la ya de por si escasa paciencia del vocalista de los "Teens Wolfs", que para ese entonces solo escuchaba un constante bla-bla-bla, proveniente de su acompañante –Tengo que deshacerme de ella– pensó. Justo en ese momento pasaban por una torre de latas de verduras, discretamente pateó la base de la torre haciendo que las latas cayeran por todos lados.
–¡Ahhh! – Gritó Jun un poco sorprendida por el ruido de las latas que la saco de su ensoñación. – No te preocupes Yama yo te ayudo a recogerlas – se inclinó a levantar las latas, momento que fue aprovechado por el rubio para huir de la escena.
–Yama, ¿A dónde vas?
–Tengo que irme, me olvidé de recoger a mi gato en la veterinaria– contestó el ojiazul mientras apresuraba el paso.
–Pero si tú no tienes gato– dijo la castaña dispuesta a ir a seguirle. Aunque no pudo avanzar mucho porque una encargada con cara de pocos amigos bloqueó su camino.
–¿Y quién se va a encargar de este desastre? – preguntó la imponente mujer.
Jun soltó un suspiro y se dedicó a levantar las latas del suelo.
Yamato había logrado escapar de Jun, no le gustaba comportarse de forma tan grosera, pero conociendo a su más ferviente admiradora (o acosadora), sabía que solo así se zafaría de ella. Una vez fuera de peligro volvió a su labor de buscar a la pelirroja. Caminó varios pasillos pero no encontró rastro de la chica, había estado más cerca de toparse nuevamente con Jun que de contemplar de nuevo la melena roja, ya hasta empezaba a pensar que solo fue un espejismo, una mala jugada de su mente que deseaba verla a toda costa. Hacía tiempo que había dejado de buscarla en cada lugar a donde iba, en cada concierto que daba, en cada paseo al parque donde solían jugar de niños o en su antigua residencia. Su repentina partida y desaparición lo había dejado trastornado, sobretodo porque se había marchado después de confesarle su amor, lo que lo dejó confundido y triste.
Hundido en sus recuerdos y dándose por vencido, caminó en dirección a las cajas registradoras, con pasos lentos y pesados, ahora más por su estado de ánimo que por pereza, dio la vuelta en el pasillo de cereales. Su corazón se detuvo, sus ojos se abrieron como platos. La vio. Al final del pasillo se encontraba ella, la chica de la cabellera de fuego, la dueña de sus sueños convertidos en pesadillas. Se quedó contemplándola con la boca abierta, el corazón en la garganta y un montón de mariposas invadieron su estómago, mientras la chica se estiraba lo más que podía para tomar una caja del estante más alto. Definitivamente se había puesto más bella, su cabello rojo ahora era largo, rosaba su delicada cintura y lucía ligeramente ondulado en las puntas, su piel tenía ese mismo brillo bronceado de siempre, no era muy alta y su cuerpo se había llenado de curvas que Yamato no recordaba. No pudo evitar percatarse de que era toda una mujer, el ligero top blanco que llevaba resaltaba su busto que aunque no era muy grande estaba bien formado, sus piernas eran firmes, fuertes pero a la vez femeninas, resultado de tantos años de practicar futbol y tenis. La vista del muchacho se fijó entonces en el trasero de la pelirroja, un trasero muy bien formado y enmarcado por unos diminutos shorts de mezclilla. Gracias a sus ojos curiosos las mariposas alojadas en su estómago amenazaban con emigrar al sur.
–Sora– soltó con un suspiro el rubio. Acercándose a la chica como si fuera un mosquito deslumbrado por una centellante luz. Más de cerca pudo contemplar el rostro de Sora con detenimiento, mantenía el ceño fruncido y mordía su labio inferior por el esfuerzo que hacía para alcanzar la caja de su cereal favorito. Este gesto le pareció encantador al rubio e inmediatamente una sonrisa pintó su cara, fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía que acercarse a la pelirroja para ayudarla, aunque el pensar en tenerla de frente lo ponía extremadamente nervioso, su sueño se había materializado y era aún mejor de lo que esperaba. Sentía una emoción muy fuerte, el corazón le latía rápidamente amenazándolo con salir de su cuerpo, las manos le sudaban y un ligero temblor se apoderó de su cuerpo– tienes que poder, eres Yamato Ishida, el chico más sexy de odaiba, según la revista "chicas in", eres un casanova ninguna chica te pone nervioso, al contrario eres tú el que las hace temblar, cualquier mujer caería a tus pies – pensó. Aunque el chico sabía bien que Sora no era cualquier mujer.
Un poco más seguro de sí mismo siguió su camino con una sonrisa confiada, dispuesto a ayudar a la damisela en apuros. Pero justo antes de llegar un joven encargado de la tienda alcanzó la caja de cereal a Sora, haciendo que ésta le dedicara una sincera y hermosa sonrisa a manera de agradecimiento. Esa misma sonrisa con la que Matt había soñado tanto tiempo desde que se marchó, esa sonrisa que Sora debía dedicarle a él, no a ese desconocido. El rubio apretó los puños, su mirada se ensombreció, con paso firme decidió terminar de una vez por todas con ese calvario, acortar la distancia para saludar a Sora, abrazarla, percibir su aroma y ser él el dueño de sus dulces sonrisas. Pero no fue así, el teléfono de la chica sonó.
–Mamá ya voy en camino– se apresuró a contestar el móvil–si, si, ya llevo todo lo que me dijiste, no, no necesito que vengan por mí se perfectamente donde tomar un taxi…mamá solo fueron 3 años Odaiba no está muy cambiado y yo ya no soy una niña…
La voz de la pelirroja se hizo más tenue conforme avanzó hacia las cajas, Yamato quedo otra vez sorprendido por la voz de ángel de Sora, que pensó no volvería a escuchar jamás, pero que aún la tenía bien grabada, aunque le daba la impresión de que ahora sonaba más segura, más madura. Se apresuró a correr a las cajas, no iba a dejar que se escapara, apenas había alcanzado a ver como Sora cruzaba la puerta de salida del supermercado caminando rápidamente con las bolsas sobre sus brazos y el teléfono móvil sobre su hombro. El rubio corrió todo lo que pudo.
– ¡SORA! – Se escuchó exclamar sorprendido el rubio que pocas veces gritaba y perdía la compostura de esa manera.
Al salir de la tienda el sol del mediodía lo dejo momentáneamente ciego, se llevó una mano a la frente para poder distinguir las figuras que deambulaban a su alrededor, volteo hacía todos lados buscándola con la mirada para su desdicha solo alcanzó a ver como la chica subía a un taxi y se marchaba a prisa. Decepcionado y con un enorme sentimiento de impotencia por ver frustrados sus sueños, por haberla tenido tan cerca y lejana a la vez, decidió marcharse sin siquiera regresar por sus compras, ya encontraría que decirle al viejo por no haber cumplido con sus obligaciones.
El sol cayó sobre los parpados de la pelirroja, quien luchó para poder abrirlos de una buena vez, al hacerlo se encontró con su nueva habitación, de su nuevo hogar en Odaiba, su verdadero hogar. Creyó que nunca volvería a ese lugar que tanto amaba y extrañaba, pero cuando le informaron que regresarían sintió una pesadez en el pecho, no estaba lista para regresar, por más que quisiera y añorara su ciudad natal no era lo mismo ahora que no tenía a nadie ahí, aunque tampoco tenía a nadie en Nueva York así que daba igual. Hace tres años le había costado mucho despedirse de su ciudad, de los que creía eran sus amigos y de quien fue su primer amor. Pero ahora solo sentía una punzada en el pecho y el estómago hecho un revoltijo por pensar en su inevitable encuentro con sus "amigos". Odaiba no era un lugar pequeño pero sin duda en el colegio al que debía acudir también estudiaban ellos, pero Sora ya lo tenía decidido no los buscaría, de ser posible los evitaría, buscaría otras amistadas superfluas como las que tenía en ese colegio de Manhattan o deambularía sola por ahí, ya no le importaba iba a la escuela a estudiar no a socializar, ni menos para tener amigos, se tenía a ella misma y sus convicciones, aunque sonará ególatra y orgullosa esa era la verdad, había aprendido a guardar sus sentimientos y no abrir su corazón para evitar que jugaran con ella. Ya no era la niña ingenua, la habían traicionado lo que no era fácil de olvidar.
Tuvo que irse por su familia que después de tanto tiempo volvía a ser una familia unida y feliz gracias al éxito profesional de su padre, éxito que le había costado mucho a su progenitor y ella no quería arruinarle, además sus padres volverían estar juntos, por eso no podía oponerse tenía que hacerlo por su familia. En papeles todo pintaba para que la Familia Takenouchi tuviera una vida de ensueño empezando en un nuevo lugar, pero el destino es todo menos predecible y su vida en Nueva York solo logró desmoronar los débiles lazos que mantenían.
Pero ya todo estaba hecho, no valía la pena seguir lamentándose. Soltó un pesado suspiro y se puso de pie de una vez. Se encaminó a la ducha, no sin antes echarse una vista en el espejo mientras se despojaba de sus ropas, casi no reconocía en su reflejo a la antigua Sora, había tenido muchos cambios físicos pero sobre todo emocionales, se sentía a gusto en su piel, se sabía bonita, atractiva, sus pretendientes americanos se lo habían confirmado. Se metió sobre el chorro de agua caliente y dejó que ésta se llevara todos sus pensamientos al caño.
Bajó a desayunar con actitud renovada. En la mesa ya estaban servidos los hotcakes a los que estaba tan acostumbrada. Se sentó a comer y tomó del periódico la sección de espectáculos. Empezó a toser ahogándose por la impresión que se llevó al ver esa fotografía, sabía que le dolería encontrárselos, pero no imagino qué tanto. Logró recomponerse para leer debajo de la fotografía. "La sensación del momento, Yamato Ishida y la envida de todas las chicas de Japón, Mimi Tachikawa, saliendo del famoso y exclusivo restaurant-bar Raw, donde los Teens Wolfs dieron una de las que serán sus últimas presentaciones"
Arrugó la hoja del periódico tirándola al suelo, enojada por haber reaccionado de esa manera, si eso hacía con una simple fotografía ¿Cómo iba a reaccionar cuando se los topara de frente?, sentía que era una tonta por seguir guardando esos sentimientos, tenía que recordar que Yamato no era nada suyo, ni lo fue, ni lo será, es Mimi la que está con él y no puede dejarse llevar por los recuerdos, tenía que convertirse en una mujer de hierro.
Se levantó llena de furia y dispuesta a salir a pasear a despejar su mente y bloquear su corazón.
– ¿A dónde vas Sora? Ni siquiera haz probado tus alimentos, regresa a acabarte tu desayuno, en esta casa no se desperdicia la comida – ordenó Thosiko siendo totalmente ignorada por su hija– cada día es más difícil lidiar con ella – dijo para sí lanzando un suspiro de resignación.
El respirar el aire fresco de la mañana hizo que se sintiera más ligera, caminó inconscientemente por esas calles que tan bien conocía hasta llegar a la playa, dejó que la brisa le agitara sus cabellos que ondeaban como autentico fuego bajo el sol, se despojó de sus zapatos para pasear por la arena. Un poco más tranquila hasta empezó a pensar que regresar a Odaiba no era mala idea, tenía la oportunidad de mostrarle a los que se burlaron de ella que era capaz de renacer de las cenizas cual ave fénix y más fuerte aún afrontar lo que se le pusiera en frente.
Se sentó a la orilla del mar cerrando los ojos para poder disfrutar del sonido de la calmada fiera que tenía enfrente, hasta sus oídos llego una tonada que muy bien conocía, se recostó en la arena dejando que la melodía de la armónica la relajara ayudándole a poner sus pensamientos en orden. La música cesó causando que la pelirroja se sobresaltara, estaba segura de que Yamato estaba cerca. Esa melodía la conocía a la perfección, era la misma que el rubio tocaba esas tardes de verano mientras descansaban en el parque, siempre le había parecido una música muy nostálgica, aunque con un dejo de esperanza, había sido agradable escucharla después de tanto tiempo.
No podía quedarse mucho tiempo porque correría el riesgo de encontrarse con el músico. Se puso de pie dispuesta a huir cuando lo vio de lejos, sentado sobre un roca contemplando el mar, tenía la cabeza ligeramente echada hacía atrás y un gesto de paz en el rostro. Sora pudo sentir ese calorcito en el corazón, su primer amor estaba solo a unos pasos de ella, pensó en acercarse y abrazarle, escuchar su voz, perderse en el mar de sus ojos azules, moría por ver sus ojos. No pudo evitar que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas, acción que la hizo odiarse una vez más, ya había prometido que derramaría ni una lágrima más por él. Dio la vuelta y corrió a casa para planear cómo actuaría frente a él, sabía que debía tener todo fríamente calculado para no caer en su trampa.
El reloj marco las 7:00am al instante la habitación de Sora se llenó con la tranquila música de piano que tenía la chica como despertador. Se levantó presurosa aun repasando su plan anti-Yamato. Se duchó tranquila mientras cantaba sus melodías favoritas, realmente estaba de buen humor pues sabía que en su plan no había fallo alguno. Con el mismo ánimo comenzó a secar su cabello pasando el cepillo con cuidado. Una vez estando segura de que no había ningún pelo fuera de su lugar se vistió con el uniforme escolar del Colegio Superior de Odaiba y checó su reflejo en el espejo, realmente le sentaban bien esas prendas escolares compuestas por una blusa blanca, una falda tableada con cuadros en tonos azules que le llegaba 15 cm por encima de la rodilla bronceada de Sora dejando ver parte de sus torneadas piernas, y un saco azul marino que gracias a su material se ajustaba perfectamente a la delicada cintura de la pelirroja. Tomó una diadema azul marino con un pequeño moño al costado para adornar su cabello. Por ultimo puso un poco de gloss sobre sus labios haciéndolos lucir más carnosos y rizó sus pestañas para resaltar sus hermosos ojos color carmín. Perfecta. En ese momento empezó a sonar una canción pegadiza y con mucho ritmo, que la chica cantó y bailó para festejar que todo iba de acuerdo al plan.
–¡SORAAA! – se escuchó un grito proveniente del piso de abajo. Lo que hizo que la pelirroja dejara de bailar para observar la hora… 7:50am.
–¡Mierda! – exclamó la chica a la vez que se colgaba su mochila y cogía una carpeta para correr rumbo a la escuela.
Solo le quedaban diez minutos por lo que rezó que pasara un taxi pronto, para su suerte al llegar a la esquina de su casa uno iba pasando, se subió rápidamente checando su reloj e indicando hacía dónde iba. Una vez dentro del vehículo meditó de nuevo su plan, realmente esperaba que pudiera contener sus emociones, nunca había sido buena para eso, menos a ojos de Yamato que podía leerla como libro abierto. El taxi paró faltando 3 minutos para la entrada Sora pagó el pasaje y bajó al instante.
Observó rápidamente el edificio escolar que parecía haber sido remodelado recientemente. Se percató de que los estudiantes se alejaban de la entrada para dirigirse a sus clases por lo que cruzó la acera antes de que cerraran la institución. Golpeó la puerta de lámina antes de que la cerraran por completo haciendo que ostentoso ruido avisara de su llegada, lo que provocó que varios jóvenes giraran a ver quién había llegado. Sora se percató de eso y un ligero rubor cubrió sus mejillas, restándole importancia a lo sucedido camino por entre los estudiantes marcando un sonoro ritmo con el pequeño tacón de sus zapatos, eso de caminar como modelo lo había aprendido de sus compañeras en aquel colegio de Manhattan y había llevado tacones más altos, por lo que los que traía puestos no eran ningún problema. Conforme avanzaba con su coqueto movimiento de caderas más alumnos se percataban de su llegada y es que era difícil ignorar a esa hermosa joven de nuevo ingreso con su larga y perfectamente peinada cabellera anaranjada y su caminar seguro.
Sora empezaba a pensar que esa atención era demasiada, y aunque era parte del plan, no pudo evitar sentirse cohibida mientras veía de reojo a esos jóvenes que la observaban embobados y a esas chicas que murmuraban con sus compañeras viéndola con ojos curiosos y una que otra con desprecio. Jamás en su vida había tenido tanta atención.
–¿Quién es esa?...
–Me he enamorado …
–¡Adiós hermosura! – Gritó uno más atrevido.
–Parece que es nueva en la ciudad…
Fueron algunos de los susurros que Sora escuchó tras sí. Mientras avanzaba los estudiantes le iban abriendo camino hasta que se topó con un alto y delgado peliazul que la miraba descaradamente abriendo la boca y los ojos a más no poder.
–Permiso–Dijo Sora dirigiéndose al chico que le parecía muy familiar.
–S-ss-so– alcanzó a balbucear el joven con una expresión interrogante en el rostro –Ah pe- peerdón– concluyó haciéndose a un lado con la misma expresión de asombro.
Yamato esperaba a que el profesor llegara afuera de su aula en la segunda planta observando la entrada de la escuela recargado sobre la barandilla. Aun pensaba sobre el suceso del sábado ¿sería solo una ilusión? . No. Sabía perfectamente lo que había visto. Sora estaba de vuelta en Japón y ni siquiera lo había llamado. Se sentía mal ¿Tan poco valía para ella?, ¿Le era tan indiferente como para no avisarle de su regreso? Tal vez si, después de todo no lo había buscado en esos tres años, ni le había dejado algún número para contactarla. Dolía pensar así pero cabía la posibilidad de que así fuera, aunque él no sabía qué había pasado durante todo ese tiempo, no conocía los motivos de Sora para su distanciamiento.
–¿Otra noche en vela? – Preguntó un castaño lanzando una bolita de papel directo en la cabeza de su amigo – ¿Cuál fue el motivo esta vez? – dijo el muchacho recargando sus codos sobre la barandilla.
–¿Tu otra vez? – contestó el rubio sobándose el ceño adolorido por tanto pensar.
–¿Sigues pensando en lo que sucedió el sábado? – Continuó el moreno– me parece casi imposible que no la hayas podido abordar en el supermercado, tal vez solo era una chica que se le parecía mucho…
–¡Cállate! Sé perfectamente lo que vi, Sora está en Odaiba y no se ha preocupado en avisarnos– interrumpió el ojiazul totalmente alterado.
–Lo siento– Dijo Tai bajando la mirada–. Solo que me niego a creer lo que nos ha hecho, es mi mejor amiga me dolió mucho que se marchara, y que después rompiera nuestra promesa de llamarnos cada fin de semana, dejo de contestarme los e-mails, primero con evasivas y luego ya ni los veía. No sabes cómo me entristeció la situación y sobre todo me tiene muy preocupado ¿Qué pudo haber pasado para que Sora se alejara de mí, de nosotros, de sus amigos?... – siguió el moreno, quien no tenía problema para expresar sus sentimientos.
Yamato lo escuchó afligido, y ese "No sabes cómo me entristeció…" seguía haciendo eco en su mente. Definitivamente quien era el más afectado con lo sucedido era el rubio, al menos eso era lo que él pensaba. Extrañado por que el discurso de su amigo había parado volteó a verlo y se encontró con el rostro de interrogante de Taichi que después cambió por uno de sorpresa. Dirigió su vista hacia donde miraba su amigo y vio el motivo de su sorpresa.
Una autentica diosa caminaba por el patio de la escuela con un ritmo sensual que hacía que en la cabeza de Yamato sonara una melodía sugerente de guitarra eléctrica. Con cada paso su pelo brincaba de manera adorable. Podía observarla perfectamente desde el segundo piso, sus ojos viajaban por la menuda figura de la pelirroja. Era ella, era Sora, SU Sora. Aunque remasterizada, poseía una seguridad que él nunca había visto en su antes tímida amiga. La chica se fue acercando hasta que paró justo debajo del rubio, alzó la vista y para su goce se topó por primera vez en tres años con los hermosos rubíes que tenía Sora por ojos. Yamato no pudo evitar que la emoción llegara hasta sus ojos al encontrarse con esa mirada que pensó no volvería a ver.
La pelirroja siguió dando show ante las miradas expectantes, aunque con un gesto de preocupación, realmente se estaba sintiendo muy intimidada por las miradas de todos esos extraños sobre ella. Pensó en terminar con todo y esconderse en los baños, sería genial si supiera en dónde se encontraban. Se giró un poco confusa mirando hacia todos lados y fue como se encontró con un apuesto moreno de cabellos densos y alborotados, que la observaba sorprendido desde el exterior del segundo piso, luego posó su vista sobre su acompañante ese rubio de hermosos ojos azules, que la miraba entornando los ojos como si desconfiara de lo que le estaban mostrando, interrogante y sorprendido. Cuando sus miradas se encontraron Sora sintió que su corazón daba un brinco que reprimió al instante. Estaba ante el escenario perfecto, Yamato la observaba confuso aunque con cierto brillo en la mirada, podría jurar que estaba a punto de… ¿llorar?... Sonrió satisfecha dándose la vuelta dejando que su pelo volara al viento para darle más dramatismo a su entrada, dirigiéndose a la dirección de la escuela.
Al ver que la figura se alejaba Yamato corrió desesperado a su encuentro, no dejaría que su chica desapareciera como el sábado pasado. Su frustración fue mayor porque en el momento en que intentaba bajar las escaleras la campana sonó haciendo que las mismas se abarrotaran con los estudiantes que se dirigían a sus clases. Cuando logró bajar la vio a lo lejos dirigiéndose hacia la dirección de la escuela, se apuró a alcanzarla tomándola del brazo. La chica giró quedando de frente a él. Estaba más hermosa que nunca y la tenía ahí de cerca a menos de un metro de distancia.
–Sora… – soltó el rubio con el corazón en la garganta. Vio como la pelirroja fruncía el ceño levemente como intentando recordar para después dedicarle una de sus encantadoras sonrisas que le derretían el corazón.
–¿Nos conocemos? – contesto ella expectante.
Por supuesto que esa pregunta descolocó por completo a Yamato – Soy, soy yo, Yamato Ishida, tu... tu amigo de la infancia– atinó a decir completamente confuso.
–Lo siento, no recuerdo a ningún Ishida, tal vez me confundes – dijo con una amable sonrisa.
–E-eres Sora Takenouchi, ¿no? –tartamudeó el ojiazul.
–Si soy yo, lo siento mucho no puedo recordarte. – dijo con media sonrisa y una chispa burlona en su mirada– bueno es muy tarde y tengo que ir a clases, no quiero llegar tarde en mi primer día. Bye.
–P-peroo…
Y lo dejo ahí parado, con la palabra en la boca e infinitamente confuso. Era ella pero no era ella al mismo tiempo. O más bien era ella pero, ¿había cambiado?, Yamato no creía ser tan insignificante para la pelirroja, no tanto como para que ni siquiera lo recordara, él no había cambiado mucho, era más guapo y fornido pero seguía siendo reconocible, además le había dicho su nombre y a ella no le sonó. Hundido en su mar de confusión caminó desolado hasta su salón de clases, sintiendo un gran vacío.
