Reto de los mini-fics de noviembre del foro "El Diente de León". Personaje: Madge Undersee.

Primavera

Dicen que la vida es como las estaciones. La primavera es la infancia, el verano la adolescencia, el otoño la adultez y el invierno la vejes. Aún tengo 17 años, supuestamente mi vejes está aún muy lejos, pero en este distrito no es complicado encontrar a un niño con alma de anciano. Y por alguna razón para mí el invierno llego junto con la cosecha de este año, cual mal augurio.

Sin embargo esta noche, mientras mi cabeza descansa sobre el hombro de mi madre y la televisión titila frente a nosotras mostrando como mi mejor amiga lucha por su vida una vez más me siento como la niña que rara vez recuerdo haber sido.

Berenice, la cocinera, dice que en el momento en el que nací el brillo en los ojos de mamá regreso el suficiente tiempo para enamorarme de lo prohibido. Como mi nacimiento fue en primavera mamá no dudo y en cuanto se hubo recuperado lo suficiente como para cruzar más de medio distrito a pie me envolvió en un chal amarillo y me llevo a la Pradera para que pudiera escuchar el canto de los sinsajos. Ella decía que esa era el ave que había acompañado a las mujeres más valientes de nuestra familia durante generaciones.

-¿Recuerdas cuando era la madre de Katniss la que nos vendía las fresas?- me pregunta mientras su delgada mano recorre mi pelo.

-No.- contesto mientras en la televisión el hijo del panadero seguía observando el lugar por el que Katniss y la mujer del 7 habían desaparecido un par de minutos atrás.

-Ella y yo habíamos dejado de vernos unos años atrás cuando naciste no muy lejos de las fechas en las que ella pario a su primer hija.- me narro mientras miraba al frente sin ver, como en un trance- Yo no me entere, ¿Cómo iba a hacerlo? Lo último que había sabido de ella era que había huido con un minero dejando al pobre Peter desamparado. No la culpo, ella siempre lo vio nada más como un amigo, pero eso no importa ahora. La cuestión es que ella si se enteró de tu nacimiento y antes de que cumplieras dos semanas llego con una bolsa llena de fresas silvestres para ti. Ese día le prometí que pasara lo que pasara mi familia le compraría fresas a la suya.

Mi mente recorre todas y cada una de las veces que la puerta trasera de mi casa se abrió para recibir a algún miembro de la familia Everdeen con el propósito de recibir el pequeño fruto rojo. No sé si es sugestión por los recuerdos que con tanta nostalgia narra mi madre o por que verdaderamente lo recuerdo pero en mi mente se forma la imagen de la madre de Katniss y la mía demorando un poco más de lo necesario en la transición de bienes. O a "El hombre que hacía que los pájaros se detuvieran a escuchar" tocando a la puerta con la pequeña Prim en brazos.

Después llegan esas imágenes que verdaderamente estoy segura de que sucedieron. Katniss tan delgada que parecía a punto de romperse pidiéndole a mi padre con ojos suplicantes que le permitiera seguir abasteciendo su casa de fresas como lo había hecho su papá antes de ella. Gale mirándome de manera retadora mientras su compañera de caza me entregaba su parte de un trabajo de ciencias junto con la ración de fresas de la semana.

Fresas. De una forma u otra siempre estaban presentes en mi hogar y en mis primaveras. Berenice solía decir que me parecía a la flor de esa planta, nunca comprendí del todo por qué.

Antes de que mamá regresara a cama pasaba mis primaveras lo más cerca del bosque que la valla supuestamente electrificada me lo permitía. Acomodábamos en hilera fresas y semillas de girasol sobre la hierba y nos acostábamos una muy cerca de la otra a esperar que algún sinsajo fuera a comer. Normalmente eran los gorriones y las torcazas las que se adueñaban del modesto festín pero eso nunca me desmotivo. Solía pensar que el día que un sinsajo se apareciera sería el día que me volvería digna de utilizar el pin que mi tía había portado con orgullo y que mi madre guardaba en un pañuelo bajo su almohada.

Un brillo me deslumbra desde la pantalla cuando Katniss dispara una flecha que destruye la arena de los 75° Juegos del Hambre y después todo se vuelve oscuridad. Ahogo un grito mientras me aferro a mi madre con los brazos temblorosos. No me da miedo la oscuridad, nunca lo ha hecho, pero un escalofrió recorre mi columna vertebral y casi puedo sentir como mi sangre se solidifica en mis venas, esto no puede significar nada bueno.

-Tranquila, seguro ahora regresa.- miente mi madre con su vos ausente.

A simple vista uno podría creer que verdaderamente cree en sus palabras, pero por el pulso acelerado de su corazón estoy bastante segura de que no es así. Desde que su habitación se volvió el único hogar de mi madre se ha vuelto casi imposible leer las emociones de mi madre, sin embargo con el tiempo he llegado a entenderla sin necesidad de usar palabras.

En la primavera que cumplí siete años ella decidió dejar de luchar y abandonarse a la depresión que la había invadido el día que su gemela había muerto. Tenía la esperanza que cuando mi día llegara todo volvería a la normalidad y mamá sería la misma mujer cálida y protectora que conocía. Sin embargo sucedió todo lo contrario, esa mañana los dolores de cabeza que la azotaron era tan fuertes que cuando gritaba podía sentir como se partía mi alma. Corrí hasta la pradera donde deje caer un puñado de fresas y me puse a llorar hasta quedarme dormida. Cuando desperté descubrí que un sinsajo custodiaba mis sueños. Ese día la primavera termino para mí.