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HACEDORES
«Primera Parte»
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Disclaimer: Shingeki no Kyojin es un manga escrito y dibujado por Hajime Isayama.
...
—Ey. Pensé que no vendrías a despedirme.
Y no quería, sin embargo, si no lo hacía, estaba segura que se arrepentiría mañana al despertar y no sentir el cuerpo de ella a su lado. Respirando entrecortadamente por el nerviosismo y el cansancio de correr, se acercó a Ymir sin responder al saludo y tomó sus manos entre las suyas, se arrodilló y las besó.
—Ey, ey, no, no —trató de quitar sus manos mirando hacia los lados, a la gente que se despedía de sus seres queridos en la estación. Historia volvió a besarlas y tocó su frente con ellas. Sollozó. Ymir se mordió el labio inferior avergonzada, acarició el dorado cabello y cerró los ojos— Que las diosas iluminen tu misión en la vida —bendijo resentida de ser forzada.
Solo entonces, cuando Historia escuchó la bendición, dejó ir las ásperas manos de Ymir por fin. Ahora nadie podía juzgarlas ni verlas con malos ojos. Se levantó despacio y la rodeo con sus brazos sin contenerse en su llanto, no la quería lejos, mucho menos en el campamento militar donde estaría cerca de esos monstruos, no importa que solo fuera por el periodo de prueba obligatorio para cualquier Hacedor en su último año de estudios.
Historia amó tanto la magia y el misticismo de los hacedores cuando era niña, ahora solo aborrecía aquel poder bendito que las diosas que entregaban a personas mortales, como Ymir.
—No te vayas.
—Tengo que…
—¡No tienes que! —casi gritó.
Ymir sonrió a la fuerza para no llamar la atención de los demás. Se supone que los hacedores son considerados venditos entre los hombres, un escalón más cerca de la divinidad, gente santa y por lo tanto guardan castidad, no tienen pareja romántica, ni mucho menos amante.
—Cuatro semanas, Historia. Solo son cuatro semanas.
—¿Y quién me asegura que regresaras a salvo? Por favor, por favor, ven conmigo, vámonos lejos de aquí, tú querías irte antes, vámonos ahora, lejos. Ymir.
Se levantó de puntillas, acercándose peligrosamente al rostro de su amante secreto, el rostro de Ymir enrojeció al instante, sus manos y sus labios dudaron. Si se iban, si escapaban, les darían caza, pero aun así estarían juntas, podrían hacerlo con suerte ¡podrían irse lejos!
El sonido del tren rezumbó, había llegado por fin para recoger a los estudiantes del segundo anillo del reino. Mordió su labio inferior, los oficiales los estaban llamando.
—¡Ultimo año, sección A! —Gritó el soldado a lo lejos— ¡Ultimo año, sección A, al cuarto y quinto vagón!
Ymir sonrió a duras penas y besó la frente de Historia.
—Volveré —tenía un deber que cumplir. Alzó su maleta del suelo y caminó a paso apresurado para unirse a la fila de sus demás compañeros. Historia se tambaleó en el mismo lugar viéndola alejarse, la larga gabardina blanca de Ymir ondeándose detrás de ella.
El tren partió quince minutos después, la gente se despedía de sus amados Hacedores deseándoles suerte, los padres y hermanos corrían detrás del tren. Historia se quedó en el mismo lugar, con el corazón estrujado.
...
—¡En línea! ¡Soldados, disparen! ¡No dejen que pasen esos malditos bastardos!
Historia se tapó los oídos cuando comenzaron a disparar cerca de ella, los monstruos al frente de la línea de fuego corrían como bestias sin control. Los escuchaba rugir y jadear entre los impactos de bala, sin detenerse, cayeron uno, dos, tres, diez… cuando el fuego cesó, las bestias volvieron al ataque reincorporándose, el capitán gritó "¡recarguen!" sin parar de repetir una y otra vez que debían aguantar hasta que llegasen los refuerzos. Los disparos volvieron a iluminar la calle con rápidos parpadeos blancos.
Un grupo de soldados se encargaba de recuperar a los civiles de la ciudad y llevarlos a los refugios bajo tierra donde estarían más seguros, Historia escuchó a uno gritar a lo lejos por ella agitando un farol en el aire para mostrar su ubicación antes de que de nuevo los disparos silenciaran su voz. El cielo estaba teñido del tétrico negro de la noche e Historia apenas podía ver la luz.
—¡Arriba, arriba! —Gritó otro soldado jalándola por el brazo y empujándola hacia un costado —¡Ve aun refugio, rápido! ¡Ya, ya, ya!
¿Cómo es que pasó todo esto? ¿Cómo fue que el gran muro del primer anillo se abrió dando paso al horror de los titanes? Esos monstruos se camuflaban con la noche, haciéndolos casi invisibles. Cuando dieron la voz de alarma ya era demasiado tarde, ellos estaban dentro del reino alimentándose de carne humana. El corpulento soldado volvió a gritarle, empujándola de nuevo.
Se supone que hoy era el día que Ymir regresaba del periodo de prueba, se supone que hoy volvería a tenerla en sus brazos y a besarla, se supone que hoy… «Se supone que hoy…», se apoyó en una pared sin dejar de temblar, se abrazó así misma.
—Ymir.
Ni siquiera pudo llegar al terminal antes de que se desatara el infierno. ¿Ya estaría aquí? O por el contrario ¿estaría aun en el primer anillo? La invasión comenzó ayer.
Del cielo luces doradas descendieron rápidas en forma de lazos, explotaron delante de los monstruos y adquirieron enormes formas de moles, que de inmediato formaron una barricada para contener a los monstruos, más luces esta vez con forma de aves sobrevolaron escupiendo fuego al suelo.
—¡Al fin, maldita sea! ¡Retirada! —gritó el capitán.
Historia levantó la vista a los techos de los edificios, al borde de uno, dos hacedores con el uniforme blanco dibujaban en el aire con finos bolígrafos de oro y plata conectados a las venas de sus muñecas. La tinta brillaba cuando presionaban contra el invisible lienzo de aire, y se disparaban hacia adelante en lazos de luz antes de adquirir la forma sólida del dibujo y atacar. Uno de ellos cayó con una rodilla hincada en el suelo, el otro siguió dibujando frenético.
Los soldados marcharon por el lado de Historia, sin percatarse que el hacedor —él que se estuvo hincado— cayó al suelo con un sonido seco, sin vida y pálido como un fantasma, sin una sola gota de sangre en las venas.
Antes, Historia los había amado tanto… tanto como para desear ser como ellos.
Ahora solo sentía lastima.
Metió la mano al bolsillo y de ella sacó una cadena de oro rota que le había pertenecido a Ymir, la presionó con fuerza entre sus dedos, respiró profundo y corrió hacia una de las calles que daba con el terminal de trenes, rezando que Ymir estuviera en este anillo y no se hubiese quedado atrás a luchar con los demás, donde la guerra era peor.
...
Hace dos años atrás.
El primer año de Historia en la preparatoria fue difícil de llevar, no solo indicaba el fin como una niña de orfanato, no solo indicaba que la sociedad la reconocía como una mujer adulta y por lo tanto el gobierno le daba una compensación de estudios de elite por no haber podido proporcionarle un hogar adoptivo, también indicaba que sus esperanzas para convertirse en hacedor eran completamente nulas.
Las diosas elegían bendecir a los niños de tres a siete años, muy escasas veces entre gente mayor sin llegar a la adultez, gente de quienes solía decirse que llevaron la fe humana a un epitome divino. Historia no había logrado ser un vendito, ni ganarse su puesto resumiendo toda la fe del mundo en una consistencia pura. Al parecer ser buena y humilde a los ojos de la gente no agradó lo suficiente a ninguna tres diosas, su esfuerzos en el dibujo y sus rezos comprometiéndose a servirles no hiso que voltearan a verla. Nadie en el mundo deseaba tanto ser hacedor como Historia Reiss y las diosas simplemente la ignoraron.
¿Por qué? Hasta el último minuto de su cumpleaños, hasta el último segundo de sus catorce años, Historia rezó por un milagro, y no se le fue otorgado.
—Está bien —dijo pegada al cristal del bus en forma de ciempiés— está bien. Las diosas deben tener un plan para mí —repitió las palabras que la madre superiora del orfanato le dio como consuelo. No las creía de verdad, pero por lo menos era algo que aminoraba su dolor.
La preparatoria elegida para ella era enorme y majestuosa. Se podía distinguir a los estudiantes normales de los hacedores por el uniforme, los primeros llevaban elegantes trajes negros y camisas blancas, mientras los segundos lucían pulcros y destellantes trajes blancos y camisas negras de seda imperial, con botones y bordes dorados hechos de hilos y piezas de oro.
Mientras caminaba hacia el ingreso del edificio, en los jardines frontales los estudiantes reían y disfrutaban, sin mezclarse, los mortales a la izquierda, los benditos a la derecha, e Historia sintió de repente caminar por un limbo entre el cielo y el mundo terrenal.
En la preparatoria, los hacedores aun eran legalmente menores de edad hasta culminar sus estudios satisfactoriamente, una vez hubo un hacedor que se graduó a los veintiún años por culpa de una enfermedad a las piernas. Ellos aprenderían estrategias, historia nacional y mundial, cursos avanzados de matemáticas y dibujo, y entrenamiento militar. Por otro lado, los estudiantes comunes, ya adultos a partir de los quince años, tenían acceso al plan básico de estudios elegido por el gobierno, matemáticas, letras, y tratándose de una preparatoria de elite, cursos de ciencias, según la escuela superior que quieran asistir en el futuro.
—¿Quién quiere ver algo espectacular?
Uno de los ángeles de las diosas, salió del cielo para colarse en el camino del limbo riendo a carcajadas, agitando una pluma de oro entre sus dedos, cometía el pecado de caminar entre los mortales.
Historia se detuvo a medio camino, espantada. Los estudiantes comunes en cambio sonrieron corriendo alrededor de la joven hacedora igual que abejas a la miel.
—Ahí vamos de nuevo —escuchó decir a uno de los hacedores, entre indignado y divertido.
—¡Muy bien! —rió la pelinegra e hiso una ridícula reverencia aristocrática y pinchó el aire con la fina punta de la pluma.
Historia sostuvo su maleta con fuerza, tensa, asombrada. La punta comenzó a brillar, la manga de la hacedora se corrió hacia atrás al levantarla, revelando la conexión entre la base de la pluma y las venas de su muñeca. Con gracia comenzó a trazar líneas brillantes, el mundo era su lienzo, el aire se doblegaba ante ella permitiéndole su capricho, pronto una pequeña figura plana apareció, un ave de cola larga y rizada de plumas delicadas. La joven siguió sonriendo, la figura se deformó en lazos de luz, recorrió el campo ondeando entre los estudiantes hasta alzarse arriba y en una pequeña explosión de destellos, el dibujo cobró vida. El ave trinó melodioso y agitó sus plumas con gracia volando alrededor de la joven.
—Me gusta llamarla "mensajera".
Los estudiantes aplaudieron eufóricos, menos una, Historia.
—¿Quieren ver otro más?
—¡No! —gritó tan fuerte que se sobrepuso a las alabanzas de los demás.
—¿Qué?
—¡No! —volvió a gritar, soltando la maleta y acercándose a la joven morena, apuntándola con un dedo acusador— ¡¿Cuál es tu problema?! ¡¿Eres hereje?!
—¿Disculpa?
—¡Las diosas te bendijeron con un maravilloso poder! ¡No debes usarlo para actos de magia corrientes! ¡Se mas agradecida por lo que te dieron! — apretó los labios con furia.
La joven arqueó una ceja, apática. Era más alta de cerca.
—¿De qué manicomio se escapó esta lunática? —preguntó a su público, señalándola con el pulgar por encima del hombro—Que las diosas te destruyan. Lo que yo haga con mis poderes son cosa mía, las "diosas me lo dieron y bla bla bla", al final son míos y puedo hacer lo que quiera con ellos —guardó la pluma dentro de su manga, donde seguro abría un bolsillo espacial para ella.
—Ymir vámonos ya, las clases comienzan en media hora —llamó una hacedora bajita y de cabello atado rubio.
—Ya, ya —gruñó, miró a Historia con molestia y se fue.
El ave "mensajera" rodeó a Historia, agitó prepotente sus alas delante de ella y voló detrás de Ymir hasta desvanecerse en polvo brillante. Historia recogió sus cosas y caminó indignada de que las diosas hayan elegido a una idiota como esa tal Ymir.
...
El terminal estaba mejor resguardado de lo que imaginó, varios soldados patrullaban la zona, los hacedores hacían guardia en los techos de las casas, los vagones fueron usados como centro de operaciones y una reducida cantidad de ciudadanos se ocultaba en los improvisados refugios dentro de almacenes de equipaje.
Con la fotografía grisácea de Ymir tomada en un día de colegio en mano, preguntó a todos los estudiantes hacedores que lograron escapar antes de que se desatara el infierno, ansiosos y otros decaídos, no dieron razón de ella o la ignoraron, centrados en radios a pilas para seguir el curso de la batalla o aves de su propia sangre que usaban para saber de más cerca que es lo que pasaba en la ciudad. Su vida dependía de este momento, si las diosas los requerían, serian promovidos de emergencia y enviados a la guerra.
—¿Qué clase era? —Preguntó un estudiante hacedor dejando por un rato la radio, a pesar de la situación desesperada que los rodeaba se veía bastante más tranquilo que los demás, su gabardina blanca seguía pura y pulcra, y su voz, orgullosa. Se alzaba sobre historia como un esbelto gigante.
—Sección A, primera clase.
Arqueó una ceja, sus ojos brillaron por un segundo.
—Solo la mitad de la sección A logró regresar junto con los demás. Al principio todo el tren estaba reservado para los estudiantes, pero el ejército se vio obligado a usarlo como transporte público para la seguridad ciudadana —miró a Historia directo a los ojos— y no nos han dado órdenes de movilizarnos… todavía. Si no la encuentras aquí, siento mucho decirte que se quedó atrapada en el frente.
¿Qué decía este muchacho?
¿Qué estaba diciendo?
El mundo comenzó a tambalearse para ella, alrededor miles de posibles escenas la acosaron. Ymir estaba ahí en el frente de batalla, en el epicentro de la catástrofe a merced de esos monstruos, la gabardina sucia y polvorienta, la sangre escapando de sus venas para cumplir su deber, arrebatándole lentamente la vida, tan lejos de ella, tan lejos, tan lejos, y los monstruos, ¡los monstruos!... Gritó. El joven moreno la sostuvo antes de que cayera al suelo en medio del shock.
—Lo siento mucho —le susurró mientras la cargaba en brazos hasta los almacenes. Pequeñas gotas cayeron del cielo y golpearon contra su espalda y cabello—, lo siento mucho— Historia temblaba en sus brazos.
Sintió lastima por ella.
...
Después de dejarla en el almacén junto con los demás, se dirigió a una de las salas más apartadas con un paquete en brazos, cerró la puerta esperando que nadie lo viera y se cambió las ropas por unas de soldado. Sus magníficas ropas blancas se tiñeron de tierra cuando las amontonó bajo el suelo, en el espacio que dejaba una tabla de piso suelto. Nadie encontraría las ropas aun si ocupara el lugar. Sonrió.
Definitivamente personas como esa chica rubia le daban lastima, y por eso debía acabar con el sufrimiento lo más rápido posible.
—Identifíquese —pidieron los soldados que protegían la entrada.
—Cabo Berthold Fuubar, primer anillo —sus ojos tenían un brillo peligroso.
Los estudiantes no podían abandonar el lugar sin ninguna orden, esta era la única manera según el plan.
...
Historia despertó media hora después en una habitación llena de personas acurrucadas y temblando. Se escuchaban gritos y disparos mesclados con la lluvia. Se levantó aun débil.
—Vamos a morir, morir, morir… —repitió un anciano con las manos en la cabeza.
Los monstruos tomaron la estación y lo raro es que no le importaba.
No pasaría mucho tiempo antes de que se dieran cuenta que la gente se escondía dentro de las salas y vinieran a por su carne. Historia se puso de pie permitiendo que alguien más se sentara y avanzó hasta la puerta, cuando tocó la perilla las personas dentro contuvieron el aliento. No quería voltearse a verlos, sabía muy bien como la miraban, imaginaba sus rostros pálidos llenos de sorpresa y pánico mudo.
Ymir estaba en el frente de batalla e Historia moriría en el mismo lugar donde la vio por última vez, recordó ese día, la gabardina ondeándose, su esbelta espalda. Ya no la vería más, el mundo estaba rompiéndose y pronto se acabaría ¿Por qué retrasar lo inevitable? Estas personas aterradas lo sabían también ¿verdad? Nadie saldría vivo de aquí.
«¿Por qué retrasar lo inevitable?»
—Vamos a morir igual —susurró, abrió la puerta.
Afuera, la lluvia era más fuerte de lo que se escuchaba dentro. Los soldados disparaban y detrás de ellos los estudiantes dibujaban en el aire con los rostros desencajados.
No estaban perdidos.
Alguien la empujó hacia afuera con fuerza y volvió a cerrar la puerta. Historia trastabilló y cayó al suelo mojado. Una figura dorada con forma de un león cruzó delante de ella y se abalanzó contra uno de los monstruos, los soldados disparaban a cualquiera del grupo que avanzaba con lentitud. El león rugió, más leones lo siguieron, oso, aves, un grueso ogro con maza y un caballero a caballo, todos brillando con sus colores.
Los estudiantes todavía no eran soldados pero tenían los conocimientos necesarios, estaban asustados pero no retrocederían.
—¡Si morimos aquí lo aremos peleando! ¡Mueran malditos! —Sentenció un joven hacedor de cabello castaño y ojos dorados— ¡Los mataré a todos! ¡Voy a matarlos a todos!
Se limpió los ojos de la lluvia, ese joven, ¿No era Eren?
Hace no mucho, Historia asistía al mismo internado que ellos, los vio reír, incluso algunos convivir con estudiantes comunes como ella.
Hace no mucho, se enamoró de uno de ellos.
Eren dibujaba con furia y rapidez, su técnica de dibujo distaba de ser perfecta pero era reconocida su velocidad en la preparatoria, los bocetos rápidos eran su fuerte y las criaturas que nacían de su pluma eran en su mayoría criaturas como lobos y aves escupe fuego sin muchos detalles.
—Historia.
Volteo. Una joven de corto cabello negro le ofreció una mano para que se levantara.
—Mikasa.
Parpadeo.
—Ymir…
—¿Ymir?
Ellos se encontraban en el mismo vagón que Ymir.
—Donde…
—No lo sé —suspiró— acabamos de llegar, el primer anillo fue… aniquilado, espera —sonrió tranquilizando a Historia, eran pocas las veces que lo hacía— ella llegó con nosotros pero fue llevada bajo órdenes militares. No somos estudiantes más.
Ahora eran soldados, en pleno, graduados y según las leyes del país, también adultos.
—Debo encontrarla.
—Es peligroso.
—Si Eren estuviera afuera, también lo arias ¿verdad?
Mikasa parpadeo con sorpresa. Si ella y Eren estuvieran en el lugar de Historia e Ymir…
—Si fuera así, ni los titanes podrían detenerme —respondió con melancolía y comprensión— dejaría al mundo partido de norte a sur con tal de encontrarlo. Protégete mientras terminamos de limpiar la zona, luego podrás irte.
Dibujó en el aire una esfera de metal con un signo en el centro. La esfera tomó forma corpórea y la lanzó hacia la horda de monstruos, segundos después, explotó lanzando por el aire pedazos de las criaturas descuartizadas.
—Ymir es fuerte, es un maldito demonio terco.
Dio una última mirada a Historia, y ella asintió despacio.
Historia sintió que la vida regresaba a ella. Ymir era brillante, y más hábil que la mayoría de los estudiantes de la sección A. Si alguien podía sobrevivir a la guerra, era Ymir.
Y por eso, ella debía luchar contra la muerte también.
