Disclaimer: Todo le pertenece a Stephenie Meyer, yo solo me divierto&juego con sus personajes. ^,^

Un ángel de la oscuridad.

Jasper's POV:

Solo. Esa era la palabra perfecta que describía como estaba ahora en este mundo. Razón. Claro que tengo una. A mis padres no les importe y me maltrataban cuando aún estaba con ellos. Me odiaban. Aunque yo los amara. Para ellos nunca seré nadie. Fui un error, como ellos solían llamarme.

Según ellos, yo era la causa de que casi no tuviéramos dinero. La causa de que ellos no pudieran disfrutar al máximo su vida. Ellos siempre habían querido una niña. Y casi la tuvieron. Yo iba a tener una hermana gemela. Estaban total y completamente felices de que por fin iban a poder formar una linda familia. Pero, al dar a luz, la pequeña no sobrevivió. Mis padres entraron en depresión luego de eso. Pero, aún así, me cuidaron, por unos cuantos años. Pero, por todo ese tiempo, ellos me culparon de la muerte de la pequeña niña. Y yo siempre me culpe… aunque, ahora me daba cuenta de que eso no fue a causa mía. Nadie influenció en eso. Pero ellos sólo querían encontrar a un culpable, y decidieron que ese sería yo. Era lo único que querían.

Golpeé árbol sobre el cual estaba recargado. Árboles. Lo único que veía a mí alrededor, junto con la densa niebla y el corto césped. Suspire. Todo era tan… triste. No entendía por qué mi vida tuvo que ser así. Yo jamás fui malo, siempre era –ó intentaba serlo al máximo- respetuoso. Siempre intentaba consentir a mi madre. Pero ella solo me rechazaba. No aceptaba que fuera su hijo. Con mi padre: todo el tiempo intentaba estar con él, pero tampoco me aceptaba. Una vez me abandonaron en un parque.

Ante la gente: me trataban más o menos bien. Siempre procuraban que sus conocidos no nos vieran juntos. Ahora, me encontraba en un bosque, sin nadie junto a mí, vagando en este mundo sin compañía alguna ¿cómo llegué aquí? Algo fácil de contestar… pero difícil de contar…

Un día mi padre estaba enojado, y había tomado más de lo que debía. Y empezó a cuchichear algo con mi madre. Y me parecía que decía algo parecido a: "Debimos deshacernos de él, así como él lo hizo con su hermana" ó igual "Aún no es muy tarde, podemos hacerlo" y cosas similares. Cosas que hacían que las lágrimas se acumularan en mis ojos. Pero que a ellos no les importaba decirme a la cara.

Ya era hora de dormir, así que llevaba mi pijama, que conformaba de una camisa de botones y un pantalón. Como a mi mamá me había pedido –poco antes de que llegara mi padre- que fuera a comprar un poco de leche. Llevaba puestos unos tenis, blancos, y –como siempre- llevaba en la mano mi pequeño osito de felpa. No es porque fuera muy infantil. Aunque no me podrían culpar, sólo tenía cuatro años… y era un perfecto compañero, y alguien que llenaba el puesto que mis padres deberían ocupar. Pero que jamás se han esforzado por alcanzar.

Mi padre se acerco a mí y me tomo de la camisa.

-Jasper –me grito mi padre.

Me alzó por los aires, sólo tirando de mi camisa. Yo lo mire a los ojos, con el horror escrito en mis facciones.

-Jasper Whitlock, eres una verdadera decepción para ese apellido –gruño, escupiendo cada una de sus palabras con furia y odio- aún no me explico como pudiste ser producto de tu madre y mío.

Sus palabras me hicieron sentir un pinchazo en el pecho. Un dolor que nunca antes había sentido. Decepción de mi mismo. Las pequeñas gotitas de agua salina se escaparon por mis mejillas. Recorriendo el contorno de mi cara.

-No llores enfrente de mí –me grito, zangoloteándome- se que eres débil –dijo.

Me arrojo al piso. Gemí. Me había golpeado la espalda. Y me dolió mucho.

-¡Todos sabemos que eres débil! –grito, haciendo eco en las paredes- pero, no quiero que demuestres debilidad –gruño. Se quito su cinturón, con rapidez, y me golpeó con la hebilla.

El pedazo de metal golpeo contra mi mejilla. Grité. El dolor era muy intenso. Pero a mi padre eso no le importo. Me volvió a golpear, pero esta vez en la pierna. Volví a gritar.

-Deja de gritar –me rugió- se un hombre.

Las lágrimas seguían cayendo mis mejillas.

-¿Por qué me haces esto? –pregunte con mi vocecita quebrada.

-Porque por tu culpa tu hermana murió –me grito mi madre, que estaba entrando en la habitación y caminando hacía mi padre.

-Todo fue por tu culpa –acuso mi padre- quien sabe que hiciste que la pequeña no sobrevivió –me miro con unos ojos que me atravesaban como cuchillos. Filosos y fríos.

-Yo no hice nada –me defendí, ellos sólo bufaron- si hubiese podido, yo hubiese muerto por ella –grite.

-¿Por qué no lo hiciste entonces? –dijo mi padre- hubiese sido lo mejor que has hecho por esta familia.

Me agarro otra vez de la camisa, levantándome del suelo, sin darme un solo segundo para contestar su pregunta. Para este momento, yo estaba jadeando. Mire directamente los ojos de mi padre. Y mi corazón se helo, su mirada estaba llena de puro odio. Ganas de matar. Sí. Eso era lo que él sentía en ese momento, él. Todo lo mostraban sus ojos. Jadeé, las lágrimas no dejaron de brotar de mis ojos en ningún momento.

-Cariño –llamo mi padre, gritando. Mi madre salió de la habitación sin decir nada.

Tragué saliva sonoramente y mi padre me fulmino con la mirada, así que decidí no hacer nada más. Intentar no moverme en lo más mínimo. Vi como mi madre entraba por la puerta, con un pedazo de tela en su mano, fruncí el ceño sin comprender para qué era eso.

-¿Para qué es eso? –pregunte. Mi padre solo me tiro contra el sillón.

-Cállate –me dijo- no nos dirijas la palabra –me agarro el cabello y tiro de él, solté un agudo grito- a partir de hoy ya no eres nuestro hijo.

Así fue como acabe aquí. No era del todo malo… al menos ya no me maltrataban. Eso era lo único positivo. Aún tenía el pedazo de tela –con él me habían atado los ojos para que no pudiera ver el camino y no se me ocurriera volver con ellos-. Lo había atado alrededor del cuello de mi osito. Sí. Aún lo conservaba. Él era mi única compañía.

Escuche un sonido retumbante, que me hizo sobre saltarme un poco. Pero, sólo eran los truenos, anunciando la llegada de una tormenta. Volvió a sonar otro. Levante la vista hacía el cielo. Me encantaba ver la danza que hacían los truenos. Suspire.

Y a continuación, todo se volvió silencio. Claro y pacifico. Pero, fue roto por un sonido. Me paralicé. Estaba seguro que ese sonido no venía del cielo. Yo no tenía hambre, así que no fue mi estomago, y estaba seguro de que no lo había ocasionado yo. Y no parecía un sonido que proviniera del pasto, o las ramas de los árboles. No. Este era un sonido que sólo había escuchado escapar por mis labios: un sollozo. Uno alto y agudo.

Me giré para todos lados, analizando el terreno con mucha cautela, intentando descifrar de donde había venido el susodicho sonido.
Pero no había nada. Sólo oscuridad. La niebla se hizo más densa. Dicho sonido volvió a hacer acto de presencia, pero yo no entendía ¿De dónde veía? ¿Acaso había habido alguien aquí? Alguien que yo ignore todo este tiempo.

-¿Hola? –dije, mi voz sonaba algo fuerte. Pero aguda, sólo tenía cinco años.

Por que sí. Ya se había cumplido un año que mis padres me habían tirado aquí. Y había aprendido a protegerme y cuidarme.

El sollozo volvió a aparecer. Volteé a ver a todos lados, pero no encontré nada, ó, más bien, a nadie. Y, otra vez, retumbó ese sollozo.

-¿Quién eres? –pregunte en voz alta- ¿Dónde estas?

Pero nada, nada más que el sonido del silencio haciendo eco por todo mi bosque.

-Estoy aquí –escuche como contestaban, rompiendo la música silenciosa que se había formado. Esa voz sonaba como campanitas tintineando. Era la voz más hermosa que había escuchado jamás. Tenía que ser de una niña. Una voz así sólo le podía pertenecer a una bella dama.

-¿Aquí es dónde? –pregunte, con una urgencia de encontrar a la dueña de dichas campanas.

-Aquí –repitió- en la banca.

Fruncí el ceño. En todo el largo año que había estado aquí, nunca había visto una banca. Quizá, estaba más allá de mis límites, ó, escondida por ahí.

-¿Un banca? –pregunte- ¿Dónde?

-Por donde el faro resplandece y su luz te llamó a seguirla –contesto con un tono triste. Su voz sonaba ahogada, como si algo impidiera el paso completo.

Reflexione sus palabras. Un faro. Yo no había visto ninguno. Una luz resplandeciente. Había una, más allá de mis árboles y mi niebla. Todas las noches podía ver una luz resplandeciendo, algunas veces me veía tentado a seguirla, pero no lo hacía, prefería quedarme en mis limites. Pero… ¡Había una niña! Si pasaba mis limites y la encontraba ¡ya no iba a estar solo!

Sin pensarlo dos veces, camine hacía dicha luz, saliendo del muro de plantas que estaba formado junto al árbol donde anteriormente estaba recargado. Y, ahí estaba esa luz que me había llamado tanto la atención, pero que jamás pude averiguar que era. Un faro. Pero, más allá de eso. Junto a él, había una banca de madera, desgastada y rota, algunos clavos estaba, inclusive, salidos de su lugar. Encima de dicha banca, había una pequeña niña, tenía los pies sobre la banca y los abrazaba con sus brazos. Su cabeza estaba hundida en ellas. Sólo podía ver su pequeña mata de cabello negro. Tenía puesto unos pantalones de mezclilla y una camiseta de manga larga. Llevaba, igual que yo, unos tenis. Toda su ropa, y su calzado, estaban sucios.

-Hola –salude con cautela, intentando no acercarme mucho para no incomodarla.

Ella levanto la cabeza de sus piernas y me miro, sus ojos color miel penetraron los míos, celestes. No pude apartar la mirada de su cara. Era la niña más hermosa que había visto nunca, tenía una nariz respingada, su tez era completamente pálida, haciendo que se viera hermosa, resaltando sus ojos, los labios rojos y carnosos, su cabello era negro y corto, le llegaba a la altura de sus hombros. Su cara, al igual que su ropa, estaba sucia, y algo lastimada. Tenía algunos cardenales.

-Hola –dijo con una sonrisa.

Se paro y se acerco a mí.

-¿Qué haces aquí? –pregunte con curiosidad. Fruncí el ceño.

-Tuve que irme de casa –contesto con una mirada aterrada, se mordió el labio inferior.

-¿Por qué? –pregunte con asombro.

-Mi padre y mi hermano –respondió- mi madre murió y ellos dos no me soportan porque era mujer.

-Entonces escapaste de casa… -finalicé.

-Sí –dijo con la mirada cacha.

-¿Qué edad tienes? –pregunte.

-Cinco años –contesto con la mirada aún cacha- ¿y tú?

Fruncí el ceño.

-Igual –conteste con simpleza- me llamo Jasper –le extendí la mano para que la tomara, pero ella no se conformo con eso, se lanzó a mis brazos y me abrazo con mucha fuerza para ser tan pequeña.

-Yo soy Alice –dijo cuando se separo. Me sonrió con dulzura- ya sabía que vendrías a rescatarme de la soledad.

Abrí los ojos de par en par, no entendía a que se refería con eso ¿ya lo sabía? ¿cómo alguien podría saber eso? Fruncí el ceño al no saber las respuestas de dichas preguntas.

-Te soñé –dijo, como si yo hubiese echo mis preguntas en voz alta.

-¿Cómo qué me soñaste? –pregunte algo confundido, aún.

-Sí –dijo- y no sólo una vez.

Sonrió de oreja a oreja, era adorable esta niña. Aunque un poco rara. Pero aún así, linda.

-Y… ¿puedo admitirte algo? –pregunto como si me fuese a decir un secreto del cual el mundo dependiera, yo sólo asentí- ya te había visto. Te había espiado.

Sus mejillas se cubrieron de un color carmín muy adorable.

-¿Me habías espiado? –pregunte con el ceño fruncido.

-Sí –asintió con la cabeza- escuchaba ruidos por ese lado –señalo hacía la barda de plantas que había por donde estaba mi lado del bosque- y me causaba curiosidad.

Sonrió, como si nada hubiese pasado y espiar a alguien fuera lo más natural del mundo.

-¿Tú que haces aquí? –pregunto sacando de tema.

-Mis padres me odiaban y me abandonaron aquí –me encogí de hombros, unas lágrimas amenazaron por salir de mis ojos. Pero las contuve, no quería llorar enfrente de ella.

-¿Ellos te dieron ese osito? –pregunto señalándolo.

Suspire sonoramente y me frote mis ojos para no dejar rastro del pequeño llanto que estuvo a punto de salir.

-No –negué- lo robé de una habitación de mi casa –me encogí de hombro- como ellos me odiaban, no les importo.

Mire al piso. Sentí su pequeña manita acariciar mi mejilla. Alcé la mirada y vi que ella me estaba mirando con una sonrisa. Yo se la devolví, estar con ella me daba paz.

-Te lo quiero regalar –dije extendiendo al único amigo que había tenido en mi vida.

-¿Seguro? –pregunto, pero su sonrisa estaba en la cara, era obvio que ella lo quería.

-Claro –dije con una sonrisa.

Ella lo tomó, y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras tenía una sonrisa.

-¿No me vas a dejar? –pregunto, aún abrazándolo.

-Jamás –conteste, pasando mi brazo por sus pequeños hombros.

-Gracias –dijo, recargo su cabezo en mi pecho.

-Te quiero, y te protegeré por siempre –la abracé y juntos nos quedamos ahí, sentado en el piso. La lluvia cayó sobre nosotros, cuando cayó, la abracé y le di un pequeño beso en la mejilla.


Hola! Jaja, bueno, tiene razón Priscila Cullen 1410, ya había pensado en hacer una continuación, pues el final es como... bueno, piensas que puede tener más x) jejej, bueno. Entonces haré otros capítulos y haré una bonita, bonita historia xD jeje, bueno. Continuare! Adiós(:

.: * ฆℓƷҳ * :.