-¡¿Qué mierda voy a hacer?- Se preguntaba una y otra vez mientras corría hacia la casa del italiano. No podía pensar, o por lo menos no en algo coherente, casi lo atropellaron 3 veces por cruzar la calle en donde se le antojaba, incluso atravesó un patio privado y chocó con un carrito de flores. Todo, para finalmente quedarse parado durante media hora frente a la puerta como un idiota antes de tocar el timbre.
La casa de Feliciano era inconfundible, parecía una mezcla entre cuadros renacentistas y la explosión de un arcoíris, era como si el alma del pequeño se hubiera expandido y cubierto cada rincón y superficie de su hogar. No tenía una arquitectura muy moderna, sin embargo estaba pintada rigurosamente con verdes de distintos tonos y unas cortinas de color naranjo que sobresalían por las ventanas abiertas, habían flores plantadas en todas partes, también macetas con variadas hierbas y especias las cuales seguramente estaban destinadas a acabar en un plato de pasta.
El corazón de Ludwig latía cada vez con mas fuerza al escuchar esos pasos acercándose a la puerta. ¿Qué iba a decir? ¿Qué iba a hacer? No estaba muy seguro. ¿Explicarle? ¿Excusarse? ¿Pedir perdón como una nena que no recuerda lo que pasó luego de una noche de borrachera? ¿Aclarar que él no conocía a aquella pelirroja de cabello largo y pechos enormes? ¿Qué no significó nada para él? ¿Qué no tenía ni la mas puta idea de como se metió bajo sus sabanas?
La mente del rubio trabajaba a mil por hora mientras veía como la manilla de la puerta giraba, sentía como si el corazón se le fuer a salir por la garganta, la puerta se abría, su cuerpo temblaba y sus manos sudaban como si estuviesen tocando el sol. Hasta que en ese momento todo se detuvo, su mente estaba en blanco, su cuerpo rígido como si fuera de piedra, su corazón parecía no latir, y su mirada estaba clavada fijamente en esos ojos color miel que lo observaban con una mezcla de dolor y decepción.
-Feli…- "Cuando te veo siento como si empezara a flotar, y al mismo tiempo como si el mundo se me viniera abajo" "cuando estoy contigo pareciera que mi vida no es tan oscura, y que puedo sobrevivir" "Eres la única persona que me ha hecho sentir que soy mas que un simple soldado" "Me siento vacío cuando no te tengo a mi lado"… "Te Amo". Solo algunas de las cosas que Ludwig nunca se atrevería a confesarle en voz alta. Especialmente en ese momento, en el que aquel inocente niño al cual él amaba lo miraba fríamente y sin decir nada. Feliciano tenía puesto un overol, el cual le quedaba holgado en sus piernas y estaba doblado a los pies para no pisarlo, un pequeño moño amarrado en su cabello y manchas de pintura tanto en su ropa como en sus manos y en parte de su cara, al parecer había estado pintando. Era simplemente adorable, en cualquier otro momento ya habría estado colgando del cuello de su alemán hablándole de cualquier cosa estúpida que se le ocurriera, pero no en este, ahora solo le observaba en silencio.
-¿Qué haces aquí?-
-Feli, no sé como pude hacerte esto… Soy una persona horrible y egoísta, y lo voy a ser una vez más, porque necesito pedirte que me perdones y que no te vayas de mi lado, no puedo vivir sin ti. Te prometo que nunc-…!-
¡SPLAT!
-¿Tú crees que mi hermano se va a comprar esa mierda? - Lovino lo miraba fijamente con una cara de odio que jamás había visto en su vida, tenía un tomate en la mano, igual al que le había lanzado anteriormente el cual le dio directo en la cara – Vete de aquí, sino lo próximo que te lance va a ser de plomo – Ludwig tenía muy claro que hablaba en serio. Miró a Feliciano como para saber si debía quedarse, pero el pequeño no le dirigió la palabra y solo miraba hacia cualquier lado tratando de evitar que su mirada se cruzara con la del rubio.
– Fratello, espérame en la cocina… y cierra la puerta. – Feliciano obedeció – ¿Qué mierda crees que estas haciendo? Lo único que vas a lograr es hacerlo sufrir, y yo no voy a dejar que eso pase, así que toma tus gigantes botas de guerra y tu estúpido cabello engominado y vete de aquí.
Lovino le cerró la puerta en la cara. No había nada más que hacerle. Durante toda su vida había perdido muchas batallas, pero nada le dolió más que perder esta.
~o~
Eran las 3 de la tarde y Feliciano no quería levantarse de su cama por nada del mundo. No había visto a Ludwig desde que hace dos días cuando se presentó en la puerta de su casa, al parecer lo había estado llamando por teléfono pero su hermano no dejaba que se comunicara con él, sabía que todos hacían eso para protegerlo, pero a veces le gustaría que lo dejara hacerse cargo de las cosas por sí mismo. Unos golpes en la puerta de su cuarto lo sacaron de sus pensamientos.
- ¿Si?
– ¿Fratello?... – Lovino entró mirando a su hermano con cara de preocupado – ¿vas a comer algo? El almuerzo está listo.
- No tengo hambre…
- No has comido nada desde ayer… no sonríes, ni siquiera sales de tu cuarto, nunca te había visto así… estoy preocupado por ti Feli… – Se sentó en la cama con inseguridad, no tenía ni idea que hacer. Feliciano no pudo aguantarlo más y rompió a llorar.
- Lovino, déjame solo.
- Pero Feli, no estas en c-…
-¡Dije que me dejaras solo! – Feliciano nunca antes le había gritado a su hermano. Algo muy malo estaba pasando aquí.
~o~
- Estúpido papeleo, estúpido trabajo, ¡estúpida oficina! – Dijo Ludwig mientras tiraba de un golpe todos los papeles que tenía en su escritorio haciendo que quedaran esparcidos por toda la habitación. Se levantó de su silla y tomó su teléfono, pero antes de marcar se arrepintió... había llamado a Feliciano 23 veces durante los últimos 3 días y lo único que recibía eran buzones de voz o insultos y amenazas de parte de su hermano. Estaba nervioso, no podía mantenerse quieto, daba vueltas de un lado a otro de su oficina como un perro enjaulado… no podía soportarlo más, así que rápidamente de decidió y abrió uno de los cajones de su escritorio, estaba a punto de hacer algo que no había hecho durante muchos años y que se había prometido no volver a hacer: Fumarse un cigarrillo. Lo prendió con impaciencia para luego volver a sentarse en su aburrida silla, se inclinó un poco hacia atrás y se desabrochó los primeros 2 botones de su camisa. Permaneció así un par de minutos encontrándose absorto en sus pensamientos antes de ser interrumpido.
- Ludwig-san, le traigo el informe que estab… - Kiku se detuvo al ver la expresión sorprendida del alemán y la pequeña nube de humo que había en su oficina – ¿Está fumando?
Ludwig suspiró rendido, no había ninguna excusa que pudiera ocupar, lo había pillado con las manos en la masa.
- Emm… Sí…
El japonés no tuvo que hacer mucho esfuerzo para darse cuenta de lo que estaba pasando.
- ¿Ha hablado con él?
Ludwig hizo una pausa antes de responderle, si había alguien que estuviera al tanto de todo y a quien le pudiera pedir un consejo, ese era Kiku.
- …Lo he estado llamando pero Lovino no me deja hablarle… ¿Qué hago Kiku? No puedo perderlo, simplemente no podría soportarlo…
-… Espere, deje que las cosas se calmen, y luego hable con él, no puede esperar que las cosas se solucionen tan rápido. No lo estoy juzgando… pero lo que usted hizo estuvo muy mal. – Ludwig se llevó el cigarrillo a los labios mirando hacia el piso, se sentía avergonzado – Pero, sinceramente… tampoco creo que él pueda vivir sin usted…
Los ojos de Ludwig se iluminaron al escuchar esta última frase, ¿Cómo? Eso significaba que… ¿tenía esperanza?
-… Gracias Kiku…
El japonés se dirigió hacia la puerta.
- ¿Ludwig-san, puedo pedirle algo?
- Si, por supuesto…
- Deje de fumar… conozco a cierto italiano que lo golpearía con todas sus fuerzas si lo viera – Kiku sonrió y cerró la puerta detrás suyo.
