Pudo ver como aquellos que habían representado un enemigo invencible para ellos se desvanecían en las profundidades de la muerte. Pudo contemplar, a través de esa velocidad aumentada, como todos aquellos obstáculos se borraban para siempre. Como todo volvía a comenzar, de una forma maravillosa. Su objetivo se había completado al final.

Pudo haber pensado en lo afortunado que él era por eso. Pudo pensar en cómo él había conseguido dominar el destino. Pudo haber estado totalmente orgulloso de si mismo y haberse olvidado de lo demás.

Pero no fue en eso lo que pensó.

Los pensamientos de Pucci fueron dedicados únicamente a Dio.