Sucio líquido

I

Disclaimer:

Todo lo referente a Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Este proyecto es sin ánimo de lucro, su único propósito es el entretenimiento y la mejora de escritura.

Nota de la autora:

No, Hermione y Bellatrix no van a tener una relación amorosa en este fic.


Los habían atrapado. Estaban perdidos. Fue la primera cosa que pensó Hermione cuando el hechizo la hizo golpearse contra el suelo. Aun así, había mantenido la cabeza lo suficientemente fría como para lograr que no reconociesen a Harry. La esperanza, sin embargo, se desvaneció en el mismo instante en el que vio entrar a Bellatrix Lestrange en la sala. Había leído y escuchado las suficientes historias sobre ella para saber quién era y de lo que era capaz. Nada de ello sirvió de mucho para enfrentarse a la mirada loca e insana que le dirigió al susurrarle en el odio "de chica a chica".

Ahora yacía en el suelo de uno de los salones de la mansión Malfoy. Bellatrix, sentada encima de su cintura, no dejaba de preguntarle una y otra vez por la espada de Godric Gryffindor. Hermione giró lo suficiente la cabeza para observar a Narcissa Malfoy devolverle la mirada. La bruja mayor había seguido a su hermana cuando ésta la había arrastrado al salón. Hermione había esperado que la mujer interviniese cuando el primer Cruciatus la golpeó, pero para su decepción no había parado a su hermana ni en ese momento ni en los posteriores. Por un instante, Hermione pensó que también temía la locura de la mortífaga. Sus ensoñaciones terminaron cuando Bellatrix le agarró de la mandíbula para hacer que la atención no se desviase de ella.

-Esa espada debería estar en mi bóveda de Gringotts, ¿cómo la conseguisteis? ¡Qué más cogisteis tú y tus amigos de mi bóveda!

-Nada… Por favor… ¡No cogimos nada!

-No te creo.

Bellatrix chasqueó los labios antes de llevar la varita a su pecho. La maldición la golpeó con fuerza, su respiración se cortó y se retorció debajo del peso de la mortífaga. El dolor era insoportable. Agudo, frío y aplacador. No podía explicarlo con palabras. Le abrasaba en su interior, sentía como todos sus órganos gritaban que hiciese algo para que aquella tortura terminara.

No fue consciente de cuando se desmayó, ni cuando Bellatrix la volvió a despertar mediante un Enervate. No era el primer Cruciatus que utilizaba en la joven bruja, pero por la mirada desenfocada de la chica podría apostar que no soportaría ninguno más.

-Por favor…

La muchacha no podría estar mintiendo. Por muy valiente que fuese, todos los humanos acababan hablando eventualmente. Llegaba un momento en el que lo único que pensabas era en qué hacer para parar el dolor. Sólo había dos respuestas: decir la verdad o decir lo que el torturador deseaba escuchar para que todo el dolor terminara. Muy pocas personas podían resistirse y definitivamente dudaba que la chica fuese una de esas personas.

Así que Bellatrix Lestrange estaba cabreada. La mocosa había empezado a llorar y no parecía que su mente se fuese a aclarar lo suficiente para decir algo coherente. Lo único que salía de su boca eran ruegos y súplicas. Su señor iba a estar complacido. Por un momento se había asustado cuando había visto la espada, pero después de que el duende confirmase que era falsa se había relajado notablemente. Nadie había entrado en su bóveda. Se llevó la varita a los labios, todavía quedaba bastante para que El Lord volviese de la misión. Podía divertirse un poco más antes de deshacerse de la chica. Sabía que estaba molestando a su hermana, Cissa había tenido la suficiente sensatez para no interponerse. Sonrió y sus ojos brillaron cuando se le ocurrió una maravillosa idea. Se preguntaba cuánto iba a tardar su hermana en intervenir.

-Sabes –hizo una breve pausa para llamar la atención de la joven bruja-, los sangresucia sois peores que los muggles. Ellos son animales, animales inocentes que viven en un mundo de ignorancia. Sin embargo, vosotros, ¡vosotros sois escoria! ¡Habéis osado entrar en nuestro mundo y robar nuestra magia!

Cogió la daga que siempre guardaba en su bota derecha y la llevó hacía el cuello de su víctima. Notó como ésta se tensaba al sentir la punta fría del metal en su garganta y su sonrisa se ensanchó.

-Odio cuando se os olvida que no sois más que ganado.

Dirigió la daga por el pecho de la muchacha hasta su brazo izquierdo.

-Sucios animales que deberían ser marcados.

Le agarró la muñeca y ejerció más peso sobre la joven para que no se moviese. A continuación, sin pensarlo dos veces le clavó la daga profundamente en el antebrazo. Hermione gritó y empezó a moverse.

-Tu sangre está sucia -Soltó su muñeca y se incorporó lo suficiente para que la chica pudiese ver con sus ojos el sucio líquido-. ¡Mírala!

La rabia la invadió y dirigió su mano libre al cuello de la chiquilla. Los odiaba. Gradualmente, empezó a ejercer fuerza estrangulándola contra el suelo.

Hermione se asustó. No es que anteriormente no lo hubiese estado, sino que la realidad de estar a punto de morir la golpeó. Aunque había jurado que en algún momento de la tortura había rogado que la matasen, no quería morir. La desesperación la invadió. Logró liberar su brazo malherido y agarró la mano de Bellatrix en un intento de separar lo suficiente los dedos de la bruja para poder respirar. El acto hizo que su sangre salpicase la cara de su agresora.

Con una mueca de disgusto Bellatrix se llevó su mano libre a su mejilla derecha. Se limpió la sangre y la observó despectivamente entre sus dedos. ¡Cuánto los odiaba! Se llevó la mano a los labios. Pasaron unos tortuosos segundos más cuando algo en su actitud cambió de repente. Era imposible. Hermione notó como el agarre se aflojaba y dio una gran bocanada de aire.

-¿Qué ocurre?

Una figura alta se cernía al lado de ambas. Era la primera vez que Hermione escuchaba hablar a Narcissa Malfoy y lo primero que pensó fue que su voz sonaba fría y sin emociones. No la había escuchado acercarse. A decir verdad, lo único que había podido escuchar mientras la estrangulaban era el retumbante latido de su corazón contra sus oídos. La bruja rubia destinaba toda su atención a su hermana y mientras Hermione seguía intentando recuperar el aliento también dirigió su mirada a su agresora. Los ojos de Bellatrix la miraban intensamente.

-No puede ser –la escuchó susurrar.

El murmullo no hubiese sido audible de no ser por el doloroso silencio que envolvía la sala.

-¿Qué ocurre? –esta vez el tono de Narcissa fue más demandante.

Bellatrix la miró brevemente antes de volver a dirigir su atención hacía la muchacha.

-¿Quiénes son tus padres?

La pregunta la pilló por sorpresa. A Hermione le costó varios segundos registrarla en su cerebro, pero cuando lo hizo apretó sus labios fuertemente. La mortífaga ya no le apretaba el cuello como minutos antes. Ahora mantenía su agarre en la parte baja de su garganta, dejándola respirar. Seguía sentada a horcajadas en su cintura manteniéndola firmemente sujeta contra el suelo. El brazo le dolía enormemente y por unos segundos fue consciente que la sangre le estaba empezando a empapar el pecho. De improvisto una tos seca la asaltó y los pulmones le ardieron mientras intentaba devolver su respiración a la normalidad.

-Trae a Draco.

Narcissa no insistió más y se dirigió a la puerta en busca de su hijo. No le había gustado cuando su hermana había empezado a estrangular a la muchacha. Se había acercado a detenerla antes de que cometería alguna estupidez como matarla cuando la actitud de Bella había cambiado. Se había detenido y podría jurar que había visto algo de miedo en sus ojos. No estaba segura qué era lo que había hecho que cambiase de actitud tan drásticamente, pero sabía que era mejor no insistir en estas situaciones. Más tarde, cuando se relajase se lo contaría. La mujer había requerido la presencia de su hijo y Narcissa sospechaba que era para responder la pregunta que sabía que la chica se iba a negar a ofrecer.

Buscó a Draco, éste estaba junto a su padre dos habitaciones alejadas del salón principal. Pareció interrumpir una conversación entre ambos cuando entró. Con un gesto de la mano le pidió a Draco que la acompañase y antes de buscar el pomo para abrir la puerta que les separaba de su hermana le envió una mirada al chico que esperaba que fuese tranquilizadora. De verdad que no quería que Bella traumatizase a su hijo más de lo que ya lo había hecho.

Draco se encogió mientras se acercaban a una ensangrentada Hermione y a su agresora. Podría haber vomitado si no hubiese tenido un tremendo nudo en el estómago. Habría jurado que los gritos se habían escuchado por toda la mansión. Su padre había intentado serenarlo diciéndole que su madre no iba a permitir que su tía la matase en el salón principal. No había sido de gran ayuda. ¿No se daban cuenta de lo que estaban haciendo? Sabía que sus padres no se interponían nunca entre los deseos del matrimonio Lestrange. Nunca había sabido por qué y realmente no estaba seguro de querer saberlo. Hay que hacer lo que sea necesario para proteger a la familia, nunca lo olvides. Le había dicho una vez su padre. Siempre había respetado con firmeza aquel estamento, pero ahora que Hermione lo miraba con ojos moribundos en una eterna suplica silenciosa sintió que aquellas lejanas palabras carecían de sentido.

Quería llorar. Se sintió más estúpido e impotente que nunca. Despegó la vista de la chica para dirigirla a su tía. No dio muestras de haberlos percibido, se mantenía mirando a su compañera de curso. Su madre se aclaró la garganta para hacer notable su presencia cuando las puertas del salón se abrieron con un gran estruendo.

Ron y Harry entraron en la sala varita en mano.

-¡Hermione!

Segundos más tarde Draco y Narcissa los enfrentaban en posición de duelo bloqueando los hechizos que los dos jóvenes no dejaban de enviar hacia ellos. Sin embargo, todos se detuvieron cuando Bellatrix empezó a moverse. Mientras Bella se ponía en pie junto con Hermione con tremenda parsimonia, esperaron silenciosamente sintiendo la evidente tensión que se agudizaba en el salón. La chica a penas se podía mantener derecha, parecía apenas consciente de lo que sucedía a su alrededor. Bellatrix la había arrastrado hacia arriba agarrándola del brazo que no tenía herido y para sorpresa de todos la colocó detrás de su cuerpo de una forma… ¿protectora?

Posó su mano libre en el hombro de Draco e hizo que éste se girara. Harry y Ron vieron como le susurraba algo al joven Slytherin y momentos más tarde dejaba inconsciente a Hermione mediante un simple Desmaius. La chica se desmayó y Draco apenas tuvo tiempo para agarrarla antes de que se desplomara contra el suelo. Los dos amigos entraron en cólera. De nuevo comenzaron una ráfaga de hechizos que las dos hermanas Black repelieron con facilidad.

Dobby decidió hacer su entrada en aquel momento. El elfo domestico desenganchó la lámpara de techo haciendo que Draco y Hermione se separaran de las dos brujas. Bellatrix y Narcissa seguían enfrentándose a los dos jóvenes mientras que ahora el Slytherin y la Gryffindor estaban más alejados de ellos. La mortífaga pudo sentir como su hermana se sulfuraba, no sabía que la molestaba más. Si el hecho de que un elfo domestico los hubiese atacado o el hecho de que habían roto su preciosa lámpara. Sabía lo orgullosa que estaba del dichoso objeto. No se había cansado de repetirles siempre que entraban en gran salón lo mucho que habían tardado en diseñarla y fabricarla. Sonrió un poco y casi se sintió mal por ella. Visto que no podía hacer nada más, Dobby regresó con los dos jóvenes. Bellatrix no disimuló su desagrado.

-¡Tú, pequeño mono sucio! ¿Cómo te atreves a desafiar a tus amos?

-¡Dobby no tiene amo, Dobby es un elfo libre, y Dobby ha venido a salvar a Harry Potter y a sus amigos!

-Mi preciosa lámpara… –la mayor de las Black apenas pudo escuchar el susurro. Realmente esperaba que su hermana no empezase a relatarles lo mucho que le había costado la pieza-. ¡Casi aplastas a mi hijo!

Los ojos de Narcissa centelleaban de furia. Harry no sabía qué hacer, el plan no había salido como él esperaba. Enfrente de ellos estaba una de las brujas más poderosas del mundo mágico y detrás de ésta la lámpara se interponía entre las dos hermanas y Hermione. Malfoy la seguía agarrando como podía mientras se alejaba en dirección a la puerta opuesta del salón. Un hechizo de Lestrange los sacó del ensimismamiento en el que se había sumido. Para fortuna de los dos, Ron consiguió realizar un Protejo en el último momento, pero la fuerza del impacto los envió al suelo. Fue en ese mismo instante, mientras se levantaban rápidamente, en el que Harry se dio cuenta de la cruda realidad. No podían salvarla ahora. Apretó el puño y la impotencia le recorrió las venas. Bellatrix Lestrange era demasiado fuerte y por alguna razón parecía estar extremadamente calmada y concentrada. No había manera de que pudiesen pasar a través de ella. Con resignación colocó una mano en el hombro de Dobby.

-Vámonos –Ron se volteó sorprendido para mirarle. Tenía que estar bromeando-.

-Pero Harry, Hermione todavía… -fue interrumpido por la mirada cortante de su amigo y la característica carcajada de su enemiga.

-¡Cissie! ¡Cissie! ¡Parece que por lo menos uno de los dos piensa con claridad!

Ron pensaba que definitivamente Harry no podía estar hablando en serio. Estaba loco si pensaba que iba a dejar a Hermione en manos de aquella chiflada. ¿No la había escuchado gritar? ¿No había escuchado como la torturaban? Iba a empezar una discusión con su casi-hermano cuando otra maldición los interrumpió.

-¡Dobby!

Harry apretó con más fuerza el hombro del elfo y el pelirrojo sintió el viejo tirón de estómago. Todo esto tenía que ser una broma pesada, nada de esto podía estar sucediendo. Aquella mañana el Gryffindor se había levantado en el bosque como cualquier otro día en aquella jornada. Había ido a asearse y más tarde había empezado a preparar el desayuno cuando los carroñeros los interrumpieron. Ron no quería admitirlo, pero le había empezado a gustar la situación. Vivía con sus dos mejores amigos y aunque la situación era estresante, la rutina le había empezado a tranquilizar. Hermione y Harry no comprendían como podía estar tan calmado y Ron se dio cuenta tardíamente de por qué. La crueldad del mundo le había golpeado con el primer grito desgarrador de Hermione y ahora, mientras desaparecían, se sintió vacío. Lo último que pudieron vislumbrar sus ojos antes de esfumarse fue la daga que había estado torturando a su mejor amiga y Ron podría haber jurado que sintió como se le clavaba en el pecho.