Hoy me voy de viaje.
No sé cuando volveré.
Solo llevo ropa para la temporada de verano. Dicen que allá en Chile están recién en primavera. Es octubre, y por fin me he dado por vencida. No quiero luchar más contra lo que soy ahora. Es tiempo de acoger en mí todo el terror y negrura, y poco a poco cambiarlo.
¿Cómo? Aún no sé. Solo quiero estar sola un buen tiempo, y empezar de nuevo.
El doctor me dijo que escribiera en el camino lo que quisiera, que me haría bien... especialmente si me iba lejos, así que no me queda otra opción. Escribiré lo que me ha pasado estos meses, y quiero llevar algo así como un diario de vida. No puedo dormir en los aviones, nunca me ha gustado, y la oscuridad me aterrorizaría. Prefiero prender la luz y escribir, que pase pronto el tiempo.
No sé cuando empezó todo esto. Recuerdo sí que luego de la batalla de Hogwarts descansamos. Los tres. Harry, Ron y yo. Pero a los 3 días nos unimos a la cacería de mortífagos. Los muy bastardos raptaban buenas cantidades de muggles, e intentaban llevar a cabo un rito brutal. Metían a un caldero enorme de a 2, 3, y hasta 5 muggles. Dibujaban un círculo extraño, y los desangraban de a poco. Nunca supimos porqué, hasta que los sorprendimos infraganti: del caldero salía una masa amorfa con algunas características humanas, y unos ojos brillantes capaces de dar escalofríos al mismísimo Godric Gryffindor. Estaban intentando devolverle la vida al Innombrable. Pero siempre salía mal. Muchas veces fui yo misma quien mató a esa cosa, que quién sabe qué o quién era. En realidad no tenía oportunidades de sobrevivir con ese cuerpo, era una crueldad dejar que agonizara así hasta la muerte, fuera lo que fuera.
Eso ya es suficiente como para trastornar a cualquier persona. Pero fueron 6 meses de cacería. Atrapamos a todos los que pudimos. La comunidad mágica internacional nos ayudó mucho. Solo quedan unos 2 o 3 mortífagos sueltos, con suerte. Uno en África, y otro en los Himalayas, pero toda la comunidad mágica está en su búsqueda, y con orden de matar al primer signo de violencia. No hay mago o bruja en el mundo que no tenga en sus casas sus fotografías. Ha sido un esfuerzo enorme la organización a tal escala, pero todos estamos de acuerdo en esto: no queremos que regresen los mortífagos.
También están, claro, los mortífagos "redimidos". La familia Malfoy, por ejemplo, se salvó por 1 voto de Azkaban. El matrimonio Malfoy ahora vive con varios aurores permanentemente en su casa. Ellos no pueden salir solos, por su seguridad. Gracias a ellos obtuvimos muchos datos sobre otros mortífagos, y en respuesta los Malfoy recibieron muchísimas amenazas de muerte. Deben ser protegidos de la comunidad mágica que aún sospecha de ellos, y a la vez de sus ex compañeros de bando. Los Malfoy perdieron su libertad. Su casa es su cárcel ahora.
La misma suerte no corrió su primogénito, él fue encontrado sin culpa alguna, y se marchó de casa de sus padres. Dicen que huyó de Inglaterra, a esconderse de quien pueda reconocerlo o juzgarlo por su pasado. Muchos dicen que él no estaba muy de acuerdo con los "métodos" de Aquel Que No Debe Ser Nombrado, y que intentó huir de los mortífagos varias veces sin éxito. En la batalla de Hogwarts ya le era imposible cambiar de bando: hubiera tenido a ambas facciones en su contra, era muerte segura. Actuar por conveniencia viene en los genes Malfoy, al parecer.
Luego de pasar por la pesadilla de la cacería, y luego de que me aseguré de que Inglaterra era un país seguro nuevamente, fui en busca de mis padres. Fui arrestada 2 veces, y casi me ponen algo así como una orden de alejamiento. Mis padres no recordaban que yo era su hija, y menos que su apellido era Granger. Yo lo decidí así, y lo hice por su seguridad. Pero el resultado dolió, y mucho. Estuve 18 días siguiéndolos, cualquier persona cuerda pensaría que un psicópata los está siguiendo. Tampoco tenía el mejor aspecto del mundo después de más de 1 año de descuidar mi alimentación y mi apariencia.
Cuando al fin mis padres recuperaron su memoria, sentí cómo la angustia de tantos meses de guerra caía sobre mis hombros. Por fin tenía a mis padres, aquellos en quienes siempre puedo descansar, frente a quienes puedo demostrar mi debilidad.
Sí, estuve haciéndome la fuerte por mucho tiempo, pero frente a mis padres no puedo disimular, menos esconder el dolor que sentía en esos momentos. No solo perdí amigos, profesores, personas a quienes respetaba y quería mucho, también los ví morir, ví sus cuerpos inertes, muchas veces totalmente desfigurados. Ví suficientes atrocidades como para 20 vidas, y aquí me encontraba, de pie, firme solo gracias a quien sabe qué cosa.
Permití, por primera vez en mucho tiempo, que salieran de mí todas las emociones que había dejado para después, tenía muchas cosas que hacer y no podía permitirme flaquear. Pensé que con el tiempo pasarían, pero ahí continuaban.
Mis padres me pidieron que les contara mi historia. Ellos me escucharon con toda la paciencia y el amor del mundo, fue como sacar de mí poco a poco un veneno que estaba invadiendo cada centímetro de mi cuerpo, lentamente, desde la punta de mis dedos, hasta llegar a mi pecho… pero algo sucedió en mi corazón: el veneno había dejado horribles yagas, que nunca se cierran. Aún hoy duelen como el primer día.
De inmediato volvimos a Inglaterra, por suerte vivimos en Londres. En otras ciudades más rurales nuestro pequeño hogar hubiera estado en peligro.
Cuando llegamos a casa parecía hechizada. Estuvo vacía casi 2 años. Incluso la recorrí palmo a palmo con mi varita en alto, tenía que asegurarme de que todo se encontrara bien… No había nada, claro, pero era una precaución necesaria después de todo lo que había vivido los últimos meses.
Con mamá decidimos enviar solo a papá a trabajar a la consulta, y nos dimos el lujo de tomarnos el tiempo para limpiar la casa, cocinar cosas deliciosas, dar largas caminatas, comer helados y chocolates… en fin, recuperar el tiempo madre e hija que había perdido.
Pensé que con esto mi corazón iba a sanar, pero nada sucedió.
Después de 3 semanas en casa, convirtiéndome de a poco en una máquina devoradora de chocolates y helados, llegó una carta de Hogwarts, preguntándome si quería regresar a cursar el 7º año. Yo respondí de inmediato que sí, y escribí a Harry y a Ron para comentar nuestro regreso a Hogwarts… eso fue un gran error. Harry y Ron no volverían a Hogwarts, les habían ofrecido entrar directamente a la academia de aurores, y ellos ya habían aceptado.
Volvería a Hogwarts… ¡sola!
Tiempo después supe que también me habían invitado a la academia de aurores, pero mi madre escondió la carta. Hizo exactamente lo que yo necesitaba que hiciera. Yo no quería seguir persiguiendo mortífagos. Nunca, jamás se me hubiera pasado por la cabeza dedicar mi vida a eso. No es que fuera una mala carrera, sino que yo ya no podría soportar más atrocidades. Prefiero cuidar mi sanidad mental.
Finalmente no estaba tan sola en Howarts. Ginny también iría a Hogwarts, y estaría en la misma clase que yo. El 6º año anterior se unió con el 7º año de mi generación, o por lo menos con aquellos que no habíamos ido a Hogwarts. Era innegable que no solo era extraño… era tristísimo. Se notaban los rostros faltantes, algunos están muertos, otros simplemente no quisieron regresar. Para mí Hogwarts es mi segundo hogar. No importa que tan malos recuerdos tenga, yo elegí formar nuevas memorias en mi querido Hogwarts, y terminar mi educación mágica por supuesto.
Ir a Hogwarts no me pareció nada de malo, de hecho podríamos escoger con quién compartiríamos habitación, y tener un cuarto inter-casas. Ginny, Luna y yo, nos tomamos un cuarto en la torre de Gryffindor solo para nosotras.
Pobres, las hice sufrir bastante… especialmente la primera semana. Cada vez que las chicas apagaban la luz, yo no podía evitar gritar. Fui donde Madame Pomfrey, y me dijo que debía ser algún tipo de maldición, pero que ella no la conocía. Fui también donde la profesora Mc Gonagall, pero tampoco supo decirme qué me sucedía.
Posiblemente en el mundo mágico eso se veía como una maldición extraña, pero en el mundo muggle eso tiene un nombre: fobia.
Nunca supe cómo o cuando comenzó. Es algo totalmente irracional e incontrolable. Por lo menos en casa de mis padres, me levantaba bien entrada la mañana, y al ir a dormir mi madre se quedaba junto a mí hasta que me dormía, con la luz encendida. Solo sé que la fobia me afecta, y mucho. Gracias a Merlin soy bruja…. Si estoy muy mal, un lumos lo suficientemente potente puede ayudar. También he adquirido la costumbre de llevar conmigo un frasquito con fuego blanco por cualquier eventualidad.
Luego de la segunda semana, cuando mi frasquito se hizo mi objeto preferido en el mundo, comenzó el verdadero calvario de las chicas… Mi nombre, de "Herms", cambió a "sí profesora Granger". Tenía los deberes de las chicas siempre al día, sus calificaciones se elevaron por las nubes, y casi tuve que disputar el primer lugar con Luna, pero por supuesto lo obtuve yo, la señora modestia, como me llamo para mis adentros en broma.
La niñas son bastante inteligentes, lo que les hacía falta era disciplina, y hay que tener agallas para tener mi disciplina.
No me arrepiento del año en Hogwarts, fue divertido, especialmente cuando las niñas descubrieron que al estudiar todo a tiempo, se podían dar el lujo de hacer muchas otras cosas, como investigar sobre la materia que más les gustaba, o comer ranas de chocolate hasta bien entrada la noche.
Las chicas también se convirtieron en mis confidentes. Ginny prometió que le daría su merecido a Ron en navidad, y cuando volvimos de las vacaciones me mostró una hermosa fotografía de Ron con un ojo hinchado y morado, del tamaño de una manzana. A su lado, Harry con una mano bien marcada en su cara. Ginny estaba indignada con Ron, yo me había hecho muchas ilusiones con él, pero nunca se hicieron realidad. Y bueno, Harry… es de alguna forma, aún, mi mejor amigo. En algún momento perdimos el contacto. Cuando fui a Australia no tenía muchas formas de comunicarme con ellos, y al volver a Inglaterra les escribía casi a diario. Pronto la realidad fue tan rutinaria que no valía tanto la pena escribirnos. Pero la diferencia entre ir a Hogwarts y la academia nos separó bastante. A veces los chicos no podían escribir en semanas, pues estaban en quizá qué extraño entrenamiento en el que no podían escribir a nadie. Yo sé que si nos reunimos sería todo casi igual que antes. Casi. Aunque sé aparecerme, preferí no ir a la madriguera en navidad. Creo que estaba sentida. O abandonada. Esa palabra expresa mejor lo que siento.
Conseguí el premio anual al final del año. No fue que luchara por obtenerlo, simplemente lo gané gracias a mi obsesión natural con los estudios.
Y llegó el momento de decidir mi camino. La verdad es que estaba muy confundida. Mejor dicho, aún estoy muy confundida. Al salir de clases busqué ayuda con medimagos para hallar una cura a mi fobia, pero no existe nada en el mundo mágico que las cure. Fui con psiquiatras, y me recetaron mil medicamentos, terapias de shock, y no tan de shock. Nada funcionó.
Un medimago me contactó con Robert Stevenson. Él es medimago, y doctor muggle: su especialidad es psiquiatría. Pensé que sería mi solución. Quizás no me entregó "la solución" que yo esperaba, pero sí me abrió una puerta inesperada.
Comenzamos a conversar sobre mi relación con mis padres. Extrañamente me recomendó poco a poco alejarlos de mí. No es que no los ame, o que me lleve mal con ellos, sino que tenemos una relación de mutua dependencia, nuestra relación no es sana. Estamos tan unidos, que no he sido capaz de no depender de ellos, no en un nivel práctico, pero sí en un nivel muy íntimo, muy emocional. Cuando estoy lejos de ellos, la fobia se muestra especialmente más fuerte. No importa cuantos medicamentos tome.
Decidí que debo depender emocionalmente solo de mí misma. ¿Cómo lo iba a hacer? No lo sé, aún. El doctor me dio una opción: irme de Inglaterra. Él viajo a un país muy lejano a aprender medicina, cuando era joven. El país se llama Chile. Me mostró el mapa: está al sur de America del sur, largo y delgado. Me comentó que allí hay una pequeña colonia de magos de Inglaterra, varios de ellos huyeron del Innombrable en la época de la primera orden del Fénix, mucho antes de que naciera Harry. Voldemort los iba a maldecir con el imperius, ellos prefirieron huir lo más lejos posible. Y terminaron por quedarse allí, un país pequeño y tranquilo, donde nadie sabe nada de magia. Me comentó que allá hay que vivir al modo muggle, y eso no me incomoda. Me propuso viajar, para pensar, y quién sabe: hacer un nuevo futuro. También me dijo que recientemente otro mago de mi edad había viajado a Chile, y que la colonia inglesa lo había recibido muy bien.
Lo conversé con mis padres, con Ginny y Luna, incluso con Harry y Ron. Tengo la necesidad de encontrarme conmigo misma, vivir una experiencia nueva, tener otra mirada del mundo.
Y me decidí… ya estoy en viaje a Chile.
El ministerio de la magia me está ayudando en parte, me ayudaron a pagar el pasaje de avión, y estoy recibiendo un poco de dinero mensualmente. Ellos quieren "indemnizar" a los "héroes de guerra". En mi caso, lo tomo solo porque estoy un poco… harto loca. Pronto trabajaré en algo en Chile, y no recibiré más ese dinero. En el caso de Harry y Ron, ellos están becados en la academia de aurores. De todas formas, soy la más barata de los tres.
El viaje en avión aún no termina, y me estoy poniendo un poco ansiosa. No sé lo que me espera en ese pequeño país, solo sé que tengo que encontrarme con los Morris. Ellos me esperarán con un letrero en el aeropuerto. Tampoco supe quién era la persona de mi edad que había viajado a Chile. Cuando llegue lo sabré.
