CORAZÓN ECLIPSADO

Capitulo I

Se dejó caer en el mullido sillón blanco lo más delicadamente que pudo… Estaba realmente exhausta, la sesión de ejercicios había resultado agotadora, pero sin embargo mucho más llevadera, lo que le permitía sentirse satisfecha…

Ya no más Sango!... – suplicó soltando un sobreactuado suspiro

Oh Vamos Kagome!, aún nos faltan 10 minutos de ejercicios… – la regañó mirándola desde lo alto con las manos en las caderas en actitud molesta – Así es que deja esa rabieta de niña chiquita… y a trabajar!

A veces puedes llegar a ser una mujer muy cruel Sango… - murmuró con resignación haciendo un esfuerzo para ponerse de pie… mirándola con molestia fingida, a lo que la otra respondió mostrándole una graciosa mueca.

Muy buenos días mis hermosas señoritas! – saludó el guapo hombre de ojos azules que entró de pronto en la habitación – ¿Qué tal va el trabajo de hoy? – preguntó dirigiéndole una cálida sonrisa a la joven de cabello azabache.

Buenos días Kouga – saludó la joven devolviéndole la sonrisa.

Kouga! Llegas en el momento justo. Kagome está en otra de sus rabietas - la acusó Sango indicándola con el dedo

No es cierto, simplemente he dicho que estoy cansada – se defendió dirigiéndose al joven en busca de apoyo

Aaah No esta vez Kagome!. No lo intentes convencer con tu cara de niña mimada – le advirtió – Y tu Kouga no deberías dejarte convencer tan rápido por esta caprichosa

¿¡¡Caprichosa!!? – preguntó la joven con incredulidad.

Basta! Dejen de discutir ustedes dos! – las reprendió con mirada severa – Sango, no te enfades, ya deberías estar prevenida de su carácter… Y tú, Kagome, te he dicho muchas veces que debes seguir al pie de la letra las instrucciones que te da Sango.

Jejeje… - sonrió Sango tras el joven, haciendo una señal de victoria y sacándole la lengua burlonamente, a lo que la otra respondió con una mirada mortal.

Rayos! – mascullo Kagome haciendo una mueca infantil, provocando la risa de los demás.

Pues de todas formas saliste ganando, hemos estado discutiendo todo el rato que deberías de haber estado trabajando, pero en la siguiente sesión ya veras… - la amenazó, mientras se sentaba a su lado en el sillón.

Esta bien, prometo que me esforzaré el doble, la próxima vez.

Lo se – dijo Sango sonriéndole con dulzura.

Pues como ya esta todo solucionado, ahora es mi turno, en la siguiente hora serás toda mía Kagome Higurashi – anunció Kouga con una mirada maliciosa.

Bien pues como veo que salgo sobrando, los dejo – dijo poniéndose de pie – Kagome, ¿te parece que nos regresemos juntas?

Si, muchas gracias

Bien, paso por ti en una hora y media. Nos vemos Kouga. – se despidió saliendo de la habitación.

Adiós Sango – contestó y cuando ésta salió, puso su atención en la joven azabache – Muy bien, vamos a un lugar más privado y… desnúdate para mí – ordeno con seriedad, cambiando rápidamente su expresión a una pícara guiñándole un ojo, haciendo que Kagome soltara una risa divertida.

Entraron por una puerta que estaba al costado de la habitación, y pasaron a un cuarto más pequeño, Kagome se dirigió tras un biombo y obedeciendo la orden del joven, procedió a desnudarse. Una vez que se puso la bata verde sobre su desnudez, volvió con Kouga quien se encontraba concentrado en la lectura de unos expedientes, sonrió tiernamente al verla dejando de lado los papeles e indicándole que se recostara. Se acercó a la joven y lentamente comenzó a subir la bata verde. Kagome tragó en seco con nerviosismo, a la expectativa de los movimientos del joven hombre.

La bata quedó arrollada en su cintura dejando completamente expuesta sus caderas y su ropa interior. Kouga frunció el ceño con seriedad concentrándose completamente en su paciente.

No pongas esa cara – le reprendió la joven – Sabes que cuando te me quedas viendo así me pones más nerviosa.

Lo siento pequeña – se disculpó con una ligera sonrisa – Pero sabes que ésta es mi manera de concentrarme.

Presionó gentilmente el brazo y la pierna de la joven haciendo que cambiara un poco su posición, dejándola de costado. Su vista se dirigió al costado de la cadera femenina, donde miró y palpó cuidadosamente la enorme cicatriz que se extendía desde su cintura casi hasta el muslo, acompañada de varias otras más pequeñas y menos visibles. La regresó a la posición inicial y luego tomo un sobre que estaba en su escritorio, sacando una radiografía que estudió a contraluz.

Kagome estaba pendiente de sus movimientos y en especial de los cambios en su expresión, lo que en realidad no le servia de nada, ya que cuando se concentraba en su trabajo, los pensamientos de Kouga eran imposibles de leer sólo con ver su rostro.

Dejó de lado la radiografía y volvió su atención a la joven tomó su pierna y realizó algunos movimientos lenta y suavemente, luego de algunos minutos de examinarla exhaustivamente aparentemente satisfecho con su revisión se dirigió ella.

Muy bien Kagome, puedes vestirte – indicó volviendo nuevamente su atención a otras radiografías que se encontraban en el mismo sobre. Kagome lo miró con nerviosismo, pero no dudó en obedecer despareciendo nuevamente tras el biombo.

¿Y… y bien? – preguntó con inseguridad luego que volviera apropiadamente vestida. Kouga dejó de lado los exámenes mirándola con detenimiento.

La rehabilitación ha resultado muy exitosa – anunció con un sonrisa viendo con satisfacción como esas palabras iluminaban los ojos de su paciente. Debía memorizar esa linda expresión ya que esa muchacha muy pocas veces exteriorizaba un poco de alegría, se acercó a donde estaba sentada.

Gracias Kouga – susurró con emoción – No sabes cuánto agradezco que aparecieras en… esos momentos. Gracias a ti y a Sango he logrado sobrellevar todo esto…

Te he dicho muchas veces que no tienes que agradecerlo – respondió inclinándose hacia ella, acariciando tiernamente la pálida mejilla – Kagome, sabes que no soy simplemente tu médico, soy tu amigo, desde que comenzamos esta difícil etapa en tu vida te has convertido en una parte muy importante de la mía… Lo único que deseo de ti es ver tu rostro iluminado por la felicidad… - se arrepintió de sus palabras al verla apretar sus labios con molestia, pero no dijo nada. Se alejó unos pasos adoptando nuevamente su papel de médico.

Sin embargo, no debes descuidar tus sesiones de fisioterapia, a pesar de que tu cadera ha sanado estupendamente, y que en apariencia has recuperado tu normal flexibilidad, aún queda un poco para estar completamente seguro de otorgarte el alta médica.

Lo entiendo, pero me puedes decir ¿cuántas sesiones más serán suficientes?

Es difícil de determinar. Tu evolución fue bastante lenta, ya que hemos tenido que recurrir a muchas operaciones posteriores para reconstruir los huesos de tu cadera y fémur. En apariencia los hierros que te implantamos están perfectamente acoplados a tus huesos, lo que me da seguridad de que el tiempo de rehabilitación que nos queda es muy corto.

Pero ya no hay posibilidad de que tenga que ser nuevamente operada ¿no es cierto? – preguntó casi en un susurro, bajando la mirada, pero al escuchar el suspiro del joven médico fijo nuevamente su vista en su rostro.

Sabes bien que eso no puedo asegurártelo – contestó con suavidad, sabiendo el desagrado que la joven había adquirido por las operaciones – Además tu cojera persiste, aunque ya casi es prácticamente imperceptible, pero no es bueno que fuerces tu postura aún Kagome, los dolores debido al cansancio que eso provoca aún son demasiado intensos, no quiero que haya un retroceso como consecuencia de ese sobre esfuerzo.

Eso también lo entiendo… pero bien sabes que me esforzaré al máximo no importa cómo… - indicó con voz decidida – No puede quedar un solo rastro en mis movimientos que evidencien lo que ocurrió… - añadió mirándolo con intensidad, entrecerrando sus orbes cafés. Kouga apretó ligeramente los labios soltando un suspiro.

Kagome, no puedes estar esforzándote en tu recuperación de una manera tan valerosa y decidida, por motivos tan absurdos. Eres joven, e increíblemente hermosa, aún tienes muchas cosas buenas que vivir. Tienes una segunda oportunidad, luego de ese accidente que casi te cuesta la vida…

Ya no tengo cosas buenas que buscar en esta vida Kouga – interrumpió con severidad, expresando a través de su mirada cosas que hacían que el joven sintiera un escalofrío recorrer su espina.

Pero Kagome… - guardó silencio al verla ponerse de pie repentinamente para luego dirigirse a la ventana.

No hace falta que lo repitas – dijo, dándole aún la espalda – Lo has dicho incansables veces, con el mismo resultado. Además nunca te he pedido que lo entiendas, cada cual tiene sus propios motivos para luchar. Y los míos han sido lo suficientemente poderosos para lograr superar el infierno en el que he vivido por tres años… - lentamente se giró hacia el joven, dejando ver una expresión hasta ahora desconocida por él, la cual le provocó un escalofrío – Lo único que tengo interés de ver las caras de los que me llevaron a padecer esta pesadilla… hundirlos en mi mismo infierno… humillar, lastimar como ellos lo hicieron… vengarme Kouga… no se cuando ni como, pero eso es lo único que quiero – anunció …

Un golpe suave en la puerta lo libró de una nueva discusión con su terca paciente, hizo pasar a quien fuera, mientras Kagome volvía a fijar la vista por la ventana.

Buenas tardes, Doctor – saludo un regordeta enfermera de cara dulzona – Su siguiente paciente le espera en la consulta.

Gracias Yuko, voy enseguida – señalo, mirando a luego hacia la joven – Kagome, conversaremos de esto luego. Nos vemos – se despidió moviendo la cabeza lado a lado, ya que la chica había quedado en aquel común estado de mutismo.

Kagome miró de reojo hacia la puerta una vez que el médico se había ido. "Se que no estas de acuerdo en mi modo de pensar Kouga, pero tampoco espero que alguien lo entienda, y mucho menos espero la aprobación de nadie… Pero mi mundo ahora es demasiado oscuro… ellos me quitaron mi luz y en esto me convirtieron… Quiero verlos sufrir los mismos momentos de angustia y dolor que yo he padecido por tres años… ¿Porqué tengo que ser la única que sufra, mientras ellos disfrutan sus malditas vidas?… Tengo todo el derecho de pagarles con la misma moneda, yo también puedo envenenar sus existencias…".

¿Kagome? – la llamó una voz infantil, trayéndola bruscamente al presente.

Hola Shippo – saludó mirando con ternura al pequeño que se encontraba junto a ella.

¿Estás bien?, te llamé pero no parecías escucharme

Estoy bien – contestó forzándose a sonreír alegremente – ¿Pero qué haces tú por aquí?, ¿será que te escapaste nuevamente de la enfermera que te da tus medicamentos? - preguntó la joven mirándolo con severidad.

Es… que… yo – balbuceó el pequeño

Shippo, sabes que no debes saltarte los horarios de tus medicinas. A este paso nunca vas a recuperarte

Pero Kagome, esas medicinas saben horrible!! – chilló el pequeño

Ya lo se. Recuerda que también yo he debido tomar muchas medicinas, y todas ellas sabían igual de mal – dijo haciendo una graciosa mueca de desagrado, que causó carcajadas en el niño – Pero medicina es medicina, y sin ellas no podremos salir de este hospital. Así es que vamos ya jovencito – ordenó tomándolo de la mano para llevarlo al pasillo, en dirección a la unidad infantil donde estaba hospitalizado el pequeño. Se sorprendió un poco de la docilidad que con que actuaba el niño cuando ella intervenía en algunas de sus travesuras o rabietas.

Shippo había llegado al hospital en un estado lamentable, al parecer su padre había muerto en un extraño incidente, dejando al pequeño en el absoluto desamparo. El pequeño logró sobrevivir solo por algún tiempo, sin embargo era demasiado pequeño para poder valerse por sí mismo, tenía un severo estado de desnutrición, lo que agravó un simple resfrío a una pulmonía, además de una peligrosa insuficiencia cardiaca, que lo obliga a consumir diariamente sus medicamentos.

Al parecer no tenía otros familiares que pudieran hacerse cargo de él, quizás si existieran, pero hacerse cargo de un niño enfermo no era para mucho una grata opción.

Kagome se encariñó con él desde el instante en que apareció corriendo hacia el cuarto donde se encontraba en su terapia, huyendo de la enfermera de las medicinas. Se ocultaba tras ella rogándole que lo ocultara de esa "horrible mujer". Frecuentemente acudía a verle en su habitación, sobre todo en las horas que le tocaba medicina, cosa que la enfermera agradecía fervientemente, esto ya que el pequeño no ponía objeciones cuando se trataba de Kagome.

Kagome, Shippo… Hola! – saludó Sango acercándose a ellos – ¿Problemas de medicina nuevamente? – preguntó por lo bajo.

Si – contesto la otra con resignación.

Señorita Kagome, muchas gracias por traerlo – dijo la enfermera al verlos entrar en la habitación – Shippo, sabes que no debes saltarte tus medicinas, por favor no me hagas esto… - suplico, mientras se las administraba.

Muy bien jovencito, ya que el problema esta resuelto, debemos irnos – indicó Kagome sintiendo una gran tristeza ante la mirada angustiada del niño.

No Kagome, ¿no puedes quedarte conmigo un poco más? – suplico

Sabes que me gustaría mucho, pero debo recoger unos papeles en la Facultad y Sango me espera para acompañarme – prometo que vendré a verte muy pronto – Y traeré algo rico, pero será nuestro secreto como siempre ok? – susurró a su oído.

Siiii!!! – gritó el niño abrazándola y dándole un sonoro y húmedo beso en la mejilla – Te quiero mucho Kagome.

También yo te quiero mucho – dijo suavemente depositando un beso en la pequeña frente – Nos vemos luego… pórtate bien…

Lo prometo – acepto con solemnidad. Causando las risas de las mujeres.

Por la noche se encontraban los tres sentados en la mesa compartiendo una exquisita cena que Sango había preparado en honor de su amiga. Era una ocasión especial, Kagome finalmente había concluido con todos los trámites para obtener al fin un título universitario. Estaba muy orgullosa de ella, y del esfuerzo que realizó a pesar de sus circunstancias.

Muy bien, propongo un brindis por el término de la etapa escolar en la vida de Kagome, bueno, oficialmente al menos – dijo Kouga con la copa en alto señalando el diploma que colgaba en la pared.

Ingeniera en Administración de Empresas, Mención en Finanzas y Marketing… Suena bien!!! – acotó Sango chocando su copa con la de los demás.

Muchas gracias – dijo Kagome mirando al uno y al otro – Sin ustedes no hubiera logrado nada.

No vuelvas a agradecerlo Kagome – la regaño Kouga con cariño – Te he dicho que para eso somos los amigos.

Lo sé – aceptó sonriendo, sintiéndose absolutamente agradecida por tenerlos, sabiendo bien que sin ellos, estaría aún tirada en una cama de hospital, o quizás muerta.

¿Y bien?, ahora que eres toda una ingeniera. ¿Cómo piensas poner en práctica esas increíbles calificaciones? – preguntó Sango

¿En práctica? – preguntó sorprendida, cambiando rápidamente su expresión a una entristecida – Pues, tenía muchos planes para ello.

El coche corría a toda velocidad por la carretera mojada, el viento y la lluvia golpeaban furiosamente en el parabrisas dificultando la visibilidad, los neumáticos emitían agudos chillidos al girar en las curvas con una temeridad que rayaba en la locura…

Maldita!, como pudiste! – susurraba entre la rabia y la angustia – Soy una estúpida… una imbécil por creer en ti… Te odio… te odio!! – gritaba cada vez más descontrolada – Vas a pagar por esto, todos pagarán por esto!! – repentinamente un relámpago iluminó intensamente frente a ella, junto cuando intentaba mantener el control de coche antes de una aguda curva… su mente quedó en blanco, escuchó un sonido ensordecedor, un dolor que le arrancaba la vida y luego… todo se oscureció…

Noooooo!!! – gritó desesperada, irguiéndose bruscamente de la cama, su cuerpo bañado en sudor, temblaba de una forma descontrolada – Una pesadilla – susurró llevándose una mano a la frente. "¿Por qué?, hace mucho tiempo no tenia esta pesadilla…". Se levantó lentamente de la cama y caminó al tocador encendiendo una pequeña lámpara. Miró detenidamente y por largo rato su rostro en el espejo, no tenia expresión alguna. – Quien lo diría. Al parecer ya estoy acostumbrada a ver este rostro – se dijo irónicamente con un dejo de amargura – "Cara de Poker" – murmuró, soltando una fría risilla que poco a poco se convirtió en una risa histérica.

Terminó de abotonar su blusa verde, pensando en meterla dentro del ajustado jeans, finalmente opto por dejarla fuera. Cepilló su largo y ondulado cabello negro, casi llegaba poco más arriba de la cintura. Sango solía frecuentemente intentar convencerla de hacerse un corte a la moda, pero ella siempre se rehusaba, le acomodaba más dejarlo largo, además así le gustaba, dejó el cepillo sobre la cómoda al escuchar el timbre y se dirigió a la entrada del departamento. Era bastante pequeño, suficiente para ella sola, un cuarto con baño, una cocina pequeña y un living donde difícilmente cabían un par de sillones y una mesita que hacia el papel de comedor con un par de sillas, jamás necesito más que eso, a decir verdad no le interesó.

Abrió la puerta encontrándose con una caja transparente que contenía algunos pastelillos.

Buenos días!! – saludó Sango alegremente entrando en el departamento

Buenos días – contestó devolviéndole una amable sonrisa

Espero que aún no hayas desayunado, venia para acá y no pude evitar esta tentación – dijo indicando la caja – Así que opté por tentarte a ti también. ¿Me invitas un café?

Claro – contesto sonriendo caminando hacia la cocina para preparar el desayuno.

Mmmh… delicioso!! – suspiró Sango luego de comer tres rebanadas de su pastel – Es un pecado de gula, ya lo se y me arrepiento de las calorías, pero ya veré como hago para hacer un par de horas extras de ejercicios. Es por eso que te envío Kagome, comes tanto como yo y no engordas ni un gramo – suspiró apoyando su cabeza en la mano mirando a su amiga disfrutar del último bocado.

Pues te recuerdo que tu me haces hacer el suficiente ejercicio Sango – reprocho – Así que no tienes nada que envidiarme.

Hablando de eso, que fue lo que te dijo Kouga

Bueno, que ya estoy prácticamente recuperada, con algunas sesiones más ya debería tener plena seguridad en la resistencia de mi cadera, pero que aún así no debo abusar.

Aja!. Me alego mucho Kagome.

Se conocieron un mes después que fue trasladada al Hospital de Kyoto, extrañamente fue una de las pocas personas que logró conectarse plenamente con aquella retraída paciente. Nunca se intimido ante la frío trato que Kagome le daba al comienzo, y aún sin ser su fisioterapeuta inició una cercana amistad con ella. Seguramente por esa cercanía que había logrado con Kagome, es que Kouga optó por derivarla a su cuidado en su larga y difícil recuperación física, fue un apoyo constante. Sin embargo nunca necesito de grandes discursos para incentivar el esfuerzo de la joven, más bien, siempre le extrañó la férrea determinación que poseía la chica en su recuperación, sin que fuera necesaria la intervención de un psicólogo y psiquiatra, como ocurría frecuentemente en ese tipo de recuperación. Estaba segura que algo muy poderoso la motivaba, pero cuando intentaba averiguarlo, chocaba contra una fría pared que la distanciaba de Kagome, por ello opto por no presionarla, quizás con el tiempo le tuviera la suficiente confianza, y le mostrara aquellos sentimientos tan profundos que guardaba, aún cuando en pocas ocasiones creyó verlos brillar en el fondo de sus ojos color chocolate, cuando el intenso dolor y el cansancio que la invadían harían flaquear al más rudo, Kagome aún más duro luchaba, estaba segura que eran esos sentimientos los que la motivaban y eso la asustaba, ya que en sus ojos sólo se reflejaba un intenso brillo de amargura y rencor…

¿Quieres más café? – preguntó Kagome, sacándola de sus pensamientos.

Sí, por favor – aceptó. La chica se dirigía a la cocina cuando se escuchó el timbre de entrada

Sango, ¿puedes abrir por favor? – pidió Kagome desde la cocina

Claro, no te preocupes – contestó, al abrir se encontró con un joven mensajero

Buenos días – saludó el joven – ¿La señorita Kagome Higurashi?

Sí aquí es, viene enseguida

¿Quién es Sango? – preguntó antes de ver al joven

La señorita Higurashi?

Sí, soy yo. ¿Qué desea? – preguntó extrañada

Le traigo este sobre – respondió sacándolo de un maletín – ¿Puede firmar aquí? – pidió – Aquí tiene. – dijo entregando el sobre y despidiéndose.

Kagome abrió el sobre ante la atenta mirada de su amiga. Leyó el contenido cada vez más horrorizada palideció mortalmente y la respiración pareció detenérsele de pronto.

No… no puede… ser – susurró angustiada ante la preocupada mirada de Sango

¿Qué ocurre Kagome? – preguntó, sosteniéndola pensando que en cualquier momento podría caer.

Ella... está… muerta… - balbuceó mirándola cada vez más afectada conforme la noticia que leyó se procesaba en su cabeza – Mi abuela… mi abuela Kaede… está… muerta… - finalizó en un susurro cayendo de rodillas, Sango logró sujetarla evitando que el impacto sea muy brusco. No dijo nada, simplemente abrazó a la joven que comenzó a llorar como nunca lo viera… Jamás la había visto llorar, en todo ese tiempo, bajo esas crueles circunstancias en que la había conocido, nunca había visto una sola lágrimas en los ojos de Kagome.

Hacía demasiado tiempo que Kagome se había quedado mirando por la ventana con la carta arrugada en su mano, sin hablar y sin volver a llorar, sencillamente se desvaneció fuera de aquella habitación, su mirada pareció perderse en la nada…

La preocupación la hizo llamar en busca de apoyo, el que llegó unos minutos más tarde. Abrió la puerta apresurada cuando el timbre sonó, mientras Kagome ni siquiera pareció notarlo.

¿Qué ha ocurrido? – preguntó Kouga entrando rápidamente

Recibió una notificación de la muerte de su abuela. Lloró por un rato y luego se dirigió a la ventana y se quedó ahí desde entonces, no parece escucharme, me tiene muy preocupada – explicó Sango, acompañando al joven médico, quien se dirigió velozmente hacia la joven.

Kagome… - la llamo apoyando sutilmente su mano en el hombro de la joven temiendo asustarla – Kagome – repitió un poco más fuerte al no recibir respuesta. Kagome se alejó y lentamente le volteó a verlos.

Ha llegado la hora – anunció con inexpresiva seriedad – Mi abuela me ha señalado el camino…

De que… hablas Kagome – preguntó Sango temerosa de su mirada, aquella mirada.

Hablo de cobrar una deuda – soltó de pronto ante la sorpresa de sus amigos – Del único objetivo que me ha obligado a seguir con vida. A luchar lo que he luchado... Ver las caras de aquellos que me destruyeron y devolverles el favor… - concluyó sonriendo maliciosamente.