El centro comercial estaba vacío. Había tres personas contadas, parecía mentira. Vale que no era de los más famosos en la ciudad pero, tan poca gente no era normal.
Los escaparates se veían relucientes, al igual que el suelo. Se notaba que era temprano por la mañana y no había pasado mucha gente aun. Las tiendas lucían su más nueva mercancía pues era martes, día de entrada.
Si se pensaba, un martes, día laboral, temprano por la mañana, no era tan extraño que hubiera poca gente. De hecho, ella, Lee Choon Hee, tampoco frecuentaba centros comerciales tan temprano normalmente.
Este había sido un día realmente especial pues, generalmente, a esa hora, estaba trabajando. Claro que cuando al jefe se le antojaba un café… había que darle el gusto. Al parecer no había podido desayunar esa mañana y la máquina de la empresa estaba rota. De ahí el por qué de que ahora estuviese en el centro comercial.
- Un café solo para llevar, por favor – pidió al dependiente
- ¿Solo?
Asintió.
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¿En qué momento se le ocurrió hacerle caso a GD?
Flash back:
- Tabi! Tabi! – había irrumpido el supuesto líder en su habitación – Wao! Deberías ordenar esto…
No mentía. Hacía semanas que no encontraba nada entre tanto desorden. Ni si quiera su propio móvil. Comenzaba a ponerse grave la situación de su sala.
- ¿Qué quieres? – no se sentía inspirado para dar excusas.
GD observó unos instantes a su compañero. Sentado en el sofá se entretenía leyendo un cómic mientras escuchaba música. Pensó que en una situación normal, alguien de su edad pasaría la mayor parte del tiempo en el ordenador. No es que no lo hicieran pero, TOP entre los BB tenía muchos y diversos hobbies que atender cuando disponía de tiempo. Entre ellos el manga.
- Hoy no hemos hecho nada… - comenzó GD. Muestra evidente de que había planeado algo. TOP, interesado, levantó la cabeza y clavó la mirada en su amigo sabiendo ya cómo terminaría la frase - …mañana no haremos nada…
Unos segundos de silencio en los que no hacían falta palabras para entender nada llenaron el gran dormitorio.
- ¡Vístete! 15 minutos, donde siempre.
Fin del Flash Back.
Casi 12 horas después, ambos junto a DaeSung, sentados en una cafetería cualquiera mataban el tiempo con temas tan lejanos a ellos como la rutina. Ninguno se hacía la idea de trabajar 5 días a la semana en una oficina organizando papeles. Les era una idea tan… fea… tan irreal y aburrida.
Habían pasado la noche entera de garito en garito, bebiendo y conociendo gente. Tenían amigos con los que quedar si querían salir pero había noches especiales. Noches en las que eras uno más hasta que te interesaba. Y se podía decir que, aquella noche, a Choi Seung Hyun le había interesado ser TOP con cierta persona.
Poder hacer uso de TOP era un capricho del que el joven rapero coreano le encantaba. ¿Cuántas noches buenas habría pasado gracias a su apodo? No las podía contar.
Claro que, una buena fiesta siempre iba seguida de una buena resaca y parecía que esta no quería esperar a que se acostara a dormir. Ya le comenzaba a doler la cabeza. "Con suerte" pensó "mañana no me acuerdo"
- Deberíamos irnos… - propuso mientras se ponía las gafas de sol para que no le doliese tanto la luz – Empieza a llegar gente…
GD asintió. Si alguien los reconocía se verían en problemas pues provocaría una "reacción dominó" como ellos decían.
- Ha sido una buena noche – se sonrió DaeSung
- Sobretodo para ti, ¿no? – rió GD haciendo honores a su inagotable energía - ¡Que aun no sabemos dónde te metiste de 3 a 7 de la mañana Don Juan!
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- El café – le dio el dependiente.
- Muchas gracias
Pagó al dependiente y se dispuso a volver al trabajo. No quería tardar más de la cuenta. No debía. Claro que no siempre se consigue lo que se quiere pues, casi sin darse cuenta, chocó y calló.
- Oojh! – escuchó mientras caía
Milagrosamente, el café no sufrió percances, y eso que era muy patosa. Calló, nunca mejor dicho, de culo, y, con ella, una caja de tabaco medio vacía y una cartera negra.
- Lo siento – se disculpó una profunda voz
Choon Hee, tras dejar con cuidado el café en el suelo, pues continuaba con los brazos en alto para que no se derramase, se agarró la sien. La caída no había sido muy aparatosa pero había dado una vuelta que la había descolocado totalmente. Solo el suelo le daba la certeza de lugar. Ahora, dónde estaba la barra y dónde las mesas, eso era todo un misterio.
- ¿Estás bien? – le preguntó otra voz más aguda, aunque masculina
Cuando levantó la vista se encontró con un chaval de, más o menos, su edad, 20 años, de cuclillas. Realmente le sonaba su cara. Tenía el pelo castaño rojizo y largo recogido en una coleta baja. Llevaba un gorro negro que le quedaba evidentemente grande, aunque no mal, un suéter del mismo color que le marcaba muchísimo sus delgados pero fuertes hombros y unos pantalones de un rojo vivo que, sin duda, y, aunque desde donde ella se encontraba no se veía, dejaban al descubierto gran parte de sus gallumbos.
- ¡Ha sido una buena vuelta! Suerte que no se te ha derramado el café. Si no Hyung tendría que comprarte otro – su voz sonaba divertida –. Eres un maleducado Tabi – reprendió a su compañero -. ¿No la ayudas a levantarse?
Recogió el paquete de tabaco y la cartera y se la pasó al culpable de la caída. Este no se molestó en hacer lo que su compañero le había dicho sino que se limitó a coger las cosas que le daba.
- Te ayudo yo – se ofreció el chico de los pantalones rojos -. Está de resaca, no le culpes – disculpó a su amigo.
Una vez en situación, de pie y con el café en mano se dispuso a conocer al resacoso o, al menos, a verlo, pues no parecía estar muy comunicativo.
Realmente se sorprendió al ver a la grandísimo diferencia entre ambos, inclusive, entre los tres jóvenes que la rodeaban pues había otro chico. El culpable de su caída era un chico algo más alto que el de los pantalones rojos. Llevaba unos vaqueros negros pitillos, unas converse del mismo color y un suéter azul con unas letras negras con el que se le marcaban los hombros. El pelo lo llevaba medio largo aunque tenía puesto un gorro negro que solo le dejaban ver el final de este. Se lo veía sencillo pero, al mismo tiempo, complicado.
Esta última característica era quizás culpa de las gafas de sol que no dejaban verle los ojos. Choon Hee sintió como que conocía a alguien sin conocerlo.
- Todo arreglado ya – sonrió el de los pantalones rojos -. ¡Hasta otra!
Choon Hee asintió con la cabeza como muestra de agradecimiento mientras sus nuevos conocidos se iban. Se dio cuenta que en el suelo había un cigarrillo y rápidamente lo cogió con la intención de devolvérselo al dueño, aunque, una vez lo tubo en la mano se dio cuenta que, del suelo, no lo iba a usar. Así que, con el cigarro en la mano, observó como marchaban.
Después de la caída y a las horas de la mañana que eran poco pudo concluir de aquel fatídico encuentro, pero algo si le había quedado muy claro: esas ropas no eran de simples personas en la rutina de las mañanas.
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