Patatas. Tenían que ser patatas.

Ya lo dije, ¿no? Los Tres Grandes, me tienen tentada. Dejaré esto para el fandom y aunque quizá debería de esperarme un poquito más, tengo unas cuantas ideas en la cabeza que no puedo reprimir. Iré soltándolas de a poco, por ahora, les dejo esto.

¡Disfruten!

Disclaimer: Boku no Hero Academia no me pertenece.


Tres tristes tigres

Colección de historias cortas.

Por Blue-Salamon.


I. Nervios y patatas.


Para el momento aquel en el que tienen una presentación, Amajiki siente sus tripas teniendo una revolución, Hadō es incapaz de mantenerse quieta y a Togata la cabeza le explota en miles de propuestas sobre lo primero que irá a decir.

Lo cierto es que tanto Mirio como Hadō hacen de ello su manera de concentrarse y es así como demuestran su entusiasmo y el orgullo que sienten por estar de nueva cuenta frente a una multitud. Amajiki, por su parte, está a punto de vomitar en la anticipación que le produce el estrés y la ansiedad. O al revés, quizá.

—No va a servir de nada... ¿para qué tengo que ir al frente? ¿es tan necesaria mi humillación pública?

Sus murmullos y balbuceos se escuchan tan cerca como lejos y los dos, Mirio y Hadō, reaccionan interrumpiéndose a sí mismos en sus preparaciones.

—¿Eh? ¿Qué tanto dices gallina? Eres una persona pero no lo entiendo, ¿te estás asustando solito? —Nejire se acerca a observarlo, intentando concentrarse aunque al poco rato ya está mirando cualquier otra cosa dispuesta a su alrededor y haciéndose las miles de preguntas en su cabeza cuando, por fortuna, es Mirio quien toma la palabra.

—Nada qué ver, Tamaki. Nadie quiere tu humillación pública.

—¡Humillación pública! Eso es extraño, ¿por qué piensas en esas cosas gallina?

—Si dejaras de llamarme gallina, para empezar...

—¡Oh! ¡Pero yo no entiendo de verdad la comparación! Además me gusta llamarte así, me suena lindo y mucho más que llamarte "Tentáculos" o "Sr. Pulpo". Gallina es mejor que esos dos.

Mirio sonríe mientras los ve a los dos. Que Tamaki solo guarde silencio es acostumbrado y que Hadō de esa clase de contestaciones también; Nejire la verdad es que no tiene malas intenciones.

—Es un apodo de cariño, entonces —Mirio le da una palmada a Amajiki de aliento y cuando este le devuelve la mirada se da cuenta de que él lo sabe, por lo que sólo sonríe más. Tamaki también había puesto una pequeña sonrisa solo para verlo.

—Ya, pero...

—¿Vas a temerle a nuestros novicios? Son igual que nosotros en nuestro primer año.

Y aunque Hadō parece entretenida en cualquier otra cosa, a Mirio le parece que sigue demasiado bien el hilo pesimista de los pensamientos de Amajiki. Sintiéndose sobrepasado, Mirio no tarda en aportar: —Es cierto, Tamaki. Nosotros ya no somos más novatos. ¡Nos hemos hecho fuertes!

—Eso no quita que nos estarán mirando...

Pero Tamaki es un hueso duro de roer, cuando se trata de su especialidad en ser así de ansioso, con pánico escénico y su avalancha de pensamientos fatalistas.

—¿Y si piensas en otra cosa cuando estén en frente? —Hadō propone.

—¡Ah! Eso no es una mala idea. —Y Mirio está de acuerdo.

Tamaki levanta la mirada y los observa a ambos. Hadō, de nuevo, parece ida en otra parte pero junto con Mirio ellos dos ya sabían lo usual de la distribución de atención de la chica. Y, como fuera, Hadō está sonriéndole así como Mirio, apoyándole.

—¿En qué más podría pensar...? —Cede tantito Amajiki, al menos para sopesar la idea.

Hadō comienza a hacer ruidos con su voz, manteniendo los labios fruncidos antes de volver a indagar. —¿Qué te parecen las patatas?

Tamaki no es el único que parece confuso respecto a la pregunta.

—¿Patatas? —Mirio pregunta. Los dos intercambian una mirada.

—¡Sí! ¿Qué te parece si imaginas que son patatas y no personas a las que les hablas? ¡Así no te pondrás nervioso!

Nuevamente, Hadō los sorprendía con sus curiosas propuestas. ¡A saber de dónde habría salido la idea de pensar en patatas!

Pero Miro no tarda en sonreírle a Tamaki, cuando este de nuevo busca en sus ojos algo que lo dejara más claro.

—Las patatas no te ponen nervioso, ¿o si?

Tamaki se lo pensó un poco más y al final acabó sonriendo también.

—Podría intentarlo...

Murmura para la satisfacción de los otros dos.

Minutos más tarde, y aunque Tamaki de verdad lo intentó...

—Es inútil... Mirio... Hadō...

... Una ola de pánico le dejó la mente por completo en blanco mientras sentía que los humanos con cabeza de patatas lo atravesaban con sus miradas.

—Quiero irme a casa...

De acuerdo, eso no salió como ninguno de ellos lo había, medio, planeado.