Capítulo 1

Tocó el timbre y corrió por el pasillo vacío hacia su clase. Iba a llegar tarde otra vez. Se paró ante la puerta y se puso de puntillas para mirar por la ventanita. Todos sus compañeros se sentaban y la maestra repartía la ficha.

Trató de abrir la puerta, pero el pestillo estaba echado por dentro, así que llamó y esperó pacientemente poniendo su mejor cara de niño bueno.

-Entra, Will –dijo la Srta. Grey dejándole pasar.

-Buenos días, sita –corrió hasta su mesa y se sentó donde siempre, junto a Mike y Ken, sus mejores amigos. Mike era reservado y calladito, o un cielo, según su madre. Ken, en cambio, era bastante bruto y ni siquiera él estaba muy seguro de que raza era, aunque para facilitar todos decían que era indio- ¡Chicos! –saludó.

-Hey, Will –respondieron a la vez sus cuatros compañeros de mesa.

Todos los alumnos estaban agrupados de cinco en cinco por mesas circulares donde compartían los lápices de colores, las tijeras y todas las demás cosas. Aunque varias eran mixtas, en la suya nada más que había chicos. Por él mejor, prefería estar con sus amigos. Era más divertido que estar con las niñas que a veces llegaban a ser taaan aburridas.

-Otra vez tarde, ¿eh, ricitos? Quizás te compre un despertador y haré que te lo tragues. Así sonará en tu barriga.

-Cállate –le espetó armándose de valor. No todo era divertido. También había niños que no eran tan divertidos, como ese: Carl. Menos mal que estaba en el otro extremo de la clase y no se tenían que ver apenas, excepto cuando se levanta a sacar punta, como ahora, y le susurraba algo cruel o le daba un empujón. Ojalá fuese más fuerte que él. Entonces podría defenderse y le dejaría en paz. Pero Will era cobarde y lo único que se atrevía a decir era "Cállate" o "Déjame en paz" y eso siempre que estuviese con uno de sus colegas. Así al menos serían dos y no uno. Aunque si la cosa se ponía muy fea seguro que se quedaría solo. Esperaba no llegar a eso nunca. Le gustaba su nariz.

Pero tan pronto como se fue, se olvidó de todo lo referente a Carl y volvió a su divertido y despreocupado mundo infantil.

-¿Quién vio ayer los "X-Men"?

Todos, por supuesto. Era la serie favorita de todos. Aquel mismo día jugaron a imaginarse que eran uno de ellos y finjan que había un malo muy malvado que quería destruir el colegio. Sólo ellos ponían salvar a todos sus compañeros y profesores con sus superpoderes. Aunque iban rotando los personajes, el favorito de Will era lobezno. Además, se daban un aire.

-¡Corre, Ken, corre! –gritó siguiéndole desde muy cerca- ¡Ya casi le tenemos!

Cruzaban el patio a toda velocidad, persiguiendo a un fantasma que sólo ellos veían. Saltearon arboles, escalones e incluso saltaron por encima de algunos bancos, pero a ella no la vio. Bueno, no es que no la viese, es que según él, se puso en su camino.

Tropezó con tantas fuerzas, que se cayeron ambos de espaldas.

-Quítate de en medio –le dio desagradablemente volviéndose a poner de pie sin fijarse mucho en ella. La chiquilla pelirroja era una de las niñas de su clase, pero la verdad es que nunca habían hablado ni nada. Ella le miraba desde el suelo con unos ojos enormes que empezaban a anegarse de lágrimas.

-L-lo siento –gimoteó y trastabilló para levantarse, pero Will ya se había ido corriendo tras su amigo olvidándose de la niña. Ni siquiera se había preocupado por saber si estaba bien o se había hecho daño. Que jugase a ser superhéroe, no significaba realmente que lo fuera.

-¡Will! ¡Has llegado tarde! ¡Lo cogimos! –gritaron los demás cuando les alcanzó.

¡No! Jo, se lo había perdido. Por la niña tonta esa con la que se había chocado. Seguro que era una compinche malvada y se había interpuesto en su camino queriendo para que no pudiese llegar.

Entonces llegó otro enemigo y volvieron a correr hasta que la sirena tocó y tuvieron que volver a clase con casi la misma energía que cuando salieron. Eran niños, ya tendrían tiempo de cansarse.

Aunque antes del recreo siempre trabajaban y aprendían, después solían seguir jugando. Esa parte le gustaba, pero no tanto como salir al patio.

Cada grupo se turnaba en una zona de juego cada día y de entre ellos, a uno le tocaba terminar de recoger y comprobar que todo estuviese en orden. Ese día jugaron a los bloques e hicieron una torre tan grande que al final se cayó haciendo un estruendo tremendo, ganándose una reprimenda.

-¡A recoger!

Todos medio agruparon las cosas para que a Will le fuese más sencillo terminar. Luego, se despidieron de él y corrieron a casa.

Will se apresuraba en meter las fichas en la caja. Daba paseos de un lado a otro llevando todas las que podía y las dejaba caer. Pronto pondrían los "X-men" y no se los quería perder.

En uno de sus viajes de regreso, se dio cuenta de que alguien las estaba sacando.

-¿Qué haces, niña tonta? –dijo enfadado dándose cuenta de que era la misma pelirroja con la que había chocado en el recreo.

-Ayudarte –contestó alegremente- Como disculpas por lo de antes.

-No me ayudas. Hay que meterlas dentro, ¡no sacarlas!

-Sí, pero si las guardas así de mal no vas a poder cerrar la caja.

Echó un vistazo al interior donde la niña amontonaba piezas de forma ordenada, una al lado de otra y luego encima. Era como solían venir cuando las comprabas pero como nunca más las volvías a poner.

-Así no vamos a terminar nunca. Es más fácil del otro modo –tiró el montón que llevaba como había hecho con las demás. La niña frunció el ceño con disgusto y desaprobación.

-No cabrán –insistió recolocándolas.

Entonces, Will se dio cuenta de cómo tenía las manos llenas de arañones que habrían sido limpiados y desinfectados por la Srta. Grey.

-Oh, vamos, más rápido –se agachó a su lado y las colocó como ella pero a toda velocidad. Recogían en silencio y aunque Will tenía la mirada fija en su trabajo, notaba como ella le miraba de vez en cuando como quien quiere decir algo pero que nunca se atreve.

-¿Estás enfadado conmigo? –escondido en su voz parecía suplicarle que no lo estuviese. Will tardó en contestar, impacientándola. Iba a volver a repetirle la pregunta por si no la había oído cuando dijo:

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque eres tonta –ya habían terminado de guardar todo, así que cerró el baúl y se fue corriendo, dejándola una vez más con los ojos humedecidos.

¿Por qué se metía con ella? Le había pedido perdón y le había ayudado. Sin embargo, seguía enfadado. Sólo quería que la perdonase. No le gustaba estar así con nadie. Quería ser su amiga. Jo, era tan injusto...

Recogió también sus cosas y se limpió las lágrimas con la manga antes de salir de clase para buscar a su madre.

Inconscientemente, Will no se olvidó de la muchacha. No hablaron más ni tampoco se acercó a ella ni nada de nada, pero algunas veces se descubría a sí mismo distraído mirándola mientras esperaba que Mike terminara con la barra de pegamento compartida. La niña se sentaba con sus amigas bastante lejos de él, cerca de la mesa del abusón de Carl. Le fue fácil encontrarla entre todos sus compañeros. Su media melena pelirroja destacaba entre la multitud de cabezas rubias o morenas. A Will le pareció que era... linda. Siempre estaba sonriendo o trabajando animadamente mientras parloteaba con sus compañeras. Aunque estaba tan lejos que no podía ni oír su voz. Eso sí, parecía igual de perfeccionista para todo como para recoger las fichas.

-¡Will! ¿Vas a venir hoy a mi casa?

Sacudió la cabeza apartándola de su cabeza. La verdad es que no sabía ni cómo se llamaba.

-¡Claro! –exclamó y chocaron las manos.

Su madre le había dejado quedarse a dormir en casa de Ken. Era la primera vez que pasaba la noche fuera y estaba un poco nervioso. Pero se lo iban a pasar de miedo, eso segurísimo.

-Me llevaré una peli –planeó la mano sobre la lata de colores decidiendo cual sería mejor para su barco. Amarillo... azul... verde... ¡rojo!

La punta cedió nada más hizo presión sobre el papel. Vaya lata. Tenía que haber cogido el amarillo.

Buscó el sacapuntas y corrió a la papelera.

-Hola –la chica pelirroja también estaba allí.

Tenía una voz muy bonita. Bueno, en realidad, le parecía bonita entera. Quería mirarla y precisamente por eso no lo hizo. Le daba vergüenza. ¿Y si lo notaba? Mejor ver caer las virutas del lápiz.

-¡Jo! –exclamó cuando el plástico se rompió en su mano. Hoy no era su día de suerte.

-¿Te has cortado? Esa cuchilla corta –dijo señalándosela- Si quieres te dejo el mío.

Will gruñó y tiró los restos a la basura.

-¿Por qué eres siempre tan estúpido conmigo? –parecía realmente triste.

¡Qué dulce!, pensó Will. Normalmente, las chicas no se preocupaban por él, igual que él no se preocupaba por ellas. Excepto esta vez.

-¡Emma, no tardes! –le gritó una de sus amigas desde la mesa.

-Un momento –dijo girándose antes de volverse para mirarle.

Se llamaba Emma. Em.

Le prestó el sacapuntas y lo usó muy rápidamente. Su lápiz no quedó ni de lejos tan perfecto como el de ella.

-¿Sigues enfadado? No te he dicho nada malo. Sólo quería ayudarte.

-Sé hacer las cosas por mí mismo –respondió duramente sin mirarla.

-Sin mí no podrías colorear de rojo.

Tenía razón, pero iba contra su orgullo admitirlo.

-Perdóname, por favor.

-No.

-¿Por qué?

-Porque eres tonta –le devolvió el sacapuntas y corrió a su mesa dejándola una vez más al borde de las lágrimas.


-¡¿Qué haces? –exclamó desde el suelo sin entender que estaba pasando.

-¿Me estás chuleando, ricitos?

-¿Y yo que te he hecho? –se levantó como pudo y se sacudió las manos. Las piedras del camino se las habían arañado al caer.

-Existir –un puño se estrelló en su boca y de nuevo terminó en el suelo.

-¡Imbécil! –le gritó furioso.

Aquello le había dolido mucho pero se obligó a sí mismo a no llorar. ¡No se permitiría ser débil delante de él!

Notó como le volvían a patear el estómago y se mordió fuertemente el labio para no gritar.

Le oyó reírse y salir corriendo.

¿Qué le había hecho? Había estado tan tranquilo en el patio del recreo y entonces había venido ese odio de Carl y le había empujado al suelo sin razón alguna. ¡Cómo le odiaba! Sabía que hacía tiempo que tenía ganas de pegarle simplemente porque no se soportaban el uno al otro. Había aprovechado que estaba solo para venir con sus dos amiguitos.

Iba a vengarse aunque todavía no sabía cómo lo haría... Bah, para que engañarse. No lo haría. Era un cobarde.

Oyó unos pasos acercarse a él. Instantáneamente se hizo un ovillo para protegerse del próximo golpe. Una parte de su cerebro le decía que debía levantarse, enfrentarse a él y decir basta, devolverle todo lo que le diese. Debía protegerse, tenía que...

Gimió débilmente cuando las pisadas se detuvieron junto a su cabeza.

Wau, sí, que valor tenía...

-¿Estás bien?

Abrió los ojos sorprendido.

Emma estaba de cuchillas junto a él, mirándole con preocupación.

-He visto lo que te ha pasado. ¿Te ha dolido mucho? ¿Quieres que vaya a buscar a la Srta. Grey?

Negó empezando a levantarse para abandonar aquella posición tan ridícula. Seguro que iba a pensar que era una nenaza.

-Estoy perfectamente –gruñó.

-Pero... –señaló su labio roto para decirle que sangraba, pero él la volvió a cortar bruscamente..

-Que estoy bien, niña tonta –le sacó la lengua y corrió al lavabo de los chicos.

Tuvo que ponerse de puntillas para verse en el espejo.

¡Maldito cabeza hueca! Era un tonto.

Escupió la sangre en el lavabo y se lavó la cara.

Ya está. Un par de golpes solo. No era la primera vez y sabía que tampoco sería la última.

Ojalá pudiese plantarle cara y acabar con todo esto.

Regresó despacio al patio. No le apetecía jugar más ni volver a encontrarse a Carl. Esperaba que no quedase mucho más para volver a casa.

-¡Déjame! Yo no te he hecho nada –volvió la cabeza reconociendo la voz. Emma- Si no le hubieses pegado no habría tenido que ir con él. ¡Tú no puedes decirme lo que tengo que hacer!

Entonces cayó al suelo de un empujón.

-¡Ah! –gritó arañándose las manos al tratar de frenarse.

Pero, ¿qué se creía ese imbécil metiéndose con una niña? ¿Más fuerte y mejor? Pues se equivocaba y mucho.

Le ardía la sangre al ver cómo le hacía daño. ¡No iba a permitirlo! ¡No se lo merecía! Era la niña más linda que había conocido en su vida y nadie iba a hacerle daño delante de él. ¡No, señor!

Se lanzó a correr la distancia que le separaba de ellos.

¿Qué estaba haciendo? Se iba a ganar otro puñetazo. Pero, ¿qué más daba? Quería proteger a Emma.

Antes de darse cuenta era su puño el que golpeaba a Carl, quien era esta vez el que estaba en el suelo. Wau, lo había hecho. Seguramente si lo hubiese pensado dos veces se habría echado atrás.

-¿Tú eres tonto?

-¡No, lo serás tú! ¡No te metas con ella!

Se volvió hacia Emma y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Cuando ya estuvo de pie junto a él, siguió agarrándola.

-Ya verás cuando te coja, Shuester –le escupió levantándose y huyendo.

Jo, en buena se había metido.

Sintió la mano de Emma apretando la suya, nerviosa.

-Will...

La miró y entonces todo valió la pena.

-Ven.

La sacó fuera de todas las miradas curiosas que en esos momentos se fijaban en ellos. Ninguno de los dos miró al otro mientras se alejaban del campo de juegos. Will decidió que allí estaban bien y pararon.

-¿Estás bien? ¿Ese te ha hecho daño?

Su pelo anaranjado golpeó sus mejillas al negar.

-¿Por qué se metía contigo? –le acarició la palma de la mano que aún sostenía. Con cuidado, le quitó algunos pellejos a lo que ella se quejó débilmente, pero sin apartar la mano.

-Porque me ha visto hablar contigo. Creo que no le gustas mucho.

Aquello le hizo enfadar. ¿Podía odiar más a Carl? ¿Es que quería hacerle la vida imposible? No le gustaba ni un pelo que estuviese todo el día detrás de él, pero haciéndole daño a ella... ¡con eso si que no podía!

-Emma –le miró sorprendida. Creía que no sabía su nombre ya que nunca se lo había dicho, pero ella también sabía el suyo sin habérselo preguntado- Yo... me preguntaba... –miró hacia otro lado, muerto de la vergüenza- ¿quieres ser mi novia?

-Eh... –la había dejado muda. Siempre pasaba de ella y le hablaba mal y ahora...- ¿Qué se supone que tengo que hacer si lo soy?

Esa era una estupenda pregunta.

-No sé... –se encogió de hombros rascándose la cabeza- Nada especial. Podemos jugar juntos y... yo cuidaré de ti para que Carl no te moleste mal y... y supongo que esto también –se inclinó hacia delante y dudó un instante. Cerró los ojos con fuerza antes de pegar los labios a los suyos.

La sintió dar un respingo y creyó que se iba apartar enfadada, así que la agarró por la cintura por si acaso.

Emma se relajó sabiendo que no había nada malo en aquello y dejó reposar sus manos sobre los brazos de Will.

Nunca había estado tan cerca de una chica en su vida.

Nunca había estado tan cerca de un chico en su vida.

-¿Y bien? ¿Serás mi novia? Por fa, Em... Por fa...

-Bueno –asintió y se sonrojó retrocediendo varios pasos nerviosa.

-¡Bien! –murmuró haciendo un gesto en señal de triunfo.

Y ahora, ¿qué?

Emma miraba al suelo. Jugueteaba con las piedras sueltas con la puntera de sus zapatitos.

Jo, cómo le gustaba. Se sonrojaba nada más que de pensar en ella. ¡Y era su novia! Ja, la suya y no la de Carl.

-Qué tonta... –sonrió besándole la mejilla y dándose la vuelta corriendo en busca de Ken y los demás. Seguramente le estarían buscando.