Terminó sus deberes y guardo sus útiles.
Se aseguró que sus Charas no estuvieran haciendo nada que no debieran y bajó con su familia para cenar. Durante la cena, escuchaba divertida, y un poco avergonzada, como su padre se deshacía en halagos para con su hermana y su "melodioso canto", como él lo calificaba, y como su madre lo secundaba irradiando una felicidad desbordante.
Habiendo terminado, subió a su cuarto y entró al baño para poder ducharse, se colocó su pijama que por ser verano, constaba de tan solo una blusa de tirantes rosa con un pequeño short negro y se secó el cabello sin mucho interés.
Al salir del baño, no le sorprendió mucho ver a cierto moreno tendido sobre su cama, que seguramente había podido entrar gracias a que su ventana se encontraba abierta, plácidamente dormido y a Yoru dentro de su huevo, descansando junto a los suyos, con las personalidades ya dormidas en su interior.
Y solo un suspiro de resignación pudo salir de su boca antes de que una sonrisa apareciera en sus labios, al ver que ese neko había buscado otra vez el calor de sus sábanas.
Apagó la luz acercándose a su cama para ella también dormir y, como todas las noches desde que el moreno dormía en su habitación, se tomaría su tiempo para observar el tranquilo rostro de Ikuto, el subir y bajar de su pecho por su acompasada respiración y las largas pestañas de sus ojos cerrados.
Acercaría su mano para rozar levemente la mejilla del chico y retiraría uno de los mechones adheridos por el sudor que tapaban su frente, antes de inclinarse y depositar un beso en ella.
"Buenas noches, Ikuto" murmuraría sonriendo y se acostaría a su lado, buscando el calor que desprendía el cuerpo del neko y arrullarse mientras aspiraba su dulce fragancia.
Ikuto estaba lejos de imaginarse que ella siempre dejaba su ventana abierta a propósito, para que él pudiera colarse dentro, y ella lejos de imaginarse que él se encontraba despierto, dándose cuenta de todas las acciones de la chica para con él antes de dormirse y, aun mas lejos estaba de saber que él también cubriría su frente con uno de sus besos, antes de rodear su cuerpo con sus brazos eliminando la poca distancia que los separaba, descansando su mentón en la cabellera rosada de agradable aroma, con la misma sonrisa que Amu perfilada en sus labios.
Aun les quedaba mucho tiempo para admitir frente al otro que hacían todo eso y, por qué no, realizar esas acciones cuando ambos estuvieran conscientes de ello y pudieran verlas, así como disfrutarlas mutuamente.
