Scorpius Hyperion Malfoy cumplía perfectamente la tradición impuesta de despreciar a todo Weasley o Potter que se cruzase en su camino por los pasillos de Hogwarts pero con Rose Weasley, parecía que la imposición no llegaba a su cerebro de manera correcta perdiéndose en otras partes de su anatomía que lo ponían en un compromiso en los momentos más inesperados del día.

Porque el hecho de que el pelo de la chica fueran flagrantes llamas cuando el sol procedente de la ventana de la clase de Encantamientos se colaba entre sus rizos no evitaba que entre la abundante mata de cabello anaranjado se asomaran mechones castaños.

Porque el hecho de que cada vez que la chica intentaba alcanzar algún libro de las estanterías más altas de la Biblioteca que Scorpius estuviera merodeando por la zona era pura casualidad, así como el hecho de que siempre consiguiera ver una parte de la ropa interior de la chica.

Porque el hecho de que los vapores de las Pociones hacían traslucir el sostén de la chica a través de la – religiosamente abrochada- camisa era una alucinación producida por esos mismos vapores.

Porque el hecho de que los ojos de la chica le atrajeran – de un modo que algunos tacharían de obsesión – bajo las estrellas en las clases de Astronomía, era producto de una conjunción de Venus con Plutón.

Porque el hecho de que en la clase de Adivinación – en donde el olor a jerez se mezclaba con las hojas de té y la cera de las velas - Rose Weasley era la única chica que seguía oliendo bien se debía obviamente a que la pituitaria de Scorpius Malfoy estaba atrofiada.

Porque el hecho de que Scorpius, desde que hubiera comenzado el séptimo curso, se amara a sí mismo noche sí noche también, no tenía nada que ver con una chica pelirroja apellidada Weasley.