Disclaimer: Todo a Laura, menos la trama.
Claim: Helen/Sr. Brown.
Advertencias: Nada malo, el rating les dice todo.
Notas: Mi primer shot del fandom. Hope you like it.
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I Can't Stop Loving You
Helen lo mira, a su lado pero sin que el Señor Brown lo sepa. Tan unida al aire como una flor que nace y necesita nutrirse del suelo en el que se encuentra. Tan cerca de su Señor Brown como un pichón a su madre para ser alimentado.
Helen mira a su anfitrión ir y volver, probarse una camisa o quitarse la otra, buscar ese sacón de franela que su esposa seguramente le había escondido (entonces Helen sonreía y le ayudaba a encontrarlo con una pequeña risita traviesa colándose de sus labios decolorados e insustanciales), agarrando y guardando su novela, luchando porque ésta entre en el maletín.
Helen lo mira mucho últimamente, sabiendo muy bien que aquello no está del todo bien, que debe darle su espacio y que no puede sentir aquello que cree sentir en su pecho traslúicido en inmaterial (¿Ella aún tenía corazón? ¿Podía sentir aquello?).
Y entonces Helen se acerca al Señor Brown, a su Señor Brown, se acerca demasiado a él, le acaricia el rostro y posa suavemente sus labios en los de él. Se sorprende al sentir aquella chispa que parece quemarle todo dentro suyo, al notar que el Señor Brown queda estático por un segundo en su lugar y que luego avanza en su marcha, atravesándola. Y entonces ella suspira —y produce una suave brisa que acaricia las hojas de los árboles—, y luego acompaña a su anfitrión a su lugar de trabajo.
Todo aquello no era bueno; acariciarlo a hurtadillas, robarle besos mudos e insensibles, comenzar a sentir ese cosquilleo en su pecho y en sus brazos, sentirse ansiosa por el próximo roce inoportuno.
Podía sentir el lodo en su garganta, las tablas de madera mojada y mohosa siendo arañadas por sus dedos, la humedad que le aplastaba hacia el fondo, y las miles de agujas de cristal que le atravesaban y congelaban, que le quitaban el aire y la hundían. Todo aquello podía imaginar con el simple hecho de amar más de lo debido a su anfitrión. Ya un pecado había cometido y por ello se encontraba en aquellas condiciones. No quería otro más.
Pero no podía, demonios, no podía no quererlo, si pasaba todos los segundos con él, sabiendo cada cosa que él hacía, prefería o no le agradaba. No podía, no. No podía dejar de quererle de aquella retorcida forma en la que lo hacía.
