Autor: Framba

Titulo: Crónica

Tipo: Romance

Resumen

Advertencias: AU

Pareja: SagaxCamusxMilo

Comentarios adicionales: Este fic está concebido como una crónica, como el título lo indica. Generalmente escribo historias que en mi cabeza se dibujan con picos, es decir, hay momentos intensos y dramáticos y partes más tranquilas, un continuo sube y baja. En esta ocasión, todo el fic es plano, es sólo una sucesión de hechos, pero no hay estos brincos de tensión, sólo quiero narrar sucesos consecutivos y, con suerte, se pueda formar una historia integral al final.

El soundtrack de este fic, como la mayoría de mis fics, de hecho, es el disco In Rainbows de Radiohead. Ese álbum se repite una y otra vez mientras escribo, es perfecto también para esta historia.

Por último, en Facebook, hice un album que se llama "Crónica" con imágenes del fic, es decir, las locaciones en las que ocurren los hechos. Traté de buscar las imágenes más parecidas a lo que yo veo en mi cabeza.

Crónica

Capítulo 1

Crónica.

f. Historia en que se observa el orden de los tiempos.

POV: Saga

Saga se miró al espejo de cuerpo completo. El espejo descansaba detrás de su puerta y siempre antes de salir le gustaba mirarse y ver que todo estuviera en su lugar. Tenía que reconocerlo, le gustaba lo que el espejo reflejaba: un hombre fuerte, esbelto y bien parecido. Adoptó otra pose, recargando su peso ahora sobre su pie izquierdo, y decidió que era mejor levantar los puños de su camisa negra hasta los codos; se veía mejor así, mucho mejor.

Saga se preguntó si hoy sería el día. Antes de salir de su casa, en algunas ocasiones, lo asaltaba la idea: ¿sería hoy el día en que conocería a esa persona especial? Aunque había otra pregunta que le inquietaba sobremanera, incluso más que la anterior: ¿cuánto mediría el amor de su vida?, más que tener curiosidad por el lugar o en qué fecha lo conocería, o cómo sería la persona en cuestión, le intrigaba saber su estatura.

Había que hacer un paréntesis, por cierto. Con 'amor de su vida' Saga se refería a la forma abreviada de etiquetar lo que él pensaba sobre el tema: aunque Saga había tenido una relación en el pasado y no había funcionado, sí creía que podía encontrar a alguien con el que pudiera compartir la mayoría de su vida adulta.

Creía que podía tener una pareja estable y constante por largos años, al menos ahora eso era lo que buscaba en una relación. Decir amor de su vida era una idea utópica, sonaba a eternidad forzada, y sabía que el concepto no era real en la mayoría de los casos porque la gente tiende a cambiar o a veces las cosas no funcionan. Por tanto, Saga, pensaba en su siguiente relación como algo duradero, a largo plazo (más no eterno), pero por funcionalidad lo etiquetaba como amor de su vida.

Y sí, le urgía conocer cuánto mediría el amor de su vida. Era un dato sin importancia quizá, pero le despertaba una enorme curiosidad saber cuánto mediría esta persona. ¿Sería más alto que él?, ¿tendría que mirarlo hacia arriba?, o al contrario, ¿tendría que agacharse para besarlo?, ¿le llegaría a la altura de la barbilla?, ¿tendría que ponerse de puntitas para estar al mismo nivel?

Y otra pregunta clave: ¿cuándo serían contestadas esas preguntas? Saga suspiró, era momento de dejar tanto cuestionamiento y marcharse a trabajar.

o-x-o

Saga trabajaba medio turno en una heladería que estaba en el centro de la ciudad. La heladería estaba frente a uno de los parques más concurridos de la metrópoli, vendían muy bien aunque fuera invierno. Saga había heredado la heladería al cumplir veintiún años y desde entonces se había hecho cargo de ella, incluso trabajaba medio turno sirviendo helados para cerciorarse que se cumpliera el trabajo; le gustaba preparar los conos de nieve, tenía que confesar.

Ese día su turno transcurrió de forma normal, él trabajaba en el turno vespertino por lo que las horas pico de su trabajo sucedían al llegar, y entre las cuatro y seis de la tarde; después de esa hora, el trabajo disminuía considerablemente hasta llegar la hora del cierre, a las ocho de la noche; incluso había días que cerraba siete treinta si ya no llegaban más clientes.

Eran después de las seis de la tarde cuando el cielo se nubló y las primeras gotas de agua cayeron del cielo, Saga notó que la gente empezó a marcharse del parque para resguardarse de la ligera lluvia, Saga supuso que hoy cerrarían más temprano, las ventas estarían flojas por el cambio de clima.

Y entonces sucedió: él entró a la heladería.

Un chico de cabello verde azulado, piel blanca, ojos claros. Era imposible no notar su presencia, pocas veces llegaban chicos solos a la heladería, generalmente llegaban niños acompañados por sus padres, parejas, incluso gente mayor. Si Saga era sincero, era la primera ocasión en que un cliente le cortaba la respiración simplemente por su apariencia.

Los pies de Saga se movieron en automático en dirección al joven. El chico caminó hacia el estante de vidrio para ver las nieves exhibidas y escoger una. Saga ya estaba frente a él, del otro lado del mostrador, cuando el chico alzó la mirada para hacer su orden.

—Un helado de menta, por favor —dijo el chico, su voz era suave, cremosa.

Sus miradas se cruzaron por primera vez desde que los dos habían nacido, Saga sintió que había pasado demasiado tiempo, muchos años desperdiciados entre el momento en que fue consciente que podía ver hasta ese preciso instante, muchos años de estar ciego realmente. Hasta este instante sintió que había valido la pena tener el sentido de la vista.

Saga hizo una nota mental del día que era: jueves, 6:14 de la tarde, quince de mayo. Le gustaba guardar ese tipo de datos en su memoria, tener las fechas exactas de cuándo su vida daba giros bruscos, quizá éste sería una de las fechas más importantes de su existencia.

Saga afirmó con la cabeza atendiendo la orden y buscó un cono de galleta para servir el helado. Después de dos minutos le entregó el cono al chico, quien a su vez, le entregó dos monedas. Saga debió haberle dicho que tenía que pasar a pagar a la caja, pero no dijo nada, recibió las monedas y las guardó en su bolsillo, después las dejaría en la caja registradora.

El chico tomó una servilleta del montón que descansaba sobre el mostrador. Saga extrañó que esos ojos lo estuvieran observando.

—¿Cuánto mides? —Saga preguntó de pronto, fuera de todo contexto, de toda lógica o protocolo en una heladería, o en cualquier conversación inicial.

El chico lo miró de nuevo, frunció el ceño a la pregunta repentina, se quedó incluso inmóvil un momento, quizá preguntándose si había escuchado bien.

Saga iba a disculparse por la pregunta tan repentina y que definitivamente sonaba a intromisión, incluso sintió la necesidad de darle una explicación, pero el chico se le adelantó con la respuesta:

—Uno ochenta y cuatro.

Saga sonrió levemente al escuchar la respuesta, sonrió sin poderlo evitar, la pregunta al fin había sido contestada y revelada después de tantos años. Los números se quedaron tatuados en la parte interna de su cerebro, esa combinación de números jamás se le olvidaría.

—Bien —Saga contestó, satisfecho, contento.

El chico se inclinó un poco hacia adelante como un gesto de despedida, de conclusión, de retirada.

Saga entró en pánico. ¿Cuándo lo volvería a ver?, ¿quién era?, ¿por qué se iba tan pronto?

El chico dio media vuelta y salió de la heladería.

Los pies de Saga de nuevo se despegaron del suelo y caminaron hacia la salida también, asomó la mitad de su cuerpo por la puerta, el chico estaba a tres pasos de distancia ya caminando sobre la acera de la calle.

—Disculpa —Saga llamó.

El chico se detuvo y giró a verlo. No había nadie más caminando por la calle por la leve lluvia. El cuerpo de Saga se tensó, no pensó que voltearía a la primera; dijo lo primero que le vino a la mente:

—Mañana el helado de menta es gratis —Saga le informó.

El chico sonrió.

Saga se sintió como un estúpido, su corazón latía a gran velocidad.

—Gracias por el aviso —respondió el chico, levantó una mano, despidiéndose, y siguió su camino, dando vuelta en la esquina de la calle. Saga se quedó parado en la puerta un minuto más.

Uno ochenta y cuatro podría ser la medida perfecta para el amor de su vida.