Prologo
Mis ojos estaban nublados, las lágrimas me impedían ver el camino que transitaba a pasos veloces, pero poco me importaba, nada importaba en realidad. Me siento humillada, usada y algo imbécil. Necesitaba descansar después de un día en el que todo pareció salirme al revés, necesitaba el calor de mi hogar, descansar en brazos de Adrien, necesitaba tantas cosas, todas las que contradecían a lo que iba a acontecer.
Como es posible que no lo haya visto antes?. Me reporchaba limpiando mis lagrimas e intentando ver dónde diantres estaba.
Debí haber detectado las señales, debí prestar más atención; ellos siempre estaban juntos, siempre teniendo sus charlas susurrantes, siempre con un secreto que en realidad me era gritado en mi cara a voces, peque de ingenuidad me escudé en sus trabajos, sabiendo que eso era lo que compartían, no tuve en cuenta nada más, mientras ellos se burlaban de mi en mi cara. Tal vez debi haber desconfiado, más me han dicho una y mil veces que mi confianza ciega es mi gran debilidad.
¿Como desconfiar cuando ella era mi mejor amiga?.
¡Malditos los dos!
Poco o mejor dicho nada les importó mi mirada sobre ellos, o siquiera mi prensencia alli; me encontraba inherte en el marco de la puerta no queriendo dar crédito a mis ojos haciéndoseme imposible el reaccionar, podia oírlos y el estómago se revolvía. En cambio para él no fue así; su sonrisa orgullosa, como si sintiese que lo que estaba haciendo era digno de admirar, como si mi mirada no fuese la de su novia sino la de alguien mas, alguien a quien deseaba resfregarle en la cara lo que estaba haciendo, sin embargo lo visto solo fue algo punzante no tan hiriente como sus palabras, las cuales parecían misiles teledirigidos a mi corazón, hiriéndome de tal manera que aún rondan en mis pensamientos atormentandome.
Cuanto pensabas que esperaría?...
Si tu no me das lo que quiero ella lo hará...
Que miras?
Acaso quieres unirte?
Ella nunca dirigió su mirada hacia mí, a pesar que el espacio entre sus dichos fuera usado para besarla de manera lujuriosa, pasar sus manos por su transpirado cuerpo o demas.
Intenté borrar esas imágenes al recordar a aquel que robó mi corazón y pero me era imposible no relacionarlo con el mismo que estaba en este cuarto; el que no se parecía a aquel que conocí hace años atrás.
Salí de allí sin decir palabra alguna, sin darle el gusto de verme abatida, con la frente en alto y sin detenerme a llevar nada conmigo con mi orgullo intacto sin darle tan solo una expresión de dolor a pesar de que por dentro estaba hecha trizas.
Adrien y yo nos conocimos en primaria el día que él me atropelló en el patio para luego levantarme y disculparse. Fuimos amigos, de hecho fuimos mejores amigos. Mi madre decía que éramos uña y mugre; podíamos pasar horas discutiendo por quien pertenecía el segundo concepto... Eventualmente notamos que nuestros sentimientos se intensificaban y esa amistad transmutó a algo superior. Fue mi primer amor y se robó mis primeros besos... estuvimos juntos desde los dieciséis, alardeando ante aquellos que no creían en nosotros.
Más sus hormonas al parecer son más veloces que las mías.
A pesar de la confianza y del tiempo juntos nunca fuí capaz de entregarme por completo a él. Ese fue motivo por el cual discutíamos mucho en los últimos meses, ya que su definición de amor estaba sumamente ligada a ello, finalmente todas esas discusiones culminaron hoy mientras el satisface sus deseos con Kagami y yo me encuentro perdida sin saber que hacer. Por años mi vida se centro exclusivamente en él, pero no es eso lo que hace que reaccione asi...
Nunca me cuestione la decisión que tome de seguirlo hasta aquí. El propuso buscar nuevos rumbos en Londres y yo lo seguí sin importarme lo que dejaba atrás. Mi trabajo no requería de nada más que un lugar donde pudiese estar tranquila ya sea para diseñar o dar mis puntadas oyendo algo de punk (música que él realmente odia), él lo alquilaba para mí, siempre me consintió demasiado, ahora pienso que tal vez él lo hacia para no tenerme en casa.
Alquilamos un departamento compartido cuando su padre no me aceptó bajo su techo, Kagami fue la primera en aceptarme y no burlarse de mis facciones los mixtas aceptando mis costumbres y asegurándose de que nadie perturbada mi estancia.
Como podía yo creer que ella sería quien me causará tal incomodidad?
Ahora estoy en un país que no es el mío, sin lugar a donde ir e intentando ver tras la bruma de mis lágrimas. Debí haber trabajado hasta tarde para evitarme este dolor, aunque también agradezco el estar allí para poder abrir los ojos.
Por cuánto tiempo había sido engañada por ellos?
Mi pecho de resquebrajaba y podía sentir las garras intentando arrancar mi destrozado corazón. Caí de rodillas al suelo por el peso de mis emociones, las lágrimas no cesaban, los ojos me ardían, la garganta me escosia y para culminar mi desafortunada suerte fuertes gotas de agua comenzaron a atacarme. Cerré mis puños sobre la tierra mojada, tomando dos porciones de viscoso barro entre mis manos.
Mirando al cielo grité; —Daría lo que fuese por que cada milésima del dolor que siento él lo sintiese mil veces peor!, Ellos lo sintiesen peor... ya que ella tampoco merece mi piedad.
Cerrando los ojos y rindiéndome a un pedido vacío note que apesar de que podía escuchar a la lluvia caer a mi alrededor, las curiosas gotas ya no parecían tocarme. Un relámpago iluminó la desierta calle notando una figura frente a mis ojos.
La figura se asemejaba a la de un hombre, más podía asegurar que era mucho más que eso.
—Me parece justo —El hombre frente amigo llevaba el cabello negro difuminado en azul hacia las puntas, mismo que caía mojado sobre su rostro, el torso descubierto dejando a la vista algunos decorativos tatuajes, unas magnificas alas negras y una sonrisa de infarto mientras extendía su mano ante mí—. ¿Hacemos un pacto?
Lo mire confundida, todavia no había asimilado lo de sus alas o que este en cueros a mitad de la noche y ahora salia con eso; —U...un pacto? —Pregunté con afán de haberme equivocado—.
—Claro, un pacto; Yo cumpliré lo que sea que deseas y en cambio tu deberás darme algo —Mirándome inquisitivamente—.
—No. Ni siquiera se quien eres y me sales con esas cosas?
—¡Argh!... ¡Los humanos son tan problemáticos! —rodando los ojos—. Te ofrezco tu venganza ¿Que más quieres saber?
Mientras continuaba sentada sobre mis piernas en el húmedo suelo asimilando las facciones de este hombre frente a mi, las que por cierto me eran difíciles de asemejar gracias a la falta de luz.
—Podrías empezar con tu nombre y ofreciendome tu mano para levantarme!
—Mi nombre es Lukanius, Barón de las tierras de Balaak y octavo heredero al trono de Leviaatan. Y nunca me ensuciaria las manos con una humana a menos que sea absolutamente necesario.
—¡Eres odioso!
Él sonrió de lado —¿Estás segura? A mi parecer con quien deberías enojarte no es conmigo... —en su mano extendida apareció una bola y dentro de esta la imagen que quería olvidar—. Tu aquí abatida y él no parece tener un solo pensamiento por tí
—Se merecen arder en el infierno por hacerme esto... —Dije más que ofuscada—.
Pude ver crecer su sonrisa al tiempo que la rabia hablaba por mí —Asi que, ella tambien es el problema —Cruzó los brazos sobre su pecho—. ¿Enviarlos al infierno? —Tocando su barbilla y valorando la petición que inconscientemente acababa de darle—. Puedo hacer eso —Cerrando su mano hizo que todo se esfumase—. ¿Aceptas?
—¿Por que lo haría?. ¿Como estoy segura de que puedes hacer lo que dices?
Se inclinó ante mí, me ofreció su mano y al tomarla sus ojos brillaron tornándose de un vivido cyan. —Confía en mi, se de lo que habló.
¿Porque ahora el tocarme era absolutamente necesario? Me cuestione internamente tomando su mano.
Sabía que en algún lugar de mi debía sentir temor, más no lo hacía. Sus manos eran extremadamente cálidas y su tacto tan delicado que me causaba un estremecimiento, me tomo de la cintura y caminamos mientras una de sus alas me envolvía protegiéndome de la lluvia. Su mano ascendió a mi cuello y amablemente me ubicó en su pecho. Debía decir algo, más me sentía débil y francamente estar así después de haber llorado a mares me reconfortaba.
—¿A donde me llevas?
—¿No es obvio?
Negué.
—¡Eres una humana tonta!. ¿No sabes que estar descalza en la lluvia puede hacer que te enfermes? —No había notado mis pies descalzos—... y no podré hacer nada por ti si lo haces.
—Estoy tan cansada.
Mi cuerpo por completo se rindió, nada parecía responderme, recordé mi malestar de esa mañana, el no haber desayunado, el saltarme el almuerzo por culpa de tener un maldito bloqueo, el arrendatario golpeando mi puerta cada medio segundo y ese estúpido café faltó de cafeína y azúcar que trastocó mi humor.
No fue buena idea salir corriendo descalza cuando tenía los síntomas de que una eminente gripe estaba a punto de golpearme, tampoco que el último bocado que halla consumido sea ese insípido café el cual no debía salir de las manos del cajero, más ahora sólo podía concentrarme en el dolor y cansancio rindiéndome y para mi desprotección en su presencia.
En lo que correspondía a cálido su piel irradiaba un recorfontante calor, que me hacía adormecer, negándome a cerrar mis ojos, demás está decir que fallé. Lo último que mis oídos alcanzaron a oír fue su voz; —¡Humana Tonta!
Lo próximo que supe es que me me sentía cálida y cómoda me acurruque sobre lo que creí era mi almohada, más la misma no irradía calor y definitivamente Adrien no huele así sacando el hecho de que en mi vida he compartido la cama con él. Abrí los ojos con horror sentándome, notando que no tenía mi ropa puesta sino una holgada remera de hombre al girar me encontré con quien pensé había soñado anoche, más está vez sus alas habían desaparecido.
—Lu... Luka...? —No sintiéndome segura de su nombre, pregunté, el abrió un ojo, me observo—.
—Lukanius —Corrigió algo adormilado, sonrió y usando su fuerza me abrazo acostándome otra vez a su lado; —No! —Advirtio en cuanto quise separarme nuevamente—. Es de madrugada y necesitamos descansar luego de lo que sucedió durante la anoche.
Forcejee con él quise liberarme y empecé a sollozar; —SUELTAME!... DÉJAME IR!... POR FAVOR SUELTAME!.
Hizo lo que le pedí cubriéndose los oídos con frustración; —Maldición! Eres tan ruidosa! —Me puse en pie buscando donde estaría mi ropa, más no vi nada—. ¿Que diantres te pasa?
—¡Tú! ¿Tú...? —No podía encontrar las palabras para expresar lo que sentía en este momento—.
Él tomo asiento en la cama, fregó sus ojos con las palmas de sus manos; —Cierra la puta boca y vuelve aquí —Pidió a voz ronca señalando la cama—.
Me negué retrocediendo unos pasos mas observándolo, ya que este no me inspiraba confianza alguna. Él chasqueó sus dedos, y mi cuerpo comenzó a avanzar en contra mi voluntad, para lograr que terminase nuevamente entre sus brazos, esta vez sentada en su regazo y por más que intentará con todas mis fuerzas gritar que me dejase no podía hacerlo la voz era algo de lo que me había desprovisto, algunas lágrimas seguían deslizándose por mi mejilla, las mismas que él limpió con su lengua. Estaba aterrorizada, ¿Quien era él y que demonios había sucedió la noche anterior?
—Tienes un sabor increíble —Susurro a mi oído. Para luego lamer toda la extensión de mi oreja de manera descendiente hasta llegar a la curva entre mi cuello y hombro—. Hueles increíble —Tomando una bocanada de aire con la nariz enterrada en mi cuello—. Y... sigues siendo virgen.
Abrí los ojos con asombro y luego de un suspiro pude hacer reaccionar a mi cuerpo; —¿Tu No...? ¿Cómo sabes que yo...?
Él resopló colocando su mano en la curva de mi cintura; —Hueles a virgen —Me sonroje, e intenté cubrir mi rostro, él tomo mis manos, empandome suavemente con su cuerpo hasta quedar de espaldas en la cama, pasó sus piernas sobre mis caderas, quedando arriba de mi cuerpo—. Te ves jodidamente sensual, mi ropa te sienta de las mil maravillas —Paso la mano sobre mi muslo adentrando sus dedos entre la tela y mi piel, intenté no demostrar lo que la sensación de la suave yema de sus dedos estaba causando sobre mi cuerpo—. y me está costando tres vidas el controlarme. —Su mano volvió a salir de debajo de la prenda más antes apretó mis caderas—. Pero el día que te entregues a mí, será por tu voluntad —Besando mi nariz—. Las humanas se disfrutan más cuando no tienes que forzarlas —Giro sobre su cuerpo dejándome ahora encima de él, tomo mis manos acercándome a su cuerpo—.
—¿No eres... demasiado directo? —Pregunte titubeando, sus manos cálidas seguían tocando mi piel—.
—Los humanos se pasan la vida entera rondandose unos a otros sabiendo que luego del éxtasis la caída sera doblemente dolorosa —Repasando mis piernas con sus palmas abiertas delicadamente e impidiendo que me levantase a la vez que lo hacia—. Nosotros no perdemos el tiempo en eso —Sus manos tomaron mi cintura haciéndome recostar sobre su pecho, sosteniéndome con un brazo, mientras repasaba con las yemas de sus dedos mi rostro—. Tu piel es tersa, tus facciones únicas y esos labios tan llenos no hacen más que llamarme —Acercando sus labios a los míos—. Lo único que maldigo de ti es que no eres de las que pagan con la misma moneda —Rozando mis labios en cada palabra—. Sigues siendo virgen, nena. Aunque no me molestaría ayudarte con eso.
Sus comentarios me habían dejado sin palabras, más busque la manera de encontrarlas —Entonces... porque estoy... usando tu ropa? —intentando dejar esta incómoda posicion—.
—Deja de hacer eso —Me advirtió, cerrando fuertemente los ojos—. Estabas helada, tu ropa mojada e inconsciente. ¿Que pretendías que hiciese?. ¡No se donde jodidos vives!. Nunca haría nada que no me permitieras... —De pronto me sentí sensible y con demasiadas ganas de llorar, él me bajo de su cuerpo, sentándome a su lado—. Ven —Abrió sus brazos invitándome y me encontré con él esta vez por mi voluntad—. No soporto oír a alguien llorar... Por ello acudí a tu llamado.
—¿Que eres? —Recostándome en su pecho—.
Él corrió sus dedos por mi cabello y me sentí algo adormilada; —Mis alas no son celestiales precisamente. Sigamos descansando —Tomando mi cintura para hacer nula la separación de nuestros cuerpos—. Descansa... hay mucho tiempo para hablar luego.
Su respiración se acompasó y supe que se había quedado dormido, debía levantarme, debía irme y pensar en cómo iba a afrontar mi vida desde ahora... tal vez debería dejar todo esto y volver a París. Sintiéndome totalmente mareada cerré mis ojos, repitiéndome que quizas sólo necesitase descansar.
