Los sacos colgando del techo, el sonido de las zapatillas rozando contra el suelo al esquivar un golpe, las risas de hombres y mujeres que se entrenaban para su futuro, si, aquel seguía siendo el mismo gimnasio que recordaba desde que era una niña, pensó Katniss Everdreen.
La sala amplia, solo dividida por columnas hacía parecer a la estancia algo descomunal que solo perdía importancia cuando, tras haber pasado por sacos de boxeo e infinidad de bancos de pesas y muchísimas de máquinas para el ejercicio; se alzaba majestuoso el gran cuadrilátero, con sus cuerdas elásticas delimitando la zona de combate y su altura de un metro cincuenta, perfecto para la observación de los espectadores.
Y por fin, después de cinco años de ausencia, se sentía en casa; Katniss no podía negar que volver le llenaba de nostalgia, ella creció en el gimnasio viendo como su padre y su tío Haymich entrenaban juntos, el primero para mantener su cuerpo de marine y el segundo por pura vanidad o eso era lo que su padre le comentaba a ella siempre con una gran sonrisa en la boca.
Katniss dejo de reirse de su bonito recuerdo en el momento en el que vio a un joven de unos veintiún años apoyado en el gran saco e intentando ligar con una chica a la que katniss no conocía; que intentara ligar en el gimnasio podía pasar, pero lo del saco… ni de coña, e intentando controlar su cabreo interno se dirigió hacia el chico:
-¡Oye tú!
-¿Quién, yo?
-No, mi madre, pues claro que es a ti.- Ya la sangre de la chica hervía en sus venas, no podía creer que su tío aceptara este tipo de gente en un gimnasio especializado en formar y mantener a cuerpos de elite.- ¿No tienes un poco de respeto? ¿Acaso sabes en donde te estás apoyando?
-¿Acaso importa preciosa?
Ya esta, lo iba a matar allí mismo, en frente de lo más sagrado que podía haber en la vida de Katniss, después de su familia claro esta.
-Mira muñeco, no sé de dónde has salido tu, pero esto no es un gimnasio normal donde solo se va a ligar con la primera guarra que aparece por el camino.- Dijo la muchacha observando a la chica que se había alejado cuando vio a Katniss acercándose como un toro.- Esto es un gimnasio especializado donde se mantienen los mejores cuerpos de elite de la región, aquí se viene a entrenar, no a pillar cacho.
El chico fue a replicar, pero justo en ese momento vio aparecer a su querido tío que podría bajarle los humos a esa preciosidad de chica que, por desgracia tenía una lengua de víbora, pero que grande fue su decepción cuando vio que su tío al acercarse tapaba los ojos de la chica y decía con una voz cariñosa:
-¿Quién es esa chica tan bonita que se ha perdido en mi gimnasio?
-La misma que te va a derrotar algún día en el cuadrilátero.
Y tras este intercambio cariñoso de palabras Katniss se giró y abrazo al único hombre que quería tanto como a su padre.
-Hola tío Haymich, no has cambiado nada, sigues tan graciosillo como antes.- Le dijo la chica mientras se soltaba del abrazo de oso; pudo observar que el chico que permanecía a su lado tenía la boca y los ojos muy abiertos por la sorpresa.
-Tú sí que has cambiado preciosa, estos últimos cinco años te han sentado muy bien, casi te pediría pelear, pero creo que eso a mi querida Margaret no le parecería bien.
-Puede, pero mi madre ya se ha resignado, piensa que estoy tan loca como mi padre y Prim opina lo mismo, aunque muy en el fondo ambas están orgullosas de mi decisión.
Justo en ese momento y tras esperar a que la chica terminara de hablar por pura curiosidad suya, el muchacho se aclaro la garganta en una llamada de atención hacía los otros dos que le ignoraban.
-Ah, ya veo que conoces a Peeta, el es el sobrino de Effie, ha venido a ayudarla con las cuentas del gimnasio, ya sabes preciosa que yo soy entrenador, no economista.-Dijo el hombre con una pequeña arruguilla en su frente.
-Si ese soy yo preciosa, Peeta Melarck, así que si quiero estar apoyado en el sac…
Y en ese momento, su chulería fue interrumpida por un estruendoso grito que provenía desde el otro lado del gimnasio, desde donde se podía ver a una mujer de casi unos 50 años que se dirigía hacía ellos como un huracán con una gran sonrisa pintada de rojo carmín.
Todos volvieron a sus entrenamientos, era muy normal que aquella escena se repitiera en el gimnasio.
-Mi querida niña, por fin has llegado, cuando tu madre me llamo esta mañana no pude creerme la gran noticia.- Dicho esto abrazo a la joven como si no fuera a verla nunca más, con unas cuantas lagrimas en sus ojos.
Katniss se dio cuenta en ese momento de que llevaba en la mano el gran saco del ejército de su padre, donde traía toda su ropa y demás enseres.
-Si tía Effie, ha sido todo muy poco planificado, pero cuando llamaron a casa para decirme que me habían aceptado en la base no pude pensármelo mucho, debía venir a firmar los papeles.
-No importa, estoy tan orgullosa que quieras seguir la tradición familiar que llevo todo el día dando saltos de alegría aquí y allá; pero dime una cosa, ¿tienes que instalarte ya en la base militar o aún puedes quedarte en casa unos días más?
-Puedo quedarme, debo ir cada quince días a la base, pero hasta septiembre no debo instalarme allí.
-Bien, bien, esta decidido vivirás los próximos tres meses en casa y podremos disfrutar los diez días que tenemos cerrado el gimnasio en la playa.- Effie parecía estallar de la felicidad que tenía y eso era perceptible para las tres personas que la miraban con una sonrisilla en la cara.
En ese momento la mujer salto como si llevara un resorte bajo su larga falda veraniega y cogió del brazo a su querida niña del brazo, mientras se la llevaba a las oficinas que estaban en la segunda planta y desde donde se podía observar a todo el gimnasio, alegando que tenían mucho de lo que hablar, dejando a dos hombres un poco perplejos por la rapidez del cambio de la situación.
Nada mas desaparecer las dos mujeres Haymich observó detenidamente a su sobrino hasta que este se percato de ello.
-Tú y yo tenemos que hablar, ahora.- Peeta conocía a su tío y sabia que el tono en el que le había hablado no era de reproche, pero sí de gran seriedad.
Después de caminar unos cuantos pasos hasta la pared más cercana, se sentaron en unos bancos vacíos junto a un mostrador de pesas, en ese momento, el chico se percató que desde aquella ubicación se podía observar las oficinas, mostrándole la imagen de su tía y de aquella chica de quien todos sabían algo menos él. Su tío, que hasta ese momento estaba callado, le empezó a contar:
-Katniss es la hija mayor de mi mejor amigo, el marine Thomas Everdeen.- Le dijo al muchacho, mientras observaba el gimnasio sin ver nada, como si recordara un tiempo pasado.- Cuando yo tenía unos diez años conocí a Thomas en la escuela, ambos proveníamos de una zona pobre de la ciudad, La Veta, para ser más exactos; también teníamos padres dedicados al ejercito, el padre de Tomy era marine, como él y el mío era aviador.
Crecimos juntos, tanto en las buenas como en las malas; al cumplir los dieciocho los dos teníamos muy claro lo que queríamos en la vida, yo ser un entrenador de elite y el marine; y lo hicimos. A los veintidós ya habíamos logrado lo que más queríamos, incluso nos habíamos casado, yo con tu tía y Tomy con Margaret; ella y Effie se conocían desde el instituto, pero decidieron cursar carreras diferentes; tu tía económicas y Margaret enfermería.-
Para ese momento de la historia Peeta permanecía totalmente inmóvil en el banco, como si cualquier movimiento hiciera que su tío se callara. Era totalmente consciente de que su tío jamás hablaba de ese pasado y empezaba a intuir el porque.
-Poco después de casarse, Margaret quedó embarazada de una niña; nosotros nos alegramos muchísimo pues nos acabábamos de enterar de que no podríamos tener niños, así que siempre quisimos a las hijas de Thomas como si fueran nuestras. Siempre traía a Katniss al gimnasio cuando entrenaba; este sitio, querido sobrino, es un santuario para un selecto grupo de gente; muchas de las personas que ves aquí entrenando han trabajado con Thomas, o al menos saben quien es él.- Dijo el hombre mientras abarcaba el gimnasio con la mano.
-Esa chica creció rodeada de todo esto, creció con las enseñanzas de esta personas; era increíble observar como una niña tan pequeña prestaba tanta atención a los combates, todos la cuidaban, era una alegría verla por aquí animando a todos con su vocecilla cantarina. El tiempo fue pasando y Katniss creció y empezó a entrenar; a Margaret no le gustaba la idea, pero en el fondo ella sabía que aquí dentro nada le pasaría a su hija; todos éramos felices hasta que…
-¿Hasta que tío Haymich?
