En lo que me puedo convertir
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Hola lectores, quiero darles la bienvenida a mi primer fic. Primero que nada ya publiqué esta historia en otra cuenta con el nombre de "Lo último que quería ser" y el nick "TsukiTai", que por mala suerte quedó en el capítul no puedo abrir, así que decidí abrir una nueva cuenta. La historia es prácticamente la misma solamente que decidí aceptar algunas recomendaciones que me habían dado en los reviews y, así mismo, mejorar temas como redacción, duración y trama de la historia. Sin más espero que les guste.
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The Prince of Tennis y sus personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Por otra parte esta historia es completamente de mi autoría y sin fines de lucro.
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Capítulo 1
Miles de lágrimas
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- Pov Sakuno -
Al mirarme en el espejo podía ver en lo que me había convertido. Era decepcionante y eso no lograba más que aumentar mi llanto. Aquellas trenzas caían sobre mis hombros y me sobrepasaban la cintura, ¿Cuántas veces él las había criticado? Quizás treinta o cincuenta veces. No podía creer mi mirada tan débil, la torpeza, mi timidez, el miedo, esa no era yo. Ni siquiera podía verme así, era patético.
"¿Qué me ocurrió...?".
En mí no había respuesta a esa pregunta.
La navaja temblaba en mis manos y el filo del metal me asustaba un poco. En dos maniobras corté mis trenzas y las dejé caer, junto con la filosa cuchilla. Me tomé la cabeza con las manos y poco a poco fui quedando de rodillas frente al espejo. Hecha un desparpajo. Mi rostro estaba empapado en lágrimas, tanto así que mis ojos comenzaban a irritarse y ponerse rojos. Levanté la vista hacia el espejo y el enojo pudo con mi ser. La angustia y el dolor corriendo por mi sangre me llenaban de adrenalina, golpeé el vidrio, aunque solo logré astillarlo un poco. Mis nudillos sangraban, pero eso no importaba, me levanté del suelo y, con paso firme y sin tartamudear, comencé a aventar todo por el aire. Cada cosa se hallaba en el suelo. Ropa, fotos, incluso mis útiles escolares, los cuadernos, las carpetas, ya no me importaba el estudio, ni ninguna otra cosa.
Nada de eso servía. El dolor seguía corriendo por mi sangre, pero, más que el dolor, la ira. La inmensa furia de no poder odiarlo, de los recuerdos clavándose en mi corazón como si fueran puñaladas, pero aun así, amándolo. Dolía mucho. Ryoma se había ido, después de lo que había pasado. Aunque en el fondo de mi ser, aún no creía aquel acto de crueldad.
"¿Cuándo me convertí en esto...?"
En aquel tren se desvanecieron mis ambiciones. A fuerza de la decepción que me causó el abandono de Ryoma, comprendí que el día que lo conocí, fue el peor día de mi vida. Aún recordaba mis sueños anteriores a él, aunque ahora lo sentía triste. Una pequeña risa se escapó de mis labios, amarga y melancólica. Me gustaba cantar cuando estaba sola, de pequeña soñaba con ser cantante, pero ahora que ridículo sonaba estar en un escenario. Cuando lo conocí ya no me importó nada, solo quería estar cerca de él y mis sueños se esfumaron poco a poco. Al subir a ese vagón todo se acabó para siempre. Al subir a ese vagón la inseguridad se convirtió en parte de mí y ya no había retorno. Hubiera dado mi vida por él, cuando lo veía el mundo se pintaba de colores y lo supe. Ya nunca sacaría de mi corazón a ese chico que me hacía suspirar a cada minuto. Mi maldición siempre fue amarlo.
- Flash Back -
- Lo estás haciendo mal.
El rostro de Sakuno lucía frustrado. Después de tantos intentos ya estaba cansada, aburrida y, además, no había forma de que le saliera, al menos, un movimiento bien.
- Flexiona más las piernas.
Sakuno volvía a intentarlo, pero no, definitivamente el tenis no le gustaba absolutamente nada. Era sabido que solo lo hacía para poder acercarse un poco más al tenista estrella del Seishun Gakuen: Ryoma Echizen.
La peli rojiza había conseguido que Ryoga Echizen, el medio hermano de Ryoma, obligue al azabache a darle clases de tenis a cambio de un pequeño favor, que obviamente nada tenía que ver con la amistad secreta que Ryoga y Sakuno tenían. Secreta porque la familia Echizen, creía que Ryoga era demasiado grande para tratar con "jovencitas", como decía el viejo Nanjiroh, y Sumire Ryuzaki creía que no estaba bien que una "niña" tratara con muchachos ya adultos. Y es que, a pesar de los años que los distanciaban, Sakuno era muy madura para su edad y Ryoga era demasiado infantil. Se divertían mucho juntos y también hablaban por horas. Sakuno le contó a Ryoga que quería acercarse más a su hermano, y aunque este no estaba de acuerdo, le consiguió la oportunidad. También luchó por conseguir que ese entrenamiento sea en un horario en el que Tomoka estuviera ocupada cuidando a sus hermanos, cosa que no desagradó a Ryoma. Cada tarde, se encontraban en los vestuarios del club de tenis y practicaban al menos una hora. Esa tarde, no fue la excepción.
Las pelotas se dirigían a Sakuno, pero esta no lograba golpear ni siquiera una. Cuando se acercó una bola directamente a su raqueta, avanzó para golpearla pero una de sus trenzas se le enredó en la raqueta, hizo que perdiera el equilibrio y tropezara.
- Ryuzaki... Esto no es lo tuyo. Mada mada dane...- Dijo el azabache al tiempo que tomó su bolso y comenzó a marcharse.
Sakuno envió una mirada de compasión que Ryoma ni siquiera notó. Ella sabía que era pésima, pero, ¿Por qué debía recordárselo a cada minuto? La peli rojiza hizo una mueca de cansancio y dolor cuando intentó mover la muñeca. Solo era un golpe, pero le dolía moverla. Comenzó a sentir la frente mojada, suavemente pasó las yemas de sus dedos por lo que parecía una cortada, solo una cortada pero le ardía muchísimo. Sin más se levantó, pero nuevamente cuando agarró la raqueta sintió el dolor, solo que con mayor intensidad. No pudo evitar soltar un gemido que Ryoma llegó a oír a lo lejos. El peli negro miró hacia atrás y la vio desvanecerse casi en cámara lenta. Sin embargo para Sakuno fue solo un instante. Sintió cada vez más sangre brotar del corte y caerle sobre el párpado hasta nublarle la vista de un ojo, esto sumado al cansancio, no era la mejor combinación, la vista comenzó a nublársele cada vez más y de golpe todo se tornó oscuro. Ryoma corrió hacia ella y levantó su cabeza del suelo para ver si reaccionaba. Su mano estaba empapada en sangre y Ryoma no pudo hacer otra cosa que no fuera cargarla en sus brazos y recorrer la escuela hasta encontrar la enfermería. Sakuno apenas movía la cabeza y balbuceaba. Lo único entendible que dijo fue: "Ryoma- kun". Una vez allí, la encargada dejó las planillas que estaba completando, tomó unas vendas y en unas pocas maniobras apretó la frente de la chica que aún seguía inconsciente para detener la hemorragia.
- ¿Qué le sucedió a esta niña?- Interrogó a Ryoma horrorizada.- Tiene una herida muy grave en la cabeza y perdió demasiada sangre, llamaré a una ambulancia.
- Solo tropezó jugando al tenis...
- ¿Conoces a sus padres? ¿Puedes darme alguna información?- Siguió preguntando la mujer a la vez que tomaba el teléfono para contactar a la ambulancia.
- Se llama Sakuno Ryuzaki y su abuela trabaja aquí.
La mujer se quedó mirándolo.
- ¿Y qué esperas? Ve por ella, dile que su nieta será enviada al Hospital General de Tokio.
Ryoma solo salió del lugar pensando en el discurso que le daría a Sumire. No era que le tuviese miedo, no a esa amargada anciana, pero cuando se trataba de su nieta no había nadie en el mundo que pudiera hacerla entrar en razón. Por culpa de su andar preocupado no se dio cuenta de que Sumire estaba frente a él y la chocó.
- Cuidado Ryoma, ¿Dónde tienes la cabeza muchacho?- Preguntó burlona al tiempo que reía.
- En Sakuno.
El azabache vio como poco a poco la sonrisa se borraba del rostro de la anciana mujer. Nada. Sumire no emitía palabra hasta que Ryoma empezó a hablarle.
- Se...
- Sabía que el entrenamiento contigo no era bueno.- Dijo Sumire emitiendo una de las miradas más duras que tenía.- Si algo grave le sucede a mi nieta juro que no volverás a verla mientras yo esté viva.
El ambiente se tornó demasiado tenso, Ryoma no quería hablar, ni pensar que el accidente había sido por su culpa y no entendía por qué, pero quería que Sakuno estuviese bien.
- La enviarán al Hospital General de Tokio, se golpeó la cabeza...
¿Acaso estaba preocupado? ¿Qué era ese sentimiento fuerte en el pecho y ese nudo en la garganta? Quería ir a ese hospital a acompañarla, pero, ¿Qué pensarían de él? ¿El mejor jugador de Seigaku preocupado por una niña tonta? No, definitivamente no era buena idea. Él no podía hacerlo.
- "Piensa Ryoma".-Se repetía en su cabeza una y otra vez.
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Abrió los ojos y allí estaba, en un insulso cuarto blanco. Una mesita estaba a su lado y sobre ella un vaso de agua que en realidad tenía ganas de tomar, estaba sedienta. No era para menos, había estado internada todo un día sin conocimiento. Estiró el brazo para tomar el vaso, pero cuando lo pudo agarrar una puntada en su muñeca hizo que lo soltara. El cristal se rompió en cientos de pedazos y una enfermera vino rápido a su rescate.
- ¡Ohh, ya despertaste!- Exclamó la mujer otorgándole una amplia sonrisa.- Iré por tu abuela.
- Espere...- Llamó la dulce voz.- ¿Puede decirme que hago aquí y hace cuánto tiempo? No entiendo nada.
- Tiene un gran golpe en la frente, tuvo suerte de que la trajeran rápido, podría haberse desangrado.- Decía con horror.- Le hicieron una transfusión de sangre y estuvo inconsciente un día.
- ¿U- Un día? Gra- Gracias.
- Iré por tu abuela, está muy preocupada.
¿Hospital? No entendía nada, en un segundo todo se había tornado oscuro y un instante después estaba en un hospital.
- ¡Sakuno!
La voz de su abuela la sacó de sus pensamientos. Detrás de ella también estaba Tomoka, ambas la miraban con preocupación.
- ¡¿Es cierto que estabas con Ryoma?!- Preguntó exaltada Tomoka.
- Sí, pero agradecería que no gritaras Tomo- chan.
- ¡A mis espaldas Sakuno! ¡Siempre supiste que él me gustaba y que yo le gusto a él! ¿Cómo eres capaz?
En ese momento, Sakuno no deseaba escucharla, sentía el dolor muy agudo en su cabeza. Además, todo eso de que ella y él se gustaban mutuamente no era más que puras mentiras e ilusiones de Tomoka. No recordaba mucho, pero sonrió al verlas allí, acompañándola. Se quedó expectante a la puerta, quería ver si ella llegaba.
- Lo lamento Sakuno.- Lastimosa, su abuela la miraba.- La llamé, pero dijo que no podía venir.
- Descuida abuela, de todas formas ya no me sorprende.
La mayor de las Ryuzaki salió indignada de la habitación, negando y balbuceando frases inentendibles.
¿Qué más daba su madre? Si ella no se preocupaba por su única hija, nada podía hacer ella. De pronto recordó a Ryoma, le hubiera gustado que el también estuviera allí, pero ¿Por qué iría? No había razón para que él estuviera preocupado por ella. Solo eran compañeros de colegio y nada más.
- Tendrás que hacer reposo Sakuno, nada de escuela, nada de "clases de tenis".- Dijo Tomoka con una sonrisa al pronunciar las últimas tres palabras.- No es que te desee el mal amiga, pero esto que te pasa es un castigo por tu mala actitud en mi contra... De todas formas te perdono, soy una persona cordial.
- Pero...- El sonriente rostro de Sakuno desapareció en dos segundos.- Estoy mejorando en las clases.
- Claro que no Sakuno, ni estás mejorando, ni vas a ir. A pesar de que amo a Ryoma, tu abuela insiste en que no es un buen maestro y que él debía de cuidarte.
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Tres días habían pasado. Ryoma tomaba una ponta de uva en la azotea. Definitivamente ya no llegaría. Hace tres días el muchacho lucía melancólico, en clases miraba el lugar vacío de Sakuno Ryuzaki, durante sus entrenamientos veía hacia la sección de mujeres buscándola y cada día esperaba al mismo horario en la azotea para ver si ella aparecía a recibir sus clases de tenis. Definitivamente había algo que no entendía. ¿Por qué la esperaba y le preocupaba tanto? ¿Acaso se sentía atraído? No, claro que no. Despejó su mente agitándola de un lado a otro y miró al cielo. Suspiró. Tenía que sacar de su mente a esa niña. Cubrió su rostro con la gorra y se puso a dormir.
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Sakuno intentaba que la llave entrara por la cerradura, sin embargo no podía, su muñeca estaba demasiado débil todavía y su mente no estaba en condiciones de dar alguna instrucción a su mente. Si no lograba meter la llave no podría entrar, estaba solamente ella. Sus padres habían ido a un viaje de negocios y ella se había quedado ya que no podía subirse a un avión en su condición. Ellos volverían al día siguiente, por eso ella quería tener la casa limpia, la comida preparada y recibirlos de la mejor manera.
Después de pelear un rato con la cerradura pudo abrir la puerta. Entró a la casa, se descalzó y se puso los patines, dejando los zapatos en la entrada. Con cuidado apoyó las bolsas con los víveres que había comprado sobre la mesa ratona que había en el medio de la sala. Se sentó en el cojín rosa que estaba a un lado de la mesita, era su favorito. Tomó su celular y comenzó a ponerse al día. Primero llamó a Tomoka para decirle que estaba bien y para dejar que ella le dijera todo lo que pasaba en la escuela, aunque sinceramente, Sakuno no prestaba mucha atención. Luego llamó a sus padres, pero por desgracia no la atendieron, habían pasado más de tres horas desde el momento en que tendrían que haberla llamado. Y por último llamó a Ryoga Echizen. Se habían vuelto muy amigos desde que lo conoció, tenía un extraño parecido con Ryoma en cuanto a lo físico, eran prácticamente idénticos, claro que sin contar su personalidad. Ryoga era un chico simpático, atento y muy sociable. A veces se sentía rara cuando hablaba con él, ya que le hacía recordar mucho a Ryoma.
- ¿Hola?- Respondió una voz femenina.
- Hola Rinko- san, soy Sakuno.- Respondió la cobriza con una sonrisa.
- ¡Sakuno! ¿Cómo está tu golpe?
- Ya está mucho mejor, ni siquiera duele.- Le mintió Sakuno para no preocuparla.
- Que bueno, si quieres hablar con Ryoma, temo que no está. Salió sin decir a dónde iba, temo que estoy algo preocupada.
- Mmmm no.- Dudó.- Quisiera hablar con Ryoga, ¿Él está?
- Él sí, ahí te lo paso.- Respondió extrañada.
Mientras Sakuno esperaba que Ryoga la atendiera, comenzó a sacar las compras de las bolsas. El timbre sonó y ella miró la puerta preguntándose quién seria.
- ¿Saku- chan? ¿Cómo estás?- Se escuchó del celular.
Sakuno abrió la puerta al tiempo que le respondía.- Que gusto hablarte Ryoga- kun, ya te... Extrañaba…- Se quedó muda.- Ry- Ryoma- kun...
- Hola.
- P- Pasa, justo estaba hab- hablando con...
- Ryoga.- Dijo con la clara expresión de enojo.
Sakuno no entendía nada. Rápido tartamudeó e invitó al azabache a sentarse en uno de los cojines. No sabía si atender o no, solo escuchaba un murmullo que provenía del celular.
- Perdóname Ryoga- kun es que llegó alguien a casa.- Dijo mirando a Ryoma quién no podía disimular la molestia en su cara.
- No hay problema, podemos hablar más tarde... Solo necesito decirte algo muy importante.
- De acuerdo Ryoga- kun. Mata nee...
Cortó la llamada y dirigió la mirada al invitado sorpresa.
- Ryoma- kun, ¿Qué haces aquí?- Miró al suelo.- No te esperaba.
- Es extraño que hables con mi hermano.- Dijo con la mirada posada en ella.
- Claro que no, es muy agradable.
El malestar nuevamente llegó al rostro de él.
- Es algo grande, ¿No lo crees? Tiene veinte años.- Dijo sarcástico.
- ¿A qué viniste Ryoma- kun?
- Mi madre me mandó a preguntarte cómo está tu golpe.
Sakuno aún no entendía demasiado bien, acababa de hablar con Rinko, pero quería aprovechar que Ryoma estaba allí preguntando por ella, así que solo se sentó frente a él, en su cojín rosa y se despreocupó de lo demás.
- Creo que ya está bien, casi no duele.- Sakuno miró hacia la mesa y empezó a jugar con sus dedos.- Me dijeron que tú me llevaste a la enfermería, sinceramente no recuerdo nada.
- Te caíste cuando jugábamos tenis y al parecer te golpeaste la cabeza.
El tiempo empezó a tornarse cada vez más lento y ninguno se dirigía la mirada. Sakuno quería hablarle pero temía que no le respondiera o se aburriera, así que simplemente se levantó hacia el refrigerador y agarró dos pontas de uva.
- ¿Quieres tomar algo?- Dijo al tiempo que le tendió el refresco.
En ese instante no respondió, solo la miró y eso era horrible, a pesar de que Sakuno admiraba esos ojos ámbar, cada vez que la miraba así sentía el estómago revolvérsele.
- ¿Cómo sabes que me gusta la ponta?
- No es muy difícil adivinar Ryoma- kun.- Dijo y sonrió.
Esta vez quien tenía el estómago revuelto era Ryoma y aún no entendía la razón. Solo que esa sonrisa cómplice y el sonrojo de Sakuno lo volvían loco, aunque no quería admitirlo.
- Toma.- Le dijo Sakuno y extendió su mano.
- Gracias.
El timbre sonó otra vez. Sakuno se levantó y Ryoma miró a la puerta extrañado.
- ¿Esperas a alguien?- Preguntó el azabache.
- Sí, debe ser mi abuela Sumire.
- No puede verme aquí Ryuzaki, me prohibió acercarme a ti.- El azabache dijo nervioso.
- ¿Te prohibió?- Sakuno quedó perpleja por unos minutos, pensando en qué podía hacer con Ryoma, hasta que el timbre sonó otra vez.- Ve a mi habitación, no le diré que estás aquí, en un momento subo.
Ryoma le hizo caso y se dirigió a la habitación, aunque no sabía siquiera cuál era. Una por una fue viendo las puertas y, a la tercera, se encontró con una de color blanca, sin pensarlo entró, estaba seguro que era la de Sakuno Ryuzaki. Rápidamente la inspeccionó y poco a poco fue viendo los detalles más pequeños. La habitación era pequeña, toda de paredes blancas con pequeños círculos lilas. Una gran ventana que daba a un pequeñísimo balcón estaba cubierta por una larga cortina rosa pastel que llegaba hasta el suelo. Algunos peluches de todos los tamaños invadían la habitación, en su mayoría eran blancos, aunque también había rosas y marrones. Había, también, una cama para dos personas y una pequeña mesita de luz con un portarretratos de ella y Ryoma. El azabache no podía creer que aún conservara esa foto. Había sido hace cuatro años, cuando él había tenido un accidente en un partido de tenis y se había lastimado un ojo. De pronto la puerta se abrió y dejó ver a la bella Sakuno, con las pontas en sus manos.
- ¿Qué le dijiste a Sumire?
- Que tenía mucha sed.- Dijo otra vez riendo y extendiéndole la ponta.- ¿Puedes esperarme un minuto? Debo cambiarme esta ropa.
- Claro.
Sakuno recordó que había dejado el celular en la mesita ratona, luego iría a buscarlo, tomó algunas prendas y fue al baño a cambiarse. Solo había tardado unos minutos. Pero cuando Ryoma la vio se quedó perplejo por la figura de la chica. Ahora se daba cuenta de que el uniforme de Seigaku ocultaba el cuerpo de adolescente de la cobriza. Solo tenía puesta una blusa blanca suelta, que le llegaba aproximadamente a medio muslo y dejaba al descubierto un hombro, y un pantalón corto de mezclilla, también blanco, que dejaba lucir sus estilizadas piernas. Ryoma no tenía palabras, estaba simplemente hermosa. Sakuno le sonrió y comenzó a desarmar sus trenzas, el cabello sin trenzar, le llegaba casi hasta las rodillas. Era suficiente, para Ryoma, ella parecía un ángel, solo faltaba una cosa, algo que él amaba de ella.
- Bonitos peluches.- Expresó Ryoma sarcásticamente.
Sakuno se tornó de un color rojizo y agachó la cabeza para intentar ocultarlo. Listo, estaba sonrojada, ahora sí todo era perfecto. Lentamente Sakuno tomó un peluche pequeño, se dirigió al balcón y miró a Ryoma para que se acercara. Sorprendido, la siguió. El viento cálido del verano les pegaba con suavidad en el rostro, y la noche empezaba a caer junto con un gran manto de estrellas. La cobriza suspiraba mientras se apoyaba en la baranda del balcón y Ryoma admiraba su rostro iluminado por la luna. Ese momento parecía mágico, Sakuno no era la misma niña tonta que era en la escuela, era totalmente diferente.
- Los peluches ya no son míos...- Dijo nostálgica.- Supongo que ya no soy una niña.
Acababa de confirmarlo, la cobriza lo miró, suplicándole con sus orbes rubíes, que rompiera esa coraza que lo atrapaba, que lo volvía tan frío. Ella sabía que él la quería, al menos un poco, para haber decidido ir a su casa para saber cómo estaba su golpe. Algo debía importarle, y no se equivocaba. En ese momento Ryoma quería aceptar que la quería, quería romper esa coraza. Sakuno extendió su mano e hizo contacto con la de Ryoma. Él la miró y cambió su mirada por una más cálida, Sakuno lo logró, hizo que el azabache no pudiera contener las ganas de estar con ella. Suavemente se acercó y la besó, ya nada existía, nada importaba, solo el dulce sabor de los labios de Sakuno, que poco a poco se acostumbraba al ritmo de Ryoma. Soltó el peluche y rodeó el cuello del azabache con sus brazos mientras él la tomaba de la cintura, aprisionándola. El beso podría haber durado una eternidad, y a ninguno de los dos les hubiera importado, pero el oxígeno comenzaba a faltar en sus pulmones. Al separarse Sakuno desvió la mirada llena de timidez y Ryoma se quedó pensando. La quería, quería que fuese suya, que nadie se le acercara.
- Sakuno...- Dijo sorprendiéndola.-... Te quiero.
La tomó en sus brazos y nuevamente la besó, ella estaba confundida, pero siguió el beso. Ryoma no aguantaba más, era un adolescente de dieciséis años que tenía frente a él a la chica más hermosa que había visto. Algunos pensamientos comenzaron a invadirle la mente. Los ignoró. Sakuno terminó el beso y lo abrazó por el cuello y se arrinconó en él.
- También te quiero...
Mientras en la planta baja, el celular de Sakuno se iluminaba y apagaba, estaba sin sonido, por lo que nadie se percató de él. Eran llamadas perdidas, una tras otra. Todas decían: "Oka- san" y "Ryoga- kun".
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Ryoma había esperado que se duerma para levantarse despacio de la cama, sin despertarla. El remordimiento no lo dejaba siquiera pensar al verla así, tan tranquila, sentía que no podía irse, que tenía que estar con ella, cuidándola de chicos como él. Al levantarse, buscó un papel y un bolígrafo por todos los cajones, cuando los encontró empezó a escribirle. Nada. No le gustaba como quedaba, no encontraba las palabras exactas. Después de romper la quinta hoja se rindió.
- - Sakuno:
No sé cómo decirte esto. Debo irme, lo lamento. Volveré en un tiempo y te encontraré.
Atte.: Ryoma- kun.- -
Dejó esta nota dentro de un libro de inglés, tomó el portarretratos y se fue.
- Fin de Flash Back -
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Pasos firmes. Miradas de asombro. Murmullos. Todo aquello junto en el corredor de Seigaku. La fila de casilleros repleta de adolescentes con miradas extrañas. Todos dirigidos a ella. ¿Quién era la misteriosa chica que lucía ese atuendo? ¿Dónde estaba su uniforme color verde? ¿Cuándo había ingresado al colegio? Esas eran algunas de las preguntas que resonaban a lo largo del pasillo. Nadie la reconocía.
Botas grises no muy altas, pero tampoco tan bajas, piernas que lucían estilizadas hasta llegar a la falda unos dedos más arriba de lo que acostumbraba usar, una bonita falda negra, simple. Una camisa blanca de mangas cortas y una corbata algo desarreglada también color gris. En su muñeca izquierda una cinta negra atada con un nudo doble, clara señal de luto. Su cabellera de un tono rojizo llegaba aproximadamente a la cintura, solamente que las ridículas trenzas habían desaparecido. Su hermosa tez blanca, labios rosados y ojos rojos como la sangre misma, enmarcaban el rostro ideal, aunque se veía opacado por unas ojeras grisáceas y un leve enrojecimiento en sus ojos.
La cobriza frenó en el casillero correspondiente. Allí la esperaba su amiga desconcertada, sin palabras, y eso, en Tomoka era bastante raro.
- ¿Saku- chan? ¿Eres tú?- Tomoka tartamudeaba un poco.
- ¿Qué quieres?- Sakuno simplemente abrió el casillero, buscando algunos cuadernos que tenía guardados.
- ¿Qué…?- Tomoka tomó la muñeca de Sakuno.- ¿Qué es esta cinta? ¿Qué te sucede?
Bruscamente haló su muñeca para soltarse de Tomoka y cerró el casillero con fuerza. La miró directamente a los ojos y sin titubear dijo…
- Nada... "Saku- chan", como tú dices, ¡No existe!
- ¿Có- Cómo dices? ¡¿Qué demonios te pasa Sakuno!?
Todos estaban mirándolas, eso sería un buen rumor luego… Sakuno seguía inmutable ante las miradas y los alaridos que Tomoka daba.
- ¿Qué es lo que quieres Tomoka?- Pronunció con una mueca de cansancio.
- Quiero… ¡Quiero que me devuelvas a mi amiga! Quiero a la verdadera Sakuno…
- Tú y todos los demás se empeñaron en destruirla...- Dijo al borde del llanto.- No sé de qué te sorprendes Tomoka. Lo que quieres es alguien que te siga a todas partes sin cuestionar nada, eso es lo que quieres, pero ya no… ¿Acaso no te das cuenta que nadie quiere acercarse a ti? ¿No te das cuenta que no eres el centro de atención? Por favor, dejemos de fingir...
Sakuno caminó unos cuantos pasos dejando detrás de ella una montaña de sentimientos confusos. Las lágrimas descendían por las mejillas de Tomoka. ¿En serio todos pensaban lo mismo de ella? Esa pregunta resonaba en la cabeza de la gritona adolescente. Ya sin fuerzas se sentó en el suelo y cubrió su cara.
- Sakuno…
- Ya basta Tomoka.
No iba a decir que no le dolía, en ese momento más lágrimas manchaban su rostro. Hubiera preferido no hacerlo, pero ya no quería contacto con nadie. Mucho menos de la 'amiga' que siempre la hacía sentir mal. Era duro. Se conocían desde los cuatro años y nunca se había acercado siquiera a una pequeña discusión. No porque no se haya presentado a ocasión, sino porque Sakuno era demasiado condescendiente con ella.
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La campana había tocado y de a poco el salón de clases comenzaba a llenarse. Ella aún seguía en su mundo, viendo por la ventana el patio totalmente desierto. La brisa lo recorría y, aunque nadie podía disfrutarla, creaba un espléndido paisaje al elevar las flores que yacían en el suelo. Sakuno suspiraba al ver el espectáculo por la ventana. Deseaba estar allí, pero en lugar de eso, se hallaba en la aburrida clase de inglés.
Por un segundo, desvió su mirada al interior de la sala. El color verde agua de los uniformes femeninos y el negro traje de los varones pintaba un cuadro monótono del que ya estaba cansada, del que quería escapar. Lo único que no podía evitar mirar era aquel pupitre vacío en el centro de la sala. Comenzaba a pensar que era masoquismo aquello que ella hacía, sin más solo comenzó a mirar a todos lados aturdida, con un gran nudo en la garganta y una sensación perturbadora. No podía estar en el Seishun Gakuen sin pensar en él.
- ¿Por qué se fue?- Susurró inaudiblemente para sí misma.
El profesor de inglés le estaba hablando, pero sus oídos no querían escucharlo decirle ni una palabra. Justo en ese momento había visto un pequeño papel sobresalir del libro, pero no le prestó atención. Más tarde lo miraría bien.
- ¿Ryuzaki? Le estoy hablando.- Se escuchó la voz del profesor.
Sakuno ni siquiera dirigió la mirada hacia él, no lo había escuchado, solo miraba por la ventana recordando lo que en ese momento parecía un sueño, algo que nunca había ocurrido. Su respiración comenzó a agitarse. Todos la miraban. Se levantó de su asiento y llevó la mano derecha a su pecho tratando de regular las desesperadas bocanadas de aire y suprimir la opresión en todo su torso. Volvió a dirigir la mirada al patio por última vez antes de comenzar a sentir el frío sudor por su cuello. Con más lágrimas corriendo por su rostro, solo tomó sus cosas sin escuchar las voces que dejaba atónitas tras ella. El profesor y sus compañeros se miraban entre sí sin palabras. Sakuno sin embargo lo único que podía hacer era correr por los pasillos de Seigaku, deteniéndose después de unos metros para tratar de frenar esa horrible sensación.
- Ryoma...- Gritaba la cobriza entre sollozos.
Alarmó a más de un profesor y profesora, que salían al pasillo para encontrar a la adolescente en ese penoso estado. En el momento que alguien la veía, ella volvía a correr para escapar de las prejuiciosas miradas adultas. Hasta que pensó el lugar ideal para estar tranquila, quizás allí se le pasara.
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Los pasos se oían golpear el suelo, inseguros. Sin que nadie la viera se acercó a las escaleras y tomó valor para subir. A medida que ascendía escalón a escalón sentía el fresco del aire colarse en sus pulmones.
- Pov Sakuno -
El pecho se me había congelado, sentía a mi corazón comprimirse. Paso a paso fui viendo aquella azotea y los recuerdos saturaban mi mente. Imágenes y más imágenes aparecían fugaces, y el viento me golpeaba, no ayudaba demasiado, solo quería dejarme volar. Dejé mis cosas contra la pared, la mochila y las raquetas. Miré a mí alrededor, nunca me había acercado a la orilla de la azotea. Pero ahora, sin siquiera dudarlo me senté en el fino muro que distanciaba la azotea del suelo. Más lágrimas, simplemente no había forma de detenerlas, el ahogo y el miedo que sentía no ayudaba. No quería vivir. Sin él y sin mi padre, sin Ryoga, sin Tomoka, no quería vivir en un mundo sin ellos. Medité unos segundos en la cornisa, decidiendo si hacerlo o no. ¿Qué podía perder? Absolutamente nada.
"TOC - TOC - TOC"
Los golpes en la puerta de la azotea me asustaron y casi caigo, me decidí a hacerlo. Sería rápido y ya no me dolería el corazón.
- ¡Abre la puerta Sakuno!- Se escuchaba la voz de mi abuela al otro lado.
"No la dejes entrar..."
Cerré fuerte los ojos, aún escuchaba su voz indicándome que hacer y qué no.
- Basta...- Murmuré tras suspirar.
"Solo un paso al frente y ya no habrá más dolor. Serás libre..."
Respiré hondo, ya desaparecería, solo debía convencerme de que no estaba allí.
- No eres real Ryoma...
"Sabes que sí lo soy Ryuzaki..."
- ¡Basta!- Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos como manantial.- Por favor basta Ryoma… Sal de mi cabeza… Déjame tranquila.
Era consciente de que solo era mi imaginación, pero parecía tan real. Podía verlo frente a mí, con su mirada fría, remarcando mis defectos y mi cabeza gritaba que era una ilusión, pero no quería hacerle caso, quería que fuese tan real como lo parecía.
"No creí que fueras tan cobarde..."
Estaba pensando en mis últimas palabras antes de tirarme, cuando la puerta se abrió de un golpe y un muchacho me tomó de la cintura para llevarme al seguro suelo.
- Fin Pov Sakuno -
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Ese fue el día en que Sakuno dejó el Seigaku. Horio, Kachiro, Katsuo y algunos de los sempais la despidieron. Cada uno le dijo algo, pero lo que más la sorprendió fue ver a Tomoka a unos metros, llorando su partida. Sakuno sonrió triste y una lágrima resbalo por su mejilla. Tomoka no era la mejor amiga, pero la extrañaría muchísimo. Nadie sabía a dónde iría, ni por cuánto tiempo. Sakuno se limpió la cara y se metió al auto que la esperaba. Bajó la ventanilla y a ella se acercó uno de los sempais.
- Volverá Saku- chan.
- Claro que no Momo- san, ya no volverá...
El auto arrancó y ella saludó por la ventanilla. Lo último que vio fue a Tomoka correr hasta donde estaban todos los demás. No miró atrás. Solo apoyó pesadamente la cabeza contra la ventana y miró el folleto arrugado que estaba en su bolsillo.
"Hospital Psiquiátrico de Osaka
Todos los cuidados necesarios para la perfecta rehabilitación de..."
Otro suspiro. Dejó de leer para concentrarse en la estúpida imagen. Una foto en aquel folleto, unas personas de múltiples edades sonriendo en un pequeño patio verde lleno de plantas, rodeados por enfermeros y doctores.
- ¿Quién está feliz cuando te meten a un manicomio?- Pensó la muchacha.
No podía contenerse, quería llorar y maldecir a su madre por meterla a aquel hospital. Pero sus ojos no se lo permitían, ya eran demasiadas lágrimas para un día. Se supone que una madre está ahí siempre para ti, pero la señora Ryuzaki no pudo con esa carga luego de la reciente muerte de su marido. Sakuno había intentado suicidarse, así que resolvió que lo mejor era que estuviese por un tiempo en aquel hospital.
Continuará...
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¿Qué piensan del cap.? Algo dramático quizás. Sinceramente espero que les haya gustado, cualquier comentario es aceptado, así que si gustan dejar un reviews para saber si les gustó o no, o en qué puedo mejorar, se los agradecería. Nos leemos luego...
Kou Ghost Writer
