Capítulo I: La llegada inesperada

La soberbia es tal vez una de las formas de expresión más refinadas que tiene la estupidez.

Para los mortales hoy era un día totalmente normal, un día de paz después de tan desastrosa y terrible guerra, ninguno sabia cuan equivocado estaba porque precisamente hoy en el Monte Olimpo, ubicado en esos momentos en New York, se estaba realizando un acontecimiento importante. Hoy los Dioses olímpicos conocidos como los Tres Grandes estaban por hacer un juramento sobre el Rio Estigia, jurarian que no tendrían más hijos con mortales luego de escuchar tan preocupante profecía. En cada uno de sus tronos se encontraban ubicados los demás olímpicos observando a los tres hermanos reunidos en el centro a punto de dar comienzo al juramento.

— Comencemos — ordeno Zeus seriamente—Hades te corresponde comenzar —añadió mirando al mayor de sus hermanos —.

— Como desees hermano—Hades hizo una mueca y se dispuso a recitar el dichoso juramento, todavía quería terminar con el maldito Oráculo que acabo con la vida su querida María Di Ángelo —Yo Hades, Dios…—.

— Alto—retumbaron tres voces al unísono en la sala de tronos interrumpiendo al Dios del inframundo. Todos los Dioses se sobresaltaron y buscaron la fuente del sonido. En medio del salón junto a los tres hermanos aparecieron las Moiras ocasionando que inmediatamente los tres dioses se inclinaran levemente ante ellas—.

— Mis señoras —saludo Zeus tomando su lugar nuevamente— ¿Qué desean? —

— ¿Por qué han parado el juramento de Hades? —inquirió Poseidón junto a su hermano—.

— Dioses—comenzó una —no solemos intervenir…—.

— …Pero estamos muy disgustadas con futuro su comportamiento…—continuo la otra —.

— …El Olimpo corre el riesgo de caer—termino de decir la última seriamente, ante este detalle el resto de los olímpicos se mostraron alarmados—.

— ¿Qué quiere decir eso? —pregunto Hades —.

— El futuro es incierto —volvió a decir la primera—el Olimpo se salvó gracias los esfuerzos de un héroe pero la Titanomaquia casi acaba finalmente con el Olimpo—nadie decía nada mientras ellas hablaban —.

— Sin embargo pese a los esfuerzos de estos héroes la paz no duro mucho—tomo su lugar la segunda—Gea esta despertando y con los gigantes más fuertes que nunca —anuncio —.

— Zeus ha cerrado el Olimpo y los semidioses ha sido dejados a su suerte —hablo la tercera— una nueva guerra se avecina entre Romanos y Griegos —muchos de los dioses perdieron el color pensando en sus hijos—la responsabilidad de salvar al Olimpo y al mundo corre sobre los hombros de siete semidioses—.

— ¿Qué? —dejo escapar Hestia preocupada —.

— Les daremos la oportunidad de remediarlo —explico seriamente la primera ignorando la pregunta de la Diosa al tiempo que la del medio hizo aparecer unos libros —estos libros —los señalo cuenta la historia de estos siete héroes y todo lo que tendrán que pasar —.

— Pero como castigo no conocerán lo demás ya que estos cuentan la Gigantomaquia —añadió seriamente la segunda—.

— Y si no mejoran sus acciones y comportamientos vamos a tomar medidas drásticas—dijo esto mirando seriamente a Zeus quien se removió inquieto en su lugar—recibirán a algunos semidioses— termino la última pasándole los libros a Poseidón y así como habían llegado se fueron dejando a los Dioses sumidos en un silencio—.

— ¿Qué haremos padre? —se atrevió a romper el silencio Atenea—.

— Leer estos libros como nos indicaron —respondió el Dios de los cielos caminando hacia su trono seguido por sus hermanos —.

— Escuchen los títulos—hablo Poseidón observando cada uno de ellos— El héroe perdido—leyó con un mal presentimiento —El hijo de Neptuno—cuando termino de leer este se le cayó de las manos —.

— ¿Qué? —Zeus fulmino a su hermano con la mirada — ¡Poseidón rompiste el juramento! —.

— Padre, el tío P iba realizar el juramento como griego así que técnicamente no rompió nada—hablo Hermes defendiendo a su tío —.

— Escuchen los demás —Poseidón se aclaró la garganta y le lanzo una mirada a su sobrina antes de leer el titulo —la Marca de Atenea —.

— ¿Co-cómo? —Atenea perdió todo el color del rostro— no puede ser —la diosa enterró el rostro entre sus manos —mande de nuevo a unos de mis hijos a esa maldita búsqueda —.

— Quédate tranquila —le dijo Apolo sonriendo— estoy seguro que esta vez será diferente —.

— Continua —pidió más tranquila—.

— La casa de Hades—leyó consternado — ¿Qué significa eso? —pregunto girándose hacia donde estaba Hades—.

— Si es lo que estoy pensando esto se pondrá muy feo —dio por toda respuesta preocupado a los demás —.

— El último dice La sangre del Olimpo —leyó haciendo una mueca— ¿Qué clase de futuro es ese? —añadió para sí mismo—.

— Si van a venir semidioses tenemos que adoptar nuestras formas mortales—hablo seriamente Deméter cambiando su forma cosa que los demás imitaron de inmediato—.

— Y bien ¿Qué haremos? —pregunto Hera disgustada— comenzamos a leer o…—lo que iba a decir la Diosa se perdió cuando una luz apareció en medio del salón —.

Una vez se aclaró se vio un grupo de semidioses. Dos chicos y una chica, el primero y al parecer el mayor, era alto, cabello negro y ojos de un verde mar que llamaba la atención dónde sea, con solo observarlo un momento se sabía que era poderoso. El otro chico también era alto, tal vez un año menor, tenía el cabello negro y ojos castaños con rasgos chinos. La chica se veía que era la menor tenía el cabello color canela y los ojos de un tono dorado, los tres desorientados comenzaron a mirar a todos lados.

— ¿Pero qué….?—el mayor se vio interrumpido cuando otra luz envolvió la sala esta vez dejándolos caer sobre ellos —auch—dejo escapar cuando una chica le cayó sobre la espalda—.

— ¡Hazel! Lo siento —dijo el chico con rasgos chinos ayudando a la otra chica—.

— Vaya manera de caer —se quejó una chica rubia de ojos grises tormentosos, no presto atención a lo demás y es que estaba sobre el chico de ojos verdes —.

— ¿Pipes, estas bien? —pregunto un chico rubio poniéndose de pie—.

— Reina de belleza me estas aplastando —añadió otro chico —.

— ¡Leo, lo siento! —.

— ¿Dónde estamos? —pregunto confundida la más pequeña del grupo—.

Lo dioses observaban todo sin saber qué hacer, esperando a que los semidioses los notaran pero al parecer estaban más interesados en ellos mismos cosa que indigno de sobre manera a Zeus quien estaba a punto de llamar su atención de manera poco saludable para ellos sin embargo Afrodita le hizo señas indicándole que esperara y es que la Diosa tenía una sonrisa radiante observando al grupo ansiosa.

— ¿Annabeth? —dejo escapar el chico de ojos verde mar cuando logro ponerse de pie y tomo el brazo de la chica rubia que se encontraba paseando la mirada entre el grupo notando dos rostros desconocidos—.

— ¿Qué…?—la chica se giró de golpe quedando de frente al chico — ¡Percy! — se lanzó a sus brazos, Percy la sostuvo por la cintura y sin esperar un minuto más besaron y por un momento nada importo. No escucharon la exclamación de asombro de los dioses ni el chillido emocionado de Afrodita. Bien podría acabarse el mundo en ese momento y a ninguno le hubiera importado. Cuando se separaron Percy la observo detenidamente

— Dioses, creí que no te…—.

Se vio interrumpido cuando Annabeth tomo su muñeca y lo lanzo sobre su hombro dejándolo caer sobre el suelo provocando exclamaciones de asombro pero no intervinieron notando que ella puso su rodilla sobre el pecho de Percy.

— Perseus Jackson si me vuelves a dejar —dijo con los ojos llenos de lágrimas — juro por todos los dioses que…—.

Para sorpresa de todos, especialmente de quienes venían con él, Percy rio dejando a los dioses con la boca abierta.

— Me considero advertido —dijo sonriendo —también te extrañe—añadió abrazándola —.

Lo que iba a contestar Annabeth no se escuchó ya que Zeus cansado de ser ignorado se aclaró ruidosamente la garganta llamando la atención del grupo.

— Ahora si podemos entrar ¿no? —bufo Percy cruzándose de brazos—.

— ¡Percy! —lo riño nerviosamente Annabeth—.

— ¿Qué quieren que hagamos esta vez? Para eso nos llamaron ¿no?—añadió imprudentemente ocasionando que los demás dejaran escapar exclamaciones alarmadas cuando vieron como Zeus levantaba su rayo—.

— Niño imprudente —dejo escapar — no sé qué papel juegues en esto pero te advierto no tolerare otra falta de respeto —advirtió bajando el rayo—.

— ¿Quiere decir eso? —pregunto Leo confundido—.

— Están en el pasado niños—explico Hestia desde su lugar en el fuego— Apolo muéstrales —pidió mirando a su sobrino quien asintió y se acercó al grupo y un momento después todos conocían la llegada de las Moiras y su anuncio—.

— Sera mejor que se presenten y digan el nombre de su padre divino para comenzar a leer esos dichosos libros —ordeno Zeus—el imprudente primero—

— Bien—Percy se aclaró la garganta y dio un paso al frente pero Annabeth, quien seguía abrazada a él temiendo que desapareciera, se adelantó con él— mi nombre es Percy Jackson y mi padre es Poseidón…—.

— ¡Poseidón! —exclamo Zeus fulminando a su hermano con la mirada —rompiste el juramento —.

— Pues no fue el único —replico Percy defendiendo a su padre —pero supongo que de eso se enteraran conforme leamos —añadió cuando vio que algunos iban a preguntar—.

— Mi nombre es Annabeth Chase —se presentó la chica rubia y le lanzo una mirada preocupada a Percy cuando se aclaró la garganta —mi madre es Atenea —.

— ¿Cómo? —Atenea estaba furiosa — ¿Qué hace una hija mía besando a un engendro de Poseidón? —inquirió a punto de convertir en cenizas al chico—.

— Aquí vamos otra vez—mascullo Percy rodando los ojos—.

— Percy es mi novio madre —respondió Annabeth apretando la mano del chico —y nada de lo que hagas o digas me hará cambiar de opinión así que es mejor que ni lo intentes —.

— Me agradas querida, defiende tu amor por el chico—dijo alegremente Afrodita ocasionado que Atenea bufara y comenzara a hablar entre dientes —.

— Continúen que no pienso perder más del tiempo necesario en esto —ordeno Hera disgustada—.

El chico rubio brillante y de unos preciosos ojos azules como el cielo dio un paso al frente colocándose junto a Percy y Annabeth y mirando con respeto a los dioses se inclinó levemente.

— Mi nombre es Jasón Grace, hijo de Júpiter—hablo respetuosamente—.

— ¿Qué hace un romano con griegos?— pregunto Ares sorprendido— tendrían que estar luchando —se quejó decepcionado —.

— No creo que Jasón quiera pelear con su novia y mejor amigo—comento el chico de aspecto latino sonriendo inocente —.

— ¿Novia? —pregunto ilusionada Afrodita—.

— Así es—se adelantó la chica con el cabello de un tono chocolate y ojos que varían de azules a verdes y marrones— mi nombre es Piper McLean, hija de Afrodita—la diosa aplaudió encantada y la chica le sonrió tímidamente —.

— ¿Un romano y una griega juntos? —pregunto estupefacto Apolo —¿y eso como paso? Tenemos mucho cuidado de que no se encuentren —.

— Lo entenderán cuando lean —explico la chica lanzando una mirada a Hera—.

— ¿Y ustedes piensan presentarse? —pregunto Hermes —.

— Por supuesto señor—se adelantó el chico de rasgos chinos con un carcaj de flechas sobre el hombro— Frank Zhang, hijo de Marte —ante eso Ares estudio al chico sorprendido pero se quedó callado—.

— Hazel Levesque —se adelantó la última chica ocasionando que Hades perdiera el color —hija de Plutón—añadió preocupada notando el semblante de su padre—.

— ¡Imposible! —logro decir el rey del inframundo— mi hija murió —añadió dolido —.

— Volví del Inframundo Padre, pero supongo que eso se leerá en los libros —le explico tímidamente al tiempo que Frank pasaba un brazo por sus hombros para abrazarla—.

— Lo mejor para el final—comento el ultimo chico uniéndose al grupo— mi nombre es Leo Valdez, hijo de Hefesto—añadió ganándose la atención del mencionado quien hasta el momento estaba trabajando con unas tuercas creando quien sabe qué cosa—.

— Sera mejor que se acomoden niños —hablo Hestia amablemente haciendo aparecer cojines en el suelo junto a su fuego, cosa que agradecieron mentalmente ya que ninguno tenía muchas ganas de sentarse junto a sus padres — Poseidón ¿comenzaras a leer tú? —añadió observando a su hermano quien asintió y tomo el primer libro—.

El héroe perdido—leyó nuevamente ocasionando que Annabeth se abrazara a Percy—.