Nota de autora: El fic es algo que me pasó cuando tenía siete años. Nunca olvidare a ese enano rubio.


Mocos

El lápiz se deslizo sobre la hoja volviendo a hacer otro garabato sin sentido. Ya había muchos cubos tridimensionales adornando la hoja, hechos con distintos colores.

Haber terminado los trabajos tan rápido hacia que tuviese más tiempo para hacer nada, y haciendo nada se aburría. Su rubio compañero de banco no ayudaba mucho que se diga.

Eran esos momentos cuando maldecía a la maestra por haberle separado de Momoko, cambiándola de banco y sentado con la persona que menos le caí de la clase. Considerado el más listo de la clase, pfff, ¡Ella era más lista!, ¡y alta! le sacaba una cabeza al enano de mata rubia. También, además de ser enano, era cabezón, parecía esos juguetes donde el cuerpo es más pequeño que la cabeza.

Tal vez parecía exagerar, pero no lo hacía. Otra cosa que le molestaba, era la voz del rubio. Tenía voz de pito.

Giro el rostro para ver que hacia el enano, encontrándolo en las mismas que ella; aburrido.

Tal vez podía comenzar una conversación, llegar a conocerse un poco, y poder llegar a ser amigos. Tal vez.

Fue a decir algo, pero quedo callada al ver como el rubio llevaba un dedo hasta sus fosas nasales y comenzaba a hurgarse la nariz. Volteó a todos lados para comprobar que no era la única viendo eso pero, sí lo era.

Observo como sacaba su dedo, y con el, un asqueroso y verde moco. Lo apretó entre su dedo índice y pulgar, para proceder luego a comerlo.

Kaoru que miraba todo esto, quedo asqueada, con el estómago dando vueltas y amenazando con vomitar lo que había comido en el receso. Como si alguien hubiese puesto algún alfiler en su asiento, salto de éste y apuntando al rubio grito; — ¡Qué asco!, ¡Boomer se comió un moco!, ¡se come los mocos!

Más de una niña mostro también su asco ante lo dicho por la pequeña, y los niños comenzó a reír y a molestar a las pequeñas, hurgándose también la nariz.

— ¡Ya basta niños!, ¡siéntense y hagan silencio! —pidió Ms. Keane.

—No, yo no quiero sentarme con él come mocos —volvió a gritar.

No, nadie podía obligarla a sentarse en ese banco, o junto al niño que se comía los mocos. Antes preferiría sentarse con Himeko, y terminar volviéndose loca.