Disclamer: Me ha encantado mucho este fic que decide adaptar esta maravillosa historia a nuestros amados personajes de los juegos del hambre de nuestra querida escritora Suzanne Collins. Y a riona25 que muy gentilmente me permitió adaptar su historia. Esto lo hago sin ningún fin de lucro simplemente me nació hacerlo.

La historia pertenece a riona25. ¡Mil Gracias!

Sin más que decir espero disfruten la historia… Nos leemos abajo

CAPÍTULO 1

Desde la colina observaba con su catalejo como se aproximaba la carroza por aquel árido sendero y que no tardaría en adentrarse en el bosque. Allí, a caballo, escondidos tras las sombras que les brindaba el espeso follaje, aguardaba con Haymitch, Effie, Cato y algunos hombres más que, preparados, con sus rostros ocultos, esperaban sus indicaciones.

-Aquí están -sentenció con una media sonrisa y su mirada de esmeraldas brillando de satisfacción. Cerró el catalejo guardándolo en su morral, tomando después el pañuelo que le servía de máscara y, colocándolo sobre su cabeza, lo anudó en su nuca. Apenas si le dejaba al descubierto parte de su rostro, su boca, sus ojos azules y algunos mechones de su rubio cabello que escapaban rebeldes al amarre de aquel tejido tras el que ocultaba su identidad.

-Entonces, la información era cierta -puntualizó cato. -Al fin pondremos las manos sobre el dinero que financia a las malditas tropas francesas.

-Y además llega sin escolta -añadió él complacido. -¡Vamos! -les ordenó espoleando su caballo.

-¡Señor! ¡Señor! -voceó el cochero con acento extranjero al observar una figura a caballo que se interponía en el camino mientras detenía el carruaje. -¡Retírese, señor! -insistió. De repente vio como aquella figura se dirigía hacia él elevando una pistola, apuntándole directamente. Su primer instinto fue buscar su arma.

-Yo que tú no lo haría -le dijo su atacante mientras se acercaba hasta él, sin dejar de apuntarle, escuchando como sus compañeros cabalgan hasta apostarse tras él. Ante tal amenaza, el hombre no pudo menos que levantar las manos en señal de rendición.

-Baja de ahí, cochero -le gritó Cato. -¿Comprendes, francés? ¡Baja! -le ordenó.

-Vosotros los de dentro -exclamó el joven enmascarado hacia el carruaje que presentaba todas las cortinillas corridas sin permitirle observar el interior. -Bajad y se os perdonará la vida -habló, sin bajar su arma en momento alguno -¡¿Me oís?! -alzó la voz impaciente, en vista de que nadie se dignaba a contestar.

Escuchó entonces como la dorada manecilla de la carroza se abría lentamente. Alzó la mano indicando a sus compañeros que aguardasen antes de cualquier movimiento. Esperaba que algún soldado francés que pudiera ir escoltando el cargamento intentara atacar pero, había que esperar antes de cometer el error de matar a alguien inocente. Sin embargo, al abrirse la portezuela, no fue un uniforme azul francés con lo que se encontró sino con la muchacha más hermosa y deslumbrante que jamás había tenido ante sus ojos. Su tez pálida, nívea contrastaba con lo oscuro de su largo cabello que le daba un aspecto fascinante, casi irreal. La observó bajar la escalerilla con gran seguridad, a pesar de verse apuntada con un arma, su frente altiva y su mirada oscura y profunda sin ninguna muestra de temor. El muchacho sorprendido, tratando de guardar la compostura, apartó la pistola de su objetivo.

-Evidentemente, os habéis equivocado de carruaje -le escuchó decir a la muchacha con su voz igual de serena que su mirada. -Por lo tanto ¿tendréis la gentileza de ofrecerme vuestras excusas y dejarme ir?

-¿Y vos quién sois? -se rió él ante tal desenvoltura.

-¡Quitaos esa máscara! -Le desafió ella. -Que al menos pueda miraros a la cara.

-No parecéis francesa -sugirió él bajando del caballo y caminando hacia ella.

-Soy tan italiana como vos -respondió con firmeza.

-Entiendo -sonrió divertido, dirigiéndose ahora hacia la carroza, para comprobar su interior. -Entonces, si no sois francesa -continuó mirándola de nuevo, tras cerciorarse de que no había nada de valor en ella -y viendo que no transportáis lo que buscamos, tal vez podría decidir el dejaros ir.

-¡Oh, cuánta generosidad de vuestra parte! -manifestó llena de sarcasmo. Él se rió inclinando la cabeza aceptando su ironía. -¿Puedo saber cómo os llamáis? -preguntó ofendida.

-¡Las preguntas las hacemos nosotros! -gritó Cato -¿Dónde está la guardia francesa?

-"El Gavilán" -le respondió él ignorando la interrupción de su compañero. -Me llaman El Gavilán -le repitió mientras la miraba fijamente a los ojos, sin observar ningún tipo de inquietud en el rostro femenino y que habría sido de esperarse. Sonrió maravillado. Quizás no hubiera escuchado nunca hablar de él, cosa que ya era improbable, pero le sorprendía gratamente que tampoco le amedrentara el verse asaltada por un grupo de malhechores enmascarados.

-Dejadla ir -les indicó finalmente a sus compañeros.

Katniss se dispuso entonces a volver a la carroza.

-Si sois tan gentil -la detuvo él -tal y como lo he sido yo con vos, concededme vuestro nombre.

-Soy Katniss Everdeen, Condesa de Vilastagno -le dijo alzando su barbilla, mientras sostenía la azul mirada masculina.

-¿Katniss Everdeen?-titubeó él, cambiando su jocoso semblante por otro lleno de inseguridad, casi de pavor.

-Veo que el nombre del Señor de estas tierras os hace temblar -se mofó ella ante la gravedad de su rostro.

Sin embargo no solo él sino que todos los jinetes se agitaron a escucharlo, incluso Haymitch se había adelantado un poco para ocultar tras él a Effie, quien ya había tomado la precaución de bajar su rostro para ocultarlo, aún más si era posible, en cuanto hubo visto a la muchacha descender de aquel coche.

-Iros ahora -le ordenó el joven con premura -Casi habéis llegado a casa. ¡Iros!

Ella obedeció mientras él cerraba la portezuela de la carroza. Ya en la seguridad del carruaje, Katniss se llevó las manos trémulas al pecho respirando agitada, preguntándose de donde había sacado esa valentía que le era del todo desconocida para enfrentarse a un bandido como aquel.

-¡Vamos francés! -le voceó Cato al cochero instándole a marcharse -¡Vamos!

Los jinetes se apartaron del camino y dejaron que la carroza reanudara la marcha.

-La información no era exacta -se lamentó Haymitch -no había ningún tesoro.

-Al menos no el que esperábamos -se rió el muchacho negando con la cabeza.

-Yo me temo que tendré que dejaros -anunció Effie, señalando el carruaje que casi desaparecía ya de su vista.

-Si vais por el atajo del riachuelo llegaréis antes que ella -le susurró insinuante Haymitch.

-Gracias por la indicación -le sonrió Effie.

-Ve con precaución -le pidió el joven cabecilla -Nosotros volvemos al refugio.

-Igual vosotros -les dijo ella tras lo que espoleó su caballo y se marchó.

En cuanto la vieron alejarse, el resto de sus compañeros emprendieron la marcha en dirección contraria a la que había tomado la mujer para adentrarse en el bosque y dirigirse a su escondite.

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* ~ § ~ *

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El sonido de un arcabuz rompió el silencio reinante del bosque. Tras la humareda producida por el disparo, se vislumbró apoyada en la culata, una espesa, larga y ondulada cabellera pelirroja que enmarcaba un bello rostro de ojos negros. Una gran sonrisa de regocijo se dibujó en sus labios.

-Un gran tiro señora marquesa -la alabó uno de los criados.

Clove le lanzó el arma, que el sirviente cogió al vuelo, y se dirigió corriendo hacia un árbol cercano donde le aguardaba un joven noble, moreno, de agradables facciones.

-No erráis ninguno, querida -le dijo mientras la recibía en sus brazos.

-Herir el corazón es mi especialidad -le sonrió ella sugerente -deberíais saberlo.

Sin esperar respuesta alguna por parte del joven comenzó a besarlo con pasión.

-Clove, os lo ruego -le pidió, tratando de alejarla de él del modo menos ofensivo posible.

-¿Vuestra prometida no merece ni siquiera un beso? -se quejó haciendo un mohín infantil.

-No estamos solos -le aclaró él besándola en la frente a lo que siguió la expresión de fastidio de ella. -Será mejor que regresemos a casa -le sugirió recogiendo su propia arma -mi hermana estará de vuelta de París de un momento a otro.

-Estoy ansiosa por conocerla -concordó Clove. -¿Vuestra hermana Katniss ha buscado ya marido? -inquirió la pelirroja mujer a su prometido mientras cabalgaban ya hacia la finca. -¿Habéis conversado sobre eso?

-No -negó él. -No es algo de lo que se pueda hablar por carta.

-Mañana, en la recepción que celebra la Condesa Delly Cartwritht estará también el Capitán Seneca Crane -puntualizó ella. -Una unión con un oficial francés podría ser muy útil políticamente -le sugirió.

-Lo importante es que Katniss encuentre a un hombre que la proteja y que le asegure un futuro tranquilo -la contradijo. -El Capitán Crane es un capitán de un ejército invasor, Clove. Todavía no entiendo como puede ser él la persona adecuada -discrepó -Además será Katniss quien decida.

-Le gustará -insinuó Clove sin darse por vencida -Es un hombre fascinante.

-¿Debo estar celoso? -se rió él.

-Yo ya tengo mi trofeo, Everdeen-sentenció ella.

-Apresurémonos o Katniss llegará antes que nosotros -le indicó su prometido que azuzaba su montura.

Efectivamente, la carroza ya se estaba aproximando a Vilastagno, los criados habían corrido a abrir las verjas para dar paso al coche. Katniss observó por la ventana la majestuosidad de la finca, todo seguía igual. En cuanto llegó a la puerta principal, la servidumbre se apresuró a recibirla.

-¡Condesita Katniss! -exclamó Effie corriendo a su encuentro.

Katniss se apeó del carruaje y caminó hacia ella sonriente.

-¡Qué placer volver a verla después de tantos meses! -la saludó la sirvienta mientras besaba sus mejillas. Katniss, aún sonriente, se dirigió a otra de las muchachas.

-¡Octavia! -la saludó besándola también.

-¡Bienvenida, Condesita! -respondió la doncella.

Bella se separó también de ella y se dirigió entonces a una joven doncella que esperaba al lado de Octavia y a la que abrazó de modo efusivo.

-¡Annie!

-¿Ha ido bien el viaje, Condesa? -le preguntó.

-No, por desgracia he tenido un encuentro bastante desagradable -le dijo Katniss ahora con rostro serio mientras caminaban ya hacia la casa.

-¡Santo Cielo! ¿Qué encuentro? -se alarmó Octavia.

-Bandidos -les dijo. -El jefe llevaba una máscara, se hacía llamar el...

-El Gavilán -la interrumpió Annie.

-Sí -se sorprendió Katniss -¿Lo conocéis?

-En Vilastagno no se hace otra cosa más que hablar de él en estos los últimos tiempos -le informó Octavia.

-¿Y quién es? -quiso saber Katniss.

- Vos misma lo habéis dicho -le indicó Annie. -Un bandido.

-Para algunos es un héroe -añadió Cinna.

-¿Un héroe? -se molestó Katniss -¿A un villano enmascarado que asalta carrozas lo llamas héroe, Cinna?

Las doncellas lo miraron con desaprobación mientras él hacía una mueca de disconformidad.

-Venga, Condesa, la acompaño a su habitación -la instó Effie a la que también acompañó Octavia.

-¿Estás loco? -le reprochó Annie duramente a su hermano, tomando su brazo para detenerlo. -Defender a ese bandido delante de la Condesita.

-Si fuera de verdad un bandido como tú dices, a esta hora la Condesita no estaría aquí -le rebatió Cinna.

-¿Y mi hermano, Effie? -preguntó Katniss estando ya en su habitación, un poco más calmada. -¿Aún no ha venido a recibirme?

-Vuestro hermano salió con su prometida a cazar -le aclaró. -No os esperábamos tan pronto.

Katniss asintió entristecida mientras se sentaba sobre su cama y miraba a su alrededor.

-Qué hermoso es estar en casa -suspiró.

-Os hemos extrañado tanto -le sonrió la doncella.

-Effie, ¿cómo puede Cinna ver con buenos ojos a ese bandido? -preguntó Katniss extrañada.

-Querida niña, hace mucho que no venís a Vilastagno -le dijo Effie -y en los últimos tiempos han cambiado tantas cosas...

-Allí están, ya vuelven de la caza -las interrumpió Octavia que observaba por la ventana a los recién llegados.

El rostro de Katniss recuperó la sonrisa y se apresuró a encontrarse con su hermano. Mientras bajaba por la escalinata de piedra lo vio ayudando a su prometida a bajar del caballo.

-¡Marvel! -gritó llamando la atención de ambos. El muchacho corrió a su encuentro y ella se lanzó a sus brazos.

-¡Qué felicidad poder volver a abrazarte! -exclamó él mientras giraba con ella, abrazándola con fuerza. -Acaban de decirme lo que te ha sucedido de camino a casa -la miró con aprensión dejándola en el suelo -Aquí estás segura, pequeña.

-He tenido tanto miedo, Marvel -le confesó -Pero he tratado de que él no se diera cuenta -admitió. -De hecho, apenas oyó el nombre de Everdeen fue él quien se asustó -le comentó extrañada.

-Marvel -los interrumpió por detrás una voz femenina. -¿No me presentáis?

-Perdonadme -se excusó él. -Katniss, al fin puedo presentarte a la Marquesa Clove Dimonte.

Katniss se acercó a ella y le besó las mejillas, cosa que sorprendió a la joven.

-Deseaba tanto veros -le sonrió Katniss -Después de todo lo que me ha escrito Marvel sobre vos es como si ya os conociera.

-Yo también conocía mucho sobre vos pero ignoraba vuestra belleza -la alabó Clove. -Siento que vuestro regreso a Vilastagno haya sido arruinado por un desagradable episodio.

-Aquel bandido esperaba a otra persona -le narró con rostro serio -Apenas se dio cuenta del error me dejó marchar.

-Habéis sido afortunada -discrepó la marquesa. -El Gavilán es un bandido muy peligroso. Por suerte están los franceses para protegernos.

-Ahora vamos a festejar la vuelta de Katniss –trató Marvel de cambiar a otro tema un tanto más animado. -Vamos, pequeña -le dijo tomando su mano y caminando con ella hacia la casa.

-Gracias -le sonrió ella.

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* ~ § ~ *

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-Se suponía que teníamos un informador muy fiable -se quejó Haymitch mientras entraban en la cabaña, todos con caras de decepción fruto de una campaña fallida.

-Ve a fiarte de un francés -se quejó Cato -Deberíamos haber verificado si la Condesita llevaba dinero o joyas -se lamentó iracundo.

-Sí, claro, robar a una señora... un gran gesto -se mofó el joven cabecilla. -Pensaba que éramos rebeldes -le reprochó soltando con un golpe su espada sobre la mesa, dejando clara constancia de como le contrariaba aquella opinión -no ladrones.

-¿Creéis que los campesinos que tienen hambre se preguntan de donde viene la comida? -le respondió.

-¿Y tú crees que robar a una joven indefensa puede traer a esta tierra la paz? -se le enfrentó.

-¿Joven e indefensa? -se rió el muchacho. -¿Os tengo que recordar que esa joven indefensa es la hermana del Conde Marvel Everdeen? ¡El único que no se ha opuesto al abuso de los franceses sobre esta tierra! -se exasperó Cato.

-¿Y yo te tengo que recordar que ha habido una guerra y que el Piamonte la ha perdido? -le contradijo. -Si los soldados golpean es porque el Capitán Seneca Crane ha dado la orden de golpear -argumentó. -Así que el problema no es Marvel Everdeen, el problema es el Capitán Seneca Crane -sentenció. -Nosotros no somos como él, no robamos y no golpeamos.

-Sois bueno jugando con las palabras, Peeta -aseveró Cato lleno de sarcasmo -pero ese es un lujo que sólo se pueden permitir los nobles como vos, no los campesinos.

-¿Sabes por qué la gente está de nuestra parte, Cato? -atajó Haymitch con timbre calmado y sereno. -Porque hacemos como dice él -señaló a Peeta. -Nadie debe tener miedo de nosotros, aparte de los franceses.

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* ~ § ~ *

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-Oh, bravo por Effie -exclamó Marvel mientras entraban a la biblioteca -ha hecho traer una botella del mejor vino -agradeció mientras olía el exquisito brebaje.

Katniss entró siguiendo a su hermano aunque no se detuvo a su lado sino que continuó hasta donde estaba colgado un retrato de su madre, la Condesa Portia Lombardi de Everdeen. A Katniss le emocionaba contemplar aquel cuadro en el que su madre se mostraba en toda su belleza y esplendor. A pesar de no ser una noble, conquistó por completo el corazón de su padre, el Conde Plutarch Everdeen y, tras enfrentarse a todo y a todos por su inmenso amor, consiguieron unir sus vidas. Katniss fue el fruto de esa unión. Marvel, en realidad, era hermano suyo sólo por parte de padre, podría decirse que fue la consecuencia de un desliz de juventud. Pero Portia jamás se lo reprochó a Plutarch, al contrario, en cuanto supo de la existencia de ese hijo, mucho antes de que pudieran incluso casarse, insistió de sobremanera para que Marvel fuera reconocido como un Everdeen. Y gracias a Dios que así lo hizo. Su padre fue vilmente asesinado poco después de que ella naciera y, a los pocos años, con el corazón destrozado, y sin poder superar la muerte de su esposo, Portia falleció, así que Marvel y su querida prima Glimmer eran lo único que le quedaba en el mundo.

-Glimmer me escribió informándome de que ella y su marido asistirán a mi matrimonio -le contó su hermano mientras servía las copas de vino. -Serán nuestros huéspedes por unos días.

-Me alegro mucho de tener la oportunidad de volver a verla pronto -le dijo Katniss sin retirar la vista del lienzo.

-Heredaste su belleza -le susurró su hermano al oído ofreciéndole la copa. Katniss sonrió aceptándola.

-Querido, deberíais dejar que os sirvan -puntualizó Clove con cierta apatía -Es por eso que existen los criados.

-¿Por qué? -refutó Katniss -Es un gesto cariñoso y me gusta que mi hermano mayor continúe ocupándose de mí -sonrió mientras observaba a Marvel. -Me hace sentir protegida.

-Sí, y por eso existen los maridos -le sugirió Clove.

-¿Para servir el vino? -se mofó ella con fingida inocencia.

-Para dar protección, querida mía -respondió la marquesa -Dar seguridad a las muchachas que dejan la casa paterna -concluyó ofreciéndole su copa para brindar con sonrisa pícara. Clove tenía muy claros los planes que tenía para aquella jovencita y, al día siguiente, en la recepción de la Condesa Delly, empezaría a ponerlos en práctica.

De hecho, comenzó ya en la carroza, de camino a Turín. Le lanzó un par de miradas insinuantes a Marvel, mirando de reojo a Katniss. Marvel con gesto de desgana asintió, entendiendo a que se estaba refiriendo su prometida.

-En la recepción estará también presente el Capitán Seneca Crane, el comandante de las tropas francesas en Vilastagno –comentó Marvel.

-Es un hombre fascinante y con un gran futuro -añadió Clove entusiasmada, entusiasmo que Katniss no compartía.

-Pequeña, creo que ya va siendo hora de pensar en tu futuro -le dijo su hermano al ver la apatía de su rostro.

-Marvel, me casaré cuando sea el momento justo y con la persona que amo, como es tradición en la familia Everdeen -sentenció Katniss bajando del carruaje -Y tú mejor que nadie deberías saberlo.

El Palacio Cartwright se presentaba majestuoso ante sus invitados, no sin motivo eran conocidas y muy bien valoradas las fiestas de la Condesa Delly. En el salón principal, deliciosamente ornado por los artistas más afamados de toda Italia, un pianoforte ponía la melodía a la exquisita voz de la soprano que amenizaba la velada. Toda la alcurnia piamontesa se agolpaba a su alrededor mientras, desde uno de los rincones, con claro hastío y sopor, observaba la escena el Capitán Seneca.

Cuando entraron en el salón, Marvel dirigió sus pasos hacia su amigo, el Conde Thresh Orsini, quien escuchaba con gran emoción cada una de las notas que resonaban en la estancia. Su ensimismamiento se quebró al ver llegar a su amigo en compañía de su prometida y su hermana. Al terminar la sonata, tras lo que los asistentes rompieron en vítores, aprovechó para acudir a saludarlos.

-Katniss, bienvenida -la tomó las manos observándola. -Estáis espléndida -le sonrió ampliamente.

-Sois siempre demasiado gentil conmigo, Thresh -le agradeció ella el cumplido. -Es una alegría volver a veros.

-Marquesa -saludó el Conde a Clove tomando su mano y besándosela. -¿Y desde cuándo mi amigo Marvel Everdeen frecuenta los acontecimientos mundanos? -se dirigió a su amigo.

-Desde que tu amigo Marvel no está solo para decidir -admitió inclinándose con gesto de resignación mientras Clove lanzaba una risita. Fue entonces cuando su mirada, accidentalmente, se posó sobre los pies de su amigo. Atónito comprobó que se había calzado con zapatos distintos, si bien eran del mismo color crema, y que, por suerte había hecho que fueran a juego con su casaca, eran definitivamente distintos pues los broches que adornaban el empeine así lo eran. Efectivamente, su querido amigo era una completa calamidad.

-Lo sé -le respondió Thresh a la mirada reprobatoria de su amigo -Llegaba tarde como siempre. Es lo mejor que he podido hacer.

-Katniss ¿puedo presentaros a mi hermana Rue? -Clove se acercaba a ella con otra muchacha, que, aunque no era de belleza tan llamativa como la de su hermana, su candidez y encanto eran remarcables.

-Encantada de conoceros -se inclinó Katniss

-Mi hermana me había hablado de vuestra belleza, pero vos superáis cada una de sus descripciones -le sonrió Rue.

-Marquesita -la saludó besando su mano Marvel. -Seguramente conoceréis al Conde Orsini.

-Conde Orsini -se inclinó Rue. Thresh, sin embargo, contemplaba sin habla la preciosa imagen que se presentaba ante sus ojos. Marvel tuvo que carraspear para devolverlo a la realidad.

-Marquesa Dimonte -dijo al fin, besando su mano a la muchacha que había enrojecido.

-Venid Katniss -interrumpió con desgana Clove la idílica escena.

Tomó a la muchacha de la mano y la condujo hacia el rincón donde se encontraba un muchacho de facciones agraciadas aunque angulosas y de pelo negro, atado a la nuca con una cinta de raso, mas no fue ese el detalle que llamó su atención, todos los nobles solían recoger así sus cabellos, sino el hecho de que su cabello fuera tan largo, casi alcanzaba la mitad de su espalda. Sin duda muchas mujeres envidiarían un cabello así. Viendo su uniforme de oficial francés y sus galones pudo suponer que se trataba del Capitán Crane.

-Marquesa Clove Dimonte -se inclinó el capitán al verla llegar -Estoy complacido de volver a veros.

-Capitán Crane, imagino que no conocéis a la Condesa Katniss Everdeen. -sonrió Clove con malicia.

-Capitán Seneca Crane -se cuadró ante ella -A vuestro servicio, Condesa.

Katniss se limitó a inclinar la cabeza, esforzándose por dibujar una sonrisa en sus labios que no reflejara su desinterés.

-Al fin tengo el honor de conoceros -continuó él. -Vuestra fama os ha precedido... "la joven y deliciosa condesa que hizo frente a El Gavilán".

-El Capitán Seneca dirige las tropas francesas en Vilastagno -le informó Clove.

-Al menos aquí estaremos seguros de aquel bandido -afirmó Katniss, no sin cierta ironía en su voz.

-Ahora entiendo como lo habéis enfrentado -se maravilló el capitán. -No os preocupéis he controlado personalmente la lista de los invitados y El Gavilán no se encuentra entre ellos.

-Aquel encuentro me ha turbado mucho, capitán -quiso atajar Katniss ese juego que no estaba dispuesta a continuar.

-Estad tranquila, lo apresaremos pronto -le aseguró Seneca con firmeza. -La próxima vez que lo veáis estará colgando de una horca.

Por descontado que Katniss tampoco pretendía que la conversación tomara un cariz tan... violento. Miró a Clove con mirada suplicante pero ésta, lejos de darse por enterada, le guiño un ojo y, disimuladamente, se distanció de ellos para dejarlos solos.

-Mientras tanto -continuó el capitán -vos me podríais ayudar contándome cualquier detalle de vuestro encuentro con él. En aquel saloncito podríamos hablar más tranquilamente -le insinuó con declarada intención.

-¿Ahora? -dijo ella con fingido asombro -Sería descortés aislarse en un recibidor ¿no creéis?

-Katniss -la voz de la Condesa Delly le sonó a absoluta salvación -al fin os vuelvo a ver.

-Magnífica recepción -la felicitó Katniss.

-Imagino que habéis vuelto al Piamonte por la boda de vuestro hermano -supuso la condesa -así que espero que permanezcáis algún tiempo en Vilastagno.

-Puede ser, veremos...

-Os entiendo -la cortó Seneca -Para mí, por ejemplo, Vilastagno no es París, pero apenas he descubierto que también en el Piamonte se pueden tener encuentros interesantes. Sería un pecado que os marcharais tan pronto -susurró el capitán.

Un invitado recién llegado, que trataba de resultar inadvertido para el resto de los presentes, los observaba desde la distancia. Peeta contemplaba con deleite a aquella hermosa muchacha a la que había asaltado por error el día anterior y a la que no había creído que volvería a ver. Comprobó con satisfacción que se había equivocado y quiso gozar desde la lejanía de aquella imagen fascinante que suponía su femenina y delicada figura, a pesar de tener que admitir que le desagradaba sobremanera la identidad de su actual acompañante.

-De veras que es muy bella –susurró Delly que se había acercado a él con sigilo.

-Tu belleza no tiene comparación.

-Siempre tienes el don de ser galante y la desgracia de ser mentiroso -afirmó ella con falso reproche.

-No es una novedad -se rió él.

-Es una bella amenaza para cualquier mujer -admitió mientras miraba el objeto de las miradas de su amigo.

-No para ti, Delly -la quiso adular aunque ella bien sabía que había poco de cierto en esas palabras.

-¿La conoces? -quiso ella cambiar de tema.

Peeta la observó durante unos segundos, sonriendo. Jamás podría olvidar aquel primer encuentro con ella.

-No -respondió al fin.

-Es la Condesa Katniss Everdeen, hermana del Conde Everdeen le informó Delly

Peeta continuó observándola, hasta que al fin Katniss notó su presencia. Sus miradas se fundieron durante varios segundos y Katniss no consiguió encontrar explicación alguna de porqué no era capaz de despegar sus ojos de aquellas pupilas azules con las que, accidentalmente, se acababa de encontrar.

-Ven, te la presento -se ofreció Delly en vista de su interés.

-Gracias pero no, Delly -se negó él apartando por un momento su vista de Katniss -Ciertos encuentros prefiero hacerlos a mi manera -le susurró insinuante. Ella le sonrió divertida.

Peeta volvió sus ojos hacia Katniss de nuevo y le complació ver que ella seguía observándolo con una mezcla de curiosidad y deslumbramiento en su mirada. Él le dedicó una media sonrisa muy sugerente y, sin más, salió del salón, sumiendo a Katniss en una incomprensible desilusión.

-Conde Everdeen, vuestra hermana es verdaderamente preciosa -le dijo Seneca a Marvel que se acercaba en ese momento a ellos. -¿Dónde la habéis tenido escondida durante todo este tiempo?

-En el colegio, en París -respondió él.

-Le ruego que me excuséis -una necesidad muy difícil de obviar impulsó a Katniss a querer salir de aquel salón y buscar a aquel desconocido que tanto la había cautivado -hay tantas personas que no veo desde hace tanto tiempo y que me gustaría saludar... -le mintió.

-Me apena muchísimo -le susurró -pero eso no puedo impedírselo.

Katniss se inclinó y se alejó de ellos. Se dirigió hacia el jardín pero no había rastro de aquel desconocido que la había deslumbrado así. Suspiró tratando de conseguir algo de tranquilidad y se encaminó hacia un pequeño mirador cercano. Era ilógico ese desasosiego por alguien que sólo había visto un momento y que, tal vez, jamás volvería a ver.

-Señorita -Katniss escuchó una voz masculina tras ella.

-Capitán Seneca, sois verdaderamente muy insistente... -dijo con tono molesto mientras se volvía encarándolo para, de forma inesperada, encontrarse con aquellos zafiros que la habían hecho prisionera hacía unos minutos. Ahora, así, tan cerca, podía apreciar la perfección de sus rasgos masculinos, helénicos, digno modelo del propio Miguel Angel. Su cabello rubio recogido en la nuca se esforzaba rebelde por escapar de su atadura, dándole un aire incluso más varonil.

-Perdonadme -alcanzó a decir ella, mientras Peeta la observaba con cierta frialdad, casi con altivez -Pensaba que era otra persona.

-¿Os sentís mal? -le preguntó con la misma frialdad que reflejaba su rostro.

-Si...no... -titubeó ella ante su actitud distante -Tenía necesidad de un poco de aire -se excusó.

-Entiendo, quizás la fiesta os aburra -dijo él ahora con desdén, sin apenas mirarla.

-Quizás -se molestó ella -pero eso no os importa -le dio la espalda. -De hecho también he venido aquí para estar sola un momento.

-Yo también -afirmó él -¡qué coincidencia! -exclamó con falsa sorpresa. -¡Por favor, continuad! -prosiguió él con su comportamiento casi hostil. -Se puede estar perfectamente solos, aunque estemos aquí los dos. De hecho, ignoradme, no me dirijáis la palabra -concluyó alzando su barbilla, evitando mirarla en ningún momento.

Y así, quedaron uno al lado del otro, observando aquel majestuoso jardín italiano que se abría ante sus ojos... en completo silencio. Peeta tuvo que hacer gala de todo su esfuerzo para no reír ante la situación que él mismo, a conciencia, había provocado aunque, para Katniss, que no entendía la actitud de aquel muchacho, se había convertido en uno de los momentos más violentos de su vida. Cuando, para ella, se volvió insostenible, decidió volver al palacio.

-¿Ya os cansasteis de la soledad? -le preguntó Peeta con sonrisa desdeñosa haciéndola detenerse.

-No creo que os deba ninguna explicación -aseveró ella molesta. Reanudó de nuevo sus pasos pero paró cuando comprobó que, frente a ella, en el jardín, paseaban Seneca y Clove y, por sus miradas, habría jurado que estaban buscándola. Katniss los observó con disgusto. Lo que menos quería ahora era tener que soportar otra conversación con aquel capitán que le resultaba del todo desagradable. La sonrisa de Peeta también se tornó seria al ver que el francés buscaba a Katniss.

-¿Quizás habéis cambiado de idea? -siguió él con su juego, aunque caminó disimuladamente hasta ella para ocultarla de la vista de aquel capitán obstinado.

-No os mováis, por favor -musitó ella, rindiéndose. Prefería su compañía a tener que soportar la charla insulsa de Seneca. Peeta se giró entonces observando a la pareja, dando a entender a Katniss que comprendía la situación.

-Qué difícil debe de ser para vos -le dijo -venir a la fiesta, vestida a la última moda parisina para permanecer sola y pasar inadvertida... ¡os comprendo tan bien!

-¿Sabéis que si me provocáis puedo responder a vuestras ofensas? -le inquirió molesta.

-Pero yo no quería ofenderos -dijo Peeta con cálida voz inclinándose sobre ella, clavando su mirada sobre la suya. -Una rosa roja no puede pasar desapercibida en un campo nevado.

De nuevo Katniss quedó prendada de aquella azul luz que despedían sus ojos, sin habla, y sin acabar de comprender como aquella actitud fría como el hielo había sido borrada de un plumazo por aquella calidez que surgía ahora de sus labios y que parecía ser capar de devastar toda su voluntad.

Peeta se volvió un instante a observar a la pareja que había decidido volver al salón.

-Ya os podéis ir -habló él -Si aún lo queréis -le dijo en una clara insinuación.

-¿Y qué os hace pensar que he cambiado de idea y deseo quedarme? -titubeó ella, azorada.

-Sólo una esperanza -se inclinó de nuevo, murmurando sobre su oído.

Aquellos orbes de zafiro, esa voz aterciopelada, aquel cabello teñido de rubio...

-¿Nos hemos conocido antes? -preguntó Katniss con voz tenue, casi imperceptible.

-No, no lo creo. No lo habría olvidado nunca –susurró Peeta inclinándose más sobre ella, acercando su rostro más y más al de la joven.

Sin embargo, su vista se desvió por un momento y vio con disgusto que el Conde Marvel Everdeen se dirigía hacia ellos. Tomó entonces su mano y se la besó.

-Condesa Everdeen -dijo a modo de despedida tras lo que comenzó a caminar apresurado.

-Entonces, conocéis mi nombre -acertó a decir Katniss pasados unos instantes, pero Peeta ya se había adentrado en el jardín.

¿Qué tal les ha parecido el inicio?

¿Lo suficientemente interesante como para continuar con ella?

Les ruego que me lo hagan saber con sus comentarios.

Nos leeremos en el próximo… xoxoxo