Antes que nada este es un Universo alterno de Sailor Moon, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, aquí Haruka es HOMBRE lo digo desde el principio para que las personas que tienen preferencia por la pareja de Haruka y Michiru mujeres no gasten su tiempo leyendo este fic y después se molesten y me molesten por no haberlo dicho antes. u.u ¬.¬

Bien siguiente punto importantisimo: Ninguno de los personajes que se mencionan durante la historia me pertencen, si no a sus respectivos autores; Este texto es exclusivamente hecho de un fan dirigidos a más fan, no persivo ningún ingreso económico por lo que hago y tampoco lo deseo, espero que les guste la historia y cualquier duda o aclaración en mi perfil están los correos en los que se pueden comunicar. Disfruten de la lectura xD.


Mía

1. El inicio

-¿Puedo ofrecer mi ayuda? - Michiru oyó una voz profunda y con ligero acento tras ella. Se volvió sorprendida; en sus ojos aguamarina se reflejaba una mezcla de aprensión y enfado. Una de las cosas que más le habían sorprendido durante las dos semanas que llevaba en Estambul era la abrumadora insistencia de un sector de la población masculina.

-¿Perdón? - contestó con voz deliberadamente fría y distante, pero cuando se dio cuenta del error que había cometido, una sombra de rubor cubrió sus mejillas. Aquel hombre no pertencía a la clase de jovenes que pensaban que toda mujer solitaria debía de estar buscando un tipo muy determinado de diversión. Era un hombre alto, más alto que ella probablemente cerca de 1.85 cm, elegantemente vestido con un traje gris pálido y una camisa de seda blanca.

-¿Tiene algún problema?

Michiru lo oía hablar, pero se sentía incapaz de responder. Aquel hombre era devastadoramente atractivo y casi podía decirse que siniestramente masculino. Su porte evidenciaba una confianza absoluta en su persona y en su capacidad para dar órdenes. Pero eran sus ojos los que habían dejado a Michiru sin habla. De un hombre rubio se esperaría enconctrar unos ojos azules, violetas o quizá castaños, por eso sorprendía tanto encontrarse con unos ojos color turqueza como unas joyas que los hacían tan hipnóticos como los de un felino.

La disimulada sonrisa que bailaba en las comisuras de su dura boca le hizo advertir a Michiru que lo estaba miando prácticamente boquiabierta y que todavía no había sido capaz de contestar coherentemente.

-No, no tengo ningún problema - contestó rápidamente. Bajó la mirada confundida y se vovlió hacia el tendedero de ojos brillantes con el que había estado regateando para comprar un hermoso chal de seda-. No necesito ayuda.

-¿Está segura? - repuso con incrédulidad y le dirigió una rápida mirada al tendedero.

El tendedero sonrió asintió vigorosamente.

-Trato hecho. Gracias, gracias - chapurreó en un incorrecto japonés.

-El chal ya es suyo

-¿Qué? - antes de que pudiera siquiera moverse, vio como le entregaba al tendedero una enorme cantidad de billetes. Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, levantó la cabeza bruscamente y le dijo con evidente enfado-. ¡Espere un momento! No se si puedo permitirme ese gasto...

-El chal es un regalo, una humilde prueba de mi admiración por su belleza - en otras circunstancias, a Michiru aquel gesto le habría parecido indignante, pero en el medio del ambiente en el que se encontraba en ese mismo instante, la verdad era que encajaba perfectamente-. Lo único que voy a pedirle a cambio es que me permita conocer su nombre.

Michiru sintió un extraño escalofrío al volver a oír aquella voz suave y aterciopelada. Mientras observaba sus ojos entrecerrados, con los que la miraba atentamente, se preguntó cuántos años tendría aquel hombre. En sus sienes no se veía rastro alguno de canas ni arrugas notables en su rostro, tenía una sonrisa maravilloza y aparentaba cerca de treinta años.

- Mire, esto es ridículo...- empezó a decirle, haciendo un enorme esfuerzo por recobrar la compostura-. No puedo aceptar un regalo de un desconocido, y dudo que pueda pagar yo misma el chal. ¿Porqué no pide que le devuelva el dinero o ...?

Se interrumpió al ver que echaba la cabeza hacia atrás y soltaba un carcajada.

-Me llamo Haruka, y no, no puedo pedirle que me devuelva el dinero ni nada parecido. Sería un gesto extremadamente grosero. De modo que tendrá que decidirse entre devolverle el chal a cambio de nada y dejar que reciba un sobresueldo que no se merece, o permitirme el placer de un gesto espontanéo sin ninguna doble intencionalidad por mi parte y a cambio del cual no espero ningún tipo de compromiso. Es usted muy guapa; no conozco a ninguna mujer cuya belleza se merezca una prenda tan hermosa, así que ...- sonrió lentamente-, me sentiría muy honrado si se decidiera a aceptar mi regalo.

-No me lo puedo creer- repuso Michiru, con la mirada perdida en los pintorescos puestos de quel bazar.

En ese lugar conocido como el gran bazar se podría decir que era como una pequeña ciudad en sí mismo; en él había más de cuatrocientos puestos de los más diferentes tipos y tamaños. Podían encontrarse desde las más humildes flores hasta lujosas joyerías. Michiru estaba paseando entre aquel laberinto sin intención de comprar nada en particular, hasta que había visto aquel precioso chal de exótico estampado en una de esas tiendas. En ese momento, y a pesar de lo mucho que le gusta el bazar, deseó haberse quedado en su apartamento.

-¿Tan terrible le parece?- a pesar del tono serio y educado que empleó, a Michiru le pareció advertir cierta diversión en su voz-.¿No puede considerar la posibilidad de aceptar este gesto que la distrerá del cotidiano ajetreo de la vida?

-Pero- Michiru se interrumpió bruscamente. ¿qué debería hacer? Aquel hombre ya había comprado el chal, el tendedero se había metido inmediatamente con una conocedora sonrisa; era un hecho consumado, pero ella no podía aceptarlo, no quería hacerlo.

-Vamos- el extranjero le quitó toda la posibilidad de desición de las manos. Tomó la bolsa que el tendedero le ofrecía con una mano, la agarró del brazo con la otra y se alejó de allí sin que la joven pudiera hacer nada por evitarlo.

- No pienso ir a ninguna parte con usted- a pesar de que intenaba conservar la firmeza en la voz, en su rostro se reflejaba auténtico miedo-. Quédese con el chal y vayáse ahora mismo de aquí si no quiere que empece a gritar.

-Los colores de ese chal no me favorecen en absoluto - repuso el hombre, con la voz temblorosa a causa de la risa. Michiru lo miró y comprendió que estaba haciendo un enorme esfuerzo para disimular su diversión-. Le pido disculpas, hermosa sirena. Creo que puedo imaginarme lo que está pensando de esta situación. Pero, por si le sirve la ayuda, yo estoy tan soprendido por lo que acabo de hacer como usted. Puedo asegurarle que no tengo la costumbre de comprar regalos a mujeres desconocidas, pero llevaba un rato observándola y me apetecía establecer contacto con usted - la sinseridad de sus palabras, que acompañó con una encantadora y calurosa sonrisa, desarmó completamente a Michiru-. Me gustaría invitarla a un café, pero usted decide. Diga una sola palabra y desapareceré como la escarcha antes de la primera brisa del verano.

-Bueno...- Michiru volvió a admirar la elegante e indudablemente cara ropa que tenía Haruka. Obviamente, se trataba de un acaudalado hombre de negocios que en ese momento debía de contar con algún tiempo libre. Tomar un café con él no podría hacerle ningún daño, y cuando terminara lo único que tenía que hacer era rechazar el chal y decirle adiós para siempre-. De acuerdo, acepto la invitación al café, pero aunque ha sido un gesto muy amable por su parte, no puedo hacer lo mismo con el chal.

-¿Amable?- repuso Haruka, mirándola de tal manera que Michiru sintió una extraña tensión en el estómago-. Yo no soy un hombre generoso, señorita...

-Kaio. Me llamo Michiru Kaio- respondió rápidamente.

-Michiru- se llevó la mano de Michiru a los labios-. Me gusta ese nombre, le sienta bien.

-Gracias- Michiru se quedó mirándolo en silencio, sintiéndose como una colegiala totalmente fuera de lugar, en vez de como la mujer de veintiseis años que era-. Esto es una locura- empezó a decir, sacudiendo su melena aguamarina mientras empezaban a caminar nuevamente al lado de Haruka.

No se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que vio la sonrisa burlona de Haruka.

-A mi no me lo parece, pero en cualquier caso, creo que todo el mundo debería permitirse alguna pequeña locura de vez en cuando.- repuso en tono suave y picaro.

Sus miradas se encontraron y Michiru descubrió en las profundidades de sus ojos un brillo que le provocó un palpitar del corazón violento. Era el brillo de un deseo inconfundiblemete voraz, de una manera que no tenía nada que ver con el tono suave y ligeramente burlón de sus palabras; al verlo, Michiru tuvo la sensación de que por un breve instante, se había deslizado de su rostro aquella máscara tan cuidadosamente construida para dejar al descubierto una fuerza poderosa y cruel. ¿Y que demonios estaba haciendo ella? Con un hombre como aquél, no debería tomarse un café siquiera. Era un hombre peligroso. La fina intuición de la joven había capatado algo que las elaboradas normas de la educación no habían conseguido ocultar: Haruka la deseaba. Lo sabía con tanta certeza como si se lo hubiera dicho a gritos, y no era falsa vanidad. Su intuición también le decía que Haruka era un hombre al que no le gustaba ser rechazado.

-No tengo segundas intenciones, señorita Kaio- al parecer, había advertido su nerviosismo-. Siempre he sabido que la palabra de un japonés es una garantía, y supongo que se puede decir lo mismo de una japonesa. Ahora, vayamos paseando hasta un café que conozco
y que todo el mundo considera encantador. ¿Ha estado usted en première classe?

-¿première classe?- sacudió la cabeza-. Lo siento, no lo entiendo.

-Es el antiguo bazar.

En ese momento, su rostro tenía un aspecto mucho más tranquilizador y Michiru se regaño con firmeza. ¡Por Dios!, se dijo, lo único que le había propuesto había sido ir a tomar un café. Era un hombre extremadamente distinguido; estaba segura de que tenía que haber miles de mujeres que se sintieran atraídas por él. Y allí estaba ella, pensando que sin proponérselo había conseguido despertar su interés. Estuvo a punto de sonreír. Lo que debía de hacer era dejar de imaginarse cosas raras y disfrutar del momento; hacía bastante tiempo que no había tenido oportunidad de hacerlo.

-¿Michiru?¿Algo anda mal?

-¿Que si algo anda mal?- sonrió rápidamente-. Por supuesto que no, y no no conozco el bazar antiguo. ¿Es distinto que éste?

-El bazar antiguo está en el centro de este laberinto- le contestó, mirándola a los ojos-. En él se pueden encontrar objetos con cientos de años, dagas, basijas, azulejos con textos en caracteres arabes, libros, pinturas maravillosas... y un montón de secretos que el tiempo y la avaricia del hombre han sacado a la luz. De vez en cuando, alguien encuentra un tesoro en el gran bazar y consigue hacer una fortuna. La llevaré allí algún día. Ése es el auténtico bazar.

-¿Algún día?, se dijo así misma obligándose a no descubrir su indignación. ¡Primero tendría que pasar por encima de su cadáver! Aquello no iba a volver a repetirse. Michiru no necesitaba más complicaciones en su vida; ya le habían hecho bastante daño. Y aquel hombre le hacía sentirse incómoda. Se tomaría un café, le daría un poco de conversación y después cada uno seguiría su propia vida como si nunca se hubrieran encontrado.

Aunque estaban protegidas de las fuerzas de los rayos del sol por un tejado, las noventa y siete calles del bazar eran extremadamente húmedas y calurosas, especialmente en verano, de modo que cuando llegaron al pequeño café y Haruka le señaló un asiento, ella se sentó agradecida. Con un gesto casi inconciente, se recogió un mechón de cabello que se le había escapado del moño.

-¿Por qué intentas esconder algo tan bonito?- le preguntó Haruka comenzando a tutearla-. Deberías estar orgullosa de tu cabello.

-Prefiero mantenerlo bajo control. Tengo mucho cabello y además muy rizado.

-Eres una mujer extraña, muy extraña, Michiru Kaio- repuso Haruka al cabo de unos segundos-. Si no fuera tan ridículo en una persona tan adorable, casi podría pensar que te asusta la vida.

-¿Qué me asusta?- preguntó enfadada-. Tiene razón, es ridículo -levantó la barbilla con aire desafiante y no le siguió el juego de comenzar a tutearse, quería mantener distancia con él.

-Quizá si... -sonrió, ignorando el intento de ella por mantener distancia pero aquella ocasión la sonrisa no llegó a suavizar la dureza de sus ojos-. O quizá no. Sin embargo, no tienes apsecto de ser una mujer que haya sido besada recientemente - la miró atentamente desde su gran altura. Tenía los brazos cruzados y las piernas ligeramente separadas, adoptaba una postura de dominación propia de un hombre machista y Michiru no pudo contener un oleada mezclada de disgusto y coraje. ¿Cómo se atrevía a hacerle esa pregunta un hombre al que no conocía de nada?

-No creo que sea asunto suyo - repuso fríamente, pero con las mejillas ardiendo de furia-. ¿No le parece?

-Al contrario -contestó tranquilamente; al parecer no le afectaba en absoluto su enfado-. Lo que me parece es que el hecho de que una mujer tan hermosa como tú no esté disfrutando de los placeres del amor es una auténtica inmoralidad. Me disgusta cualquier forma de despilfarro.

-Usted...

Todavía estaba farfullando aquellas palabras cuando Haruka se inclinó hacia adelante y le acarició la mejilla de un dedo. Detuvo la mirada en sus labios entreabierto durante un instante y al siguinete los rozó con un beso. Michiru saltó en su asiento como si le hubieran quemado con un hierro candente, sorprendida al descubrir la cantidad de sentimientos que había provocado en ella aquella ligera presión.

-Tengo que hacer una llamada - dijo Haruka-. No tardaré mucho -señaló con la mano una pequeña cabina telefónica que había en un rincón del café-. Pediré que nos traigan el café y unos pasteles y cuando vuelva continuaremos esta interesante conversación.

-No sabía que estabamos teniendo una conversación -repuso mientras se obligaba a sí mísma a disimular su temblor, que amenzaba con hacerse visible en cualquier momento-. Y no pienso tolerar ninguna otra pregunta de índole personal. señor ... Haruka.

- Haruka Tenoh es mi nombre completo, pero me gustaría que llames por mi nombre y no por mi apellido -contestó él con una mirada tan penetrante que parecía poder llegar hasta el último rincón de su alma-. ¿Porqué estás tan asustada Michiru? No voy a hacerte ningún daño. Eres una mujer muy hermosa, estoy seguro de que muchos hombres te lo han dicho antes que yo, y a tu belleza se suman una elegancia y una seguridad en ti misma que hacen que me resultes mucho más atractiva. Estoy seguro de que podemos seguir hablando como iguales.

Michiru apartó la mirada de su rostro sin saber qué contestar. Haruka había dado por sentado que era una mujer con experiencia, fría y serena, capaz de cuidar de sí misma en cualquier situación. Ésa era la imagen que ella estaba intentando proyectar; era su forma de protegerse del mundo dominado mayormente por los hombres en el que había elegido trabajar. Pero no pensaba explicárselo. Dejaría que pensara lo que quisiera. Al fin y al cabo, no iba a volver a verlo y quizá fuera mejor que contuara considerándola como una mujer fría a la que podía tratar como a un igual.

-¿Como iguales? -tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para esbozar una sonrisa-. Jamás se me habría ocurrido pensar que un hombre turco podría alentar a una mujer a tratarlo como a un igual.

-De hecho no soy turco- respondió de manera rápida y tranquila- mi padre era Fránces y mi madre japonesa pero se conocieron en este país, aquí es donde tengo una parte de mis negocios. Pero debes haber leído muchas novelas, Michiru. Hace mucho tiempo que han desaparecido los harenes -dijo con voz sedosa-. No te equivoques, el hecho de que la reputación de los turcos de saber apreciar la belleza de un mujer no quiere decir que ignoren su inteligencia y su sabiduría.

-¿De verdad? -preguntó incrédula.

-De verdad. Los hombres turcos tratan a las mujeres con gran respeto, al igual que yo, de hecho en este país en especifíco ver a una mujer que viaje sola no es algo tan raro puesto que está más segura que en muchos otros países, incluyendo el tuyo.

-¿Estás diciendo entonces que lo que más te interesa de una mujer es su inteligencia? -al ver la sonrisa de Haruka, inmediatamente se dio cuenta de su error.

-No pretendo engañar a nadie, y mucho menos a ti. Sin embargo, eres una persona en conjunto, tienes alma, mente y cuerpo, como yo -en ese momento, apareció un sonriente camarero. Haruka se volvió hacia él y después de decirle algo en turco, miró a Michiru con expresión preocupada-. Perdóname, tengo que ir a hacer una llamada. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hice algo como esto, pero no he podido resistirme; mi mente y mi cuerpo han respondido a la llamada.

Michiru se apoyó contra el respaldo de su asiento y le sostuvo la mirada con firmeza, ignorando los acelerados latidos de su corazón. Haruka era un hombre tan atractivo, tan seguro de sí mismo...¿qué se sentiría ser amada por un hombre como él? Descubrirse a sí misma haciéndose esa pregunta le produjo un profundo impacto; esa pregunta sólo podía ser considerada como una traición a Hanamichi.

-Por favor, vete a hacer esa llamada -contestó, bajando rápidamente la mirada.

Mientras Haruka se dirigía al teléfono, empezó a acosarla la urgencia de escapar de allí. No podía enfrentarse a un hombre como aquél, pensó desesperada. Era demasiado grande, demasiado agresivo, demasiado salvaje... era la mera antítesis de Hanamichi. Pertenecía a una epoca diferente, a la edad de oro de los sultanes todopoderosos, conocidos por su fríaldad y sus habilidades en las artes amatorias. No le gustaba, no le gustaba en absoluto. Aquel pensamiento, le hizo ponerse en acción. Se levantó y echó un rápido vistazo al café.

Estaba comenzando a recuperarse de un golpe muy duro y no podía arriesgar la paz mental por la que había estado luchando durante los últimos meses por culpa de un desconocido insufrible y dominante.

-No lo permitiré - se dijo impaciente cuando lo vio habalando por teléfono. Aquélla era su oportunidad.

Casi sin ser conciente de lo que hacía, pronto se encontró corriendo por la calle. Corrió sin fijarse en nada hasta que se chocó con un montón de cestas apiladas a un lado de uno de los puertos del mercado. El tendederó salió inmediatamente para disculparse con todo tipo de sonrisas e inclinaciones de cabeza y le ofreció la inevitable taza de café con la que los comerciantes intentaban seducir a los posibles compradores.

-Por favor -era tal la angustía de Michiru que estuvo a punto de aferrarse a él mientras hablaba -. Necesito salir rápidamente de aquí, ¿podría indicarme el camino? - si se encontraba con Haruka se moriría de vergüenza.

-Parece que tiene problemas, ¿necesita ayuda?- le preguntó el tendedero preocupado

-Lo único que necesito es salir de aquí ¿Cuál es el camino más rápido?

Al cabo de unos minutos que le parecieron horas consiguió salir del bazar, pero no se sintió verdaderamente a salvo hasta que estuvo dentro de un taxi, atravesando a toda velocidad las calles de aquella enorme ciudad. Sólo enctonces se permitió el lujo de respirar aliviada.

Estaba completamente segura de algo ¡Estaba loca! Debería haberse quedado, se dijo. ¿Qué pasaría si decidiera volver a donde estaba él? ¿Qué podría decirle? Surgían en su mente miles de pensamientos, hasta que al final, el trayeco en taxi por la más romántica de la ciudades que había conocido, la mágica Estambul, consiguió tranquilizarla.

-Le gusta Estambul, ¿eh?- el taxista se volvió hacia ella con una enorme sonrisa.

-Mucho -contestó ella rápidamente, tranquilizándose al ver que volvía a prestar atención al camino que tenía enfrente.

Cuando había llegado quince días atrás, temeroza y con el corazón destrozado, el puerto de aquella ciudad la había asombrado por los enormes contrastes que en él se podían encontrar; el brillo bizantino y la opulencia del Imperio Otomano se entremezclaba con humildes casas y estrechos callejones. Las sirenas de los barcos competían con los cantos milenarios de los almuecines, llamando a los fieles a la oración. Pero había terminado gustándole, pensó mientras lo observaba por la ventanilla del taxi, conmovida por una pasión por el pasado que hasta entonces nunaca había experimentado. Además, pensó, los habitantes de Turquía debían de ser de los más amistosos y amables del planeta; lo que Haruka había dicho era cierto... Al acordarse de él, se sobresaltó. Bueno, lo mejor que podía hacer era olvidar aquel pequeño incidente. Reconocía que no había sabido controlar la situación, pero había sido por culpa de Haruka. Ella no quería tener una conversación íntima con nadie, y menos con un hombre tan descarado como él.

Cuando el taxi se acercó al fraccionamiento de apartamentos en el que vivía sintió un inmenso alivio. En fin, se dijo, su encuentro con Haruka sólo había sido un intervalo breve y entretenido en su ocupada vida. ¿Entretenido? Realmente no era la pabra que mejor describía los sentimientos que habían teñido de rubor sus mejillas. No se lo contaría a nadie, se prometió, y como además estaba segura de que jamás volvería a encontrarse con él, olvidaría aquel incidente para siempre. Nunca volvería a pensar en él.


-¡Wow! ¿Quién es ése? Es un hombre absolutamente maravilloso y guapisimo -Michiru siguió el curso de la mirada de mina a través de la oficina abarrotada de gente en la que se encontraban y abrió los ojos horrorizada. No podía ser. Tenía que tratarse de un error. Cerró los ojos con fuerza y tomó aire para intentar tranquilizar los acelerados latidos de su corazón. No era Haruka, simplemente era un hombre que se parecía a él y ella le había superpuesto las facciones del rostro con el que soñaba todas las noches, desde hacía ya una semana.

Abrió los ojos con recelo, pero el hombre que estaba en el marco de la puerta, hablando con el jefe de Michiru se había vuelto y no podía verle la cara.

-¿Hotaru? -Mina giró en su asiento y se dirigió a la joven que estaba a su lado sin apartar la mirada del recién llegado-. ¿Quién es ese hombre que esta con el señor Taka? -le preguntó con un susurro.

Hotaru miró a lo largo de la habitación, al verlo bajó rápidamente la mirada y sacudió ligeramente la cabeza.

-Después hablaremos, Mina.

Mina se volvió hacia Michiru y le hizo una mueca, expresando de esa manera la opinión que la reserva de la joven merecía.

-Bueno, en cualquier caso es un sueño hecho realidad -musitó con expresión soñadora y anhelante-. Un sueño maravilloso, y en technicolor.

-Mina, creo que vas a volver a tener problemas - le advirtió Michiru en voz baja a su amiga, señalando a la señora Tsukino, el ogro que el señor Taka tenía como secretaría, siguiendo a los dos hombres, después de dirigir una rápida mirada al resto de la oficina; A pesar de tener años de conocer a la señora Tsukino debido a su hija Serena la cual ahora estaba felizmente casada y con familia, su madre no había dejado de ser un ogro desde que había enviudado y al igual que Michiru había pedido un traslado temporal para tratar de aligerar la carga. Seguía siendo la jefa mandona de siempre.

-¿Cómo puedes pensar en el trabajo con semejante visión a sólo unos metros? -musitó Mina dramáticamente y elevando los ojos al cielo-. Ese hombre es guapisimo, absolutamente maravilloso.

-Puedo pensar en el trabajo porque ésa es la razón por la que he venido desde Japón -contestó Michiru secamente, agradeciendo en silencio que no se reflejara su nerviosismo en su rostro. Bajó la mirada hacia las manos que tenía apoyadas en el escritorio, y se enfadó de ver que le temblaban ligeramente. ¡Era ridículo! Sobre todo cuando estaba segura de que era imposible que fuera Haruka el hombre que había llegado a la oficina.

-Doce meses en Turquía y que encima te paguen por ello -continuaba diciendo Mina-. Pero simepre tiene que haber algún pero, incluso en el paraíso, y en nuestro caso es la señora Tsukino. Es una especie de cruce entre ángel de la guarda y una carabina y está estropeando toda la diversión, pensar que hace años era diferente. En las tres semanas que llevo aquí, ni siquiera he recibido un inocente beso de buenas noches; me está volviendo loca. Todo es trabajo, trabajo y más trabajo. Esa mujer está obsesionada en trabajar.

-Mina -comenzó a decirle Michiru. Sus pensamientos estaban corriendo a toda velocidad, lo último que le apetecía en ese momento era seguir oyendo refunfuñar a su amiga.

-¡Oh, para ti es estupendo! -sacudió la cabeza malhumorada-. La señora Tsukino sabe que no tienes interés de conocer a alguién, así que no se toma ninguna molestia contigo. Sabe que no te importaría convertirte en una vieja solterona... - se interrumpió bruscamente-. Lo siento, Michiru. No quería decir eso. Soy una idiota.

-Desde luego -Michiru sonrió para dismiular el dolor causado por las palabras de Mina-. Pero esta vez se lo achacaré a tu frustación - Mina le sonrió agradecida y se puso a trabajar. Michiru tembién intentó concentrarse en su trabajo, pero le resultó imposible; su mente volaba hacía otro lugar.

Jueves, diez de Septeimbre; miró la fecha en el reloj de Oro de Hanamichi, un reloj demasiado grande para su muñeca, pero que lucía con orgullo. La fecha le recordó una vez más los perturbadores sueños a los que había estado enfrentándose durante toda la semana, que parecían burlarse de las reflexiones que se hacía durante el día. Aquella debería haber sido su Luna de Miel... Sintió en los ojos el escozor de las lágrimas y los apretó con firmeza. Aquél no era el momento adecuado para pensar en ello, se dijo, ya tendría tiempo de hacerlo más tarde.

-¿Señorita Kaio?

Michiru no se había dado cuenta de que la señora Tsukino había cruzado la oficina y al oírla levantó la cabeza bruscamente. Entre los empleados de Skyner Technics, se conmentaba que la secretaría del director (CEO) era la que tenía el verdadero poder en la sombra, y era de todos conocido que ella había hecho personalmente la elección del personal para el proyecto R.A.C.E. D de Turquía. Además de imponente, aquella mujer de mediana edad era perceptiva y extraordinariamente inteligente; en ese momento, sus ojos se encontraron con la mirada nerviosa de Michiru y no pudo encontrar en ellos ni la menor señal de amabilidad.

-¿Puede pasar un momento a la oficina del señor Taka?

Por un momento, Michiru pensó en la posibiliad de negarse, pero el sentido común consiguió imponerse sobre el pánico. ¡Haruka no podía estar ahí!

Los rayos del Sol se filtraban a través de las ventanas, convirtiendo en hermoso mar aguamarino el color cabello de Michiru mientras seguía a la señora Tsukino hasta el despacho. La falda estrecha y la blusa blanca no conseguían ocultar la esbeltez de su figura.

Cuando entraron en la pequeña salita que antecedía a la oficina, la señora Tsukino le puso la mano en el brazo y le hizo volverse, de modo que quedaron de espaldas a la secretaria que allí trabajaba.

-Voy a darle una pequeña explicación -le dijo-. ¿Has visto al caballero que estaba con el señor Taka y en el que Mina tanto se ha fijado? -Michiru hizó una mueca; aquella mujer no se perdía un solo detalle-. Es el señor Tenoh, el mismísimo señor Tenoh -añadió con énfasis.

Michiru intentó parecer impresionada para ocultar el pánico que estaba sintiendo por dentro ¡Qué familiar le resulataba ese nombre! tenía la sensación de haberlo escuchado antes pero no logro recordarlo, el estómago se le revolvió al oír mencionar aquel nombre. ¿a caso no también era ése el nombre del millonario Franco-Japonés con el que Skyner estaba intentando formar una sociedad? ¡Qué mal sentido del humor tenía la vida!. En sus manos estaba el futuro de incontables trabajadores, pendientes de sus fantasías y caprichos. La verdad era que no tenía ningún interés en conocerlo. Por lo que había oído...

-No sé lo que ha podido oír sobre él, señorita Kaio -continúo la señora Tsukino-, pero estoy segura de que habrá sido totalmente exagerado. Ya sabe cómo son los chismes en las oficinas. Nuestro agente, el señor Souji, nos ha hablado estupendamente bien de él.

Michiru asintió educadamente sin replicar. La señora Tsukino sabía tan bien como ella por la corresondencia que había tenido que atender desde que el proyecto había iniciado a diseñarse, que era endemoniadamente difícil tratar con el señor Tenoh.

-Cuando entremos, yo la presentaré y lo que usted tiene que hacer es quedarse tranquilamente sentada mientras el señor Taka le explica para qué la ha llamado. No es necesario que haga ningún comentario o aventure ninguna opinión. ¿Me ha comprendido?

Michiru miró asombrada a la otra mujer, advirtiendo por primera vez un ligero rubor en sus pronunciados pómulos y un temblor casi imperceptible en un ojo. ¡Estaba nerviosa! Era algo tan sorprendente que Michiru se quedó boquiabierta. Durante los años que llevaba de conocer a la señora Tsukino y los seis años de trabajar en Skyner, siempre la había visto enfrentarse a cualquier situación que se le presentará con un aplomo envidiable.

¿Habría obrado el señor Tenoh aquél milagro? En ese caso, estaba todavía más segura de que no tenía ningunas ganas de encontrarse con él. Si había tenido aquél efecto en la Señora Tsukino. ¿Cuál no tendría en ella?

-¿Señorita Kaio?¿Me ha comprendido?Esto es muy importante.

-Lo siento, señora Tsukino -contestó Michiru automáticamente, sin apartar la mirada de su rostro-. Sí, por supuesto que he comprendido. No diré nada a no ser que me lo pregunten directamente -y si era necesario, haría una reverencia nada más entrar, se dijo con ironía.

-Estupendo, estupendo, veo que me entiende -repuso la señora Tsukino nerviosa-. Usted es una joven de confianza, señorita Kaioh -estiró la boca en un gesto que imitaba malamente una sonrisa-. Vamos.

Michiru sólo había entrado en el santuario que el resto de la oficina llamaba de forma irreverente la morada de los santos una vez y la señora Tsukino la había sacado a la velocidad de la luz. Aun así, había tenido oportunidad de echar un rápido vistazo a las hemosas alfombras que cubrían el piso y los lustrosos muebles antiguos que daban a aquel despacho un ambiente de lujo que contrastaba de forma espectacular con el mobiliario espartano del resto de la oficina.

El edificio en sí mismo era magnifíco, era uno de los palacios más antiguos de Estambul que había sido convertido por un prometedor empresario en un regio edificio de oficinas cuyo segundo piso ocupaba Skyner junto con los empleados del señor Tenoh.

-Ah, señora Tsukino y señorita... -el señor Taka se interrumpió para dejar que la señora Tsukino hiciera las presentaciones. Pero Michiru no oyó a ninguno de los dos; lo único que oía era un zumbido en los oídos y los latidos de su corazón, que había empezado a palitar violentamente desde que había cruzado su mirada con la del hombre de ojos turquesa que la perseguía en sueños.

Al verlo allí, Haruka le pareció más alto de lo que lo recordaba. En ese momento, parecía estar disfrutando del horror y la confución que se reflejaba en el rostro de la ella.

Así que era él. Aquél fue el primer pensamiento que Michiru fue capaz de concebir en medio del pánico. Era más que posible que le hicieran volver inmediatamente a Japón, e incluso que se quedara sin trabajo. Al pensar en ello, levantó la cabeza y lo miró con aire desafiante. Vamos, le decía en silencio, ha llegado el momento de tu venganza, disfrútala.

-Señorita... Kaio, creo que ése era su nombre, ¿verdad? -era la misma voz profunda rica y fría de la vez anterior, pero en aquella ocasión había en ella una dureza que no había advertido entonces la joven.

Michiru asintió lentamente, con los ojos fijos en él, como si fuera un conejo ante una serpiente.

-Sí, me gusta ese nombre -Haruka se volvió hacia el señor Taka con una fría sonrisa-. Por alguna razón me resultó atractivo cuando me leíste la lista de posibles secretarias.

-Bien, bien -el señor Taka parecía estar a punto de frotarse las manos de satisfacción-. Cualquier cosa que podamos hacer por ti, sólo tienes que pedirnosla. No se como disculparme, pero supongo que comprenderás las circunstancias.

-Tranquilízate, Sagure -fijó la mirada en Michiru-.¿Está usted al corriente de las circunstancias?

-¿Qué? -Michiru se quedó mirándolo mientras sus pensamientos corrían a toda velocidad. ¿Iría a denunciarla?¿Exigiría que la despidieran inmediatamente? Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Por qué no? Debía de estar furioso con ella después de si jugada y no creía que fuera un hombre acostumbrado a perdonar.

-He pensado que sería mejor que se lo explicara usted -repuso la señora Tsukino precipitadamente, dirigiéndole una rápida mirada al señor Taka-. Pero puedo...

-¿Le gustaría que le explicará la situación en la que nos encontramos, señorita Kaio? -la voz de Haruka se sobrepuso a la de la señora Tsukino, que inmediatamente enmudeció-. Tome asiento, señorita Kaio.

Michiru estaba convencida de que había advertido el temblor de sus piernas, y aunque le habría encantado rechazar su gesto magnánimo, sabía que si no se sentaba pronto podría terminar desmayada en cualquiera de las alfomras que cubrían el suelo de la habitación.

-Al parecer, Skyner tiene un pequeño problema -le explicó Haruka, y la joven casi pudo ver al señor Taka hundiéndose en su enorme sillón-. En Japón me prometieron que en este punto del proceso me proporcionarían una secretaria -continuó suavemente-. Una tal Minako Takano, ayudante de la señora Tsukino.

Michiru abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla. Sabía que apenas le saldría un hilo de voz, y no quería darle a Haruka esa satisfacción. De modo que se limitó a asentir como si estuviera al corriente de lo que le estaba contando.

-Desgraciadamente, el señor Taka me ha informado de que la dama en cuestión a tenido que ser ingresada urgentemente en un hospital en Japón por culpa de un ataque de apendicitis - se interrumpió para disfrutar de la creciente alarma que se reflejaba en los ojos de Michiru. Al cabo de unos segundos durante los que nadie habló, se levantó con un ágil moviemiento y se dirigió hacia la ventana.

Se volvió y miró a Michiru con unos ojos tan fríos como distantes.

-¿Cómo podemos solucionar ese problema, señorita Kaio? -sonrió sin humor-. Esa mujer iba a trabajar muy cerca de mí, y a mí no me gustan los retrasos; de hecho hay muchas personas que me consideran un hombre impaciente -por la expresión de su rostro, era imposible averiguar lo que estaba pensando-. Necesito a algún miembro del equipo japónes que conozca todos los sistemas de contabilidad, los métodos de trabajo y que comprenda que hay unos criterios de calidad que deben cumplirse por encima de todo. Trabajará codo con codo conmigo y transformará mis requerimientos al estilo de trabajo japónes sin vacilar y con total obediencia. La señora Tsukino asegura que es usted la única persona adecuada para el puesto, ¿lo cree usted también?

Durante los últmios minutos. Michiru se había estado preparando mentalmente para el golpe, pero aun así, lo que sintió al oírlo fue mucho más allá de sus propios temores. Incluso en circunstancias normales, trabajar cerca de aquel hombre sería como ir en una montaña rusa fuera de control. Se volteó hacia la señora Tsukino.

-¿Y Mina? -preguntó sin conseguir que le saliera claramente la voz-. ¿O Peter o Michael del equipo inglés? Cualquiera de ellos podría hacer este trabajo, estoy segura. No entiendo por qué...

-¡Señorita Kaio! -le expresión severá de la señora Tsukino le indicó que había sobrepasado los limítes de la prudencia.

-¿No le interesa el puesto, señorita Kaio? -le preguntó Haruka con voz suave y tono razonable-. ¿Demasiada responsabilidad, quizás?

¡La tenía atrapada! La había puesto en una situación imposible. Si rechazaba aquella oportunidad después de que se le hubiera ofrecido, podía olvidarse de ascender en Skyner durante el resto de su vida laboral. Además, hasta ese momento la empresa se había portado muy bien con ella. Aparte del excelente salario y los ascensos que había conseguido durante los últimos dos años, le habian dado dos meses de descanso sin hacer ninguna pregunta cuando Hanamichi... tragó saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta. Y después le habían ofrecido aquél viaje a Turquía. Sus compañero se habían puesto verdes de envidia al enterarse. Después de todo aquello, no podía negarse a realizar aquel trabajo. Y además, ¿quién era Haruka Tenoh después de todo? Una persona como cualquier otra, no se dejaría intimidar por él. Hanamichi no habría esperado nada menos de ella.

-Mina es una trabajadora excelente, pero se necesitan otro tipo de cualidades para cubrir este puesto, señorita Kaio -repuso la señora Tsukino, en medio de un tenso silecio. Michiru comprendió inmediatamente lo que quería decir. Mina pondría gran parte de su interés en llegar a tener una aventura romántica, mientras que ella... Ella no iba a dedicar ni el más minímo pensamiento a esa empresa, su lealtad sería únicamente para Skyner. Además, por lo que veía en las miradas de sus jefes, era evidente que la razón por la que se había convertido en alguien insistituible era que Haruka la ahbía escogido para el peusto. Eso era lo único que importaba.

-¿Y bien, señorita Kaio? -preguntó Haruka con voz sedosa, aunque por su forma de mirarla, Michiru sabía que ya había adivinado su rendición. Estaba segura de que hasta podría olerla; era como una enorme pantera que había conseguido atrapar a su víctima y estaba disfrutando de sus ventajas-. ¿Siente que sería demasiado para usted?

-Al contrario, señor Tenoh -sonrió mientras contestaba. Comprobó satisfecha que, a pesar de los violentos latidos de su corazón, su voz sonaba fría y firme-. Estoy encanatada de aceptar un trabajo tan interesante, y haré todo lo que pueda para no decepcionarlo.

-Oh, estoy seguró de que no me fallará -pasó sus ojos por el rostro de ella, deteniéndose durante algunos segundos en sus tersos labios antes de fijarlos en sus ojos-. Nunca permito que ocurran ese tipo de cosas -lo dijo con tanta arrogancia y seguridad, como si despreciara de tal forma los sentimientos y debilidades humanas que por un momento la joven enmudeció. Inmediatamenye después, respondió de la misma forma que había respondido a todos los demás desafíos, buenos y malos, a los que había tenido que enfrentarse a lo largo de sus veintiseis años. Levantó la cabeza, sostuvo en alto la barbilla y miró a Haruka con espíritu luchador.

Continuara...

chan chan chan chan. Son las 12:40 a.m. tengo muchisimo sueño y si tengo faltas de ortografía me disculpo, estoy exausta. Espero hayan disfrutado la lectura nos vemos en el siguiente capitulo.