Buenas noches Latinoamérica, buenos días Europa. Me da gusto escribirles en esta ocasión, porque cambiaremos un poco el chip de mi AU y publicaré lo que yo haría para acabar la saga de forma definitiva. ¿Por qué? Aquí tendré mis diferencias con muchos de ustedes, pero para mi, desde RE 4 fue el inicio del cagadero de la saga; pero no lo digo por los personajes nuevos, sino por la historia de los juegos, cagaron las historias mal hechas de personajes muy buenos como Sheva o Piers, a Jake lo sentí forzado, y mataron a Wesker, los muy hijos de puta. Serían grandes personajes si no tuviera Capcom nuevos escritores tan idiotas. En conclusión, yo no tengo ya ni ganas ni humor de comprar el nuevo juego, no me gusta de por si algo en primera persona, pero para mi la saga ya debió acabar hace mucho tiempo. Por eso, este será lo que yo haría para acabar toda la maldita saga.
Disclaimer: Sucesos que terminarán la historia del bioterrorismo para siempre.
Resident Evil no me pertenece, solo el argumento.
Agradezco a mi hermandad malvada, a mi beta Zhines. Y a mis queridos lectores que me apoyaron hace un año a mi regreso.
The End Of My Road
Por GeishaPax
Introducción
El agente caminó en el departamento en penumbras, no había luz, por lo que tenía que alumbrar con una diminuta lámpara que traía pegada en la sien junto a su comunicador. La alfombra afelpada gris silenciaba los pasos de los que pasaran la estancia.
Seguramente así silenciaron los pasos del secuestrador. Sólo esperaba que fuera una mala broma de su amiga, que se le hubieran pasado los pagos por su atareada labor en la ONG.
Avanzó hasta el comedor y encontró las bombillas de todo el hogar acomodadas en una meticulosa hilera. Tomó uno y corroboró que no estuviese fundido.
Miró con la lámpara hacia el techo y se levantó de puntillas para colocar la bombilla.
La habitación se iluminó de golpe en tonos amarillos, mostrando la sala de Claire Redfield en tonos vino.
Encontró el cesto de la ropa limpia con las prendas desordenadas. Como si hubiesen sacado algunas prendas de forma acelerada.
Otra luz apareció en la habitación principal. Alertado por la aparición de la luz, desenfundó su arma, avanzó lentamente y con las yemas de los dedos empujó con suavidad la puerta.
Ante él apareció la figura pálida y estilizada de su amante, que sostenía una fotografía con sumo cuidado y la depositaba en la cama, del lugar donde la encontró.
—Ada, ¿qué haces aquí?
—Buscando respuestas como tú. — se acercó al rubio dejando ver su elegante vestido negro tipo cóctel. — y me temo lo peor.
—¿Qué temes?— preguntó Leon guardando el arma y revisando con una rápida mirada la habitación, no había signos de lucha o de forzar la entrada.
—Que a la persona que buscas, se fue voluntariamente con alguien que yo busco.
—¿Y a quién buscas?
—¿Crees en la resurrección guapo? Porque tu querida amiga Claire Redfield se fue por su propio pie con Albert Wesker.
—¿Wesker?
Claire Redfield miraba por el gran ventanal de la morada. Atormentada por los sueños que llevaba teniendo por meses y por una abrumadora revelación.
Un nuevo rayo cayó cerca iluminando la habitación del estilo del siglo XVIII, revelando su figura cubierta solamente con una sábana.
El rostro seguía mojado por la reciente oleada de llanto. Pero tenía que controlarse y ser fuerte.
Abrazándose con fuerza y recordando con repugnancia el acto que ella consintió, se dejó caer lentamente en el suelo mirando la oscuridad con lluvia del bosque.
Sólo estaba ahí por su amado, para recuperarlo.
Llevaba noches con el sueño recurrente, su prometido buscándola, implorando porque lo buscara, diciendo que seguía vivo. Era imposible, su hermano le había notificado de su deceso y entregado su insignia de la B.S.A.A.
Hasta que el tirano, resucitado de las profundidades del infierno apareció en su hogar.
Ella sabía que el aparecería por un extraño motivo, otro de esos sueños que la atormentaba.
El investigador se acercó con su habitual velocidad sobrehumana y al ver que ella parecía esperarlo, sonrió complacido.
"Eres un ser sensorial mi Dearheart, ahora eres digna de reinar en el nuevo mundo, únete a mí, a Steve, a Piers y nada te faltará".
Aún retumbaban esas palabras del monstruoso ser inmortal en su mente. Fue fuerte y tomó ropa y la metió en una maleta que tenía sobre la cama, se limitó a sonreír.
Ya investigaría las intenciones del científico con ella, estaba decidida y no habría vuelta atrás.
Si lo que decía el ex capitán de los S.T.A.R.S era cierto, no estaba soñando tonterías y algo pasaba.
Su papel de aliada tenía que ser creíble.
Su boca se abrió lentamente mientras acariciaba la ventana.
—¡Piers...!
La joven de labios carnosos caminaba por los pasillos acelerada. Esquivaba compañeros, documentos, café y algunas miradas lascivas de los nuevos miembros del departamento. No estaba de humor.
Llegó a su cubículo y abrió el mensaje de su colega. Las fotografías y lo escrito por su compañero eran una realidad. Resignada se levantó y avanzó tres lugares hasta toparse con unos hermosos ojos azules, también femeninos.
—Leon lo ha confirmado, Claire lleva días sin pisar su casa, pero no hay evidencia de que haya sido llevada a la fuerza.
Sherry Birkin suspiró haciendo evidente su desilusión, pero por extraño que pareciera, solo esperaba la confirmación de la desaparición.
—No es todo. —continuó Helena — parece que Albert Wesker ha vuelto.
Sherry se levantó de golpe y siguió a Helena para leer el informe de Leon.
—Mierda, Chris tiene que saberlo...
Helena giró al escuchar a la joven, tenía razón, pero temiendo el terrible temperamento de Chris Redfield, tendrían que plantear bien el cómo decirle tan terrible hecho.
Sabían que de la forma que fuese, lo tomaría mal, pero de sus palabras dependía el que no fuese a cometer una locura.
Chris estaba sentado en la sala de la casa de Jill Valentine, su mente divagaba en los recuerdos y en sus acciones.
El estar comprometido con su compañera, el haber recaído en la bebida, en la llamada a Sheva en el bar y en la maldita noche en la que se metió con ella estando ebrio, en no poder sacarla de su mente y en toda la confusión que se estaba generando.
Bebió un sorbo de su vaso de agua, viendo las siluetas de algunas pelusas a contra luz mientras caían. De repente Jill apareció aún mojada, acelerada, con una toalla encima y el teléfono en la mano.
—¿Qué ha pasado?
—No me han querido decir, F.O.S. dice que es urgente que vayamos a la central ahora.
Chris se puso de pie, le dio un beso corto y fue por su chaleco Kevlar, su insignia y a buscar su maldito teléfono en lo que esperaba a la rubia. La conocía bien, en menos de un minuto estaría lista.
—Esto es una mierda, de nuevo la maldita pesadilla.
Barry Burton se paseaba de un lado a otro en la sala de juntas que les había sido prestada.
Moira se encontraba junto a su padre con un nudo en la garganta. El hombre que había causado muchos problemas a su padre, experimentos terribles, fue participe de la tragedia de Raccoon City y que su infancia fuera llena de viajes para esconderse hasta dar a Canadá, experimentó con alguien importante para su querida Claire, y en toda la extensión de la palabra era el ser más despreciable para ella por ser bioterrorista.
Barry había experimentado pánico y horror al ser chantajeado por ese maldito. Ya adulta supo que ese hombre había amenazado con dañarla, a su hermana y a su madre.
Detestaba ver a Barry así, sobre todo tener que lidiar con Claire desaparecida.
Leon apareció acelerado con una llorosa Sherry. Moira por instinto se acercó con la rubia para ofrecerle agua o café.
Barry alejó un poco a Leon de las chicas y habló en voz baja:
—¿Estás seguro? — La voz de Barry denotaba preocupación.
—Tuve un encuentro con Ada Wong en el departamento de Claire...
—Leon, no podemos fiarnos de ella.
—Escucha Barry, yo sé que ustedes no confían en ella, no sé para quien trabaje. Pero lo que me quedó claro es que ella fue mandada a asesinar a Albert Wesker a ese departamento.
Helena entró seria a la sala, seguida de Ingrid Hunnigan.
—Si planean decirle a Chris el estado de la situación, reunir a todos no es buena idea. —exclamó Moira al ver como aumentaba el grupo.
—Solo seremos nosotros. —respondió la morena. Jill apareció con un confundido Chris Redfield que miraba a la gente convocada.
—Esto no me gusta nada... —dijo el castaño tomando asiento junto a Barry.
Jill se percató de lo alterada de Sherry y los ojos llorosos. Eso significaba una cosa: Claire.
—Gracias por venir tan pronto, han ocurrido ciertos eventos graves. — inició Hunnigan.
Encendió una pantalla y mostró unas fotografías de una persona que al instante hizo palidecer a Jill Valentine.
Albert Wesker en la estación de trenes de Londres, con un abrigo.
¿Cómo era eso posible? Estaba muerto, en un volcán, Chris lo vio desaparecer entre la lava.
—Debe ser otra persona. —interrumpió Chris los pensamientos de todos. —Yo lo maté con Sheva.
—Tenemos confirmación y reconocimiento facial de él...
Stela Millet se puso su abrigo, colocó su bufanda vieja. Hecha a mano por una de sus mejores amigas del Instituto; llevaba varios años en el Conservatorio estudiando varios instrumentos, pero ahora estaba especializándose en piano. Era un poco tímida y aislada de la gente, era normal, al parecer de niña había sufrido un accidente y no caminaba muy bien al tener prácticamente toda una pierna reconstruida.
Colocó su boina del último viaje a Francia de intercambio, escondió sus cabellos pelirrojos dentro de ésta, se despidió de su profesor y de algunos chicos más, salió esquivando a los chicos de ballet que llegaban tarde al aula y empezó a caminar rumbo al metro en Nueva York.
Bajó con cuidado las escaleras, a su paso. Si estaba con suerte, llegaría temprano a casa y podría descansar, pero el destino tenía otro plan para ella.
El andén estaba cerrado, al parecer un loco suicida se había tirado a las vías. No quiso detenerse, de inmediato empezó su recorrido de vuelta, caminaría. En su primer año en la ciudad, le había tocado que una chica de preparatoria se lanzara a las vías, la chica que estaba junto a ella, no pudo superar el trauma por varios meses y empezó a tomar terapia. No estaba dispuesta a volver a pasar algo así.
Al salir de nueva cuenta a la calle, un grupo de autos se detuvo frente a ella. Los autos tenían torretas de policía, parecía una encerrona del FBI.
Un hombre de unos treinta años bajó como alma que lo llevaba el diablo y se acercó a ella.
—¿Dónde diablos estabas Claire? Llevamos días buscándote.
—¿Claire?, ¿quién es Claire?, ¿estoy detenida?
El hombre con apariencia de detective se detuvo al ver a la mujer pálida.
—Estás actuando raro…
La mujer sacó su identificación inmediatamente y la puso frente a ella.
—Me llamo Stela Millet…
Leon se acercó a revisar la identificación y palideció en el momento. ¿Quién demonios era ella? Era idéntica a ella, pero al verla detenidamente, había diferencias a las de su amiga. Tenía la piel más blanca, la nariz ligeramente más ancha, y su rostro era de miedo puro.
—Necesito que nos acompañes para responder unas preguntas…
Chris miraba atónito desde el cristal de la sala de interrogatorios. No podía creer lo que estaba pasando.
¿Habían hecho un clon como el de Ada?
Rebecca entró a la sala y miró a la mujer. Se topó con los ojos azules de la chica que tenía la misma apariencia que su amiga.
—Hola Stela, mi nombre es Rebecca, soy médico de la B.S.A.A y vengo a tomar unas muestras.
—Odio las agujas, pero adelante…
—Nada de eso, solo necesito un cabellos tuyos y un poco de saliva.
La pelirroja la veía un poco dudosa pero se quitó la boina, dejando caer una larga cabellera roja que le llegaba a la altura de la espalda baja. Chris, Barry, Jill y Leon miraban con sorpresa. El color era igual que el de Claire, incluso la textura les recordaba al cabello de la activista antes de que se lo cortara para el rescate de Moira en aquella isla.
La hija mayor de los Burton entró a la habitación y miraba a la mujer.
—¿Qué ha dicho? — preguntó la activista mientras se acercaba al cristal.
—La misma historia, se llama Stela, lleva unos años en Nueva York, está estudiando para ser director de orquesta. Se ha matriculado ya en cuerdas y percusiones, la base de datos dice que es una genio de la música, una prodigio… — susurró Barry al ver a Rebecca cortar las puntas de un mechón de cabello y meterlos a un frasco. La doctora metió el isopo en una bolsa plástica y salió.
—¿Será un experimento? — preguntó Jill.
—No lo sé… hay algo de esta historia que no cuadra. — respondió Chris mientras miraba a la mujer — Dijo que se llama Millet, ese era el apellido de soltera de mamá…
—Hunnigan también ha investigado un poco — interrumpió Leon — su historial médico dice que a los cinco años sufrió un accidente del cual su pierna quedó seriamente dañada, fue sometida a varias cirugías reconstructivas, yo mismo la vi caminar como si estuviera lastimada. No puede ser un clon, a menos que hayan inventado toda una historia y que apareciera en el sistema.
—Iré a hablar con ella, se ve muy asustada. — atinó a decir Barry al ver a la mujer mover los dedos con ansiedad.
Rebecca entró a la habitación un poco pálida.
—¿Hay algo Becky? — preguntó el capitán de la B.S.A.A.
—Necesito una muestra tuya para terminar el análisis.
—¿Hay algo concluyente en la prueba de ADN? — preguntó Jill.
Rebecca sintió la mirada de todos, se acercó a Chris y este abrió la boca. La mujer asintió con la cabeza mientras sus labios se tornaban en una fina y tensa línea recta.
—Coincide en parentesco en 13 marcadores… de Claire, estamos hablando de que el genotipo es igual al de Claire.
—En español Becky — pidió Chris.
—Es gemela idéntica de tu hermana pero…
—Pero, ¿qué? — Chris sentía que la sorpresa venía peor de lo que estaba apareciendo.
—Tiene otra hermana idéntica…
—¿Son tres? — preguntó Leon en shock.
Carol Millet conducía por las calles de las Islas Canarias. Deseaba con todo su ser descansar por un rato de la constante sobre protección a su hermana y de ver cómo era desplazada. Stela tenía la atención de la familia por ser la pobre niña lisiada, pero ella tenía que esforzarse al doble para sobre salir y tener el cariño de su abuela Alexandra.
Su vida era la de modelo, participaba en pasarelas y a veces ayudaba a su familia con una fundación que tenían, una de tantas que ayudaba a los familiares de las víctimas de Raccoon City.
Salió de su auto al llegar a un restaurante, uno de sus favoritos. Se sentó en la mesa reservada cerca de una ventana y pidió una copa de vino tinto.
Revisó rápidamente la carta y pidió como entrada gofio con un poco de queso de cabra.
El mesero se alejó veloz, era conocido al mal carácter de la mujer.
Retocó un poco su labial rojo mate, y observó a lo lejos a un hombre rubio bastante atractivo. El hombre se acercó lentamente y se sentó en la mesa de a lado, quedando sutilmente de espaldas a ella.
La mujer sonrió ligeramente, sabía que tenía ese efecto en el género masculino. Recibió su platillo acompañado de una copa de vino Viña Frontera, uno de los más famosos de la zona.
—Lo invita el caballero de a lado.
La mujer sonrió y miró al mesero.
—Lleva mi comida a la mesa de a lado con el señor. — ágilmente se puso de pie, mostrando su elegante vestido negro, corto, que mostraba un los hombros y la espalda. Pegado a su cuerpo.
Avanzó lentamente hacia la mesa del rubio que sólo la miraba por el rabillo de las gafas de sol. Se sentó frente a él con la copa en mano. Y cruzó con coquetería la pierna.
—Por lo general — empezó a hablar en un tono de voz muy seguro — no acepto nada de extraños, pero, me llama la atención que sea conocedor de lo local.
—Espero no haberla infortunado — se quitó las gafas mientras la mujer lo miraba de reojo, por un momento pensó que los ojos eran rojos, pero al verlo ya totalmente con el rostro levantado, tenía la mirada de un azul intenso.
—Pierda cuidado, señor…
—Wesker, Albert Wesker. Pero preferiría que me llamara por mi nombre.
—¿No es muy rápido que le llame así?
—Creo que esto la hará cambiar de idea. — Albert deslizó un papel en la mesa hacia ella.
La pelirroja levantó la hoja, pero al girarla se percató de que era una fotografía. Al verla se puso pálida y la bajó con cuidado.
—¿Es Stela?
—No, es tu otra hermana, la que no quieres que encuentren.
La modelo suspiró y dejó la copa en la mesa.
—Y prefiero que Claire y Chris no aparezcan en nuestras vidas… Albert, ¿qué deseas de mí?
La modelo se puso seria y miró como el hombre sonreía complacido.
—El mayor secreto entre los Millet y los Redfield seguirá así por mi cuenta. Pero necesito su colaboración Carol.
—¿En qué?
—En el mejor trabajo de su vida, yo me encargo de que nadie sepa esto y usted me ayudará a confundir a ciertos agentes para poder trabajar.
Continuará
