Disclaimer: Naaada de lo siguiente me pertecene! ¿A estas alturas todavía tienen dudas? No hablo japonés T_T Pero demos gracias a Nobuhiro Watsuki-sensei por permitirnos jugar con sus personaes!
Notas importantes: Esta historia comienza después de la pelea de Shishio y Kenshin en Kyoto. No continuaré con la historia de Enishi así que se puede considerar un AU. Sin mencionar que más adelante verán los pequeños cambios que hice para adaptarlos al fic. Aunque, después de todo, esto es un fic :D no la realidad.
Cabe advertir que me han prestado uno de mis personajes favoritos de fics! Aplausos para Ushiro Ryo que aparecerá más adelante :D A lot of thanks to Siriusfan13-sensei who lend me her character. Si quieren conocer más de él, pueden leer Out of Time, Amethyst and Amber, Turnabout y Crossroads! Todos de siriusfan13! Muy... muy recomendados.
Ahora los dejo disfrutando de la lectura, Enjoy the chapter :D
...La Reunión...
Luego de su derrota en la Batalla de Toba-Fushimi, Yoshinobu se rindió y entregó el Castillo Edo -y por tanto la ciudad de Edo- a las fuerzas imperiales. Inmediatamente fue puesto bajo arresto domiciliario, y despojado de todos sus títulos, tierras y poderes. Más tarde fue liberado, cuando no demostró interés ni ambición en los asuntos nacionales. Se retiró a Shizuoka.
En su vida retirada, Yoshinobu se permitió practicar muchas aficiones, como la pintura al óleo, el tiro con arco, la caza y la fotografía. ¿O no?
Caminaba bajo los rayos abrazadores del sol. Escuchando felizmente los sonidos que lo rodeaban, sonidos que creyó que nunca más escucharía, cuando estuvo en Kyoto, pero de días que ahora parecían lejanos. No mucho, pero serían otro mal recuerdo que podría agregar a la lista. Fueron días tan oscuros y difíciles que parecían interminables en más de un sentido.
Ir a comprar tofu no era un inconveniente en ningún sentido. Pero Kaoru parecía culpable por habérselo pedido siquiera. Así que lo único que podía hacer para que ella no siguiera culpándose, era apurar su paso. No le gustaba preocuparla y ella había sido tan paciente durante los últimos días. Al principio no había sido fácil aceptar que estaba de vuelta en el dojo y que ya no había amenazas de muerte, para nadie… para él.
Pero las memorias saltaban de cada rincón para atormentarlo y distraerlo de sus tareas habituales. De su forma de ser a la que todos estaban acostumbrados. Incluso Ayame y Suzume parecían haberlo notado.
Los pensamientos del espadachín pelirrojo se vieron interrumpidos por el ki de alguien que lo había estado siguiendo desde hacía varios minutos. Alguien que ni siquiera se había molestado en esconderse. Todo lo contrario, se hacía notar tanto como podía pero aún así se mantenía callado y en las sombras. Kenshin se detuvo y habló sin girarse, su voz tan pacífica como siempre pero con un toque de molestia:
-¿Qué haces aquí, Saito?-
El lobo se detuvo a pocos metros del vagabundo, retirando el cigarrillo de su boca. Su mirada tan inexpresiva como siempre.
-Modales, Battousai- habló serenamente –Después de tanto tiempo, ¿No puedes saludar decentemente a un viejo contrincante? Además de perder tus habilidades con la espada, también pareces haber perdido el respeto por…-
-¿Qué es lo que quieres, Saito?- insistió Kenshin de nuevo, girándose esta vez para enfrentar cara a cara al hombre. –Tú no me buscas personalmente a menos de que haya problemas o que quieras problemas, eso lo se- su voz estaba perdiendo la poca paciencia que siempre le tenía al hombre. Confiaba que sus propias palabras eran ciertas y ex-shinsengumi quería algo de él. Además, habiendo regresado de Kyoto hacía tan poco tiempo, no le apetecían nuevos problemas.
-¿Siempre al punto, no Battousai?- contestó el hombre despreocupado, mirando de manera valorativa al pelirrojo.
-Se hace tarde y no me apetece que me sigas hasta el dojo, Saito, Eso no. Habla ahora- el lobo pareció entrar en seriedad con las últimas palabras del rurouni. Tirando su cigarrillo al suelo, comenzó.
-Al parecer, el gobierno cree que ahora soy su mensajero…- mientras hablaba, buscaba algo dentro de su ropa. No tardó mucho en dar con un pequeño sobre negro y no alcanzaba a sacarlo completamente a la vista cuando Kenshin ya lo había notado.
El pequeño pelirrojo se vio envuelto fuertemente por las memorias del Hitokiri dentro de él. Imágenes explotaron frente a sus ojos como una película muda.
Cuando el sobre negro era entregado, significaba que llovería sangre en Kyoto. Él saldría a sellar el destino de hombre cuyo nombre estuviera dentro del sobre. No solo arrancaría un hombre de las fuerzas del Shogunado, no. Alejaría de alguna familia a un padre, o hermano, esposo o amigo.
El demonio de Kyoto…
-Battousai… ¡Battousai!- el rurouni sacudió la cabeza unas cuantas veces como si se tratara de quitar algo, realmente alejando esos recuerdos de su cabeza. En los últimos días, todas aquellas imágenes de quienes fueron sus víctimas volvían siempre que podían con una gran fuerza. Hasta el momento, se lo había atribuido a su reciente regreso de Kyoto, pero por lo que sea que estuviera Saito frente a él, parecía ser el verdadero motivo para todo eso.
Las pesadillas siempre volvían cuando algo malo se acercaba.
-Battousai, yo no te enviaré a matar a nadie- se burló el lobo de Mibu con su cara tan inexpresiva como siempre pero sus tensos labios en una pequeña curva que asemejaba una sonrisa. Eso no molestaba a Kenshin en tan seria situación. –Por otro lado, debe ser lo mismo para lo que me llamaron a mí-
El rurouni levantó la cabeza de inmediato para toparse con la mirada de su contrincante. Esta vez no había ningún rastro de otra cosa que no fuera seriedad sobre el asunto que trataban. Tomó un poco más calmado aquél sobre que le ofrecía y solo sacó un poco la nota que llevaba dentro.
Un lugar, una hora y una fecha. En Tokio.
¿Qué era eso? Quiso preguntarle a Saito pero el hombre ya iba varios metros en su camino. Solo lo observó confundido. -¿Una reunión, con Saito y conmigo presentes?- No le gustaba nada, eso no. Estaba completamente convencido de que solo sería para dar malas noticias o, lo necesitaban. De nuevo.
Kaoru disfrutaba de la mañana, era un lindo día en realidad como para estar pensando en trabajo, pero no se podían dar la comodidad de no hacer nada para ganar dinero –no por lo menos ella-. Aunque el dinero que les había enviado el señor Yamagata, como recompensa por sus batallas en Kyoto, era suficiente para que vivieran muy bien por unos meses. -Ah, es bueno estar de regreso-
-¡Hermano Kenshin!- el grito de Ayame y Suzume la hicieron despertar de sus pensamientos y salir con una sonrisa a la entrada. Hacía ya unos minutos que esperaba su llegada.
Pero el pelirrojo ya había sido atrapado por las dos niñas que se colgaron con vital alegría de su hakama y no le permitían caminar bien. El pequeño hombre luchaba por mantener su balance a medida que se acercaba, pero le era casi imposible con las dos pequeñas. Pronto Kaoru notó algo distinto en él.
La sonrisa tan característica que a pesar de todo, el rurouni siempre llevaba, ahora se encontraba ausente o muy mal enmascarada. Kaoru ya había aprendido a acostumbrarse a ese hecho en los últimos días. Desde que habían regresado de Kyoto, poco a poco Kenshin lograba sobreponerse a esos amargos recuerdos y ella siempre lo ayudaba. Esta vez tampoco sería la diferencia. Pero lo preocupaba que todavía siguiera pasando más seguido de lo "normal".
-¡Hey, Kenshin!- gritó Kaoru para poder llamar la atención del espadachín y de las niñas -¿Qué tal si vamos al Akabeko a comer?-
Ayame y Suzume de inmediato saltaron emocionadas por la idea, liberando el hakama del espadachín. Yahiko no tardó en aparecer de la nada al escuchar "Akabeko", mientras el pequeño pelirrojo parpadeó confundido.
-¿Oro? ¿Comer en el Akabeko, Kaoru-dono?- la joven Kendoka asintió con una gran sonrisa.
-¡Claro, nos merecemos un día libre después de todo!- celebró alzando su brazo derecho en el aire en señal de victoria.
-Pero, Kaoru-dono, acabamos de regresar de Kyoto… eso es-
La joven no dejó al pelirrojo terminar cuando bajó con fuerza su brazo en el aire, atinando un fuerte golpe en la cabeza de Kenshin. El espadachín quedó estampado en el suelo con una gran fuerza y un oroo interminable saliendo de su boca.
-¡Es por eso que nos tomaremos un día libre!- regañó poniéndose roja. La verdad, era que cosas tan simples como discusiones o golpes, podían hacer que Kenshin volviera a la realidad muy rápido. No es que disfrutara golpeando al pequeño hombre. Cuando vio que levantaba su cabeza –con dificultad y adolorido- pero con una sonrisa, supo que había funcionado de nuevo.
Kenshin se sentó en el suelo, sobando su cabeza todavía punzante. Asintió levemente, no quería más incidentes.
-¡Qué bien!- exclamó Yahiko descansando su shinai en el hombro -¡Ya me estaba dando hambre!- finalmente llamó la atención de todos.
-¿Yahiko, qué haces aquí?- se giró Kaoru con sospecha al notar por primera vez a su alumno -¿No se suponía que estabas practicando adentro?-
El joven se encogió de hombros con una enorme sonrisa.
-Ya había terminado y escuché algo sobre caldo de carne y…-
-Creo que lo que menos te preocupa es el caldo de carne- insinuó Kaoru con una malvada sonrisa y enarcando una ceja –Si, creo Tsubame…-
-¡Cállate, fea!- gritó Yahiko sonrojado completamente. Tomó su shinai de nuevo y comenzó a pelear con su maestra con una velocidad sorprendente para alguien tan avergonzado.
Kenshin sonrió al observarlos, aunque esos dos siempre recurrieran a la violencia cuando discutían, era bueno saber que algunas cosas no cambiaban, a pesar de todo. Aunque no duró mucho hasta que su nueva preocupación reapareció de nuevo en su mente. ¿Por qué tan pronto? De nuevo volvía su pasado, quizás, a atormentarlo. No sabía con exactitud qué era todo eso, Saito no parecía saberlo o se lo hubiera dicho. Pero solo podía esperar malas noticias, de eso estaba seguro.
El día había pasado más rápido de lo que a Kenshin le hubiera gustado. La comida en el Akabeko fue relajante y logró distraerlo un poco de lo que traía en mente, pero no lo suficiente como para olvidarlo. Saito y él de nuevo metidos en algo, y muy importante para que quien sea que los estuviera reuniendo supiera que ambos podrían estar en un mismo espacio sin matarse. Seguramente estaba enterado de su reciente pelea con Shishio Makoto, y claro está, su alianza con el antiguo capitán de la tropa número tres.
Las pocas conclusiones a las que podía llegar eran que el desconocido tenía que ver con el gobierno Meiji, sabía más cosas de las normales. Eso ya era decir mucho.
Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de nuevo, no quería inquietar a Kaoru.
Ahora todos estaban sentados a la intemperie bajo el cielo nocturno en el dojo, cada uno con sus propias preocupaciones. El pelirrojo había notado unas horas atrás, cuando Sanosuke se les unió a comer, que algo molestaba al luchador o que por lo menos lo tenía pensativo. No era algo normal de él estar tan serio, pero Yahiko y Kaoru ni siquiera parecían haberlo notado. Él también lo hubiera pasado por alto de no ser que en un intento de alejar el tema de su reunión de esa noche, se concentró en la expresión de Sano.
Sin embargo no le preguntó nada o hizo algún tipo de comentario. No podría prestarle la suficiente atención como para ayudarlo en ese momento. Ni qué decir de sus propias cosas sin resolver. A la única conclusión que había llegado era que por nada del mundo le diría a Kaoru sobre esa nota y la reunión con Saito y un desconocido. Conociéndola, ella solo se empeñaría en que se quedara y que ignorara cualquiera llamado. O en el último de los recursos, ella lo acompañaría.
No, eso no.
No podía permitirse que Kaoru lo siguiera a un lugar al que no sabía si era seguro o lo que enfrentaría. O lo que se diría.
-Bien, creo que es hora de que me vaya- bostezó Sanosuke al mismo tiempo que se paraba y estiraba sus brazos –Tengo unos asuntos que atender- terminó metiendo sus manos en sus bolsillos, mirando indiferente el cielo.
-¿Más apuestas, Sanosuke?- la reprimenda de Kaoru sonaba más a una afirmación que a una pregunta. Una gota de sudor cayó del a frente del luchador.
-No siempre ando arriesgando mi dinero- admitió falsamente ofendido, cruzándose de brazos.
-¡¿Cuál dinero?- respingó Kaoru levantándose de su lugar -¡Siempre me pides que te preste!- Sanosuke se encogió con una sonrisa avergonzada al recordar todas las veces que había parado en el dojo en las últimas dos semanas.
-Entonces si no es dinero…- comenzó Yahiko pensativo -¡Es una pelea!- exclamó muy efusivo. Sanosuke cayó al suelo contrariado.
-Vamos, vamos- intervino Kenshin haciendo ademanes con las manos para que todos se tranquilizaran –Si Sanosuke dice que tiene cosas que hacer, entonces solo hay que dejarlo ir- al término de su discurso se puso de pié y sacudió un poco su hakama.
Kaoru y Yahiko lo miraron confundidos.
-¿Vas a salir, Kenshin?- preguntó el joven.
El pelirrojo asintió con una leve sonrisa.
-El jefe de la policía me pidió que si podía acompañarlo esta noche. Al parecer transferirán algunos criminales a Tokyo y no quiere que las cosas se salgan de control- terminó como si nada.
Kaoru pareció dudarlo por un momento, evaluando la situación. Eso no parecía afectar en nada a Kenshin y quizás hasta podría distraerlo por unas cuantas horas. Pensaba si no era demasiado pronto para que anduviera de nuevo en ese tipo de cosas, favores, pequeñas peleas para arreglar asuntos del gobierno. Aunque después de todo eso no era una despedida y un viaje a una misión peligrosa. Era simplemente una pequeña ayuda. Y el regresaría bien en la mañana. ¿Cierto?
Terminó asintiendo con una sonrisa. Sería bueno el aire fresco nocturno para el pelirrojo.
El espadachín y el luchador caminaban uno a lado del otro sin hacer comentario alguno. Los dos salieron del dojo al mismo tiempo y ahora daba la pequeña casualidad, que iban para en la misma dirección. No lo habían hecho a propósito, pero a pesar del silencioso andar estaban agradecidos uno por la compañía del otro. Kenshin no lo sabía que el Sanosuke tenía su mente hecha un lío.
Ese asunto que tenía que resolver era inquietante. Le hubiera pedido su opinión al pelirrojo, pero después de los sucesos de Kyoto y las memorias tan frescas, sabía que no haría ningún bien presionar ese tema. Por eso había permanecido callado.
Finalmente llegaron a una parte del camino donde se suponía que Kenshin debía continuar hacia otro lado. Si Sanosuke seguía de frente, no le quedaba más remedio que aparentar que iba hacia ese lado.
-Ehh… entonces… ¿Nos vemos mañana?- trató el pelinegro. Kenshin solo asintió con una pequeña sonrisa, antes de alejarse.
-Sanosuke sí que actúa muy extraño- pensó el pequeño pelirrojo mientras seguía su camino, pero todavía sintiendo el agitado Ki de su amigo. Algo lo estaba molestando y solo tenía que ver su rostro.
Si las cosas seguían así para el día siguiente, se encargaría de preguntarle qué pasaba. Sano lo había apoyado muchas veces como para no regresar el favor, aunque por ahora solo tenía un objetivo en el cual concentrarse.
En cuanto desapareció del rango de visión del alto luchador, se mezcló en las sombras para empezar un rápido trote en las calles de Tokyo. A cada paso que daba, no podía evitar que viejos recuerdos se abrieran paso a su memoria. No de luchas, esta vez. Pero sí de aquellas veces en las que corría por necesidad del Hitokiri. Para alcanzar a una víctima, para llegar a algún lado –como ahora- o para escapar de alguien. La última muy pocas veces.
Y mientras se acercaba a su destino disminuía la velocidad. No sabía qué era lo que lo tenía tan ansioso de llegar, pero ya estaba ahí. Antes de acercarse completamente, miró hacia ambos lados del camino para asegurarse de que nadie lo siguiera o estuviera observando. Todo parecía estar en calma hasta que Sanosuke pasó corriendo exactamente frente a él. Por fortuna no lo había notado.
Iba distraído murmurando algo como:
-La próxima vez pediré un mapa- se le veía exasperado.
Ni siquiera notó la presencia de quien lo observaba con algo de diversión, menos cuando calles más adelante dio vuelta a la derecha todavía buscando algo. El pelirrojo lo hubiera ayudado a encontrar su destino, pero en esos momentos su mente seguía diciendo que llegara al punto de reunión ya. Y sin más que una mueca de lástima en la dirección en la que había desaparecido el luchador, cruzó la calle hasta quedar parado frente a una fachada de lo que parecía ser una posada abandonada. Aunque la luz de dentro indicara otra cosa.
-Si esto es el punto de reunión secreto, esa luz puede delatarnos-
Antes de que pudiera tocar la puerta, dos ojos oscuros lo miraron por una rendija del otro lado y de inmediato lo dejaron pasar, no le dieron tiempo de decir palabra alguna. Al entrar miró con cierta sospecha al hombre, no sabía qué esperar y no era de él caminar hacia lugares desconocidos, o por lo menos sin la menor pista. Pero el policía –ahora que notaba su uniforme- que lo había dejado entrar, parecía evitar cualquier contacto visual con él, el miedo era palpable en su ki. No era un trampa, pero no le gustaban esas reacciones en la gente. La mayoría le temía a Hitokiri Battousai, la leyenda, que significaba casi la misma cosa.
-¿Himura Battousai?- preguntó el hombre, Kenshin hizo una mueca incómoda, antes de asentir. –Después de todo, yo me gané ese nombre- pensó amargamente.
Otro hombre llegó al relevo del que estaba cuidando la puerta, mientras que el primero le pidió a Kenshin que lo siguiera.
Mientras caminaba por apenas iluminado pasillo, pudo sentir algo familiar en el ambiente. Algo que lo hacía sentirse como si estuviera recorriendo los pasillos de la posada de Okami-san. No solo era el Ki asesino de Saito que ya estaba presente en el punto de reunión, era algo más. Algo que le estaba haciendo recordar, para su desgracia, sus días como Hitokiri. De pronto sintió la seriedad del asunto. Esa seguridad que estaban empleando ni siquiera fue usada cuando se le fue informado de la reaparición de Shishio. En su opinión, las cosas se estaban poniendo peores a cada paso que daba. -¿Debería seguir caminando?-
Pronto llegó a la habitación donde antemano sabía que estaba Saito. Antes de deslizar la puerta dio un suspiro, desde ahí ya no había marcha atrás. O quizás desde que había entrado. ¿Importaba eso ya?
-Battousai… la curiosidad mató al gato- fue la forma de saludo del lobo de Mibu. El pelirrojo estrechó la mirada mientras se adentraba por completo en la habitación y se arrodillaba a un lado de Saito. -¿Estamos un poco irritables hoy, no?- continuó el ex-shinsen.
Kenshin lo ignoró completamente. Nunca podría cambiar la forma de ser de ese hombre ni aunque se esforzara –no es que lo hubiera intentado alguna vez- era parte de la personalidad de Saito. Era como pedir a su shishou que dejara de beber. –Impensable- Sin mencionar a la esposa del Lobo, Tokio.
A pesar de no conocerla, seguía sorprendido de su infinita calma o fuerte personalidad. Lo había dicho antes, lo sostenía mucho más ahora. No cualquiera podía hacer un trabajo así. Ella debía ser como Buda, o quizás se entendían tan bien que era como la versión femenina de Saito.
De pronto se vino a la mente de Kenshin, la imagen de Saito con uno de los kimonos multi-colores de Kaoru. Era cuestión de imaginarse a la maestra Kamiya y luego cambiar su cabeza por la del lobo.
Los ojos del pelirrojo se agrandaron con sorpresa, borrando de inmediato ese pensamiento.
-¿Has averiguado algo?- preguntó, volviendo a la seriedad de la reunión. Solo estaban él y Saito en la habitación, el motivo por el que estaban ahí todavía no era explicado.
-Estamos esperando a dos personas más- contestó el ex-shinsen llevándose un cigarrillo a la boca. –Cuando llegaste, escuché a los guardias decir que solo faltaban dos-
No continuaron su pequeña conversación cuando sintieron un fuerte y conocido ki acercarse. El tercero. La puerta de deslizó para abrirse casi de inmediato, revelando al ex-okashira de los Oniwabanshu.
-Aoshi…- susurró Kenshin sorprendido. Saito solo miró de reojo al recién llegado sin expresión aparente, pero su mente comenzaba a pensar en la seriedad que estaba adquiriendo ese misterioso llamado.
-Battousai, Saito- asintió el alto hombre mientras se adentraba por completo y tomaba lugar al otro lado de la habitación.
-Bien, solo falta uno- declaró Saito con algo de impaciencia –Al parecer el cuarto citado no tiene noción del tiempo- agregó con algo de aburrimiento, volviendo a su cigarrillo sin terminar.
El tenerlos a ellos tres ahí, los motivos que se tuvieran debían ser muy fuertes. A pesar de que para Kenshin no importaban más los bandos que se habían tomado durante el Bakumatsu, no podía negar el hecho de que en esa habitación estaban reunidos un Lobo de Mibú, un Oniwabanshu y un Ishin Shishi.
Los tres permanecieron en silencio, tratando de sacar sus propias conclusiones por algunos minutos. Eran lo suficientemente perceptivos para saber el nivel de las cosas. Continuaron así hasta que se supieron que el cuarto esperado había llegado.
Cuando Kenshin sintió la presencia en la entrada, creyó que era un malentendido. Quizás estaba confundido y sus pensamientos seguían siendo un completo desastre, pero a medida de que el ki de la persona se acercaba, la confusión se disipaba y el temor se acercaba al a superficie. Conocía perfectamente a quien estaba a escasos metros. Quería equivocarse.
La puerta se deslizó una vez más, un alto luchador pelinegro se adentró con la respiración entrecortada, sin notar a los demás por tener la cabeza caída hacia adelante.
-Lo siento…- dijo mientras tomaba un respiro –Me perdí y…no sabía dónde…-
-Creí que en esta reunión se necesitaba de los mejores pero veo que me he equivocado-
Sanosuke levantó la cabeza para que diferentes emociones pasaran por su rostro. Primero un poco de sorpresa al escuchar a Saito, no tenía idea siquiera a qué iba a ese lugar, pero le sorprendió ver al hombre. En segundo, su furia se elevó poniendo su cara roja y su temperamento hirviendo al comprender lo que había dicho el lobo. Y por último, lo que menos esperaba. Volvió a la sorpresa cuando cayó en cuenta de a qué se refería Saito con los mejores.
-¿Kenshin?-
-Sanosuke…-
Habían sido preguntas tontas, lo notaron. Pero no podían creerlo. Ambos se miraron por unos momentos, descubiertos en una mentira. O por lo menos al pelirrojo que dijo que iba a la estación de policía.
-Quizás sí se necesita de los mejores…- interrumpió de nuevo Saito, rompiendo el tenso silencio. Aunque lo hizo a su manera –…Por eso se llamó a un sirviente-
Sanosuke de inmediato hizo el movimiento amenazante de irse sobre el Lobo de Mibu, pero Kenshin saltó en el acto entre los dos, deteniendo a su amigo interponiendo sus manos entre él y Saito. El luchador movía frenéticamente los brazos tratando de asestar un golpe, el pelirrojo trataba de esquivarlos, sabiendo que no eran para él.
-¿Quién diría que viviría para ver esto?...- comentó una voz recién llegada, un tanto familiar. Kenshin se congeló en su lugar –Hitokiri Battousai deteniendo a un miembro del Sekihoutai para que no le haga daño a Saito Hajime, mientras el Okashira de los Oniwabanshu observa tan pacíficamente-
El rurouni perdió el agarre sobre las ropas de Sanosuke y el luchador se estrelló en el suelo de manera poco ortodoxa. Pero eso no quitó la expresión sorprendida de la cara del pelirrojo que con lentitud se giró, incapaz de articular el nombre hasta no verlo.
-¿Katsura…-san?
Wiii, el primer capítulo de mi primer longfic de RK :D ¿Qué les pareció? ¿Les gusta la idea? Espero que si porque lo que viene será mucho mejor!
Si, Katsura-san está vivo, en el próximo capítulo se disiparán esas dudas. Si, también sé que debería de estar muerto, pero ¿Desde cuando no revivo a un personaje en un fic? jajaja.
Especial thanks to Siriusfan13, who help me with the "dono" "san" "chan" and all that stuff. THANKS SIRIUS! I will take care of Ushi too *laughs* , I hope you liked this chapter :D Domo-arigato for everything.
Otro agradecimiento especial a mi mano izquierda !Ka13ms! por escucharme de principio a fin mientras le contaba toda esta historia a las 2 de la mañana XD , así que ya saben. Ella ya sabe las cosas que se acercan, tienen permiso de tratar de sacarle algo :D Y sobretodo, gracias por la divertida imagen que hizo para el fic, la cual no ha subido a DeviantArt para que todos la puedan ver, pero en cuanto me dé el link yo se los hago saber :D Son dos imágenes para este capítulo. Una sobre el pensamiento de Kenshin cuando imagina a Saito con el kimono de Kaoru, y otra sorpresa :)
Espero verlos en los comentarios :D de lo contrario, si cierran esta ventana sin comentar, aparecerá un temido Hikotiri de cabellos rojos... se los dejo a criterio :D
anypotter.
