Este es mi primer monólogo interior sobre un corazón roto... espero que se de su agrado

Baital


Beberte

Me escondí, tras esa vieja mesa. Mi corazón no paraba de latir, sólo vi como se fue. Cerrando la puerta a un golpe monótono, tal y como hacía mi corazón, que trataba de escapar, irse con ella.

No paraba de sentir ese palpiteo en mi sien, quería que parara, quería morir, salir corriendo, gritar que regresara, arrancar cada pétalo de esa rosa que le había dado, tomando con mi mano sus espinas.

Extrañaré esos bellos ojos color miel, esa sonrisa que alentaba a besarla, su ondulado cabello rojo, su perfecta tez blanca, esa figura tal como las montañas, queriendo desnudarla.

Beber su ser, hacerla mía, tomar su cuerpo, en un acometido amoroso, carnal, bello. Con el único deseo de probarla, de sentirla, de que me amara.

Me cuesta trabajo creer que se haya ido, que me dejara inconsciente, desamparado. Ese dolor de la soledad nada me lo quitaría, mas que los recuerdos de nuestra amorosa vida. ¿Cuál vida es ahora sin ti? Ahora no soy nada, y deseo morir lentamente, morir a los puños de tus hermosas manos, ahogado en tus lágrimas, asfixiado por tu rojiza melena, acuchillado con tu penetrante mirada o con la enfermedad que me provoca estar a tu lado.

Pero estoy consiente de que moriré de envidia al ver que alguien más te posee, al sentir que su amor no es como el mío, al ver que le entregas tu cuerpo a ese otro. Despreciaré a ese ser por el que me has dejado, seguiré llorando, aunque ahora será de lastima al ver tu blanca tez, sin esas mejillas rosas, sin esa alegría propia, sin esos ojos a los que zarpé.

Trasnocharé al recordar que ya no estas al otro lado de mi cama, que mi vida se desvanece al no acogerme de tu ser, al ya no oír tu risa. Esa risa que llenaba mi alma, que me apartaba de la oscuridad, que me retornaba la vida.

Eres libre de mí, pero prisionera de la angustia.

Soy libre de ti, pero prisionero de la amargura.

Seguiré siendo tu mozo, ponme una campana en el cuello, humíllame, mientras esas palabras salgan de tus labios, que me besen, que atraigan, que me fustiguen. Se que tu también me necesitas, se que mueres al verme apocado y llorando sobre lo que fue tu hombro, donde tu sombra queda.

¿A caso quieres verme sufrir?

Pues lo has logrado, me has herido, no tengo ya nada, he vendido mi alma, solo por la necesidad de verte.

Y cuando seamos viejos, tu hermoso rostro tendrá una leve fuga, tu atractivo cuerpo estará más marchitado que aquella flor que conservo y tu cabello rojizo se turbará a un horrendo gris. Y te dejaran sola, pues serás un vejestorio, y el único que te segura amando seré yo, a quien tu has deshecho.

Cuando estés agonizando dejaré la rosa en tu lecho, la misma que he guardado cuando me dejaste, dejaré tus cartas, que su aroma me excita, dejaré nuestra foto, de cuando mas felices no pudimos ser y te plantaré un beso, que clamaba placer.

Cuando yo muera querré verte en el infierno conmigo, tú por haber matado, yo, por haber deseado… Beberte.

Baital