Personajes pertenecientes a la Sra. Meyer y otros creados por mí.
Saludos!
Obligaciones sociales
Caminaba por el lugar que visitaba a menudo en mis sueños. Lo reconocí automáticamente, y con ese reconocimiento vino una punzada de irritación. A menudo me encontraba en este bosque frondoso, verde y húmedo. La luz se colaba entre medio de los grandes árboles que me rodeaban. Pero era una luz tímida como si el sol estuviese escondido tras gruesas nubes, de hecho podía asegurar que caía una fina lluvia, excepto por el hecho que yo no parecía mojarme. No era un escenario al que estaba acostumbrada. De hecho nunca había estado en un lugar vivía en una cuidad, ruidosa, poblada, sin bosques alrededor y con la promesa del sol casi todos los días del año. Me gustaba el sol, podía sentarme días enteros con un libro en mis manos y sólo el astro rey como compañía, fuese en el patio de mi casa, o en las avenidas rodeadas de antiguos árboles de Los Ángeles, espacios donde a menudo encontraba paz.
Pero lo que me incomodaba del sueño, no era la ausencia del sol, de hecho me encontraba cómoda en este paisaje agreste. Había algo acerca de este lugar lluvioso que me hacía sentir extrañamente en casa. Pero yo buscaba algo, me movía frenética entre los matorrales, plantas, troncos y cualquier cosa que pudiera interponerse en mi búsqueda. Me movía de forma segura y diligente, otra prueba de que estaba soñando, pues mi torpeza jamás me permitiría permanecer por mucho tiempo en posición vertical en aquellos parajes.
De pronto la luz se hizo más clara, y el paisaje más empinado, como si yo estuviese llegando a la cima de algun cerro o una montaña. Ya sabía lo que venía ahora. Me empecé a desesperar porque no encontraba lo que estaba buscando. Corrí con todas las fuerzas que mi débil cuerpo me permitía, pues si no lo encontraba pronto no sabría lo que podía pasar conmigo...
- Isabella...-
Corrí más rápido cuando mi mente conciente decidió hacer acto de presencia y noté que empezaba a despertarme. ¡No todavá!- pensé -No antes de que lo encuentre-
- Isabella...despierta- escuché de nuevo una voz familiar.
Abrí mis ojos aturdida. Me encontraba sobre mi cama, con las sábanas revueltas en mis piernas, un zumbido en mis oídos y mi corazón latiendo de manera desbocada. Me puse una mano en el pecho, tratando de calmarlo de manera simbólica. Este sueño siempre me dejaba revolucionada.
-Estaba soñando con el bosque otra vez- dijo Molly.
La miré mientras mi mente regresaba a la realidad. Ella me miraba alzando una ceja como si me estuviese regañanado. Pero había tal cariño en su mirada que la crítica en su voz y en su gesto era absolutamente inválida. Me reí.
-Estuve hablando de nuevo ¿verdad?- pregunté.
Desde pequeña había hablado en sueños. Esta cualidad no me molestaba, salvo por el hecho que no me permitía tener secretos con los demás. Como por ejemplo el hecho de que cuando tenía 7 años había destrozado un jarrón chino de mamá, que le había regalado la Condesa de York en una de sus visitas a nuestra ciudad, ella había quedado encantada con mi madre. Con respecto al jarrón, había sido muy eficiente en eliminar los destrozos, y mi madre había montado en cólera alrededor de una hora, pero al no encontrar al culpable se conformó con refunfuñar todo el día por los pasillos de la casa lanzando miradas de basilisco al que osara cruzarse en su camino. El asunto quedo olvidado por dos semanas, hasta que un día de tormenta me asusté y me fuí donde mis padres para calmar mis miedos a los truenos. Mientras dormía con ellos, mi madre me oyó confesar el crimen, y me quedé castigada por otras dos semanas.
Algo similar había sucedido cuando cumplí los 15 años. Yo estaba acompañando a una de las criadas de la casa en el mercado para abastecernos de distintas verduras. Me gustaba ir pues el mercado me parecía un lugar alegre, lleno de vida, de conversaciones, risas y alguno que otro altercado entre los vendedores. Me resultaba refrescante ser espectadora de aquello. Ahí estaba yo cuando sentí un tirón en mi falda. Cuando miré me encontré con dos ojos negros mirando de manera suplicante. El perro era pequeño, apenas un cachorro y se notaba delgado y desnutrido. Lo tomé sin pensarlo y lo acuné en mis brazos. Lo alimenté con un poco de apio recién comprado. La criada, llamada Clarissa intentó convercerme por todos los medios posibles de dejarlo ahí mismo.
Pero yo no lo hice y testarudamente escondí al cachorro en mi dormitorio con la firme promesa de que Molly y Clarissa no me delatarían. Pero una de esas noches de clandestinidad canina, empecé a llamar a Leo (bautizado así por mi persona, en una sencilla ceremonia oficiada en mi baño, donde Molly se declaró la madrina, mirándome risueña) en mis sueños, y mi padre me escuchó desde el corredor. Entró como una bestia en mi dormitorio pensando que estaba con algún muchacho intrépido que quizás me había ido a ver por la noche. No tardó en darse cuenta del error al verme sola y sobresaltada, pero también descubrió a mi pequeño amigo, y como castigo recibí tres semanas sin mis libros favoritos. A esas alturas mis padres ya habían descubierto que privarme de reuniones sociales era en verdad más un regalo que una condena, pues no era muy sociable y me entendía mejor con mis autores favoritos.
-Claro, desde el pasillo te escuché. Decías..." todo es muy verde" y "ya estoy cerca"... luego comenzaste a desesperarte como siempre. ¿Cerca de que estabas si puedo preguntarlo? - dijo mientras se movía por la habitación abriendo las cortinas.
-No lo sé. Nunca se lo que estoy buscando. Siempre estoy moviéndome por el bosque pero no se porque.- dije con voz ronca sentándome en la cama y quedándome momentánemanete ciega al ver la luz que entraba desde el exterior. Mi irritación con el sueño no desaparecía. Era frustrante no saber que era lo que buscaba con tanta desesperación. Molly me miró fijo al oír mi tono de voz y me paso un dedo delicadamente por mi frente. alisando una arruga que sabía que aparecía cada vez que me enojaba.
-Es sólo un sueño, cariño- dijo.
-Los sueños son manifestaciones de nuestro inconciente y frecuentemente tienen un significado- recité. Era como si estuviese leyendo las líneas de un libro, aunque no lo necesitaba, pues de tanto leerlos, los había aprendido al dedillo. A veces tenía la sensación de olvidarme hasta de mi nombre pero no de mis queridos libros.
-Incluso si eso fuera verdad, cosa que dudo, sabes el significado de frecuentemente ¿verdad?- me miró con un brillo burlesco en sus ojos azules- Significa no todo el tiempo. Ese sueño tuyo puede que no obedezca a "manifestaciones de tu inconciente"- terminó de manera irónica, mientras me destapaba y corría la ropa de cama.
-Ja ja- rodé mis ojos, una costumbre que a mi madre le molestaba mucho, pues me decía que quedaría bizca de tanto hacerlo- No lo creo. Es más, incluso creo que es algo importante, pero no estoy preparada para saberlo ahora. Algo así como una premonición.
Molly me miró confundida.
-¿Premonición?-preguntó. Abrí mi boca para responderle pero sacudió la cabeza de un lado a otro y antes de que pudiera pronuciar algo dijo - No importa. No se como almacenas tanta locura en esa pequeña cabeza tuya- dijo mirándome mientras yo salía de la cama y me estiraba.- De todas maneras, debo arreglarte porque tu madre quiere que la acompañes donde tus tíos a hacer una visita.
-Maldición- mumuré. Mis tíos no contaban con mi simpatía.
-No maldigas, Isabella- criticó mi nana.- No es...-
-Propio de una dama- completé. No entendía lo grave del asunto, después de todo era solo una palabra. No era como si invocara al anticristo en persona- Si, si ya sé. Lo siento. Pero ya sabes nana, mi tía va a empezar a criticarme apenas me vea. Y mi madre se le sumará al rato.
Matilde Stanley era hermana de mi madre, Reneé Swan. Era una mujer dedicada al cotilleo. Ella sabía cada historia de cada persona que consideraba importante en la cuidad. Tenía una hija exactamente igual a ella, Jessica. Mi prima era bastante frívola y a veces un poco hipócrita. Me sonreía con lástima, pues yo no frecuentaba mucho las reuniones sociales de su madre, hechas con el único propósito de encontrarle un buen marido a su hija. Ella pensaba que yo no acudía por miedo a que nadie pidiera mi mano, cosa que me tenía sin cuidado. En verdad no me agradaban esas reuniones, pues observar a jóvenes beber, perder las inhibiciones y coquetear unos con otros, no llamaban mi atención. Tampoco me casaría con un hombre que frecuentara aquellas tertulias. De las tres veces que había acudido, la primera me había escusado por enferma, la segunda me había escondido en una pieza, y la tercera vez me la pasé en el patio hablando con el cochero.
-Tu madre te quiere Isabella- dijo Molly. Fue llevando uno jarrones con agua tibia hacia mi baño y unas toallas limpias para que me bañara. La seguí de modo perezoso.
-Lo sé, nana. Pero cada vez que mi tía empieza a despotricar en mi contra, ella aprueba todo lo que dice. Sabes que es muy influenciable.- dije mientras me sacaba mi camisa de dormir y me metía en la bañera. Molly comenzó a dejar caer el agua y luego me entregó el jabón.
-Por eso lo digo cariño. No te tomes tan enserio lo que dice con tu tía.- recogió mi camisa y acomodó las toallas a un lado de la bañera. Yo empecé a limpiarme con el jabón mientras jugaba con el agua. Molly me miró con cariño unos segundos y luego se fue a ordenar mi habitación.
Molly Stevens era mi nodriza desde mi nacimiento. Siempre fue mi mejor amiga, confidente, cómplice en muchas travesuras, la persona que me defendía y escuchaba. Después de mi padre era quien mejor me conocía. Tenia 58 años ahora. A pesar que no era una anciana, su pelo antes rubio estaba decorado casi completamente por canas. Sin embargo era lo único que evidenciaba su edad, pues el tiempo había sido generoso con ella y le había evitado las arrugas en su rostro, manteniéndolo liso y perfectamente conservado. Se habia casado muy joven, apenas a los 17 años, y tenía un hijo llamado Robert, que nació dos años después de la unión. Luego de 20 años de matrimonio, la difteria atacó el pequeño pueblo en que vivían y su esposo sucumbió ante la enfermedad. Ella y su hijo de 18 años se salvaron pero aquella tragedia dejó una marca en el joven y juró convertirse en doctor para salvar vidas. Trabajó duró y después viajó a Europa para conseguir sus fines, aunque podría haberlo hecho perfectamente en el país. Molly creía que estaba escapando del recuerdo de su padre. Ella no lo había vuelto a ver jamás y se conformaba con algunas pocas cartas al año que llegaban a nuestra casa. Si bien lo mencionaba de forma casual, yo podía ver la profunda tristeza que la embargaba al mencionar a Robert.
Luego de que su hijo se fuera al viejo continente, Molly debía ganarse la vida en algo y se convirtío en nodriza, pues conocía al revés y al derecho las obligaciones del hogar y le gustaban los niños. Primero había comenzado en casa de los Stanley, mi tío la contrató cuando mi tía Matilde se encontraba en casa de unos amigos por unos días. Al llegar había enfurecido porque no entendía como su esposo había contratado a una simple campesina para cuidar de su preciosa nena. Pero en esos días mi madre acababa de descubrir que estaba embarazada y al conocer a Molly, la contrató rapidamente para atenderla a ella y al nacer yo para ser mi nodriza. Mi madre se encariñó con Molly desde que la vió y durante todos estos años eran como hermanas. Molly la hermana mayor y sabia, y mi madre, su pequeña hermana loca y protegida.
Después del baño, pase las toallas por mi cuerpo con el fin de secarme y me coloqué una bata para no enfriarme. Me miré en el gran espejo de la pared, de manera crítica. Mi cuerpo era de estatura media y bastante delgado para la época. Las mujeres que se consideraban bellas eran las que tenían curvas notorias. Yo tenía mis curvas pero eran más bien discretas. Mi piel sí pertenecía a los cánones de estos tiempos pues mientras muchas féminas se espolvoreaban todo su cuerpo para parecer mas blancas, mi palidez natural me ahorraba tal proceso. Yo era casi albina, no importara cuantos minutos para debajo del sol. Eso sí mi nariz tenía unas pecas rebeldes, resultado del mis horas al aire libre.
Luego observe mi rostro. Mi naríz pequeña, mis labios llenos, el inferior un poco mas ancho que el de arriba. El sueño había dejado unas sombras oscuras debajo de mis ojos chocolate. Sin embargo mis ojos brillaban vivamente y mis mejillas estaban de un suave color rosa. Una ironía... pensé, el sueño me dejaba físicamente agotada pero al mismo tiempo bastante animada. No debía sorprenderme. Los misterios por resolver siempre levantaban mi espíritu, pues la sociedad en que vivía era rutinaria y aburrida, llena de protocolo y con las mismas caras de siempre.
Miré por la ventana del baño hacia mi jardín. Las criadas iban de aquí para alla acarreando ropa, y limpiando, recogiendo algunas frutas de los árboles. Pero no pude concentrarme en nada. El sueño seguía incordiándome. ¿Por qué soñaba siempre con ese lugar? ¿Qué se supone que era lo que buscaba? ¿Cómo demonios lo iba a averiguar? ¿Porqué se me hacía tan familiar aquel bosque? Yo sabía que nunca había estado ahí. ¿O se me hacía familiar porque había soñado con él muchas veces? No lo creía. Desde que tuve este sueño hace unos meses atrás, desde la primera vez había visto ese bosque como un lugar conocido y amigable para mí. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Quizás tenía razón Molly sobre que esto no significaba nada? Lo medité por unos momentos, pero aceptar la teoría de Molly era equivalente a rendirme, y no estaba dispuesta, de modo que sería mejor averiguar que era lo que mi cabeza no-conciente quería decirme.
Molly abrió la puerta interrumpiendo mis pensamientos. Me miró reprobatoriamente.
-Isabella ¿qué haces todavía ahi? Tengo que arreglarte. Tu madre quiere irse pronto- Mantuvo la puerta abierta hacia mi habitación.
-Pensando, nana. Estaba pensando- repondí lacónicamente mientras pasaba.
-Pensar tanto te va a hacer mal, niña. Ven deja que te ponga hermosa. Tu tía y tu prima se van a morir de la envidia cuando te vean.- dijo ella alegremente.
Yo consideraba una tarea muy difícil hacer que alguien se muriese de la envidia, pero la dejé arreglarme, mientras cotorreaba feliz, sobre la cocinera, las criadas y despues para contarme una larga historia sobre el vicario. Cuando finalizó yo estaba con mi cabello recogido hacia atrás de modo armonioso y con un vestido verde pálido que hacía notar mi pequeña cintura y le daba gracia a mi cuerpo.
-Estás tan linda- dijo ella con orgullo- Eres como una muñequita. Los hombres nunca quitan los ojos de ti. Tu marido se sentirá muy orgulloso de tenerte como esposa algún dia.
Yo me limité a rodar los ojos.
-Los elogios te los tienes que llevar tú, nana. Por esa habilidad que tienes de hacerme parecer bonita- No me consideraba fea, para nada. Pero tampoco una musa de la que los hombres no quitaban la vista. Yo de hecho me sentía bastante incómoda cuando la gente se fijaba mucho en mi.
-No te ves con claridad, Isabella.- dijo seriamente
-Si, lo hago. Eres tú, nana, la que esta cegada por tu cariño hacia mí.- le dije bromeando y acomodando mis zapatos a juego. Ella rió y me acompañó hacia la planta de abajo.
Mi madre me esperaba con gesto de impaciencia. Ella era una mujer de 40 años recién cumplidos. Más alta que yo y muy bella. Tenía exactamente su mismo pelo color marrón aún libre de canas y algunas de sus delicadas facciones. Pero yo había heredado mas rasgos de mi padre, Charlie Swan, el jefe de policía de la cuidad. Lo que mi padre tenía de estricto, mi madre lo tenía de entusiasta, hasta parecer una niña a veces. Eran completamente opuestos, en lo único que coincidían era en lo mucho que se amaban y en su amor hacia mi. Mis padres se habían enamorado apenas se vieron y se casaron al poco tiempo. Eran una pareja felíz. Mi modelo de matrimonio para el futuro.
-Buenos días hija- me dijo y luego me observó mas detenidamente- Te ves muy bien.
-Buenos días madre, es todo mérito de Molly- hice una pequeña reverencia hacia mi nodriza. Mi madre enarcó una ceja.
-¿Quién eres tú y qué has hecho con mi hija?- preguntó escondiendo una sonrisa
-Madre tu siempre dices que debo ser una dama. Y ahora que te complazco me criticas.- dije falsamente ofendida. La verdad era que cada vez que debía ir a hacer visitas sociales bajaba refunfuñando y quejándome.
-Si, claro-dijo ella todavía divertida- Espero que te dure.- Yo sólo sonreí mientras salíamos.
Era un día hermoso, aunque corría un viento fresco. Arthur, el cochero nos esperaba para ayudarnos a subir, pero al acercarnos al carruaje una voz me llamó.
-¡Srta. Bella! ¡Srta. Bella!-
Giré en mis talones para encontrarme un niño de 10 años corriendo hacia mí y agitando algo en sus manos. Frenó atropelladamente a unos pasos.
-¡Hola Seth! ¿como estás? ¿a qué se debe el apuro?- me acerqué y lo abracé con cariño. Lo conocía de mis paseos por el mercado. Compartíamos el gusto por los libros.
El niño me devolvió el abrazo con fuerza mientras se recuperaba de su carrera. Por el rabillo del ojo vi a mi madre mirándonos severa. La ignoré.
- Srta. Bella- dijo ahogadamente- Ya lo terminé. El libro que me prestó. Me lo leí enterito. Me demoré un poco más porque mi mama me obligó a ayudarla. Y ella me dijo que apenas terminara corriera a dejárselo a usted.- Me entregó Tancred de Benjamín Disraeli.
-No tenías porque apresurarte tanto en leerlo, Seth. Yo soy feliz con prestarte mis libros, puedes tomarte todo el tiempo que quieras. Dime, ¿te gustó?- me agaché hasta su altura.
-Mucho, pero había palabras que no entendí y mi mamá tampoco las conocía.- Se encogió de hombros. Seth no tenía nadie más a quien acudir. Se había criado sólo con su madre.
-Siempre puedes venir a preguntarme a mí. Me encantaría enseñarte algunas palabras, te las podría mostrar en el diccionario- Los ojos del niño se abrieron con admiración.
-¿En serio Srta. Bella?-
-Claro que si.
-Gracias Srta. Bella- dijo abrazándome de nuevo. Mis instintos maternales aparecían con fuerza alrededor del pequeño.
-Seth, ¿cúantas veces te he pedido que me llames Bella? Somos amigos, no hace falta la formalidad.- lo miré con una sonrisa
-Mi mamá dice que no es correcto.-dijo apenado
-Y ella tiene razón- mi madre se unió a la conversación con una mueca de disgusto en la cara. Seth, que no la había notado hasta el minuto, retrocedió un paso con un poco de temor.
-Buenos días Sra. Swan- dijo temblorosamente.
-Buenos días.-dijo mirándolo apenas- Isabella, se nos hace tarde. Hazme el favor de entrar al carruaje.-
Ella tomó la mano que le ofrecía Arthur y se adentró en el vehículo. Por mí que se la llevara, pensé. Mientras me acerqué a Seth y le susurré al oído.
-Puedes decirme Bella, será nuestro pequeño secreto, además te iré a hacer una visita mañana y te llevaré mas libros ¿de acuerdo?- me enderecé y lo miré sonriendo.
El rió y me besó en la mejilla. Se puso colorado y salió como alma que lleva el diablo hacia las calles de más abajo. Yo reí también y acepté la mano de Arthur para subir. Me preparé mentalmente para la reprimienda de mi madre.
-¿Qué maneras de comportarse son esas Isabella? ¿Abrazándote en plena vía pública con un niño del mercado? ¿ Aconsejándole que te trate sin respeto alguno?- empezó a despotricar apenas me senté- ¿Porqué no puedes actuar como una dama? ¿Que manías tienes de juntarte con ese niño? ¡Y de amigos! ¡Debes buscarte amigos de tu clase, señoritas de tu misma edad y con tu misma educación! ¿Cómo se supone que vas a conseguir desposarte con esas actitudes mundanas que tienes? Tu padre estaría muy desilusionado se te hubiese visto hoy y...-
-Madre- la corté- Mi padre no tiene nada que ver en esto. Sé perfectamente que el no criticaría mi actitud.-
Mi padre como jefe de policía trataba con todo tipo de personas. Fué él quien me enseñó de pequeña a hacer caso omiso a diferencias sociales, y a estar atenta a virtudes que nada tenían que ver con el dinero o el poder social. Si bien mi madre era parecida a mi padre en ese sentido, con el paso de los años, y como señora de una de las figuras políticas más importantes de Los Ángeles, se había dejado llevar por sus amigas y personas como mi tía Matilde. Prestándole atención a habladurías y cotilleos.
-Además -proseguí sin darle tiempo de hablar- ¿que tiene de malo Seth, mamá? Es un niño ejemplar. Ayuda a su madre, trabaja y tiene el tiempo para educarse. Le gusta la lectura y espera superarse a si mismo, no sólo en el futuro, sino que cada día se esfuerza para lograr sus objetivos. Es un ejemplo para muchos niños cómo él, y otros que teniendo más son malcriados y andan por las calles haciendo maldades. ¿Porqué no puedo ayudar a Seth como una amiga, mamá? Es lo único que puedo hacer con mis conocimientos, ya que al parecer, no puedo dar mis opiniones sobre temas intelectuales, y mi futuro esposo solo contará conmigo para cuidar la casa, ir a fiestas y darle hijos. De modo que...-
-¡Está bien!- me dijo alzando los brazos de forma dramática.- Esta bien. Es sólo que...-suspiró- Isabella- prosiguió en un tono mas serio y tomó mis manos- yo sé lo buena persona que eres, cariño. Es solo que me preocupa tu felicidad. Algunas veces tus actitudes no concuerdan con lo que ese espera de una mujer - abrí mi boca pero ella fue más rápida- Ya sé que no lo consideras justo, pero luchar contra la corriente quizás te traiga más problemas que beneficios. Sólo piensalo, cariño. Lo único que me preocupa eres tú.
La miré a los ojos fijamente. No había nada mas que honestidad en sus ojos azul cielo. Eso me molestaba. Sabía que tenía razón al decirme esas cosas. Suspiré cansinamente. Lo que pretendía mi madre no era más que la verdad. La sociedad estaba construida de cierta manera y luchar contra eso era como meterme de cabeza en el río y nadar en sentido contrario. Algo terriblemente agotador y al mismo tiempo sin sentido. Pero dejarme llevar era como traicionarme a mi misma, y no estaba dispuesta a dejar que eso ocurriera. Era testaruda, lo sabía, pero moriría antes de terminar como mi tia Matilde.
Minutos mas tarde bajábamos del carruaje. Yo intentaba disimular la mueca de disgusto que se formaba en mi cara cada vez que me acercaba a la construcción de mis parientes. Era una gran casa de tres pisos. Era blanca y antigua. Grandiosa. Mi tía había hecho gastar una fortuna a su esposo por reconstruirla. Al entrar una de las críadas tomo nuestros abrigos y desapareció despues de acompañarnos al salón. Apenas nos dirigió la palabra. Mi tia era bastante tiránica al tratar con sus empleados. Miré el interior con disgusto. La decoración era carísima, de una forma en que gritaba escandalosamente "¡somos ricos!", y estaba sobrecargada. No tenía nada de clásico y encantador, era obceno y de mal gusto. La personalidad de mi tía estaba por todo el lugar. Noté que mi madre también miraba el lugar con una mueca en la cara y sonreí para mi misma.
Unos pasos nos hicieron girar hacia escalera. Tía Matilde siempre hacía una entrada triunfal bajando la escalera de forma pomposa. Jessica la acompañaba de la mano deslizándose de la misma forma que su madre. Hasta la Reina de Inglaterra era más humilde que aquellas mujeres.
-Reneé, querida- saludó mi tía- Te ves maravillosa, como siempre.- sujetó sus manos y luego la abrazó de forma superficial. Cualquiera diría que no eran hermanas. Luego se volvió hacia mi, mientras Jessica saludaba a mi madre.
-Isabella, sobrina, es bueno verte- tomó mis manos y me examinó con la mirada. Una chispa de disgusto se asomó a sus ojos. Sin embargo los disimuló tras una sonrisa cínica. Nada de que sorprenderse, pensé. Yo mientras tanto la observé. Mi tía tenia 45 años y se veía de la edad de Molly. Los años de fiestas claramente le pasaban la cuenta. Si bien mantenía un porte aristocrático, su cuerpo había comenzado a engrosar bastante, hasta hacerse similar al de una matrona. Era apenas más baja que yo y que mi madre. Poseía el pelo marrón oscuro, casi negro, lo que no la favorecía al hacer contraste con las canas. Tenía exactamente los mismos ojos azul cielo de mi madre pero en ella se veían como el hielo, fríos y distantes.
-Me agrada verla también, tía- dije soltando sus manos. Todo en ella me producía rechazo.
-Prima, te ves preciosa, que vestido más encantador. Casi no te reconocí.- dijo Jessica abrazándome de manera suave para luego retirarse. Capté la indirecta. Bien. Dos podían jugar aquel juego.
-Gracias, Jessica. Que detalle de tu parte notarlo.-sonreí de modo encantador- Yo, sin embargo, te reconocí de inmediato. Te he visto reperidas veces en ese atuendo.
La sonrisa de Jessica se congeló. Probablemente quería asesinarme con la mirada. Yo seguí sonriendo muy tranquila. Sabía que la sola mención hacia Jessica de que no tenía el suficiente dinero para comprarse los vestidos que quisiese la harían enfurecer. Yo no tenía idea de si su vestido era nuevo o no. Seguramente lo era. Pero sería de mal gusto para ella sacarme de mi error, asi que se conformó con enviarme oleadas de odio. Mi prima, con sus veinte años, era un poco más alta que yo, pero tenía el cabello del color de la miel y los ojos azules propios de la familia. Su pelo era rebelde y muy rizado y de seguro le llevaba horas poder dominarlo. Tenía la piel clara pero estaba bronceada por el lugar en que vivíamos. Tenía un cuerpo estilizado y bien dotado. Los hombres la notaban siempre, pero todavía no recibía una propuesta formal de matrimonio.
- Acomodémonos en el salón, queridas- en un intento por eliminar la tensión, Tía Matilde nos dirigió hacia los sillones- La críada nos traerá el té.- ¿Acaso no tenía nombre la pobre criada?
Mientras yo me sentaba, una empleada con un uniforme y una cofia que parecían de la época del renacimiento, entró en la habitación. Sirvió el té y dejó una bandeja cargada de dulces y galletas en la mesa de centro.
-¿Desea algo más la señora?- preguntó de manera respetuosa.
-No. Retírate- dijo cortante. Ni siquiera un "gracias" o un "por favor". Me pregunté si verdaderamente mi madre y ella habían sido criadas por los mismos padres.- Bueno Reneé, te preguntarás porque te invité a ti y a tu adorable hija a venir hoy a visitarnos.- no se me pasó por alto el sarcasmo venenoso de su lengua.- Se acerca el evento social del año, hermana.- Por supuesto... pensé rodando mis ojos. Esta mujer no tenía otro tema de conversación. Su cabeza era tan vacía como sus palabras - Las familias más importantes están invitadas, y nosotras no podemos faltar.-dijo mirándome de manera fugaz. Ella estaba pensando en que yo probablemente no asistiría y así mancharía la reputación de mi familia. Declinar una invitación importante en estos tiempos era, para gente como ella, equivalente a abofetear al Papa.
-¿Evento?-preguntó mi madre confundida- No estoy informada, Matilde.
-¿No lo sabe, tía?- dijo Jessica impresionada con una mano en el pecho, como si mi madre acabara de confesar que se había olvidado de Jesucristo. Suprimí las ganas de rodar mis ojos.- El próximo Sábado llega la familia Cullen y la familia Newton a nuestra cuidad. La familia del alcalde les oficiara una gran fiesta de bienvenida. El señor Newton es uno del los empresarios más prósperos del país y regresa luego de 10 años. El señor Cullen es un renombrado doctor y regresa con toda su familia luego de 15 años. Ambas familias se quedarán aquí de manera permanente.
-Si- dijo mi madre pensativamente- Recuerdo a Theodore Newton y su esposa Geraldine. Pero no recuerdo a nadie de nombre Cullen ¿Es de origen inglés su apellido?- A diferencia de mi madre a mi no me sonaba ningún nombre.
-Si, aunque ellos crecieron aquí en América.-respondió mi tia- Sin embargo el Dr. Cullen se fue con sus tres hijos hace 15 años a la tierra de sus antepasados y ahora regresan ¡Con título y todo! Cuando vivían aqui no lo sabíamos, pero ahora que regresan se ha hecho público. El es un Conde. Imagínate Reneé ¡Un conde como nuestro vecino!- chilló con emoción tia Matilde mientras aplaudía con sus manos regordetas y Jessica asentía con entusiasmo.
Yo ya estaba empezando a fastidiarme. La Corona para mi gusto, representaba una absoluta estupidez. El hecho de pasar el los titulos de modo hereditario, me parecía de lo más absurdo. En vez de buscar a la persona mas preparada para ejercer como cabeza de una nación, un bebe quedaba marcado de nacimiento para hacerlo, sin importar si era un absoluto idiota. La sangre mandaba. Lo creía injusto para el pueblo y también para los asignados al cargo.
Mis opiniones debían reflejarse claramente en mi rostro, pues mi madre me dirigió una mirada de advertencia, antes de hablar.
-Bueno, sin duda alguna acudiremos al evento. Charlie seguramente será informado oficialmente durante la semana. El alcalde Weber y el son muy cercanos. No hay forma en que dejemos de asistir.-dijo mi madre de forma serena. Todos sentíamos simpatía por los Weber. Harry y su esposa Miranda eran buenos amigos de mis padres y Ángela,su hija, era una de mis pocas amigas- ¿Mencionaste que el Dr. Cullen tenía hijos?
-Si, tía- respondió Jessica en lugar de su madre- El Dr. Cullen tiene tres hijos. Emmett, el mayor, luego Edward y Alice. Emmett está comprometido con una señorita y la trae a vivir aquí- mumuró escandalizada.- Creo que ella quedó huérfana hace algún tiempo. Y el mayor de los Cullen no quiso dejarla en Inglaterra y la trajo con su familia.
-¡Sin casarse! Una verdadera verguenza si me lo preguntan- continuó mi tia. "Nadie se lo preguntó" quise decir - Además esa historia de la huerfanita ¡no me la creo! Debe ser una mujer de la vida fácil que se arrimó a las faldas de una familia tan importante como esa. De seguro la nobleza de su sangre les impide ser crueles con ese tipo de gentuza. Cuando llegue Carlisle Cullen le ofreceré mi apoyo y mi consejo.
Mi tía hablaba como si ya fuese amiga del desconocido Carlisle. Ya sentía pena por el hombre, y también simpatía por haberle permitido a su hijo mayor lo que algunos consideraban como una grave afrenta social.
- De todas maneras, Carlisle y Esme Cullen llegan con dos hijos solteros a nuestra cuidad. Son dos muy buenos partidos. Jóvenes, con buena educación, con un apellido de raigambre y un título de la nobleza. Las jóvenes lucharán por la atención de aquellos muchachos.- Yo no tenía duda alguna que sería asi. Estaba segura que Jessica ofrecería hasta sus padres en bandeja de sacrificio, con tal de ser una próxima Sra. Cullen.
-¿Y qué me dices de la familia Newton?- cuestionó Reneé- Creo que tenían un hijo.
- Sí. Michael Newton. Un buen partido para cualquier señorita también- miró a Jessica con emoción- Es una joven promesa de las finanzas, según entiendo.
Yo ya estaba aburrida de aquella conversación. Me limité a picotear la comida de manera ausente, pues no había desayunado.
-Como te habrás dado cuenta Reneé, debemos representar correctamente a nuestras respectivas familias. Jessica e Isabella deben llevar nuestros apellidos en alto en esta fiesta. Espero que se preparen adecuadamente- me miró mi tía.
-No tengo deseo alguno de avergonzarla tía Matilde, no se preocupe.-respondí de modo frío.
-Me alegro, Isabella. Como mi sobrina espero que asistas y te comportes de modo en que te han enseñado.- esperó por una respuesta pero solo la miré. Mi rabia iba en aumento.¿Quién se creía? ¿Mi superiora?- Has declinado muchas invitaciones a mis reuniones sociales y otras de familias importantes. Tu obligación como mujer es asistir a ellas y presentarte. Mi Jessica se ha presentado en nombre de la familia muchas veces sola. Esa no es una obligación que le competezca solo a ella.
-¿Presentarme, tía?- yo estaba indiganda por aquellas palabras, pero mantuve tranquilo mi tono de voz- En esta cuidad casi todos conocen mi nombre, como hija de mi padre. Creo que ese objetivo se cumplió mucho antes de dejar de ser una niña. Presentarme de nuevo sería redundante ¿verdad?
Tía Matilde me miró con fuego en los ojos. Ella no escondía tan bien como yo sus estados de ánimo.
-No estoy aquí para juegos de palabras, niña. Es tu deber sociabilizar para que..-
-¿Para qué, exactamente tía? ¿Para ir a esas reuniones y emborracharme como el resto de los jóvenes de mi edad? ¿Para frotrame contra un hombre, con el único propósito de que me de un anillo de compromiso sin importar si lo quiero o no? ¿Porqué debería hacerlo?- yo continué hablando de modo sosegado.
-¡Cómo te atreves!-explotó. Se puso de pie rápidamente. Su rostro enrojecido por el coraje- Mis reuniones sociales no son como las describes. Son...
-Exactamente como lo dije, tía.- interrumpí de nuevo, ignorando la mirada de mi madre. Me puse de pie tranquilamente- Yo he estado en sus reuniones sociales. No me siento cómoda en ellas y no pienso volver a asistir. Lo único que le importa a usted es que se hable de que su sobrina todavía esta soltera. Pero déjeme que le recuerde tía, que Jessica también lo está, a pesar de todas tus degeneradas tertulias, que no tienen nada que envidiarle a un burdel. Así que la próxima vez que ose sacarme en cara no cumplir con mis obligaciones sociales, mire a su retoño primero.
Se quedo estática en su lugar. Sabía que yo tenía razon. Me miró con odio. Yo le devolvi mi mejor mirada de indiferencia.
-Nos vamos, Isabella. Gracias por todo, Matilde... Jessica, nos vemos el sábado.- mi madre me sacó de un brazo de aquel lugar. Yo no esperé que la criada nos diera los abrigos, y los descolgué rápidamente.
Nos subimos sin decir una palabra al carruaje. Yo me prepare nuevamente para un discurso maternal. Parecía que ese día lo único que hacía era pelear. Sin embargo, mi madre permaneció en silencio adentro, profundamente perdida en sus pensamientos. Sondeé su rostro en busca de algo. Pero nada. Cuando el silencio se hizo insoportable hablé.
-¿No me vas a gritar?- pregunté
Mi madre reaccionó. Me miró profundamente a los ojos, luego suspiró.
-Esta vez tienes razón, Bella - la miré sorprendida. No se me pasó por alto que usaba mi apodo.- A Matilde le importa sólo que su hija se case con un hombre en buena posición, y que tu también lo hagas para no ser parte de las habladurías. No está bien, sacrificar a su hija de ese modo, aunque a Jessica no le importe. Yo no lo haría contigo.- Sus palabras consiguieron amainar mi rabia considerablemente.
-Lo sé, mamá. Las únicas veces que fui a esas horribles reuniones fue cuando era estrictamente necesario. Nunca me obligaste.
-Escúchame cariño- me acarició la mejilla suavemente- Estoy orgullosa de ti. Yo y tu padre lo estamos. Pero es verdad que debes hacer más vida social. No a las reuniones de tu tía o a las que se le asimilen. Pero hay muchas otras y tú debes hacerlo ¿de acuerdo? No puedes pasarte toda la vida sola con tus libros. Sé que te hacen felíz pero hay muchas maneras de encontrar la felicidad, Bella-
Suspiré resignada.
-Esta bién mamá. Pero solo a aquellos lugares donde me sienta cómoda.-
-Muy bien- sonrió- Empezando por la gran fiesta de bienvenida este sábado.
No tenía ni la menor idea lo que esta fiesta haría por mi futuro.
Este es el primer capítulo!
La mayoría serán desde el punto de vista de Bella pero hay otros que los describirá Edward!
Próximo Capítulo se llamará "Jacob, Alice y las flores"
Bsos a todos
Cata
