¡Buenas tardes!
Pues como verán ya me trae de cabeza poner de pareja a Misao y a Hajime Saitou XD. Es que bueno, son polos muy opuestos: él cruel y sarcástico y ella tan alegre y leal…¡para mí sí se ven muy bien juntos! (Como que no se nota que ellos son mis personajes favoritos XDDD).
Para las (os) fans del pairing Aoshi x Misao: Que quede claro que yo NO odio al Okashira del Oniwabanshuu. Es también uno de mis personajes favoritos de Ruroken, y pues la verdad es muy sexy ^^, lo que sí no soporto es que sea tan…¡exasperante! ¬¬ ¡Hasta parece autista porque ni habla! Tienes qué gritarle para sacarle las palabras DX
Me alargué un poco con la historia, así que sólo serán dos capítulos. ¡Y ya ando trabajando en el segundo! ¿Spoilers? Lo único que puedo decir es que va a aparecer Aoshi XD. Bueno, ya comienzo porque si no ya nadie me calla XDDD.
D I S C L A I M E R S: Los personajes mencionados en esta historia NO ME PERTENECEN, fueron creados bajo la autoría del mangaka Nobuhiro Watsuki, creador de "Rurouni Kenshin".
En este primer capítulo las cosas serán un poco subidas de tono, pero en el siguiente habrá contenido más explícito y algo sádico...te recomiendo mejor que si no te gusta este estilo de literatura, huyas inmediatamente de esta página y vayas a algo menos profano. n_n
MI REDENCIÓN NO ERES TÚ.
¿Por qué todos los hombres se comportan como lo que son? Esa es la pregunta que me he hecho desde que tengo uso de memoria y razón.
Cada vez que contemplo al señor Aoshi menos lo entiendo. Su mirada impasible no deja de desconcertarme. Parece que el mundo para él ya no existe.
Desde pequeña lo he admirado y respetado…¡y también lo he visto muy guapo, no lo negaré!, pero creo que ha llegado la hora en que la paciencia se acaba…y se acabó el tiempo para él. Estoy cansada de esperar su ínfima correspondencia finita.
¡Y luego son ellos los que se quejan de nosotras!
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Misao habló con Okina y le dijo que saldría a comprar algunas telas para ella y sus compañeras del Oniwabanshuu Omasu y Okon. El ancianote dio una bolsita con algunas monedas y dos o tres billetes de mediana denominación.
-Espero que te alcance con esto, querida. En caso de que se nieguen, ya sabes qué hacer.
-¿Poner vidriosos los ojos y mostrar cara de perrito regañado?
-¡Esa es mi niña! Y no vayas a tardar porque cenaremos más temprano. –dijo Okina dándole unas suaves palmadas en la cabeza de la chica.
-¡Nos vemos al ratito, abuelo! –gritó alegremente ella desde lejos de la posada.
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Cuando llegué a la tienda de telas enseguida ví una pieza blanca con pequeñas flores azules…¡eso fue amor a primera vista! Por unos largos minutos estuve ensimismada observando y examinando la tela que no me dí cuenta pronto que un ladrón asaltaba el establecimiento. Pude percatarme de ello cuando el muy cretino se tropezó conmigo y me miró fijamente como diciendo: "¡Tú y yo estamos metidos hasta el cuello en esto!".
Adivinen qué hizo el bastardo, ¡arrojó su botín muy cerca mío y como la esposa del dueño no me conocía, pensó que yo era la cómplice. Para mi buena o mala fortuna, un policía pasaba cerca de ahí y la señora gritando como una paranoica histérica me acusó de complicidad. ¿Y el estúpido ratero? ¡Muy bien, gracias! Huyó cual gallina cobarde. Esa mujer vociferó tanto que ni siquiera me pude defender. Más confundido que atento, el oficial me esposó y me llevó a la jefatura de policía…¡se me acabaron las ideas y los recursos!
Al llegar al departamento policial me llevaron con el jefe encargado en turno. Era un tipejo gordo con una ridícula barbita de chivo y algo calvo. Me hizo un montón de preguntas y tuve que recontar los hechos, pero me miró escéptico…¡no me creyó ni media palabra! Ser Oniwabanshuu definitivamente aquí no sirve de nada.
Me encerraron y para rematar, no podía avisar al Aoiya que alguien viniese a mi rescate. Lo más relevante es que el policía que me arrestó me dio una hoja de papel y un poco de tinta (como para entender la ironía, ¿no?). Afortunadamente nadie me acompañaba en mi celda.
Fácilmente estuve esperando más de una hora a que ocurriera algo más o menos relevante. Ya me rendía cuando detecté un olor de humo ácrido y a la vez familiar. Tuve que levantarme para ver quién había llegado, ya que oí otra voz también familiar. Me acerqué a la reja de la celda y pude ver que era Saitou, ese policía demente que quería matar a Himura…¡y yo que pensé que había muerto en la batalla contra Makoto Shishio!
-¿Alguna novedad, Fujita? –preguntó el policía gordinflón.
-Se supone que yo debo debo preguntar, jefe. –suspiró irónico el ex miembro del Shinsengumi.
-Señor, hace un rato arresté a esta jovencita porque ayudó a un delincuente a robar dinero de una tienda de telas –reportó el oficial señalándome con el dedo.
Saitou prendió un cigarro de manera indiferente y volteó la mirada hacia mi prisión. Me miró por pocos instantes.
-¿Tú qué haces aquí, pequeña comadreja?
-¡Que no me digas así, ojos feos! –le recriminé. –Lo que deberías hacer es decirle a tus empleadillos que me saquen de aquí porque yo soy inocente de lo que ha sucedido.
-¡Cuida tu lengua, chiquilla! –terció el policía obeso.
-Déjela, jefe. Ella no es peligrosa. Que diga lo que se le venga en gana. –dijo Saitou mientras apagaba su fábrica de humo a mitad de consumo.
-¡En cuanto me liberen te patearé el trasero, lobo sarnoso!
-¿Pueden dejarme a solas con ella, señores? Le daré unas cuantas lecciones sobre cómo comportarse.
-¡Ya te estabas tardando en correrlos!
El Lobo se sentó en una silla y se acercó al escritorio y comenzó a revisar unos documentos. Encendió otro cigarro, pero creo que lo disfrutaba más que el anterior, al mismo tiempo que me miraba de vez en cuando de reojo.
-¿Acaso él será un maldito degenerado? –pensé para mí misma.
Pero al parecer no mostraba un interés particular en mí, por ahora. Yo seguía molesta porque no me liberaban y para llamar la atención hice bola el papel que me habían dado no sin antes escribí algunos garabatos. En una de esas le aventé esa bola de papel a la cara de Saitou, pero sin mirar la esquivó sin emoción alguna con su mano.
-Quiero que te estés quieta, mocosa. –me dijo a modo de regaño sin verme.
-¿Cómo te atreves a tratarme así? –repliqué furiosa. -¡Ya quiero salir de esta pocilga!
Parece que dije las palabras mágicas…¡más me ignoró el desgraciado! No me pude contener y le lancé una trompetilla inconforme y sólo se limitó a clavarme su ámbar pero sombrío mirar.
-¡Eres una inmadura! Y se acabó la conversación. –dijo tajante al mismo tiempo que restregaba la colilla del cigarro en el cenicero vacío.
De un momento a otro el cielo empezó a nublarse. Lo pude ver por la ventana que estaba atrás del Lobo.
-Así que te agarraron con las manos en la masa…
-¡Otra vez! Yo no soy cómplice del imbécil que se escapó. ¡Oye! Tengo una vida propia como para andar haciendo esas payasadas. ¿Tendré que repetirte mi versión como se lo dije a tu rechoncho compañero?
-Yo te creo.
-¿Entonces qué esperas para sacarme de este lugarejo?
-Nada.
-¿Nada? Tú eres un verdadero inútil. Las batallas te dañaron las neuronas.
Saitou se incorporó del escritorio y se acercó a mi celda con una sonrisa torva. Ya no me respondió a ese comentario y sacó de su bolsillo un aro con unas llaves insertadas, sobresalió una de ellas y la metió a la cerradura y abrió la celda.
-¡Ya vete antes de que me arrepienta! –dijo entre dientes.
No lo pensé dos veces. Ya estaba por salir cuando tontamente me tropecé con una tabla prominente del suelo y mi cabeza chocó con la mano del Lobo (la que cargaba las llaves), y la argolla salió volando…y con ese mismo movimiento, pero sacando los brazos cerré la reja de la celda mientras que el aro rodaba lejos hacia el escritorio: ¡AMBOS NOS QUEDAMOS ENCERRADOS!
-¡Grandísima torpe! ¿Ves lo que ocasionas? –volvió él a restregarme lo descuidada de mi conducta.
-¡Cállate, ojos de rendija! –lo golpeé en el brazo derecho con un embiste. –¡No necesito que me recuerdes lo distraída que soy!
Quedé derrumbada por completo…¡yo encerrada con este tipo amargado! ¿Qué era lo peor que podría pasar? Como maldición se avecinó una tormenta eléctrica y un temor espantoso llegó a mí. De golpe me senté en el suelo y empecé a llorar como una niña indefensa, sentía mis mejillas húmedas y calientes por esa angustia.
-¡Te-tengo mucho miedo-do! –dije con un murmullo muy débil y con voz temblorosa.
Y en eso, el sonido estrepitoso de un fúrico trueno aumentó mi pavor, tanto que me aferré a la pierna de Saitou y dejé escapar de mi garganta un grito muy fuerte. Ansiaba con toda mi alma que me tranquilizara aunque las palabras fuesen vanas. De pronto sentí la mano del Lobo en mi hombro.
-Contrólate, que esto no durará eternamente.
-¿Aún si tuvieses las llaves te quedarías conmigo? –le dije sumisa, pero a la vez temerosa de recibir un no como respuesta.
Volvió a callarse, pero despacio se sentó al suelo y a mi lado. Aunque su mirar no me enfocaba, de alguna u otra forma quería calmarme. Otro nefasto trueno se oyó y rápidamente lo abracé. No pude ver su reacción en ese instante, pero yo no quise zafarme de su costado por nada del mundo.
Díganme loca o como gusten, pero enseguida me sentí tan aliviada…no era la protección ideal. Sin embargo, la calidez de su cuerpo y su olor a tabaco mezclado con masculinidad me tenían prendida de él.
-Supongo que no eres tan malo después de todo. –le comenté ya más repuesta.
Nuevamente sonrió, esta vez esa sonrisa fue más sincera, pero no dejaba de ser enigmática.
-¡Me gusta cómo hueles! –reanudé la plática. –No lo tomes como un cumplido.
-¿Qué va a saber una pequeña comadreja como tú de estas cosas? –dijo él por fin viéndome al mismo tiempo que encendía otro cigarro.
-¡Infeliz! Que ya no me llames así… -no evité reírme.
Inesperadamente su mano acarició con delicadeza mi mejilla izquierda y poco a poco iba acercándose a mi boca y yo le quité el cigarrillo de su boca y lo tiré ya afuera de nuestra prisión. Su dedo índice recorrió mis labios y a mí se me ocurrió abrirlos un poquito más y permití que su dedo se introdujera a mi boca con cierta cadencia exquisita (y eso que no me importó que no se quitara sus guantes). Cerré los ojos y me dejé llevar…succionaba su dedo y él osó en tocar con su otra mano mi parte íntima para ver qué tan húmeda me encontraba
-Aún te falta, no dejes de ceder. –me dijo con un profundo susurro al oído.
Su aliento inundó mi cuello y sus labios probaron los míos. Lo abracé rodeando mis brazos al cuello suyo y la sensación fue indescriptible…esos labios que sabían amargos por el escandaloso tabaco, pero a la vez sabían tan bien que titubeé, mis sentimientos me estaban traicionando. Por un lado, quería continuar con ese placer, pero no aprobaba por mí misma que la pasión surgiera de este modo.
El nerviosismo me ganó…manoseé sin ton ni son los costados del Lobo y mis manos bajaron de súbito a la cremallera del pantalón…¡y pude sentir su miembro duro! Más nerviosa me puse, pero como por arte de magia el policía gordo regresó al lugar. Saitou y yo nos separamos de golpe, y claro, tuvimos que fingir que nada había ocurrido.
-Hágame el favor de abrirnos, jefe. Esta niña nada tuvo qué ver con el robo. –dijo él.
-Ahí bajo su responsabilidad. –declaró resignado. –Pero eso sí –dirigió su mirada a mí. –Te vamos a vigilar de cerca.
Volteé a ver al Lobo, pero sacudió la cabeza como diciendo: "¡No le hagas caso! Ya vete."
Todavía seguía lloviendo cuando salí de la jefatura, pero los rayos y truenos se habían esfumado. Corrí lo más veloz que pude al Aoiya, a casa a tratar de asimilar este tormento apasionado.
Continuará…
¿Telas?...¿EN QUÉ DIABLOS ESTABA PENSANDO? ¬¬ Misao ni siquiera viste kimono...¡ja, ja, ja! xD
