Esta historia contiene spoilers, así que si no leíste Sinsajo te recomiendo que no la leas.

Esta es la primera vez que escribo algo relacionado con Los Juegos del Hambre, así que si notan algún error me gustaría que me avisen, y si les gusta la historia ¡me encantaría que dejaran reviews! Así que bueno, espero que la lean.

Disclaimer: Ningún personaje de esta historia no me pertenece, son creación de Suzanne Collins.


Cerró los ojos con fuerza y colocó sus manos sobre las orejas, tal y como hacia cuando los recuerdos de esos Juegos en los que ella fue partícipe se agolpaban en su mente.

-Todo va a estar bien, Annie- escuchó susurrar a Finnick en un intento de calmar a su prometida.

La morocha abrió lentamente sus ojos al sentir que Finnick colocaba las manos sobre las de ella, protegiéndola.

-Todo va a estar bien- volvió a susurrar el rubio, aunque ahora su voz se escuchaba mas lejana.

-¿Finnick?- preguntó Annie con un destello de esperanza en sus ojos. -¡Finnick!- exclamó al darse cuenta de que él estaba ahí.

Se dio la vuelta rápidamente esperando encontrarse con su amado. Y ahí estaba él, mirándola tiernamente, sosteniendo sus manos con fuerza como había hecho desde el día en que se habían casado.

-Annie- dijo Finnick con aire de tristeza- te extraño.

-Yo también- susurró Annie y comenzó a reír. Solía reír en los momentos mas extraños- Creí que no volveria a verte- continuó.

De pronto, el llanto de un bebé comenzó a llenar el aire y la figura de Finnick comenzó a desaparecer. Lo último que pudo escuchar de la boca de su amado fue un: 'Te amo' y desapareció por completo.

-Parecía tan real- dijo con voz apagada.

En la otra habitación, el llanto del bebé crecía cada vez mas y Annie luchó contra la tentación de quedarse ahí con las manos sobre las orejas e ignorando todo a su alrededor. Se acercó a paso lento hacia el cuarto y se aproximó a la cuna de su hijo.

-Ya, ya esta- dijo tomándolo con delicadeza y meciéndolo para que se calme- Todo va a estar bien- al recordar que eso le había dicho Finnick en su sueño, unas pequeñas lágrimas se le escaparon de los ojos.

Cuando el pequeño se calmó, lo miró a los ojos y pudo ver el vivo reflejo de Finnick. Sonrió tristemente y volvió a depositar a su hijo en la cuna.