Y aquí traigo otro fic que nadie me ha pedido. Las protagonistas serán Kari y Mimi, habrá Takari y el resto tendréis que averiguarlo (risa maléfica). Lo que puedo asegurar es que aquí he leído de todo pero nunca nada parecido a lo que - si decidís darle una oportunidad - veréis a continuación.

De momento puede que el summary no tenga mucha relación pero la tendrá.

TODA LA VERDAD

Introducción

A menudo ocurre que no sabemos nada sobre aquellos que creemos conocer. La gente esconde sus secretos porque sabe que son demasiado peligrosos.

Nos hallamos solos ante la imagen de la verdad de nuestra vida. La verdad puede ser terrible a ojos de otros, ante la mirada crítica del que no es capaz de entender otro reflejo que no sea el suyo.

Estoy segura de que todas –absolutamente todas– las personas de este mundo tenemos algo en común.

Y yo sólo digo ¿y si nos dejásemos de fijar en lo diferente y viésemos lo parecido?

Suelo preguntarme si eso cambiaría algo.

Si vosotros me dejáis, contaré una historia. Os describiré una fotografía que a pocos gustará y que, a su vez, pocos podrán ignorar. Puede que cuando lo haya hecho, algunos se atrevan a mirarla bien, examinándola, lejos de esa primera impresión, y se asombren al comprobar que era más corriente de lo que creyeron.

Por unos instantes todo habrá cambiado.


Capítulo 1: Odiando el cambio

De seguir la familia Tachikawa en su particular sueño americano, Hikari y Mimi no se hubiesen conocido jamás –conocerse realmente, quiero decir.

Mimi dejaba atrás junto a sus padres los días de derroche y ambición mientras la ciudad de Nueva York se volvía más y más pequeña. Un ciclo terminaba. No me refiero al clásico nacer, reproducirse y morir que siguen todas las especies. En el mundo actual todo se ha reducido a desear, adquirir y olvidar.

Ese es nuestro mundo. Hasta las personas son adquiribles y olvidables. Somos producto y consumidores ¿Cuál es tu precio? Sí, en eso nos hemos convertido, aunque entiendo que suene terrible.

Se encontraban en proceso de olvido. Lo cual, teniendo en cuenta la situación, era lo mejor. En unas horas llegarían a su tierra natal para empezar otra vida y todo carecería de importancia.

Supongo que dieron por hecho que eso jamás ocurriría pero pasó, y en los años que quedan por venir tal vez se pregunten alguna vez ¿sucedió realmente como lo recuerdo? La respuesta a esa pregunta siempre es un no. Por lo que aunque pueda que mi historia no sucediera así, intentaré siempre que tenga sentido.

Al contrario que sus padres, Mimi Tachikawa nació en un ambiente rico. No millonaria, eso es decir demasiado, digamos que su familia era lo suficientemente adinerada como para preferir comprarle cosas que escucharla y educarla. Como consecuencia de esto, Mimi necesitaba ir de compras cada vez que algo no salía como esperaba. Así lo había aprendido, era su modo de consolarse y evadirse de la realidad.

De ella solían decir que se preocupaba tanto por las minucias de su vida que olvidaba a los demás.

Situación muy distinta se daba en la familia de Hikari, una de sus amistades de la infancia. Puede que no tuviera tantas cosas, ni las mejores ropas o juguetes pero era más feliz y lo suficientemente madura como para solucionar sus propios problemas sin recurrir a la tarjeta de crédito. El dinero era la última de sus motivaciones, simplemente porque se encontraba satisfecha y agradecida con lo que tenía. Siempre quiso ser maestra e inculcar valores solidarios en los niños.

Solían decir que se preocupaba tanto por otros que se olvidaba de sí misma.

Las dos eran conscientes, pero no podían cambiarlo. Era su naturaleza, lo aceptaban y se admiraban mutuamente.

Quienes conocían a ambas se extrañaron de verlas tan unidas al regreso de Mimi. Una amistad envidiable, hay que decirlo, que nunca hubiera tenido lugar de perderse en las apariencias.

En ocasiones no somos capaces de ver más allá.

Hikari lo sabe porque todos creen ciegamente en su carita de no romper nunca un plato. Y cuando ven a Mimi envuelta en materiales pues ven eso, material y poco más. Hikari va más allá de todo eso, sabe que la verdad tiene múltiples caras y que cualquier persona te sorprende cuando menos te lo esperas. En eso se basó su relación con Mimi.

Todo empezó al poco tiempo de la vuelta de Nueva York. Mimi consiguió un empleo a media jornada en una famosa multinacional de ropa juvenil. Un local escandalosamente ruidoso y caótico. Las dependientas tenían que ir monísimas y su trabajo se basaba en doblar y colgar, lo cual era realmente difícil debido a las avalanchas de adolescentes que rondaban cada tarde buscando la aceptación de su grupo.

–Pasa cuando eres lo que tienes –opinaba crítica Hikari ante tal comportamiento.

Ropa barata y de mala calidad, lo que no importa nada puesto que cuando lleven cuatro lavados habrá pasado de moda. Entonces, compran más. El culto a la imagen es el negocio más innecesario que existe y, a la vez, el más creciente.

Pocos lugares más apropiados se me ocurren para que se produjera el encuentro de estas dos chicas. Mimi luchaba contra el desorden de los pantalones; Hikari merodeaba muy tranquila por la tienda aparentemente ajena a tanto movimiento.

Quienes conocían a Hikari sabían que por algún motivo ella prefería ir sola de compras.

—¡Kari! —gritó emocionada en cuanto situó el dulce rostro en sus recuerdos— ¡Soy yo!

—¿Mimi? ¿Has vuelto? —preguntó aunque la respuesta estuviera ante ella. Le sorprendía no haber sido avisada.

—Sí, no hace mucho. Unas dos semanas más o menos —explicó pensativa—. Iba a ponerme en contacto con vosotros pero estos días… es un lío todo —dijo mientras hacía gestos rápidos y confusos con las manos. Hikari pensó que serían cosa de Estados Unidos.

—Imagino. Me alegro de verte, te ves muy bien.

—Gracias —dijo cordialmente sin devolver el cumplido. Tras esto se dio cuenta de que la encargada le vigilaba—. Oye, tengo que seguir doblando ropa y eso pero termino en una hora. Si quieres podemos quedar y me pones al día de todo lo que me he perdido.

Hikari soltó un bufido.

—Si hago eso no acabaremos nunca pero intentaré resumir, que tu tendrás que contarme cosas también —dijo recordando lo habladora que podía llegar a ser Mimi incluso cuando no había nada que contar—. A las ocho te espero, hasta luego.

Así fue como el destino decidió volver a juntar a Hikari y Mimi, quienes pronto descubrirían lo poco que las separaba.


Hikari salió de la tienda e inmediatamente cogió su móvil. Quería contarle a su hermano o a cualquiera del antiguo grupo que Mimi había vuelto. Buscando en la agenda se dio cuenta de que había pasado tanto tiempo desde la última vez que supo de Mimi que ya ni siquiera tenía su número de teléfono. Guardó el móvil, recordando que no tenía saldo. Siguió dando vueltas por otras tiendas similares esperando a que llegara la hora.

Pensó en su encuentro y sacó varias conclusiones: Mimi apenas había cambiado físicamente, de hecho no se notaba la diferencia de edad, seguía siendo igual de despistada y sus padres debían de haber dejado de pasarle dinero. Lo último lo pensó ya que no se la imaginaba trabajando por gusto y menos en un puesto que requiriera estar siempre de pie. La Mimi que recordaba era demasiado cómoda.

Deseaba, de verdad lo hacía, no haber quedado con una desconocida.

Eran las ocho y cuarto y seguía esperando, paciente.

Las ocho y veinte, Mimi por fin salía por la puerta.

—Lo siento. Me he tenido que quedar un poco más para alarmar unas cajas de la nueva temporada que mañana tendremos que colocar –explicó acalorada.

—No te preocupes —dijo Hikari, poco le había importado esperar. Sabía que no era culpa suya.

—¿Vamos a comer algo? Me muero de hambre, me mata estar de pie.

Hikari sonrió al comprobar que hay cosas que nunca cambian.

—Me apetecen patatas fritas, allí las comíamos a menudo —recordó con lo que a Hikari le pareció nostalgia—. Se venden por la calle, la gente ya ni tiene tiempo de comer sentada y son muy baratas pero las de aquí son distintas.

—¿Te sientes más de allí que de aquí? —preguntó Hikari temiendo la respuesta. No quería que su amiga fuese inmigrante en su propia tierra.

—Oh, no —aseguró algo ofendida—. Siempre quise volver ¿sabes?, nunca me adapté realmente. Me lo pasé muy bien, hice amigos y eso pero en el fondo sabía que no era mi sitio. La tierra te llama, dicen. Aquí me siento muy bien, de verdad que sí, está todo muy diferente a como lo recordaba pero no importa, sigue siendo mi lugar. Pero esas patatas… esas patatas son de viciosas… Y hacen las hamburguesas que no hay color, chica.

—Hablas muy rápido —observó Hikari, le costaba seguir el discurso de Mimi.

—La vida es corta, hay que hablar rápido o resumir mucho. Uy, no —dijo escandalizada por el precio de las patatas de la hamburguesería que tenían frente a ellas—, ¿no conoces otro sitio? Ah, y tranquila, normalmente no soy así. Es porque me pasé con el café.

—Ah, por un momento pensé que debía ser cosa de allí también. Ya sabes, de que se te había pegado el ritmo de Nueva York. Debe ser de estresante ese sitio…

Mimi asintió con fuerza.

—Lo es pero se te mete dentro todo eso y luego lo que te estresa es irte al campo y no hacer nada. La gente está desquiciada, lo están pero no te creas que se note mucho la diferencia.

—Lo sé, esto ha cambiado tanto desde que te fuiste…—dijo Hikari lamentándose. Odiaba ese estilo de vida deshumanizada y temía que algún día se diera cuenta de lo mucho que formaba parte.

—Oye, ¿qué pasa con las patatas? —preguntó interrumpiendo la expresión triste de Hikari.

—No sé de otro sitio que quede cerca. Si quieres vamos al supermercado, las compramos congeladas y las cocinamos en mi casa.

—Eso es mucho tiempo, yo las quiero ya. Bueno, las compró aquí y punto.

—¿Entramos al supermercado a por bebida de todos modos? Así es más barato.

Mimi aplaudió la idea (sí, literalmente) y se dirigieron al supermercado más cercano.

—Tú sí que sabes, Hikari. Umm eso es muy largo, ¿te puedo llamar "Ka"?

—No —respondió seria. "Ka" sonaba horrible y además no veía ningún motivo por el cual se necesitase acortar su nombre.

—Era broma.

Pero sólo se rió Mimi.

Siguió riéndose y haciendo bromas que Hikari no compartía hasta que por fin tuvo en sus manos las deseadas patatas. No eran americanas pero parecían gustarle igualmente.

—Cuéntame que habéis hecho durante todo este tiempo pidió más tranquila.

Hikari bajó la mirada, desde el primer momento que la vio supo que iba a tener que contarle lo que había sido del grupo. No era fácil hablar de eso.

—Si te digo la verdad, estamos un poco desperdigados todos. Hay de algunos que no tengo noticias desde hace… ni lo sé. Yamato, por ejemplo, sé más de él por la radio que por otra cosa. Está continuamente de gira o grabando o vete a saber.

—¿En serio? Recuerdo escuchar una maqueta suya hace ya años que me pasaron… Vaya, no sabía que se había vuelto tan famoso —comentó impresionada para luego sonreír efusivamente —¡Conozco un famoso! ¡Genial!

—Yo me alegro por su triunfo —aseguró sincera— pero yo que sé, Taichi y los demás le llamábamos pero nunca podía dedicarnos mucho tiempo. Nos decía "os llamo más tarde" pero muchas veces se olvidaba. Yo me ponía en su lugar, lo intentaba pero por muy ocupado que estuviese no creo que se justifique. Para mí se ha vendido, la fama se le subió o algo, hasta su música perdió alma.

Mimi, que había dejado de comer para prestar más atención, no pudo contener su asombro.

—Increíble, ¡no me lo puedo creer! ¿Cómo ha podido pasar? Si parecía ser un chico con las ideas muy claras.

Hikari compartía esa impresión, no concebía cómo el chico que un día representó la Amistad podía haberles cambiado por una vida tan vacía ¿Realmente era tanta su ambición?

—Todos pensábamos igual —siguió contando ante la atónita expresión de Mimi—. No se explica esa actitud, no tuvo problemas con nadie que yo sepa. A mi hermano le sentó fatal, no dice nunca nada malo de él, no es capaz pero ni quiere oír su nombre.

—Normal —dijo pudiendo cerrar la boca por primera vez—. Yo sigo en "shock".

—Creo que hasta Sora se hartó de esperar. Ella sigue viviendo donde siempre, por si quieres verla. Aprendió costura y se dedica a hacer arreglos… hasta hace vestidos de novia en un taller.

Mimi torció la cabeza. Nunca hubiera imaginado esos intereses en Sora.

—Vaya, no tenía ni idea de su vida y eso que ella fue con la que más hablé durante estos años ¿Os seguís llevando no?

—Hablo con ella a veces pero ya no hay la misma confianza que antes. Se ha cerrado un poco, igual por lo de Yamato. Ella decía estar bien pero no lo creo.

Los recuerdos se sucedieron en su mente como pequeños fotogramas. Taichi apretando los puños tras colgar a Yamato, Sora callada un día y otro sin ser capaz de sonreír, Takeru observándola inquieto por no poder reconocerla en sus palabras… No pudo evitarlo, las lágrimas invadieron su cara.

—¿Qué te pasa? —preguntó Mimi con dulzura y preocupación.

—Nada —contestó Hikari sintiéndose ligeramente avergonzada. No quería llorar, no era el momento, debía estar alegre por poder hablar con Mimi de nuevo—. Es sólo que me siento mal por no haber estado con ella. Sí, fue ella la que se distanció pero yo no hice nada por acercarme. Nadie lo hizo.

Efectivamente, nadie lo hizo.

—No te culpes, lo mío es peor. Ni siquiera hice el esfuerzo de llamar. Es que me siento horrible, me olvidé de vosotros tanto tiempo y ahora con qué cara voy a volver. Cada uno tiene su vida y yo no pinto nada en ella —se lamentó, mostrando una vulnerabilidad que enterneció a Hikari.

—La culpa también es nuestra, ¿no crees? Tú no me llamaste pero yo tampoco a ti y ahora estamos hablando.

Mimi sonrió, parecía encontrarse a gusto con ella.

—Me alegra ver que sigues siendo igual de buena.

Hikari esbozó una sonrisa algo amarga, se consideraba buena persona pero no tanto como creían los demás.

—En serio, no te culpes. Es normal, crecemos y cada uno tiene sus cosas… Y además, que estabas a miles de kilómetros. Lo nuestro es peor, nuestra distancia no es física. Pero yo sé que la vida nos volverá a juntar, es nuestro destino.

—Podría juntaros yo, en plan comité de bienvenida.

Hikari torció la boca, no era una mala idea pero no le apetecía ni intentarlo.

—Es un buen motivo pero va a ser difícil.

—A ver, por lo que me cuentas, a Yamato lo doy por imposible, pero Sora no debe tener mucho inconveniente. De hecho, no dudes de que quedaré con ella ¿Qué hay del resto? ¿Tan ocupados están?

–Eso parece. Algunas veces intentamos juntarnos para cumpleaños o cosas así. Pero nada, al final o se anulaba o solo íbamos la mitad. A Miyako la veo poquísimo, fue empezar con Ken y desaparecer.

—Típico. Ya se arrepentirán. Ay —suspiró—, voy a tener que decirle un par de cosas.

—Pues díselas. Yo desde el día que quedé con ella y me llamó para decirme que estaba enferma para luego descubrir que se había pasado la tarde con él, pues paso.

Mimi se abanicó con la mano.

—Madre mía, qué líos tenéis.

Hikari asintió apretando la boca.

—Luego está Jou, él siempre intenta mantener cierto contacto a pesar del tiempo que le consume su carrera. Lo valoro mucho pero tampoco está nunca y eso se nota.

—¡Jou! —exclamó Mimi abriendo los ojos y tocándose la cabeza—. Cierto, siempre se lo tomó muy en serio. Pero nunca olvidó mi cumpleaños —aseguró con orgullo.

—Otro que está estudiando es Tai. Se ha puesto serio, para ser él, claro. Está fuera y le va bastante bien.

—Tai siempre decía que me iba a venir a visitar pero nunca cumplió su promesa, y eso que le ayudé con sus tareas de inglés —dijo con cierto rencor—. Así que estudiando… ¡Quién lo diría! Dejó el fútbol entonces —supuso con firmeza.

—Para nada, sigue jugando, pero empezó a estudiar porque pasó meses lesionado y se asustó. Le consume mucho tiempo pero viene cuando puede, con quienes más ha mantenido relación es con Sora y con Koushiro, aparte de mí, obvio.

Mimi cerró los ojos unos instantes, escuchar ese nombre le recordó algo.

—Aunque no lo creas, Koushiro también se acordaba de mí de vez en cuando —aseguró, Hikari no entendía por qué no debía creerla. No me contaba casi nada, yo le escribía treinta líneas y él me devolvía dos. Así hasta que un día me enfadé porque no me hacía caso y ya no supe más de él.

Hikari asintió, aunque desconfió de esa versión de los hechos.

—Yo le veo como siempre, tampoco puedo decirte mucho, sólo se lleva con mi hermano.

—Vamos, antisocial total —tachó tajante—. Y yo que creía que iba a cambiar…

—Yo no diría tanto —opinó Hikari en respuesta al radicalismo de Mimi—. Creo que se ha abierto un poco pero vamos, que conmigo no se lleva.

Mimi miró con aire aburrido su comida, que ya no resultaba tan apetecible una vez saciado el capricho, hasta que se acordó de otra persona.

—¿Y Takeru? ¡Era un niño adorable! Con él te llevarás ¿no?

Hikari negó con la cabeza, deseando que la respuesta fuese otra.

—Nos distanciamos.

—¿Cómo va a ser eso? ¡Imposible! ¡Si yo ya no os imaginaba por separado!

—Mimi, ha pasado mucho tiempo —explicó cansada.

—¡Pero qué tonterías dices! ¡Takeru y tú! ¡Erais monísimos, por Dios!

—Éramos, tú lo has dicho. Ojalá nos hubiésemos quedado para siempre en los felices doce años, ojalá nunca te hubieses ido pero te fuiste y estas cosas pasan —simplificó Hikari, no le apetecía dar explicaciones.

—Yo sólo digo que cada vez que no creía en el amor, pensaba en vosotros.

—¡Pero si no éramos novios!

—Eso no importa en absoluto. Vuelvo y está todo mal —expresó con tono infantil apoyándose en las dos manos.

—Sigo viéndole, me lo encuentro por ahí y a veces hablamos. Sólo que ya no nos contamos todo, ni estamos siempre juntos. No es tan raro, cada uno hace su vida. A él también puedes llamarle, no encontrarás nada extraño.

—No lo entiendo, ¿por qué no es como antes entonces?

—Muchas cosas, Mimi. No merece la pena hablar de eso. Cuéntame tú, todavía no sé por qué has vuelto ni cómo te van las cosas.

—¿Cómo quieres que te hable de mí, si me dices que ya no te llevas con Takeru?

—Hace mucho tiempo de eso, ya ni importa realmente. Además viendo el panorama, nuestra amistad ha salido bien parada.

—Si tú lo dices… La verdad es que me has amargado un poco contándome eso.

—¿Quién sabe? Quizás volvamos a estar unidos pronto. Hasta ayer te daba por perdida y ahora estamos hablando y te veo igual que siempre. Ya sé que algo habremos cambiado y te parecerá raro, pero es como si te conociera.

—¿Cómo si no me hubiera ido? —preguntó emocionada.

—No exactamente.

Mimi se limitó a sonreír como si lo entendiera, después se acordó de pedirle el teléfono y quedaron de verse el lunes.

Esa noche, Hikari se durmió con la idea de que el encuentro le había venido bien a sí misma y no al revés, a pesar de que aparentemente fuese Mimi la interesada en retomar el contacto.

Porque Mimi también parecía conocerla.

Gracias por leer, en caso de que alguien lo haya hecho ¿te ha gustado?

Todavía no tengo escrito el siguiente capítulo pero tengo una idea bastante aproximada. Espero no tardar mucho, hasta la próxima.