Sólo quiero matarte.
Amaimon lo deseaba...quería rasgar con sus propios dientes la pálida piel hasta que quedase sólo la carne, provocando que el peliazul gritase de dolor, ahogándose, porque mientras el aire siguiera pasando por esa garganta...la retorcería hasta oírla crujir, luego arrancaría aquellos ojos azules; que brillaban como las llamas de su padre y opacaban cualquier aura espectral. También era hermosa la idea de verlo desenvainar su espada, arrebatársela, sujetarla entre sus manos y finalmente atravesarle el estomago lentamente, abriéndose paso, destrozando órgano a órgano hasta llegar a su pecho para arrancar, exprimir y devorar ese maldito corazón humano, mas, no eran más que sueños.
Ahí se encontraba, sobre una montaña de asquerosos cráneos y restos de escoria infernal, los demonios de Gehenna eran tan insignificantes que ya no servían de juguete para The King of earth, la vida se había vuelto tan monótona desde que Mephisto le prohibió ir a Assiah en castigo por destrozar su Yukata favorita, menuda estupidez. Miró el oscuro cielo del inframundo, perdiéndose en el vasto infinito, en un cielo que no era azul como el de los humanos; azul… como las llamas que Amaimon no poseía, Tsk.
"Okumura Rin…" murmuró llevándose con frustración una mano hasta los labios y mordiendo su pulgar, una manía adquirida hace ya mucho y que era casi la única forma de desahogo para el silencioso demonio de cabellos verdes. Estaba harto de obedecer las órdenes de su hermano ¿Por qué debía hacerlo? Odiaba esa maldita subordinación a la que fue degradado, maldecía en silencio cada amenaza de muerte por parte del idiota de Mephisto, era simplemente humillante."Ya no queda nadie aquí..." hizo una tranquila y calmada pausa -muy habitual en él "Okumura Rin... quiero ver de nuevo aquella expresión en tu rostro, además... necesito volver a probar tu sangre hirviendo de rabia"dijo al lamer uno de sus dedos empapados por elixir carmín de sabor amargo, sin mostrar repulsión ni mucho menos satisfacción, sólo se puso de pie, tiró de la cadena y emprendió marcha con su fiel sirviente mientras esbozaba una retorcida sonrisa.
Saltó hasta lo más alto y rasgó el cielo, rompiendo las reglas como solía hacerlo, Mephisto no era mas que amenazas, además todo era su culpa, en un principio ni siquiera sentía interés por el peliazul, cosa que había cambiado luego de su primer enfrentamiento. Ahora estaba decidido a pisar Assiah y destruir todo hasta atraerlo, decidido a encontrarse nuevamente con… su azul obsesión.
