Título: The Courtesan (El Cortesano)

Autor: Drops of Nightshade

Traducción: Traducciones. A ver qué sale

Enlace a la historia original: s/8741238/1/The-Courtesan

Desde aquí, el equipo de Traducciones. A ver qué sale desea agradecer a Drops of Nightshade el habernos concedido el permiso para traducir esta historia y su continuación.

¡Muchas gracias! ^_^


Nota de Autora: ¡Gracias por hacer click en mi historia! Me gustaría explicar algo más la trama por si acaso determinados hechos han quedado poco claros.

Lord Voldemort ganó la primera guerra mágica, derrotando a Albus Dumbledore y dispersando la Orden del Fénix. Con su nuevo poder como gobernante de la sociedad mágica de Gran Bretaña, rehizo su estructura, instaurando un sistema basado en castas. Los Sangre limpia son favorecidos mientras que los nacidos de Muggles son discriminados. Harry Potter es un huérfano, sus padres fueron asesinados en un ataque durante los últimos años de la guerra. Colocado en la casta servil, la más baja de la nueva sociedad, está resignado a la posibilidad de convertirse en Cortesano. Pero sus dones únicos serán altamente fascinantes para cierto Señor Oscuro, quien decide tomar a Harry bajo su cuidado y cultivar su potencial mágico.

Este fic contiene slash; relaciones homosexuales entre dos varones. La pareja será eventualmente Lord Voldemort/Harry Potter, así que si esto te ofende de alguna forma, ésta no es una historia para ti y te recomiendo que te vayas ahora.

Gracias,

Drops of Nightshade x


Capítulo Uno

Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería

1990

Harry James Potter sacaba brillo lentamente a una mesa en la cocina de Hogwarts, observando a la nueva Sirviente que estaba sentada en la esquina y lloraba en silencio para sí misma.

Todos lo hacían, los nuevos reclutas.

La chica tocaba con el dedo el collar de hierro en torno a su cuello y Harry se estremeció recordando sus comienzos llevando el símbolo de Sirviente. Tenía cuatro años de edad y había aullado durante días hasta que su madre sustituta Molly Weasley había logrado encontrar algo de crema calmante.

Su mejor amigo Ronald Weasley había recibido el collar el mismo día, al igual que otro Sirviente veterano, Neville Longbottom. Los tres habían nacido en su posición social, o al menos Ron lo había hecho.

Neville y Harry eran ambos huérfanos de guerra con padres que estuvieron en el lado equivocado de la batalla. Cuando el Señor Oscuro hubo ganado su duelo con Albus Dumbledore, los miembros de la Orden del Fénix fueron cazados y asesinados. A algunos se les mostró misericordia, mientras que otros como los padres de Harry y Neville, contraatacaron y se rebelaron. Fueron asesinados y sus bebés entregados al nuevo régimen.

Los padres de Ron, Molly y Arthur Weasley, habían sido parte de la Orden también, pero se rindieron antes porque tenían siete hijos, dos de ellos bebés. A ambos se les puso el collar como Sirvientes y a cada uno de sus hijos se les dio también el mismo trato.

Los Sirvientes eran parte de la casta servil, la más baja de la sociedad. Prestaban servicio a las tres castas superiores y realizaban tareas domésticas como cocinar, lavar, cuidar a los niños y arreglar el jardín.

Cuando los Sirvientes cumplían los trece eran examinados por funcionarios y se determinaba su casta final. Algunos permanecían en la casta Sirviente, como los hermanos mayores de Ron. Algunas mujeres eran elegidas para ser Procreadoras, y tener un hijo para quienquiera que comprase su contrato. Todo era parte del plan para incrementar la población Mágica. Procreadora era la posición más alta que una mujer servil podía esperar, porque recibían un trato justo e incluso se les pagaba por su trabajo. Pero sólo las más fuertes mágicamente eran elegidas para esa posición privilegiada en la sociedad servil.

Había una clase más en la casta servil, aparte de Procreadoras y Sirvientes. Los Cortesanos. Los chicos y chicas que eran suficientemente atractivos eran seleccionados para aprender cómo complacer a su contratante. Aunque no tan bien pagados como las Procreadoras, los Cortesanos todavía tenían unos ingresos mayores que los Sirvientes, a los que se les pagaba una miseria.

Los Cortesanos eran muy solicitados y se les trataba de manera bastante justa, a pesar de que estaban esencialmente vendiendo sus cuerpos.

La chica nueva de la esquina se sorbió los mocos y se frotó los ojos, con lágrimas rodando por sus mejillas. Era la viva imagen de la desdicha.

Terminando de abrillantar, Harry colocó el trapo en el cinturón de su túnica gris, adornada con el escudo de Hogwarts, y caminó hacia la chica.

Viéndola de cerca, Harry decidió que era bastante guapa con sus grandes ojos marrones y su mata de pelo color avellana. Sondeando su magia dedujo que sería bastante poderosa en un par de años.

Harry había sido capaz de sentir los núcleos mágicos de otras brujas y magos desde que podía recordar. Era una habilidad que la señora Weasley le había dicho que mantuviese oculta, preocupada de que algo le pasase si las autoridades descubrían que un Sirviente estaba haciendo magia, independientemente de que fuese con varita o sin ella.

A los Sirvientes no se les permitía poseer o usar una varita, pero Harry había sido capaz de hacer magia sin varita desde que era pequeño. También podía ver la magia, una cualidad increíblemente rara, además de conveniente cuando quería tener una conversación privada sin encantamientos de escucha detectando sus palabras.

La chica se puso rígida cuando se dio cuenta de que alguien estaba de pie justo frente a ella y lentamente alzó su rostro surcado de lágrimas para ver quién se le había acercado. Vio a un pequeño muchacho que parecía de su edad, diez, con un alborotado y sedoso pelo negro y pómulos altos. Su boca poseía una sensualidad oculta que era mitigada por sus hermosos ojos esmeraldas que brillaban con inocencia infantil. Sus pestañas negras como la tinta enmarcaban los llamativos ojos y su túnica gris revelaba su ágil cuerpo.

El chico era espectacular.

—Hola, soy Harry Potter —dijo el guapo chico suavemente, tendiéndole la mano.

—Hermione Granger —replicó la chica en voz baja, tomando la mano que le ofrecía y estrechándola ligeramente.

Harry tomó asiento junto a Hermione, y pensó cuidadosamente qué decir—. ¿Asumo que eres una nueva Sirviente y que no te han transferido de otra casa?

Hermione respiró hondo y murmuró—, sí, soy una nueva... Sirviente —titubeó antes de decir la palabra, como si fuese reacia incluso a pronunciarla.

Examinando a la chica y viéndola contemplar con los ojos como platos las velas flotantes de la cocina de Hogwarts, Harry dedujo que era nacida de Muggles.

Respetando su privacidad, Harry dejó que la conversación decayese y esperó a que la chica la retomase de nuevo. No tuvo que esperar demasiado.

—¿Cuánto tiempo llevas siendo un Sirviente? —preguntó.

—Desde que tenía un año. Mis padres fueron rebeldes durante los primeros años del reinado del Señor Oscuro y cuando fueron asesinados en un ataque yo fui entregado a la señora Weasley, a la que conocerás pronto —dijo Harry en tono flemático.

Hermione inspiró temblorosamente y susurró—, l-la semana pasada algunos hombres vinieron a mi casa. Les hicieron algo a mis padres... No sé el qué... Y me llevaron. Me pusieron este collar y me dijeron que era una bruja, que tenía magia... Pero que sería una Sirviente porque tenía sangre impura.

Harry sintió lástima por la pobre y confusa chica, recordando a los otros dos Sirvientes de la edad de Neville, Ron y él, Dean Thomas y Lavender Brown, ambos nacidos de Muggles. Dean había llegado hacía tres años y Lavender el año pasado.

Harry se preguntó si debía decirle a Hermione que sus padres habían sido Obliviados, es decir, que les habían borrado los recuerdos sobre ella. Eligiendo no hacerlo, se decidió por poner una reconfortante mano sobre su hombro.

—¿Te gustaría algo de crema para tus rozaduras? —preguntó amablemente.

Sorprendida de que se hubiese dado cuenta de que el collar le estaba haciendo daño, pero recordando después que él llevaba uno idéntico, dudó antes de asentir con rapidez. Tomando delicadamente sus manos con las suyas, Harry hizo que se levantase y la guió fuera de la cocina y por un corredor descendente.

Los Sirvientes ocupaban los túneles inferiores de Hogwarts, por debajo incluso del aula de pociones y los viejos dormitorios Slytherin. Después de que Hogwarts se convirtiese en una escuela exclusiva, abierta sólo a los sangre limpia y a los mestizos más fuertes, las Casas habían sido abolidas. Los estudiantes tenían dormitorios en la planta correspondiente a su curso y daban clases en ella también. Todavía había cuatro equipos de Quidditch pero ahora tomaban sus nombres de constelaciones: Scorpius, Hydra, Aquila y Fornax.

Harry se sentaba a menudo en lo alto de la torre de astronomía con un par de binoculares prestados, observando los partidos de Quidditch. Deseaba poder montar en escoba un día pero sabía que estaba destinado a la vida, o bien de Cortesano, o de Sirviente.

Abrió una puerta del corredor y reveló una pequeña habitación con cuatro camas dispuestas en una pulcra hilera con las sábanas alisadas. Ninguno de los chicos quería enfrentarse a la ira de Molly Weasley, dirigente no oficial de la pequeña familia de Sirvientes que trabajaban en Hogwarts.

Dean y Neville estaban fuera con el hermano más mayor de Ron, Bill, cortando leña. Ron estaba con su madre y su hermana pequeña, Ginny, reordenando la comida en la despensa.

Dejando a Hermione rondando junto a la puerta, Harry se acercó hasta la cama más alejada de la puerta, que era la suya propia, y rebuscó en la destartalada mesita de noche. Tras encontrar el tarro de crema regresó junto a Hermione y suavemente la empujó hacia la cama de Dean, sentándose junto a ella y desenroscando la tapa.

Mojó sus dedos en la crema y la frotó en pequeños círculos bajo el collar, sintiendo la áspera piel. Hermione estaba rígida al principio pero pronto se relajó a medida que la crema hacía su trabajo, anestesiando la rozadura y aliviándola al mismo tiempo.

—Ya está, hecho —declaró Harry, cerrando la tapa.

Limpiando sus dedos en el trapo todavía enganchado a su cinturón Harry le dio a Hermione el tarro de crema—. Tómalo, vas a necesitar aplicarla de nuevo cada seis horas durante los próximos días.

Ella lo cogió con cuidado y sonrió débilmente por primera vez, con la gratitud pintada claramente en su rostro—. Gracias, Harry. Has sido amable conmigo.

Devolviéndole una pequeña sonrisa por su parte, Harry se levantó—. Ven, te mostraré tu habitación. La compartirás con Lavender -ella es de tu edad- y Ginny que es un año más joven.

Hermione le siguió mientras dejaba el dormitorio y entraba en el de al lado, que era mucho más pequeño. Una tercera cama había sido ya encajada en él, debido a que Hogwarts sentía la presencia de otra persona.

Lavender estaba holgazaneando en su cama, dibujando de forma ociosa en un trozo de pergamino sobrante. Su largo pelo rubio miel estaba recogido tras sus orejas y sus ojos color avellana estaban centrados en lo que fuese que estaba bosquejando.

Alzó la vista cuando Hermione y Harry entraron, sentándose y cruzando las piernas sobre la cama—. Hola Harry, ¿quién es ésta? —preguntó con curiosidad, mirando a Hermione de arriba a abajo.

—Ésta es Hermione. Es la nueva Sirviente nacida de Muggles —explicó Harry.

—Me preguntaba cuándo llegaría la chica nueva. Esa cama ha estado ahí desde hace casi dos días —meditó Lavender. Entonces se giró hacia Hermione y sonrió ligeramente—. Soy Lavender Brown.

—Hola —murmuró Hermione como respuesta, con cierta timidez. Había algo tan abierto en Harry que la impulsaba a que le gustase, pero no estaba tan segura sobre Lavender.

—Me ofrecería para hacerte de guía, Hermione, pero éste es mi único descanso hoy y quería ponerme al día con mis bocetos —explicó Lavender disculpándose, sus dedos hormigueando por volver a su dibujo.

—Está bien Lav —dijo Harry rápidamente—, me iba a ofrecer a enseñarle a Hermione los alrededores de la escuela—. Le gustaba Hermione, parecía agradable, y Harry tenía debilidad por la gente agradable.

—Divertíos — respondió Lavender de manera ausente, cogiendo de nuevo su lápiz y volviendo a su trabajo.

En cuanto Harry y Hermione la hubieron dejado disfrutando de su tiempo libre, Harry comenzó a enseñar a Hermione los alrededores. Empezó en los pisos de los Sirvientes, mostrándole las diversas habitaciones y armarios de suministros.

Llevándola a la enorme despensa asomó su cabeza y rápidamente presentó a Hermione a la señora Weasley, Ron y Ginny, que estaban ocupados etiquetando alimentos. La señora Weasley se había asegurado de que todos los niños Sirvientes que había adoptado de manera no oficial recibían una educación y sabían leer, escribir y contar.

Hermione se encontró a sí misma arrastrada a un cálido abrazo mientras la amable mujer le daba la bienvenida y le aseguraba que si había cualquier cosa que necesitase, incluso si sólo era alguien con quién hablar, ella estaba a su disposición.

Parpadeando para contener las lágrimas ante el reconfortante abrazo y sus palabras, Hermione estrechó la mano de Ron y Ginny, los dos pelirrojos que la miraban con interés. Las orejas de Ginny se volvieron tan rojas como su pelo cuando Harry le sonrió, y Hermione se dio cuenta de que la chica estaba colada por él.

Llevó la mayor parte del día mostrarle a Hermione el castillo, prácticamente vacío debido a que eran las vacaciones de verano y los estudiantes de Hogwarts estaban ausentes de las aulas.

Hermione estaba completamente deslumbrada por el castillo, saliendo de su coraza un poco y haciendo preguntas sin parar acerca de la antigua escuela. Harry respondió lo mejor que pudo gracias a las lecciones que la señora Weasley le había dado.

Caminaban por el pasillo del cuarto piso cuando sonaron pasos provenientes del otro extremo. Harry se quedó quieto y miró a Hermione rápidamente.

—Ponte a un lado y agacha la cabeza con tus manos unidas frente a ti; de esta forma —, le demostró él, pareciendo la perfecta imagen del recato.

Hermione se apresuró a copiar sus movimientos, agachando su cabeza de forma que una cortina de pelo color avellana oscureció su cara. Sintió su tensión nerviosa aumentando mientras los pasos se acercaban más y más.

Repentinamente se detuvieron.

La respiración de Harry se detuvo ligeramente y Hermione contuvo su aliento también, la ansiedad de Harry calando en ella.

—Tú —, una rica voz ordenó de manera autoritaria.

Hermione alzó su cabeza un poco y vio a un hombre de veintimuchos o treinta y pocos de pie frente a ellos. Su pelo color marrón chocolate se rizaba ligeramente, casi rozando sus hombros. Enmarcaba una pálida cara aristocrática con ojos azul cobalto. Era bastante alto y estaba en muy buena forma, lo que contribuía a su aire de superior hermosura.

Miraba fijamente a Harry, quien había alzado también su cabeza ligeramente para ver al hombre.

—Mi Señor, ¿cómo puedo ayudarle? —murmuró discretamente.

Ignorando completamente a Hermione, que se sintió más bien aliviada, el hombre avanzó para colocar sus dedos bajo la barbilla de Harry y alzar su rostro completamente.

—¿Qué edad tienes, chico? —preguntó el hombre.

—Acabo de cumplir diez Mi Señor —respondió Harry de manera educada, manteniendo sus ojos respetuosamente bajos incluso mientras su cara estaba siendo levantada.

—Eres maravilloso —dijo el hombre con una ligera sonrisa y Harry se puso tenso pero mantuvo su cara neutralmente vacía.

—Gracias Mi Señor —dijo de forma tensa.

—No te perderé de vista, pequeño. No tengo duda de que entrarás en la casta de los Cortesanos. Esperaré ávidamente a tu dieciséis cumpleaños —, ronroneó suavemente y acarició con su mano la mejilla de Harry.

Harry no dijo nada en respuesta y el hombre sonrió una vez más, dejando caer la barbilla de Harry permitiendo que el chico bajase rápidamente su rostro.

Después siguió su camino.

Harry esperó hasta que sus pasos se hubieron desvanecido antes de desplomarse contra el frío muro de piedra tras él y dejar escapar un largo suspiro. Hermione esperó incómoda, sin estar segura de cómo reconfortarle.

Ya le habían explicado acerca de las clases y sabía que la clase Cortesana era una clase para aquellos que vendían sus cuerpos. Los Cortesanos se graduaban en la Casa del Placer de Afrodita cuando cumplían dieciséis y eran contratados por un amo. Si no eran contratados inmediatamente, lo cual era extremadamente raro, permanecían en la escuela hasta que su contrato era comprado.

Las Procreadoras seguían un camino similar excepto que ellas recibían sus enseñanzas en la Casa de Damara y eran contratadas después de su diecisiete cumpleaños.

—¿Quién era él? —preguntó Hermione.

—Rabastan Lestrange, profesor de duelos a tiempo parcial aquí en Hogwarts, Mortífago del Círculo Interno y uno de los más cercanos confidentes del Señor Oscuro —dijo Harry con voz monótona.

Tragando con fuerza, Hermione tomó la mano de Harry con la suya—. ¿Deberíamos... Deberíamos regresar a las dependencias de los Sirvientes? —propuso de forma insegura.

—El resto de la visita-

—Podemos hacerla otro día —, le interrumpió Hermione amablemente.

Nunca había tenido un amigo antes, los estudiantes en su escuela Muggle la evitaban por su insaciable apetito de conocimiento. Hermione no sabía en qué punto empezó a pensar en el chico de ojos verdes como un amigo pero ahora estaba segura de que innegablemente lo era, y estaba decidida a ser una buena amiga.

Esta vez fue Hermione quien tiró de Harry, el cual parecía bastante alterado por el hombre, y le llevó de vuelta a las habitaciones de los Sirvientes.

Encontró el camino hasta la cocina y Molly Weasley se encargó de mimarles a ambos, haciendo que se sentasen y preparando dos tazas de relajante té de manzanilla para ellos.

—¿Qué ha pasado, Harry querido? ¿Te has encontrado con el Director Snape de nuevo? —preguntó Molly con preocupación.

Harry se estremeció ante la mención del Director Snape, que parecía tener algún tipo de vendetta en su contra. Tenía que soportar pacientemente los comentarios despectivos y los insultos acerca del padre que ni siquiera había conocido siempre que estaba en presencia del hombre. Sin embargo por extraño que pareciese el Mortífago nunca decía nada sobre su madre.

—No, no era Snape —dijo Harry con tono cansado.

—Director Snape —le reprendió la señora Weasley.

Harry frunció el ceño pero no replicó.

—¿Y bien? —le animó la mujer.

Viendo que Harry era reacio a relatar lo que había pasado, Hermione lo hizo. Después de terminar, Molly suspiró y con una mirada de cierta pena en los ojos atrajo a Harry hacia sus brazos.

Murmuró palabras tranquilizadoras en voz baja e intentó reconfortar a su hijo adoptivo lo mejor que pudo.

Tres años.

Dentro de tres años a Harry, Ron, Hermione, Neville, Dean y Lavender se les asignaría su condición social. La señora Weasley estaba bastante segura de que Ron y Neville seguirían siendo Sirvientes, pero sentía que Harry y probablemente Dean acabarían como Cortesanos. Lavender y Hermione parecían encantadoras chicas jóvenes que quizá terminarían como Procreadoras si eran lo bastante poderosas mágicamente.

Quería proteger a todos aquellos niños de sus destinos en la vida, quería verles felices y lo más importante de todo, libres.

—¿Qué le pasa a Harry? —preguntó una voz penetrante desde la puerta de la cocina.

Ronald Weasley estaba allí de pie enmarcado, sus ojos azules observando con preocupación a su mejor amigo que estaba siendo acunado en los brazos de su madre. La señora Weasley dejó ir a Harry a regañadientes, el cual se retrepó de nuevo en su silla y tomó un sorbo de té de manzanilla.

—Tan sólo tuvo un encontronazo con un Mortífago, eso es todo Ron, cariño —dijo la señora Weasley sin darle importancia, pasando a cortar algunos vegetales para la cena de los Sirvientes.

—Oh —dijo el pelirrojo, lanzando una mirada comprensiva en dirección a Harry.

Tomando asiento al lado del chico se puso a conversar con él acerca del centauro que habían visto antes ese mismo día, hablando con mucho entusiasmo y ayudando a calmar los nervios agotados de Harry.

Lavender entró después, sentándose junto a Hermione y comenzando con ella una educada conversación. Las dos chicas estaban empezando a perder su mutua timidez cuando tres chicos sudorosos entraron.

—Esos son Neville, Dean y Bill —susurró Lavender al oído de Hermione, señalando a cada uno de los chicos.

Neville era un chico algo rellenito con el pelo color rubio arena y ojos azul bebé. Se movió torpemente como si no estuviese acostumbrado a su propio cuerpo. Hermione dedujo por los moratones en sus espinillas que el muchacho era algo torpe.

Dean tenía la piel color marrón chocolate y un corto pelo negro que crecía pegado a su cuero cabelludo. Sus ojos marrón oscuro eran pensativos como si estuviese reflexionando sobre una teoría o simplemente soñando despierto. Dean era algo más alto que Harry, que era el más bajo de los chicos, más bajo incluso que Hermione, y tenía músculos nervudos.

Bill parecía tener cerca de diecinueve años, bastante guapo con sus chispeantes ojos azules y su mata de pelo rojo que había dejado crecer revoltosamente largo y salvaje. Su descuidado corte de pelo sacaba de sus casillas a su madre.

—¡Primero las duchas chicos, estáis asquerosos! —ordenó la señora Weasley, esgrimiendo una cuchara de madera de forma amenazadora.

Sonriendo burlonamente como respuesta, los tres muchachos caminaron sin prisa en dirección a los baños, o en el caso de Neville, tropezaron, chocando contra un taburete. Un momento después de que abandonasen la habitación Ginny Weasley entró y se sentó al otro lado de Lavender. Siguió lanzando subrepticias miradas a Harry que permaneció ignorante de ello mientras charlaba con Ron.

Un par de gemelos idénticos entraron minutos más tarde, reclamando los asientos junto a Ron, con sonrisas traviesas en sus caras. Harry gruñó y dijo— Fred, George, ¿qué habéis hecho ahora?

Ambos se rieron entre dientes y respondieron a la vez—, nada —, con voces falsamente inocentes.

—Si descubro que habéis estado haciendo gamberradas de nuevo, chicos, no sólo será el señor Filch el que os de una zurra —amenazó ella.

Haciendo una mueca de dolor como si recordasen pasadas tundas al ser atrapados haciendo travesuras, los chicos de doce años se apresuraron en asegurarle a su madre que no habían preparado ninguna broma. Todavía.

La señora Weasley estaba sirviendo un verdadero festín cuando su marido y sus dos hijos Percy y Charlie entraron. Habían estado haciendo inventario de los animales mágicos que Hogwarts tenía en cautividad. Charlie tenía talento para las criaturas de todo tipo y Percy era un excelente escriba. Hacían un buen equipo cuando los animales tenían que ser catalogados.

Después de ser presentados a Hermione, que estaba empezando a verse abrumada por todas esas nuevas caras, Neville, Dean y Bill volvieron a entrar, recién lavados.

Los parientes se pusieron a engullir el banquete que la señora Weasley había preparado, la cual sonreía con cariño ante las caras de satisfacción de todo el mundo mientras comían.

—¿Dónde están los otros Sirvientes? —preguntó Hermione a Lavender en voz baja mientras la conversación fluía a su alrededor.

—Están aquí y allí, posiblemente en otras cocinas. En total hay cerca de treinta Sirvientes contratados por Hogwarts. Durante el curso escolar nos ayudan elfos domésticos que preparan las comidas para los niños y limpian sus habitaciones. Pero durante los meses de verano sólo están los Sirvientes. Creo que los elfos domésticos trabajan en otra parte. No estoy segura de dónde —explicó Lavender.

Preguntándose a sí misma qué narices eran los elfos domésticos, pero no queriendo apartar más a Lavender de su plato, Hermione le dio las gracias y regresó a su comida.

El postre era pudding de chocolate y Hermione logró hacer hueco para algunos bocados, prometiéndose a sí misma que dejaría más espacio la próxima vez.

Estaba llena y adormilada después de la cena, cabeceando en su silla mientras Lavender, Ron y Harry lavaban los platos y los demás charlaban discretamente entre ellos.

La señora Weasley la pilló bostezando e insistió en que fuese a acostarse, ahuyentando a los otros niños con ella.

En cuanto estuvo metida bajo las mantas y escuchando la tranquila respiración de Lavender y Ginny, Hermione se permitió a sí misma un poco de tiempo para llorar en silencio. Echaba de menos a sus padres, su casa, demonios, incluso echaba de menos su antigua escuela.

—Te acostumbrarás a ello —, la suave voz de Lavender llegó hasta ella y Hermione contuvo la respiración. Al parecer no había sido suficientemente silenciosa.

—Mamá dice que está bien llorar algunas veces —añadió Ginny a modo de ayuda.

Con el corazón en un puño por la emoción, Hermione logró emitir un entrecortado—gracias —a las dos chicas.

Se adaptaría. Sabía que lo haría.

Mientras tanto Harry estaba hecho un ovillo en su cama, reviviendo la escena en el pasillo del cuarto piso. Se estremeció ligeramente y deseó que su treceavo cumpleaños tardase una eternidad en llegar, simplemente para poder continuar viviendo en relativa protección aunque sólo fuese durante tres años más.


Continuará...

Y hasta aquí el primer capítulo de nuestra nueva traducción ¿Qué os ha parecido?

Ya sabéis que esperamos vuestras opiniones y comentarios ^^, también queremos recordaros que estamos gestionando los avisos de publicación a través de nuestro grupo de facebook groups/500220733454415/

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

Traducciones. A ver qué sale.