Cuán vano es sentarse a escribir
cuando aún no te has levantado para vivir
-Henry David Thoreau
Cualquiera diría que la vida de un escritor es fácil. Es decir, simplemente dedicar unas cuantas horas al día a estar escribiendo frente a un computador o una máquina de escribir y esperar a que una novela se convierta en best seller para vivir de lo lindo. Lo que muchos no saben es que sólo uno en un millón de libros que salen a la venta se vuelve popular… Y sólo un libro en un millón tiene la suerte de pasar de un simple borrador escrito con letra apresurada, errores y manchas de café a un glorioso libro nuevo exhibido en una librería.
Erwin Smith lo sabía perfectamente y cada vez que pasaba frente a una tienda y veía un libro expuesto ahí, sentía esa conocida desesperación y angustia de saber que sus escritos no eran lo suficientemente buenos… ¿Cómo era posible que una historia acerca de un vampiro que parecía más un hada involucrado en un romance adolescente pudiese causar tanto revuelo mundial mientras él llevaba años estudiando Literatura, Filosofía e Idiomas y aún así no conseguía convencer a un solo editor de darle una oportunidad a sus borradores?
Bien, al parecer esa no fue razón suficiente como para convencer al juez de por qué había arrojado esa roca al cristal de la librería, causando además de algunos daños, que fuese detenido por la policía. Estúpido juez, estúpido sistema capitalista y estúpida librería por levantar cargos contra él. Demasiado tarde comprendió que debía guardarse esa clase de pensamientos para él y no gritarlos en la sala de la corte; pues gracias a eso ahora gozaría de una estancia gratuita de 7 días en prisión, además de una multa equivalente a lo que ganaba en un mes.
Al menos dentro de la celda tuvo tiempo suficiente para reírse de esa ironía… Como escritor y maestro de la universidad, apenas ganaba lo suficiente como para pagar la renta de su departamento y aún así debía pagar la multa por daños a la empresa… Que se vayan al diablo y paguen con todas las ganancias que obtienen de esos libros para niñas…
Siete días después del incidente y con poca dignidad restante en su demacrado aspecto, Erwin por fin salió de la agencia de policía donde había estado preso. Casi era de noche, por lo que tendría que pasar hasta el día siguiente a la universidad a explicar al director el por qué no había podido asistir a sus clases durante la última semana. Seguramente lo despedirían, ya que ahora contaba con un maravilloso historial de desobediencia civil, daños a propiedad ajena y desacato. Además de que ahora lucía como un vagabundo, según pudo notar en el vidrio de la comisaría antes de salir de ahí, con su hoja de libertad en una mano y su billetera vacía en la otra. Su barba había crecido bastante alrededor de su boca y su cabello lucía revuelto y descuidado. Quizá si se sentaba en los escalones de la comisaría la gente comenzaría a regalarle monedas… O al menos eso fue lo primero que pensó al salir.
Su camino hacia la estación del metro no fue muy placentero, pues la mayoría de la gente que aún se encontraba en las calles a esas horas le miraba justamente como un delincuente. De nada hubiese servido que pegara en su frente la hoja de liberación que le habían dado. Su segunda decepción fue al llegar a la taquilla del subterráneo y descubrir que no tenía un solo centavo para pagar por un boleto. "Bien…" pensó Erwin mientras se deshacía de lo que quedaba de su amor propio para pedir algunas monedas a la gente que entraba al subterráneo y así poder pagar por un boleto, "debería acostumbrarme a esto si van a despedirme mañana".
-Hey… Estamos en la última estación…- Erwin abrió lentamente los ojos para toparse con un joven que le sacudía suavemente del hombro. Avergonzado se llevó la mano a la boca para asegurarse de que no había rastros de saliva, pues era común que babeara mientras dormía. Al parecer se quedó dormido poco después de haber subido al subterráneo y por alguna razón ese joven tuvo piedad de él y lo despertó antes de que se quedara encerrado en el vagón e iniciara de nuevo el recorrido.
-Gracias, que amable- sonrió poniéndose de pie y saliendo a toda prisa pensando únicamente en llegar a casa y preparar algún tipo de carta para explicarle a su jefe el por qué de su ausencia en la universidad.
Su hogar estaba frío y tenía un vago aroma a fruta podrida, pero a él le pareció una de las más cálidas y gratas bienvenidas que había recibido. Arrojó su abrigo al pequeño sofá que había junto a la entrada y después de hacer una visita rápida a la cocina para arrojar a la basura los alimentos que se habían arruinado en su ausencia fue hacia el baño para ducharse. Mientras el agua cálida recorría su piel escuchaba algunos mensajes que habían quedado en la contestadora automática. Efectivamente la mayoría de los mensajes eran del director de la universidad, pidiéndole que en cuanto se comunicara le llevara una buena excusa para haber faltado por una semana. Había un par de mensajes de una compañía de ventas por teléfono ofreciéndole diferentes productos y al final una llamada de su ex esposa, informándole que le habían notificado de su encarcelamiento y se lo informaría a su abogado.
No había terminado de lavarse el cabello cuando el teléfono comenzó a sonar. Maldiciendo y tomando una pequeña toalla para cubrir apenas sus partes más nobles, fue a responder, reconociendo de inmediato la voz de Mike, su antiguo editor y ahora uno de sus mejores amigos.
-¿Estuviste en prisión?- a pesar de que Mike solía ser un hombre serio, Erwin pudo detectar el humor en su voz. –Dime que fue por algo que valiera la pena como asaltar un banco o por lo menos romperle la cara a ese nuevo editor que tienes- Erwin suspiró y no pudo evitar reírse un poco, había extrañado el sonido de su propia risa.
-No iba a desperdiciar mi única llamada en ti. Probablemente en lugar de pagar mi fianza habrías terminado en la celda contigua, aunque al menos así hubiese tenido una estancia mucho más cómoda.- ambos lados de la conversación rieron. Seguramente Petra, compañera de trabajo de Mike y buena amiga de su ex esposa se habría enterado de su pequeño incidente y con ella, todas las personas que conocía en el mundo de las publicaciones. –Me van a despedir…- dijo con un tono más serio después de unos segundos de silencio. Pudo escuchar como Mike bebía algo antes de responderle.
-Hablaré con la gente de la editorial, seguro te podrán ofrecer un empleo como corrector de estilo
-Mike, no te molestes. Sabes que no estoy en buenos términos con ellos y un trabajo de ese ti-
-No creo que estés en la mejor posición para negarte a algo así, Smith- de nuevo una pausa en la que Mike bebió y eructó sin disculparse. –Además será algo temporal, en lo que la gente olvida tu pequeño incidente
-Gracias,- Erwin no pudo evitar admitir que le debía una a Mike. Quizá le invitaría unas cervezas en cuanto tuviera algo de dinero nuevamente. –Ahora cuelga y termina de embriagarte, no me gustaría escucharte mientras vomitas- una sonora carcajada fue lo último que escuchó antes de que Mike colgara el teléfono. A pesar de que era una persona que los demás clasificaban como "rara" y la mayoría de la gente simplemente lo evitaba, Erwin sabía que ese hombre era leal como ningún otro y siempre podría contar con él.
Dejó el teléfono descolgado, no necesitaba más llamadas por esa noche. Encontró una cerveza abandonada en su refrigerador y la llevó hacia su cuarto, bebiéndola mientras se ponía algo de ropa para dormir. Mañana sería un día pesado, no sólo por tener que ir a rogar por qué no lo despidieran de la universidad, sino tendría que preparar algunos resúmenes y solicitudes para un nuevo empleo. Quizá debería olvidarse de todo eso por unos meses, pedir un préstamo suficiente para vivir sin trabajar y dedicarse a lo que en verdad le gustaba: escribir. Volver a sus sueños de adolescente de buscar inspiración en la vida común, en las personas que observaba en la calle. Quizá.
Quizá debió haber programado su reloj despertador antes de sumirse en esos pensamientos que minutos después le llevaron a quedarse dormido, apenas recostado sobre la cama mientras la lata de cerveza vaciaba lo último de su contenido sobre la alfombra. Quizá el día de mañana sería mejor para Erwin Smith.
