ADVERTENCIAS: Situado en algún momento del futuro. Post-Always pero sin spoilers gordísimos de la serie.
DISCLAIMER: Todo propiedad de Andrew Marlowe y de la ABC. El resto, interpretación mía.
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Castle golpea la puerta de madera con la mano que le queda libre mientras que con la otra sostiene la pequeña bandeja de corcho donde el vendedor le ha colocado los humeantes vasos de café. El escritor espera pacientemente a que le abran la puerta.
Kate no tarda mucho rato en aparecer al otro lado de la puerta, todavía vestida con una camiseta algo destintada a causa de los incontables lavados y un tanto despeinada. No hay que ser demasiado inteligente para adivinar que la policía acaba de levantarse de la cama solo para dejar pasar al interior del apartamento a su visitante.
—Hey —dice Beckett. Por si a Richard aún le quedaba alguna duda de si acaba de despertar o no a su compañera, la voz de ella es la viva prueba de ello.
El escritor cruza el umbral de la puerta y se detiene junto a la cabeza del buda que decora la entrada del apartamento de su compañera. Ésta no hace ningún ademán de apartarse cuando Rick la besa mientras hace lo imposible por no tirar al suelo los dos vasos para llevar de café. Justo cuando termina de besarla, responde a su saludo con exactamente la misma palabra.
—Toma, éste es el tuyo —añade mientras retira de la bandeja de corcho el café que hay en la parte derecha de la misma y se lo tiende a la detective.
—Gracias —comenta Kate esbozando una sonrisa cuando recoge el recipiente de cartón. Se apresura a dar un sorbo a la bebida esperando que la cafeína actúe con rapidez en su cuerpo. Nada mejor que un buen café que la prepare para un largo día de trabajo en la comisaría.
Su vaso matinal de café se ha convertido en una costumbre que llevan arrastrando desde hace años. Castle se presenta en la escena del crimen, la comisaría y últimamente —desde que son pareja, más bien— en su propio apartamento con dos vasos para llevar, uno para ella y otro para él, y Beckett le responde con una sonrisa en su cara, a veces acompañada de un "gracias". Ese pequeño gesto la ayuda a sobrellevar mejor el día ya que no es digamos no es precisamente lo que se dice sociable sin su dosis de cafeína diaria recorriendo su sangre.
—He estado pensando. Uno de los alumnos de la escuela de interpretación de mi madre tiene un hermano que acaba de abrir un restaurante y el otro día, mi madre llegó a casa diciendo que para el propietario del local sería un auténtico honor recibir a Richard Castle. Así que pensé que quizá te gustaría la idea y he reservado mesa para esta noche, seguro que nos viene bien después de un duro día de trabajo en la comisaría.
—¿Qué parte de "duro día de trabajo en la comisaría" te incluye a ti? Hasta donde yo sé, solo te limitas a seguirme y en cuatro años no te has dignado a tocar un solo informe del papeleo —comenta divertida—. Pero agradezco el detalle de que pensaras en mí para acompañarte.
—¿Por qué? —inquiere un tanto confuso Castle.
—Podrías haber elegido ir con Alexis cuando viniera de la universidad algunos días…
—Que vaya contigo no significa que no pueda ir también con ella otro día. Además, tengo ganas de que hagamos algo juntos.
A juzgar por la expresión de Beckett, está a punto de decir algo cuando el tono de llamada de su móvil resuena por toda la casa. La detective se levanta de la mesa del comedor y no tarda en regresar del dormitorio con el teléfono pegado a la oreja. La llamada dura unos cuantos segundos más y Kate no tarda en colgar el móvil y bloquearlo.
—¿Qué pasa? —inquiere Richard después de apurar las últimas gotas de café.
—Han encontrado un cadáver. Esposito y Ryan nos están esperando en la escena del crimen.
-o-o-o-
Beckett y los chicos no han tardado en ponerse manos a la obra con el caso que les ocupa y poco después de regresar de la escena del crimen, la pizarra de la comisaría ya está empezando a ser completada por fotos, apuntes y supuestas líneas temporales que pueden coincidir con la declaración de unos cuantos de testigos que Ryan ha encontrado por la zona.
Cuando llegaron a la escena del crimen a primera hora de la mañana se habían encontrado con un cadáver de un varón blanco de unos treinta años de edad que, a juzgar por el aspecto de varios hematomas que tenía por todo el cuerpo, había muerto a causa de los golpes que le habían propinado en una paliza. Como siempre, hasta que no tuvieran el informe de la autopsia de Lanie en sus manos nada era seguro, pero tanto las observaciones preeliminares del cuerpo que había hecho la doctora Parish como la zona donde había sido encontrada la víctima —el callejón de atrás de un bar de moda del Soho— hacían suponer que una pelea que se había torcido y los contrincantes del fallecido se habían pasado de la raya con los puñetazos y las patadas.
Como rutina habitual en la escena del crimen, Kate les había encargado a Ryan y Esposito que se encargaran de hablar con la gente de los bares de la zona con la intención de comprobar si alguno de ellos podía haber visto algo de una supuesta pelea que pudiera haberse producido la noche anterior. Con tanto club, bar y discoteca repartido por la zona, encontrar a varios testigos no había sido complicado. Tal y como Kevin le había contado tras hablar con el dueño del local que daba al callejón donde había aparecida muerta la víctima, varios clientes del bar y también los porteros del mismo podían afirmar que, efectivamente, recordaban haber presenciado una pelea a las afueras del mismo la noche de antes pero que al ser las horas que eran y que estando acostumbrados a los alborotos de los borrachos no le habían dado más importancia al asunto. Naturalmente, habían pedido a los testigos que colaboraran con ellos dándoles los nombres, si es que los sabían, o la descripción de los involucrados en la pelea. El dibujante de retratos robots había hecho un buen trabajo y ahora se encontraban distribuyendo copias de los bocetos por toda la zona o enseñándolos aquí y allá a cualquier persona que pudiera tener la más mínima pista del paradero o la identidad de alguno de ellos.
Poco después de la hora de comer, obtienen el informe de la autopsia que Lanie acaba de practicarle a la víctima, la cual confirma por un lado que sí había muerto a causa de los golpes y que por otro que el hombre se encontraba totalmente borracho en el momento de su muerte. Castle y Beckett se instalan frente a la pizarra blanca que tienen en la 12 y lo primero que hacen es poner las fotos que han sacado los forenses de los hematomas que habían sido la causa de la muerte y también una copia del retrato robot junto a otra foto que aporta la identidad al fallecido: Ray Dickson. Después, la detective adopta su postura de escrutinio y examina la brillante y todavía poco poblada superficie blanca. Concentrada, visualizando tan solo las letras de color que hay escritas en la pizarra y pensando en todas las pruebas que tienen hasta el momento con la esperanza de que alguna de ellas consiga llevarla hasta otra prueba, otro testigo u otro dato relevante para el caso.
Mientras que Kate no despega los ojos de la pizarra, Rick se tiene que ausentar durante unos minutos de la oficina abierta cuando escucha su melodía de llamada y ve la pantalla de su teléfono iluminarse con la foto de su editora, Gina Cowell.
—¿Sí? —Descuelga una vez que está en la salita donde tienen la máquina de café.
Mantiene una conversación más bien breve con la mujer, que, furiosa como está, apenas le deja tiempo para responder a sus preguntas o permitirle defenderse. Castle, para variar un poco, ha ido aprovechando al límite el tiempo establecido por la editorial, con lo que, como es costumbre, ahora está con el agua al cuello y sin varias decenas de página que deberían estar escritas desde hace semanas. Así que la llamada no le coge precisamente por sorpresa. Aunque debe reconocer que esta vez Gina está de bastante peor humor que las anteriores, o al menos que la pasada, vez.
Su editora es clara, quiere el borrador de varios capítulos del siguiente libro encima de su mesa a la mañana siguiente. Es de ese tipo de ultimátum que se toma en serio hasta él. Así que cuando cuelga el móvil y lo devuelve al lugar que ocupaba en su bolsillo, algo le dice que va a tener que pasarse todo lo que queda de día dándole un pequeño empujoncito, por decir algo, a su próximo libro. Y mejor será que se marche de la comisaría ya si no quiere tirarse absolutamente toda la madrugada pegado a su portátil y tecleando sin descanso.
Cuando regresa a la zona de las mesas, se da cuenta de algo en lo que no había pensado cuando recibió la llamada. Ata cabos en su mente después de ver a Kate sentada sobre su mesa, cerca de la pizarra y con una pierna cruzada encima de la otra. Se dirige hacia ella pensando en qué va a decirle para intentar minimizar al máximo su más que probable enfado, pero cuando termina de acortar la distancia que los separa sigue sin tener ninguna genial idea que lo saque del aprieto.
—Kate. —Procura no utilizar demasiado su nombre de pila (al menos no usarlo más de lo que lo hacía antes de que fueran pareja) mientras están trabajando para intentar mantener su relación fuera de los ojos curiosos o las sospechas de Gates, pero se permite el lujo porque sabe que es la forma más rápida de captar la atención de la detective.
Sin embargo, la policía no tiene tiempo para hacerle caso a la llamada del escritor porque justo en ese instante se abre la puerta del ascensor con su característico sonido y aparecen por ella Ryan y Esposito junto a un hombre grandote al que llevan esposado y sujeto por los brazos. Cuando llegan a la oficina, Javi se marcha con el sospechoso hasta la sala de interrogatorios —para más tarde meterse él mismo en la de observación— y Kevin se acerca hasta Beckett.
—Hemos encontrado a uno de los tíos que estuvo involucrado en la pelea del callejón. ¿Quieres hacer tú los honores? —pregunta el detective señalando con un sutil gesto la puerta de la sala de interrogación.
-o-o-o-
Castle entra a la sala de observación después de decirle a Kate que prefiere mirar desde la habitación de al lado en vez de estar a su lado durante el interrogatorio. La policía se extraña de la decisión del escritor pero no hace ningún comentario y se entrega de lleno a su entrevista con el sospechoso.
Cuando cierra la puerta, Rick se da cuenta de que le acompañan Ryan y Esposito, pero en vez de iniciar una ligera conversación acerca del caso y del hombre que está siendo interrogado al otro lado del espejo guarda silencio. Durante prácticamente la totalidad de la entrevista se dedica a darle vueltas a cómo va a decirle a Kate que van a tener que anular su cita en el restaurante del conocido de Martha. El escritor no puede dejar de sentirse algo culpable por haber dejado para el final los capítulos que ya debería tener acabados desde hace algún tiempo.
—¿Por qué se pelearon, Jimmy? —Beckett parece estar enfadada al otro lado del cristal, o al menos eso deduce Rick de la expresión contrariada que tiene en la cara.
El sospechoso, por su parte, no tiene el aspecto de querer cooperar demasiado con la policía en la investigación del asesinato. Lo poco que Richard ha conseguido ver del interrogatorio, que más que nada está siendo un monólogo de Kate para intentar hacerle hablar —monólogo que no está dando muy buenos resultados todo sea dicho de paso—, es que el tal Jimmy no es de ese tipo de gente a la que es fácil sacarle información. Generalmente hace falta más de un farol o una charla para que acaben confesando o ayudando a los policías con el caso.
—¿Vas a decirme que no le pegasteis una paliza a vuestro amigo Ray? —inquiere Beckett mientras deja caer a la mesa unas cuantas fotos de los moratones que tenía la víctima por el cuerpo—. Porque estas heridas dicen justo lo contrario. Hemos encontrado ADN, Jimmy.
—¿Te pasa algo, tío? —La voz de Esposito devuelve a Castle a la realidad—. Llevas ausente desde que entraste por la puerta.
—No es nada.
—Lo que tú digas, hermano —comenta Javier mientras se da la vuelta y vuelve a centrar su atención en el interrogatorio, el cual no tarda mucho más en llegar a su fin.
Cuando ve a Kate abandonar la sala contigua, Richard sale con rapidez de la de observación y busca a su compañera entre los policías uniformados. La encuentra al lado de su escritorio, introduciendo algunos datos en el ordenador. Aparentemente, para pedir una orden judicial.
—¿Te importa si hablamos en algún sitio donde no haya gente? —comenta Rick mientras mira a su alrededor, levemente nervioso.
—¿No puedes decírmelo aquí? —Está enfadada y probablemente esté pagando su disgusto con la persona equivocada.
—Kate, por favor.
El escritor convence finalmente a su compañera para que vayan a un sitio más retirado que esté fuera de los límites de visión de los demás policías y Gates, que, como viene siendo natural en ella, está encerrada en su despacho. Beckett decide que puede que no le venga mal despejarse un poco y camina hasta la máquina de café con la intención de intentar preparar un café —eso si el aparato no decide volverse loco, como le ha pasado más de una vez—.
—¿Qué pasa, Castle? —inquiere mientras se da la media vuelta hasta mirar hacia su compañero.
—¿Recuerdas lo que te dije sobre ir a cenar esta noche? —Rick hizo una pequeña pausa—. Vamos a tener que dejarlo para otro día.
—¿Ha pasado algo? —lo pregunta con un tono de preocupación en la voz. Castle se apresura a responderle.
—No… No es eso. Gina me ha llamado hace un rato y ha exigido tener para mañana a primera hora unos cuantos borradores del libro de Nikki Heat. Voy a tener que pasarme toda la noche escribiendo si quiero entregárselos a tiempo. —Hay un deje de arrepentimiento en su voz pero Kate lo ignora por completo. Antes el sospechoso poco cooperativo y ahora esto.
—¿Has vuelto a dejarlo para el último día? —La detective empieza a sacar a relucir su cabreo, tanto por una cosa como por otra. Rick no tarda en notarlo.
—Kate, no me esperaba la llamada de Gina —se justifica el escritor—. De verdad. Puedo cancelar la reserva y pedir otra para mañana.
—No es por la cena, Rick. Lo que realmente me molesta de todo esto es que siempre te las acabas arreglando para ir dejando la entrega de los capítulos de turno hasta el final. —Está comenzando a ponerse realmente enfadada—. No sé cómo lo haces, Castle, pero siempre acabas anteponiendo los plazos de Gina a todo lo demás.
—No empieces por ahí, Kate. Podría decir lo mismo lo mismo de ti y tu trabajo, tú también lo antepones a muchas otras cosas.
—Castle, yo no tengo meses para…
Ryan entra a la sala de la máquina de café sin avisar y sin saber que estaban allí, pero su sola presencia hace que lo que vaya a decir Beckett se quede en el aire, en una frase sin acabar. Kevin mira a un lado y a otro confundido y es entonces cuando entiende que ha interrumpido una conversación privada entre los dos. Conversación que, a juzgar por las caras de sus dos compañeros, es más una discusión que otra cosa.
—Lo siento, ¿interrumpo algo?
—No. —Es conciso y serio, y además está perfectamente sincronizado, pues tanto el escritor como la detective contestan con la misma negativa al unísono.
—¿Qué tienes? —pregunta la policía alejándose de Rick y acercándose al otro detective.
—Esposito se ha encargado de pedir la orden judicial que querías para obtener el ADN de nuestro amigo Jimmy. No creo que haya muchos problemas con el juez, pero va a tardar un poco en llegar.
—¿Algo más? —Beckett tiene prisa por irse de la habitación y centrarse de lleno en el caso. Puede que así se despeje un poco y consiga olvidarse por un rato del enfado y la discusión que ha tenido con Castle.
—No —responde Ryan tímidamente. Después de eso, se marcha por donde acaba de llegar.
Kate regresa a la pizarra blanca sin cruzar más palabra con el escritor. Mira el reloj de pulsera de su padre y se da cuenta de que son cerca de las cuatro de la tarde. O mucho se equivoca, o va a ser de esos días en los que se va de la comisaría de las últimas cuando todo el mundo ya ha regresado a su casa con sus familias y apenas quedan dos o tres oficiales además de ella en el recinto. Aunque lo cierto es que nunca le ha importado quedarse hasta tarde y dormir poco con tal de resolver el crimen que les ocupa.
Está quitándole el capuchón al bolígrafo no indeleble y disponiéndose a escribir algunos datos nuevos en la línea temporal cuando ve a Castle recoger su chaqueta que descansa en la silla que habitualmente ocupa en la 12, justo al lado de su escritorio. El escritor la mira durante unos instantes y cuando se está enfundando la americana se acerca a la pizarra.
—Adiós.
—Adiós. —Ni siquiera levanta la vista de lo que está escribiendo hasta que no escucha el ruido del ascensor indicando que acaba de pararse en esa planta. Lo último que Kate ve antes de volver a zambullirse en su mundo de pruebas, testigos y muertes es a Rick metiéndose en el elevador y las puertas de éste cerrándose tras él.
N/A: Lo primero de todo, dar las gracias a tres chicas del twitter (Leticia, Nur y Laura) porque fue a raíz de una conversación con ellas que se me ocurrió la historia. Espero que lo hayáis disfrutado mucho. Segundo, muchas gracias a Marel por esas conversaciones tan largas que me ayudan a escribir los fics. Y tercero, a todos vosotros, espero que el primer capítulo os haya gustado. Porque no, no soy tan mala como para dejar la cosa así y la historia tiene segunda parte. La colgaré dentro de poco. Estoy deseando de saber qué os ha parecido en vuestros comentarios. ¡Hasta otra! :)
