Hola, queridos lectores.

Les traigo mi humilde regalo para la queridisima kimi03, por su cumpleaños, que fatalmente no le pude desear a tiempo. Así que discúlpame kimi :D Este presente esta hecho para ti con mucho empeño y dedicación.

InuYasha & cia. no me pertenecen son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.


A Futuristic Fairytale.

— ¡Maldito año 3015! —Escupió InuYasha, arreglándose por quinta vez el nudo de la corbata— Tantos siglos, tanto progreso, tanta industria… ¡Y aún hay que atar esta mierda con la mano!

Miró con desprecio la pantalla de su ascensor: Piso 732, área 5. Todavía faltaban cien pisos. Respiró con ansiedad y trató de verle un buen punto a todo el asunto, no tenía por qué molestarse con algo que era, en realidad, innecesario (y pasado de moda). Con un suave tirón, la corbata cayó al piso. Esperó con impaciencia los 4.5 segundos que duro el resto de su travesía. El ascensor se detuvo en seco y él pasó por encima de la corbata.

El sitio era una plataforma removible de casi un kilómetro cuadrado que servía de recepción para una grandiosa fiesta de antigüedades.

Un grupo de arqueólogos descubrieron lo que el diario de la Torre Norte bautizó como la "Joya más documentada y ansiada por todos los coleccionistas". Se llamaba Shikon no Tama y por su característico color rosado y las incontables masacres y asesinatos que presenció en los tres milenios que llevaba de existencia —si se daban crédito a todas las leyendas—, valía en oro el peso de la plataforma sobre la que estaba depositada esa noche.

InuYasha se revolvió entre la multitud, no le resultaba difícil, aunque su cabellera plateada causara curiosidad en torno suyo. A pesar del tiempo, Japón era el mismo país tradicional que poco se mezclaba (en cuestiones de raza) con el exterior. Él recordaba con claridad la primera vez que le habían preguntado por ese inusual color de cabello, fue una de sus compañeras de clase del jardín infantil. Se le acercó después de un refrigerio y acarició las puntas de su cabello, cerciorándose de que fuese real, y luego gritó ofuscada que era el hijo de un yōkai. Si alguna vez un erudito llego a pensar que la superstición se aplacaba por el progreso, estaba muy equivocado.

«Aunque eso explicaría bastantes cosas sobre mi padre» pensó con ironía.

Se detectaban con facilidad unos siete láseres seminvisibles que le cortarían la muñeca si se atrevía a tocar a la Shikon no Tama. Siete guardias armados custodiaban el ascensor, la puerta y un costado de la plataforma, el que daba directo al estacionamiento.

En realidad allí no había ningún estacionamiento, solo se le decía así por costumbre, era una franja de espacio vacío, sin suelo ni techo, pero con unos tableros digitales pegados a la estructura del edificio, frente a los cuales se situaban los vehículos en que los invitados iban llegando. El tablero registraba el chip incrustado en el frente del auto y guardaba todos los datos sobre su dueño y las características propias del vehículo, luego lo encapsulaba en una burbuja permeabilizada que se suspendía a sí misma en el aire.

Antes de alejarse de allí, InuYasha se acercó al borde. El aire contaminado de afuera se convertía en oxígeno puro al traspasar la delgada capa de protección, semejante a las burbujas, que protegía la plataforma al aire libre. Al mirar hacia abajo era inevitable el vértigo, 4.160 metros de caída libre. El oji dorado reflexionó un momento, entendiendo que una persona, al aspirar la primera bocanada de aire en la caída, moriría asfixiada antes de estrellarse contra el suelo.

Dio un par de vueltas al centro de la plaza. Imaginando lo orgulloso que debería estar su hermano al enterarse que no le había tocado ni un céntimo de la herencia de su padre.

Justo en el centro se mantenía la joya, sobre un pedestal de cristal y una almohada de terciopelo. Dos muchachas la custodiaban, una que se asomaba a los veinticinco y otra que quizá tenía quince o dieciséis. Muy parecidas, pero por completo diferentes. Se acercó pausadamente, como uno más de los que se maravillaba ante tanta belleza.

—Hermosa ¿verdad? —Le preguntó la más joven de las muchachas cuando lo vio reparar en la gema. Él quiso contestar algo, pero no supo qué, así que solo se cayó y siguió observando, la joya y su alrededor.

Robarla sería más fácil de lo que había pensado.

—Kikyō cree que deberían protegerla —continuó hablando la joven—. Para mí no es más que un tonto pedazo de piedra por el que muchos se han matado y que a donde va destruye el amor.

El albino trató de no seguir a sus instintos, aunque, al lado de Kikyō —como supuso se llamaba la otra—, parecía una niñita inmadura, tenía una rara fascinación en los ojos y en la sonrisa. InuYasha se permitió responder.

—Solo es una roca, es verdad —Le secundó—, pero vale mucho dinero, y mientras la humanidad se destruye a sí misma, eso empieza a valer más que el amor y los buenos sentimientos. —Quizá esa no era la respuesta que la muchacha esperaba, la vio rayar los ojos y voltear la cara. Se había enojado.

InuYasha no se inquietó, no era su problema. No iba allí a buscar compañía, él quería la Shikon no Tama. Con eso sería más que feliz el resto de su vida, que esperaba fuese bastante larga.

Se retiró una momento del allí y fue hasta la mesa más cercana para tomar una copa de champaña. Cuando la tuvo en sus manos se fue hacía un rincón a esperar, mientras más gente mejor.

Pasó casi media hora y, como había previsto, la plataforma se llenó de gente a tope. Y el discurso tan ansiado empezó, Midoriko, la arqueóloga en jefe, hizo una "breve" descripción de la historia de la perla y como la habían hallado en las ruinas de un templo sintoísta, que estaba ubicado más allá del desierto rojo y la nube toxica del sur. Se decía que un milenio antes había allí una ciudad gigante y superpoblada, la más grande del mundo, ahora solo se reducía a un montón de escombros en la playa de lo que eran un muelle y cinco edificios.

—Dame otra —La atención de InuYasha se desvió con rapidez hacía la voz femenina que exigía más licor en la barra. Era la misma de un rato atrás.

Aparentemente estaba agotada y con una rabia irracional que brotaba por sus ojos. Si le dieran espacio podía acabar con todos en la sala.

—Ya te cansaste de cuidar la piedrita —El comentario no salió del todo bien, pero al menos la mirada de ella agradecía por prestarle atención.

— ¿Cómo te llamas? —Preguntó bruscamente.

—InuYasha.

—Yo soy Kagome. Un gusto —Extendió su mano con suavidad y apretó la de él. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo.

Una música suave, y celestial para el momento, empezó a sonar. Las parejas salieron a bailar rápidamente y su alrededor estaba minado de bailarines alegres y resplandecientes. Tan ajenos a los problemas y circunstancias que atravesaban nuestros dos amigos.

— ¿Para que querías la perla? —InuYasha vio como Kagome desviaba con desagrado su vista de los bailarines con algo de ansia—. Es bastante valiosa, pero tú no pareces necesitar dinero.

Era verdad, aparentemente. Llevaba el mejor traje de toda la fiesta y era uno de los pocos hombres que aun podía llevar su cabello hasta la cintura, solo porque podía pagar lo suficiente para mantenerlo reluciente e impecable.

—Feh! ¿Quién eres tú para saber lo que necesito y lo que no?... espera, ¿Cómo sabes que yo quería…?

—Esa no es la joya real y no te diste cuenta… y lo sé porque has estado rondándola desde hace rato.

El comentario suelto sobre la joya despistó de nuevo a InuYasha. ¿Sino estaba ahí, a donde la habían llevado? Quiso preguntárselo a la muchacha, pero esta parecía a punto de explotar, sus ojitos almendrados y de color chocolate estaban llorosos.

— ¿Sucede algo? —La pregunta salió sin proponérselo.

—Mamá murió buscando esa maldita perla y ahora todos quieren robarla, mientras yo lo único que quiero es que se valla al diablo. Te diré donde está y como sacarla, nos ahorrarás muchos dolores de cabeza. Esta gente no se da cuenta que el mundo en que viven es una farsa, porque destruyeron el verdadero.

—Antes de eso ¿no te gustaría ir a bailar?

— ¿Para qué?

—Para tener una excusa cuando diga porque me dejaste entrar a la bóveda.


Espero que te halla gustado Kimi. Traté de volcar la historia original en un arco futuristico, como tu querías. De verdad espero que tu cumpleaños haya sido grandioso y lleno de cosas lindas.

A ustedes, apreciados lectores. Espero que también disfrutarán de lo que escribí y que se tomen la molestia de dejarme un review, aunque sea pequeño.

Sin más.

Erly Misaki. fuera.

05/07/14: Sé que había hecho una extensión de este fic y que muchos esperan su continuación, pero lamento comunicar que por diferentes motivos he de dejar el fic como un One-Shot. Espero que sepan comprender que se debe a motivos fuera de mi control y que no me gustaría dejarlos con un fic a medias.

Gracias.