Prólogo

"Sentimientos fuertes, llenos de olores, formas y sabores. Una envoltura rosa que deja impregnado de acidez adictiva a quien le prueba. Todo eso y más es el amor. No importa de qué tipo sea. El amor es la fuente de inspiración del poeta, del escritor, del cantante. Cada uno pone en sus palabras sus sentimientos; sus alegrías, sus penas, sus desdichas y ocultos secretos. Muchas de esas emociones son descubiertas cuando uno las lee. Por que lo que uno lee no es más que el amor representado de diversas maneras, escuchado a veces, recitado otras. Amor dulce y ácido a la vez, ¿Puede acaso existir un amor sin palabras? ¿Puede el sentimiento ser tan grande, abarcar tanto, como para que se entienda sin estos medios?... yo creo que sí. Que con una mirada, con un solo gesto, podemos encontrar el amor en las personas a nuestro alrededor, sentirlo flotar en el aire en el cariño de todos los días. Eso es Amor… y si lo ves por ahí, no dejes que se vaya. Cuídalo y cultívalo"

A mi koi, Eiri Yuki

Los ojos violetas se pasearon por la amplia sala de aquella notaria, frotándose los ojitos cansado, refunfuñando por que su padre le hubiese sacado tan temprano de su camita tibia.

Reprimió un nuevo bostezo con la mano pequeña, pasándola luego por los rosados cabellos que caían sobre su frente.

El sonido de la única puerta frente a él se escuchó, dejando ver al hombre castaño, causante de la infamia de levantarle temprano, el que llevaba de la mano a una morena de facciones dulces.

¡Papá!- exclamó el niño, que no aparentaba tener más de cinco años.

Nee, Shu-Chan, conoce a mamá- sonrió el joven, tomando en sus brazos a la pequeña cosita rosada, acercándola a la mujer.

¿Uesugi-Sama?-

Iie, Shindou-Sama- acotó la mujer con una sonrisa mientras tomaba la mano del pequeño y la movía de arriba abajo, imitando un saludo

¡Okaeri, Mamá!- finalizó con una sonrisa Shuichi, aún en los brazos de su padre.

"Un olor cítrico…? …Cerezas Silvestres"

Los tres salieron por fin de la sala, bajando por las escaleras de caracol que tanto mareaban y asustaban al pequeño. Una vez fuera del edificio y frente a ellos, se encontraron con tres niños de edades alejadas, todos miraron intensamente al pelirosado.

Estos son tus hermanos, Shuichi…

Y en ese momento, sus ojitos violetas chocaron con unos dorados, que en ese momento le sonrieron dulcemente.

"Momento crítico…"

Fue dejado en el suelo, mirando hacia arriba a un rubio, una castaña y un moreno. Sonrió tímido, esperando dar una primera buena impresión, dirigiendo cada tanto su mirada a ese par de felinos y mimosos ojos.

Nah! Tú debes ser Shuichi, ¿verdad? ¡Kaa-san se pasa la vida hablando de ti!- exclamó el más pequeño de los hermanos, mirándole con un par de ojos azules grandes y brillantes- ¡Y ese cabello! Jooo… ¡también lo quiero así! ¡Y qué ojos que tienes! ¿Son de verdad?

¡¡Tatsuha!- gritó la castaña, la mayor, caminando hacia el niño, no dándole tiempo para anticipar el jalón de orejas que siguió al grito- ¡Discúlpate!

¡Jooo! ¡Mika-Chan! ¡Déjame!- gimió, agarrándole las trenzas que llevaba la niña y tirando de ellas, haciéndola lanzar un chillido. Una pelea de dimensiones épicas comenzó a tres metros de los dos adultos y los únicos niños que no habían pronunciado palabra.

Shuichi sonrió divertido, aquella escena le recordaba las muchas peleas que tenía con Hiro-chan, su vecino desde que tenía memoria, por ver quien comía primero los Pocky's de fresa que les regalaba la mamá de su amigo, claro que era él quien siempre ocupaba el puesto que ahora tenía Tatsuha.

… Eiri- dijo una voz suave, pero segura.

¿Ah?

Me llamo Eiri…- volvió a repetir el chico rubio, dándole una sonrisa al pelirosado. El niño amó el color de esos ojos a los que había estado mirando furtivamente. Intrigado al ver aquel color "amarillo" del cabello de su hermano y esos ojos dorados penetrantes, tan extraños como los suyos propios, se acercó a él. - ¿Qué pasa? – inquirió de nuevo el mayor, sonrojándose ante la mirada violeta que le escudriñaba. Odiaba sentirse observado, sobre todo cuando las causas eran su cabello y ojos.

¡Eiri-nii-chan tiene lindos ojos!- exclamó el más chico, alzándose al momento de pegarse al rubio, apoyando sus palmas en el pecho cubierto por una camiseta azul.

"Vergüenza Súbita…"

Un sonrojo aún más violento que el anterior golpeó con fuerza el rostro del chico, sintiéndose claramente aludido al llamado de "Nii-Chan". Sintió la mirad de su madre y su ahora padre clavadas en su espalda, obligándose a calmar su repentina euforia.

Shu-chan también tiene ojos bonitos- respondió acariciando el cabello del niño. Dejándole ver una sonrisa cálida que se ensanchó aún más al ver venir por la acera a dos personas conocidas caminando hacia ellos.

La estilizada figura de un rubio que sonreía tranquilo a Mika al verla peleando con Tatsuha, seguido de un peliverde de apariencia andrógena, que dirigió una mirada coqueta al moreno más chico.

Llegaron hasta ellos, uno con una chica colgada del brazo y el otro con un crío de 6 años colgando de su espalda, todo sonrojado y exaltado.

El de ojos violetas les miró interrogante.

A Mika-Chan le gusta Tohma-San- le confió el rubio, dirigiendo una mirada sobrada a la chica- ellos son novios…- el pelirosa le sonrió tomándole el brazo y preguntándole mudamente por los otros dos- a Tat-Chan le gusta Sakuma-San…

No obtuvo respuesta del niño. Le miró.

¿Y a Eiri-nii-chan no le gusta nadie?- sonrió por la pregunta inocente, negando- ¿Yo no le gusto a Eiri-nii-chan?- un puchero adornó esos labios de fresa, haciéndolos ver brillantes. Juntando fuerzas, el rubio sonrió con más intensidad.

De ahora en adelante me gusta Shu-Chan.

¡¡Wiii! ¡Shu Chan quiere mucho a Eiri-nii-chan!- exclamó mirando al cielo.

"Cómo puedes querer a alguien si acabas de conocerlo…?"