Edward tenía grandes planes para su futuro. Un engaño adolescente le obligó a abandonarlos. Bella solo aspiraba a una vida tranquila y sin sobresaltos. Ese mismo engaño la alejó de la que era su vida. Ahora Bella está de regreso y Edward buscará la revancha. Él está preparado para ejecutar su venganza. Ella está dispuesta a vivir su penitencia.

Disclaimer:Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

TU VENGANZA, MI PENITENCIA.

PRÓLOGO

—Mierda, Bella, mis padres van a matarme —lloraba Victoria, su mejor amiga, en su habitación sosteniendo entre sus manos tres test de embarazo con idénticos resultados —¿Qué voy a hacer?

—No entiendo, Vicky. ¿Cómo puedes estar embarazada? —le observaba la castaña incrédula.

—Oh, Bella —lloró la chica recostándose en su hombro.

—Cuéntamelo, Vic. Cuéntame de quién es. Sé que encontraremos una solución.

Victoria la observó sonrojándose culpable.

—Oh, Bella —volvió a soltar el llanto.

—Venga, Vic, dímelo. Eres mi mejor amiga y te adoro, Vic, no voy a juzgarte…

—Dios, Bella —sollozó —Es de Edward —dijo por fin.

—¿De Edward? ¿Qué Edward? —inquirió confundida y aterrada.

—Edward. Tu Edward. Edward Cullen.

Bella dio un respingo y se alejó de ella con los ojos repentinamente llenos de lágrimas.

—¿De Edward? —susurró —¿Te acostaste con Edward?

—Sí, Bella —lloró la chica acongojada —Lo siento, Bella, lo siento tanto… Perdóname, por favor…

—¿Cuándo te acostaste con Edward?

—En la noche de las hogueras en la Push —explicó la chica sin dejar de llorar.

—No entiendo. ¿Cómo puede ser que te acostaras con él? ¿Cómo nunca me lo dijiste?

—Lo siento, Bella, lo siento. No quería herirte… Perdóname…

—No, no… —titubeó —No tengo nada que perdonarte… Edward y yo no tenemos nada…

—No, pero tú estás enamorada de él desde siempre…

—Oh, no, claro que no —mintió —Ya sabes, es sólo un capricho infantil… Edward… me gusta, sí, claro, pero nunca ha habido nada entre él y yo, ya sabes… él cree que soy una niña…

Edward Cullen era el hijo de Carlisle y Esme Cullen. Habían vivido en Forks toda la vida, a tres calles de la casa de Bella.

Bella le amaba desde que, cuando tenía seis años y Edward once, él había rescatado a su pequeño Igor de peluche del cruel Mike Newton que amenazaba con arrancarle la cola.

Los Cullen eran íntimos amigos de los padres de Bella, y aquel día habían estado comiendo con los Swan.

Mike Newton, el vecino de Bella, le había quitado el muñeco mientras ella se columpiaba y amenazaba con desmembrar al burro lila de peluche que Bella amaba.

Edward había salido de la casa en ese momento, dispuesto a dar unos saltos en su patinete cuando había encontrado a la pequeña niña, llorando desconsolada mientras Mike reía sosteniendo al muñeco con un miembro en cada mano.

Con rapidez se había acercado al niño y le había propinado un empujón que lo había cogido por sorpresa.

Cuando Mike había caído al césped le había arrancado el muñeco de las manos, convirtiéndose en el héroe de la niña.

Habían pasado diez años desde aquel día, pero Bella sólo había podido enamorarse más en todo ese tiempo.

. . . . . .

—¿De qué coño estás hablando, Victoria? —gruñó Edward furioso.

Estaba en su coche junto a la chica con la que había tenido sexo tres semanas atrás en la playa de la Push, durante la fiesta de las hogueras.

Aquel día, recién llegado de la universidad para pasar las vacaciones, había salido de fiesta con sus dos mejores amigos, Emmett y Jasper.

Habían estado bebiendo en el pueblo y luego habían decidido ir a la Push, a la fiesta que Rosalie Hale les había dicho que se había organizado junto a las fogatas a orillas del mar.

Todos los jóvenes del pueblo estaban allí, incluida Bella Swan, la hija de los amigos de sus padres junto a sus amigos.

Una de sus amigas se le acercó y se le insinuó durante tanto rato que finalmente la invitó a dar una vuelta por la playa y el bosque.

Era una chica preciosa de diecisiete años, con el cabello rojo como el fuego y unos ojos azules y profundos.

La chica resultó ser bastante más lanzada de lo que esperaba y le ofreció sexo sobre las rocas de la playa.

Y él, un chico de veintiún años sexualmente activo, no se había negado.

Victoria le había llamado tres semanas después, diciéndole que debía hablar con él urgentemente, por lo que la había recogido en la cafetería en la que la chica atendía mesas junto con Bella y habían ido hasta el mirador del Calawah River.

—Estoy embarazada —sollozó la chica cubriéndose el rostro con las manos —Ya te lo he dicho.

—¿Es mío? —gruñó furioso.

—Desde luego que es tuyo —gritó indignada —¿Qué clase de puta crees que soy?

—Qué sé yo, Victoria. Te acabo de conocer y lo hiciste conmigo la primera vez que nos hablamos.

—¿No se te ocurrió pensar que tal vez llevo mucho tiempo enamorada de ti, cabrón insensible?

—No lo sé. No creo que puedas estar enamorada de mí si ni siquiera me conoces. Además recuerdo haber utilizado protección por lo que no entiendo cómo has podido quedarte embarazada.

—Oh, por Dios, ¿qué tienes? ¿cinco años? ¿no sabes que los condones se rompen?

—Sí, pero también acostumbro revisarlos en cuanto me los quito y no recuerdo que estuviera roto ni nada parecido.

—Ya, con lo borracho que estabas tal vez te equivocaras.

—O tal vez te acostaras con alguien más y quieras endosarme un hijo que no es mío —respondió con rudeza.

Victoria soltó un llanto desgarrador ante la mirada impasible de Edward.

—Sabía que eras un cabrón, aunque Bella asegurara que eras un tipo legal y noble que te harías cargo de tu hijo, yo siempre supe que no lo harías.

—¿Qué coño tiene que ver Bella en esto?

—Es mi mejor amiga y siempre habla de ti como si fueras un dios. Siempre dice que los Cullen son personas honestas, serias y responsables pero supongo que se refiere a tus padres, porque es evidente que tú no vas a hacerte responsable de esto —lloró la chica volviendo a hundir el rostro en sus manos.

Edward se llevó las manos a la cabeza desordenando sus cabellos sintiéndose acorralado.

—De acuerdo, Victoria, cálmate un momento. Hablemos de esto. ¿Estás segura de estar embarazada? A veces las mujeres se retrasan…

—Me he hecho tres pruebas…

—Ok —suspiró —Y dices que estás segura que es mío.

—Claro que lo es, no me he acostado con nadie más, cabrón —gritó.

—Cálmate —repitió —Bien, ¿qué piensas hacer? —hizo la pregunta más temida.

—¿Qué quieres decir?

—Conseguiré el dinero y te acompañaré en lo que sea necesario para quitártelo —ofreció.

—¿Quitármelo? —Victoria le observó desconcertada.

—Sí, ya sabes, realizarte un aborto.

—¿Abortar? —gimió indignada —¿¡Crees que quiero abortar!?

—No lo sé —gruñó exasperado —Te repito que no te conozco en absoluto. Sólo sé que tienes ¿cuánto? ¿dieciséis?

—Diecisiete —le corrigió.

—Diecisiete. Imagino que tendrás planes para tu vida, qué sé yo, acabar el instituto, ir a la universidad.

—No voy a abortar. Desde luego que no. Soy católica —esgrimió.

—¿El catolicismo no aboga por la abstinencia?

—Vete a la mierda.

—Bien, entonces, si no te planteas abortar ¿qué sugieres? ¿Piensas tener el niño? ¿Darlo en adopción? Yo estoy estudiando en Portland, tengo un préstamo universitario y todo lo que saco trabajando en un Starbucks está destinado a la universidad. No tendré suficiente para pasarte la manutención del niño.

—¿Manutención? ¿Piensas simplemente pasarme la manutención para el niño?

—No sé qué coño quieres que haga, Victoria —gruñó exasperado.

—Nos tendremos que casar.

—¿Qué? —gritó —¿Quieres casarte conmigo?

—Es la única solución que veo para que mis padres no me maten.

—Tus padres no te matarían.

—No les conoces, te lo he dicho, somos católicos. Soy menor de edad, Edward y tú eres mayor. Tendremos que casarnos.

—Estás loca. Vivo en el campus de la universidad, no puedo llevarte a vivir a mi habitación en la residencia y desde luego no puedo mantenerte a ti y a un bebé.

—Pues tendrás que dejar la universidad —espetó furiosa —Si yo no podré ir no veo porqué debería ser diferente para ti.

—No voy a dejar la universidad —rugió contundente sintiéndose acorralado.

Tres semanas después se reunieron con sus padres y los Shuterland, los padres de Victoria, en el ayuntamiento de Forks.

Edward daba un reticente Sí, quiero, en el mismo momento en el que Bella subía al autobús que la llevaría a vivir con su madre en Phoenix.


Bueno, aquí una historia nueva.

Será un poco dura y no siempre amaremos a los protagonistas pero ya espero ver las reacciones que se levanten.

De momento publicaré los miércoles, ya que aún no la tengo muy organizada, pero cuando pueda adelantar más, intentaré actualizar más de una vez a la semana.

Espero vuestros comentarios a ver qué os parece la historia.

Les recuerdo como siempre que podemos encontrarnos en mi grupo de Facebook, Las Sex Tensas de Kiki.

Besitos y Gracias por leerme una vez más!