Abrí los ojos cuando sentí que ella se removía entre mis brazos. No estaba dormido, jamás podría volver a sentir esa sensación tan agradable de semiinconsciencia, cuando no sabes si estás dormido o despierto. Por eso, me gustaba cerrar los ojos cuando ella se abrazaba a mi pecho haciendo de él, una almohada. Sólo en esos momentos podía dejar la mente en blanco, disfrutando simplemente de su tacto.
Volvió a removerse, para quedar totalmente sobre mi pecho. Me brindó una de sus radiantes sonrisas y luego besó mi mejilla con un dejo de ternura.
Buenos días, mi amor. –dijo y acto seguido, depositó un pequeño beso sobre mi cuello. Amaba como a pocas cosas, que haga eso.
Uhm, es mucho más que un "Buen día" –le sonreí divertido y ella sólo me devolvió la sonrisa algo sonrojada al recordar la noche anterior. Volví a mirarla y luego le eché un vistazo a la habitación. –
Tendremos que reparar lo daños, Emm. –agregó, mientras su perfecta voz resonaba en la habitación, en forma de una cordial risa–.
Ya lo creo. Pero ahora es más importante que… –la tomé por la cintura y obligué a que su cuerpo quedara sobre el mío–…me des mi beso de los buenos días.
¡Oh! Qué lástima –me respondió reprimiendo una risa–
¿Por qué sería una lástima?
Porque no te lo daré –me dijo, y con la rapidez de un neonato, se levantó de la cama y corrió hacia el living–.
Sin duda, luego de Edward, Rose era la más veloz.
Me costó unos segundos más, levantarme de la cama, y otros más, en correr hasta el living, donde mi Rose se encontraba acostada en el sofá, mirando "Sponge Bob". Me reí a carcajadas al ver esa escena.
¿De qué te ríes? "Sponge Bob", es lo mejor que pudo existir en el mundo.
¿En verdad crees eso? –dije mientras me acercaba peligrosamente al sofá y me sentaba en uno de los extremos del mismo–
Totalmente –me respondió despreocupada y sincera–
Caminé hacia la televisión, y pulsé el botón de "off", para luego recibir una queja de mi esposa, que poco me importó en ese momento. Volví a acercarme al sofá, y besé los labios de Rose, callando sus reclamos sobre mis actos.
No recibí ninguna clase de rechazo de su parte, por lo cual la tomé en brazos, levantándola del sofá de cuero negro, llevándola nuevamente hacia nuestra habitación.
La recosté suavemente en la cama y antes de hacer algún otro movimiento, cuestioné por segunda vez:
¿En verdad crees que es lo mejor que pudo existir?
Me miró con sus dorados ojos, y me sonrió de esa manera tan especial que me hacía perder la conciencia. Lentamente se acercó hasta mis labios, y apenas rosándolos me respondió.
Después de ti, Emmett, no hay nada que pueda asemejarse.
Sólo esas palabras bastaron, para que nuestros labios se encuentren en un apasionado beso, que luego, le daría riendas a una nueva demostración física de nuestro amor.
