Nota de la traductora: esta es una traducción de inglés a español. Pueden leer el trabajo en su idioma original en el suiguiente link [ s/11355508/1/Phantom-Touch] y el perfil de la autora en el siguiente [ u/6565931/Olivia-Janae] Agradezco a Olivia el permitirme traducir su trabajo.

Si bien este es una trabajo ya finalizado, tengan en cuenta que la traducción irá lenta porque tendré que intrecalarla con la actualización de mi fic.

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Fue el sonido de su exasperado gemido de placer lo que despertó de un salto a Emma y, otra vez como venía ocurriendo últimamente, se despertó con la mano apretada con fuerza contra sus temblorosos muslos. Resopló malhumoradamente. Le llevó un momento más darse cuenta dónde diablos se encontraba mientras pestañeaba contra la madera de su escritorio.

Olió el café de mierda marca Folgers y Cheetos, donas de tres días y elementos de oficina. Cierto, estaba en la comisaría, por supuesto. Porque tenía que estar de suerte y tener estos sueños en su trabajo. Lloriqueó, intentando no gruñir con frustración y patear algo, lo que fuera. Soltó su entrepierna y se palmeó el pecho que hace unos momentos había sido acariciado suavemente hasta convertirlo en un duro e insistente pico de deseo por la extraña caricia fantasma. No sabía si se estaba tocando a sí misma para alejar el cargado deseo o si apretar y desear que regresara. Nunca sabía que esperar de este extraño acontecimiento.

Volvió a gruñir, sólo porque se sentía bien hacerlo y se tapó la cabeza con los brazos, intentando esconderse o posiblemente enterrarse a sí misma en esta necesidad que se había producido.

Había comenzado en Nunca Jamás. En Nunca Jamás las cosas raras como ésta medio que…tenían sentido.

La primera vez entró en pánico, pensó que se había vuelto loca. Había rugido y gritado a nada más que arbustos y enredaderas, sola en la jungla de esa olvidada isla. Ella no sabía qué era; todo lo que sabía era que no había dado permiso a nadie para ser tocada, así que iba a dar pelea con todo lo que tenía.

Pero el roce había sido tranquilizador, una suave caricia mientras ella se preocupaba por el hijo que compartía con Regina, el cual había sido raptado; o un cálido y gentil masaje cuando estaba teniendo problemas para dormir. La caricia se había convertido en un amigo amable, bienvenido y reconfortante.

No había pasado demasiado, sin embargo, cuando las caricias comenzaron a sacar a la superficie deseo, sin importar cuán inocentes fueran.

Tal vez había sido su culpa que se hayan vuelto de inocentes a apasionadas. Ella estaba descansando en la bolsa de dormir que Regina había creado para ella, con lágrimas de preocupación por Henry cayendo por su rostro, cuando la caricia apareció. Instantáneamente Emma suspiró, complacida de sentir los cálidos dedos detrás del cuello, frotando en círculos reconfortantes sus doloridos músculos. Era como si la caricia supiera exactamente por qué se encontraba mal y le estuviera susurrando que todo iba a estar bien.

Por un tiempo se había centrado en sus hombros, el cuello, la espalda, era tan íntimo que cuando se deslizó hacia abajo por sus lados Emma tuvo que morderse los labios para evitar que se le escapara un jadeo.

Había aprendido a confiar en la caricia hacía varias semanas, cuando la había salvado de caer por un precipicio mientras corría tras Felix. El agarre en su brazo había sido lo suficientemente fuerte como para detener sus pies y obligarla a ver el error que estaba a punto de cometer. La había salvado.

Cuando se había lastimado al tropezar con una roca enorme, le había limpiado y curado las heridas mientras dormía.

Por eso cuando, durante un típico masaje había dejado escapar un involuntario suspiro de placer, no pensó demasiado en la pausa evaluativa de la caricia. Se había reído cuando un dedo había subido por su costado, produciendo las cosquillas adecuadas. Su risa aumentó cuando la caricia jugueteó con sus costillas, experimentando; haciéndola chillar y retorcerse como una criatura. Después, toda risa se detuvo cuando el roce se deslizó hacia abajo, por entre medio de sus senos, haciendo que contenga la respiración.

Las caricias cambiaron después de ese momento. Ellas aún la mimaban y reconfortaban, pero era como si estuviera en los inicios de una nueva relación y las caricias no pudieran quitar sus manos de ella; como si tomaran tanto placer del acto como ella misma. Cuando estaba sola, pasaba el tiempo hablándole en susurros a las caricias mientras estas jugaban con su cuerpo, haciendo que diera vuelta los ojos y respirara entrecortadamente. De alguna manera, la caricia había encontrado una forma de responderle, un roce por acá, un rasguño por allá que le daban a Emma la distintiva impresión de que sabía lo que estaba diciendo y, en su propia forma, respondía.

Pero ahora estaban en casa. Se suponía que las cosas volverían a la normalidad, esto era, si pudiera ignorar los ruegos amorosos de los dos hombres que competían por su atención.

Henry estaba a salvo. Regina y ella eran… ¿amigas? Amistosas. Amigables. No tenía idea, pero habían dejado de lanzarse insultos una a otra, ni hablar de puñetazos o magia. La mierda se les había venido encima con toda la furia desde que se había roto la maldición y ahora era tiempo de dejar que el polvo se asentara.

Las cosas deberían estar volviendo a la normalidad, maldita sea.

Desayunar en Granny's. Llevar a Henry a la escuela. Su mayor problema debería haber sido saber que se traían entre manos esta semana los adolescentes idiotas de Storybrooke y si tenía ganas de ponerse los jeans azul oscuro o los gris oscuro.

Solo que la vida no era así porque cada vez que se empezaba a sentir "normal" las caricias fantasmas aparecían; una vez fueron tan reconfortantes y ahora la confundían tanto.

¿Por qué no se habían detenido? Cuando dejaron la isla había asumido que las caricias se detendrían. Había creído que era una rara magia de la isla, que había llegado a conocerla íntimamente. Llegó a temer que fuera Pan, pero el miedo desapareció con rapidez cuando se dio cuenta que el chico nunca podría hacerla sentir de la forma en que esas manos invisibles lo hacían.

Había estado caminando por Main Street hacia el centro de Storybrooke unos días después de haber regresado cuando unos suaves y cálidos dedos juguetearon con su columna repentinamente en el más suave de los toques como si estuvieran diciendo hola. Los bellos del cuerpo de Emma se enervaron en inmediata atención. Al principio sonrió para sí misma, sintiéndose momentáneamente un poquito menos solitaria antes de que el sentido común reaccionara congelándola en el lugar. Jefferson se la había llevado por delante, al no esperarse el repentino escollo en el camino y ella casi lo había ahorcado, creyendo por un momento que la caricia íntima había sido de él.

Los recientemente aparecidos roces eran nuevamente dóciles; era como si hubieran perdido algo de su bravuconería. Habían sido educados, vacilantes; suaves roces en partes generales del cuerpo nada diferente a un masaje o la palmada familiar que podrías darle a un amigo cansado. La habían sorprendido, pero para su propia sorpresa los había recibido bien.

Sin embargo, lentamente durante las últimas semanas se habían vuelto confianzudos y franca y descaradamente sexuales; deslizamientos a través de su estómago justo por sobre la línea de su tanga mientras ella estaba en la cama, subían por su muslo y hacía muy poco había tomado su seno en la palma de la mano, lo habían apenas rozado, provocando sus pezones hasta que ella gritó para que parara, al mismo tiempo que rogaba por más.

Las caricias había llevado a la superficie un anhelo que ella había comprimido y escondido dentro de sí años atrás. Storybrooke era chico, no había forma de que fuera a mostrar su locura allí. Aunque, mientras los toques continuaran extrayendo esos sentimientos de ella, más difícil sería volverlos a encerrar. Se habían vuelto desesperados y estaban enojados por el confinamiento. Ella no estaba segura de cuánto más sería capaz de ignorarlos.

Tal vez si supiera qué era – no, quién – no, qué. No estaba segura de si era una persona o una cosa. Una parte de ella pensaba que las caricias eran una ilusión o una fantasía de su cabeza; un producto de una imaginación agotada, falta de sexo y de romance. Pero en un momento observó mientras las caricias se deslizaban por su estómago y por primera vez vio marcas de dedos en su piel.

Sobresaltada, intentó luchar contra las caricias, pateando el aire y gritando en su lecho nocturno, pero los roces se alejaron por un momento dejándola tener su pataleta antes de rozar con suavidad y amabilidad su mejilla, tranquilizándola. A continuación, acarició su piel de forma tan íntima que la había dejado respirando agitadamente, con la espalda apenas arqueándose de la cama.

Probablemente fuera uno de los Idiotas y ella odiaba ése hecho. Más que seguro que Neal o Hook se había acercado a Rumpelstiltskin en la isla y le pidió alguna rara mierda de magia para seducirla sin que el otro supiera. Cualquier día se presentaría orgullosamente, seguro frente al otro hombre, con engreimiento a causa de su sucio, aunque exitoso, asunto.

¿Qué iba a hacer ella en ese momento?

El sólo pensarlo la hacía querer repeler las caricias fantasmas otra vez, negar la conexión que sentía y esconderla completamente. Quería alentar a los hombres y su estúpida e infantil rivalidad lo menos posible.

Pero si terminaba siendo uno de ellos, ¿qué iba a hacer? La caricia, de muchas maneras, se había convertido en su mejor amigo y su única fuente de consuelo. ¿Podía negarse al hombre al que pertenecieran esos roces? La amabilidad que sentía a través de los dedos fantasmas era dulce, amable y cariñosa sin mencionar intoxicante. Cualquiera de los hombres que fuera, si es que era uno de ellos, sería claramente diferente a como ella había pensado que era él.

Pero, es que no se sentía como si pudiera ser ninguno de sus recientes y poco queridos candidatos. Ninguno, en su propia forma, pareciera que pudieran producir una caricia como estas. Neal, en toda su historia juntos, siempre había sido un amante tonto y torpe; un hombre de tipo agarro, aprieto y listo. Estas caricias, eran ligeras, suaves y precisas como si supieran exactamente dónde tocar a una mujer para volverla absolutamente loca.

Y Hook, bueno, sin ánimos de ofenderlo, pero apostaría a que él sería un amante egoísta. Sus dulces palabras eran lindas, pero estaba segura que él estaría demasiado ocupado alcanzando su propio placer como para molestarse con el de ella. Él no poseía esa clase de habilidad, de ninguna forma.

No, estas caricias no podían ser de ninguno de ellos. Como no había nadie más interesado en ella, volvió a creer que los roces tenían que ser algo que ella estaba desarrollando sin saber, más allá de las huellas de los dedos. ¿Sería un alien? ¿Sería ella la estrella de su propio Expediente X?

Había hablado tentativamente con su madre unos días después de que las caricias regresaron preguntándole si ella había 'sentido' alguna vez algo extraño tras haber estado rodeada de magia como lo había estado en Nunca Jamás. Mary Margaret había soltado una risa conocedora, "oh sí." dijo ella, "Las cosas pueden ser bastante raras tras algo como eso. Pero no te preocupes, cariño, ese tipo de cosas se desvanecen con el tiempo."

Así que había decidido esperar y ver, más allá del hecho de que estaba segura que su madre no había se había referido a cosas como ésta.

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La cabeza aún estaba apoyada sobre su escritorio, dejando que su cuerpo se enfriara del último sueño cuando las caricias fantasmas aparecieron nuevamente. Empezaron detrás de su cuello y acariciaron con suavidad todo a lo largo de su espina dorsal.

Tembló, siempre la habían derretido las caricias allí, y después chilló cuando se deslizó un centímetro dentro de la cintura del jean, merodeando justo por sobre la línea de su tanga. Se enderezó en la silla de un salto antes de que su cuerpo pudiera caer en estado de calentura nuevamente.

"¿Qué mierda?" Aulló, su alma salió de su cuerpo al ver a Regina sirviéndose una taza de café al otro lado de la oficina; su cerebro demasiado disperso como para pensar coherentemente ahora mismo.

No se había dado cuenta que no estaba sola. No había oído entrar a Regina.

¿Oh dios, lo sabría Regina? Por supuesto, no podría saber qué pasaba realmente, pero…

"Tiene un Cheeto pegado en la cara."

Emma se sonrojó y se sacudió el snack de la piel, aclarándose la garganta con incomodidad.

"Hace un montón de ruidos muy raros cuando duerme."

"¿Qué?" Graznó Emma, revolviendo los papeles de su escritorio para poder evitar sus ojos.

¿Sabría ella qué clase de ruidos habían sido? ¿Podría adivinarlo? ¿No había forma de que pudiera hacerlo, verdad? Las caricias, mientras que eran estimulantes, nunca la habían llevado cerca de su límite. Nunca había durado lo suficiente ni la había tocado en todos los sitios adecuados, pero eso no quería decir que no pudieran sacarle unos cuantos sonidos cuando estaba sola, o dormida, aparentemente. "Uh, lo siento. Sueño raro. ¿Por qué estás acá?" Emma hizo un gesto de lamento tan pronto como soltó las palabras. Su amistad era tentativa, ninguna mujer estaba completamente segura de lo que quería conseguir. Lo que la volvía rara e incómoda.

"Quiero hablar sobre el hombre que trajo a mi pueblo."

"¿Quién, Neal?"

Regina frunció el entrecejo y se cruzo de brazos, "El mismo."

"Uh, ok." El camino hacia Henry-ahora-tiene-dos-mamás había sido difícil. Había generado muchas peleas en sus días, pero ahora, al meter un tercero en la mezcla; Emma sabía que habría problemas.

"Él decidió que Henry debe practicar fútbol americano."

"¿Qué?" Bufó Emma. Bajo ningún concepto iba a pasar eso.

"Sí, aparentemente su novio ha decidido que quiere ver la cara de nuestro hijo rota y sangrante."

"Él no es mi novio." Se levantó, sintiéndose desorientada. Era duro tener que aclarar la mente después de las caricias fantasmas, ellas eran… tan buenas. Ellas la dejaban…ugh, ellas la dejaban demasiado caliente como para pensar, maldita sea. "Vos lo sabés."

La vieja versión de Regina le habría dicho algo insidioso y cortante, en cambio, la cara de Regina se abrió en una pequeña sonrisa. Emma supo que estaba pensando en hace unos días atrás cuando los dos hombres habían insistido en obtener su atención. Emma había entrado en pánico, insegura sobre cómo salvar la cara sin herir los sentimientos de nadie mientras permanecía… libre. Sin pensar, Emma había vomitado verbalmente sobre los hombres que ella ya tenía planes con Regina, lo siento y adiós.

Ella había aparecido esa noche en el umbral de la mansión con una botella de vino y una sonrisa tímida. Regina había levantado una ceja, pero se había hecho a un lado, dejándola entrar. Para sorpresa de ambas, una vez que habían superado la incomodidad inicial, la noche había sido agradable. Hasta, eso fue, hasta que el tópico de los hombres surgió y Regina comenzó a darle a Emma un momento difícil.

"¿Está planeando correr en la dirección opuesta cada vez que los veas por el resto de su vida, Emma?

Aún le daba un escalofrío de sorpresa por la columna cada vez que Regina decía su nombre en lugar de Sheriff o Miss Swan o… algo más colorido. "No. Yo sólo, no sé."

Sabía que tenía que elegir a uno de ellos pero, demonios, si ellos le dieran unos días para sí misma, tal vez pudiera hacerlo.

Como si las orejas les estuvieran ardiendo, la puerta de la comisaría se abrió de un golpe y Neal y Hook entraron a tropezones, discutiendo y empujándose como colegiales.

Regina tuvo que esquivarlos de un salto para evitar ser arrollada mientras ellos estaban enfocados sólo en llegar a su meta.

"Em, resuelve una discusión por nosotros." Insistió Neal con una confidencia que enviaba el claro mensaje de que sabía que tenía razón.

"Eh, ok."

"Bien. Él," Neal señaló con el dedo a Hook, quien parecía tener ganas de arrancárselo sin culpa, "insiste en cenarás con él esta noche en Ganny's, pero sé que está equivocado porque vos vas a cenar en Granny's conmigo esta noche. Me lo dijiste antes de llevar a Henry a la escuela esta mañana, ¿te acordás?"

"¿Qué?" Esto se estaba volviendo un poquito abrumador. Ella sólo quería pasar un momento a solas para calmarse y poder pensar. Un trago. Le vendría bien un trago. ¿Qué hora sería? "¿Cómo salió a relucir esto entre ustedes? ¿Acaso se consultan uno a otro?"

"Oh no, Mis Swan, ellos tienen unos pizarrones enormes sobre sus patéticas camas y hacen una nueva marca cada vez que usted elije a uno en vez del otro. Se recuestan en la gloria de su hombría triste y patética."

Ambos la ignoraron.

"Cena. Esta noche. Él. ¿O yo?" Insistió Neal, presionándola con los ojos. Él siempre insistía en que su pasado común lo ponía en un escalón más alto en el ranking de su afecto. Ella no pudo evitar preguntarse si él recordaba que aunque le había dado a Henry, también la había mandado a la cárcel.

Por sobre sus hombros, Emma vio a Regina cruzar los brazos, la diversión se dejaba ver en su sonrisa traviesa. Arqueó una ceja como diciéndole 'sí, Emma, ¿cuál?' Emma la fulminó con la mirada.

"Oh yo eh, tengo planes…"

"En realidad, recordé que tengo una reunión esta noche. Voy a tener que cancelar nuestros planes, Emma." Regina supo exactamente lo que Emma había estado a punto de hacer.

Ambos hombres sonrieron triunfalmente. Ellos parecían entender intrínsecamente que a pesar de ser sus 'intereses románticos', Regina y su hijo estaban ubicados mucho más arriba que ellos.

"Yo, eh, no lo sé." Con la promesa de contactar con ellos cuando saliera de trabajar esa noche, los sacó a la calle. Ellos se fueron no muy contentos y comenzaron a discutir en el momento en el que se encontraron fuera.

Regina no perdió tiempo en empezar a molestarla, se inclinó hacia ella y murmuró con malicia. "Esta es tu cama, Emma. Duerme en ella." Sus ojos brillaron con obvia alegría ante el predicamento de Emma.

Emma bufó mientras observaba como la mujer meneaba sus caderas descaradamente al marcharse. ¡No era justo! Ella había estado pensando en su hijo en esa estúpida isla. Había una cosa invisible tocándola. Las cosas se le habían escapado de las manos. No había querido que comenzara esta mierda y ahora, bien, estaba jodida. Tal vez debería dejar que la caricia decidiera por ella. Si eso era uno de los hombres, entonces él sería con quien ella se quedaría. Y si el toque era alguien más, entonces al diablo, ella se quedaría con él. Pero si la caricia estaba en su mente, entonces al diablo con todos, iba a envejecer sola y con un par de gatos.

"Y dile a Tararí que nuestro hijo no va a jugar al fútbol americano mientras estás en ello." Dijo Regina por sobre el hombro antes de desaparecer.

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Ella no fue capaz de contentar a los dos hombres y, la verdad, no le importó. La dura verdad era que no había estado escuchando cuando cada uno de ellos, individualmente insistieron en que la llevarían a cenar. Sus pensamientos habían estado en las caricias fantasmas y en cuándo habían comenzado.

Tuvo reserva doble.

Había cenado con Neal y después tuvo un largo paseo con Hook. Pero había estado distraída en todo momento porque lo que habría querido hacer era pasar más tiempo ahogándose en libros; ninguno de los cuales tuvo las respuestas que ella buscaba. ¿Fantasma o persona? ¿Fantasma o un bicho raro?

Si estaba loca – volviéndose loca – o se había vuelto loca – esperaba que hubiera un signo de advertencia o dos. ¡Pero tal vez la caricia fantasma era su señal de advertencia y ella no se había dado cuenta! ¿Podrías volverte mucho más loca que si te tocara algo que no podías ver?

Cuando se acostó esa noche sabía que las caricias no aparecerían, ellas usualmente aparecían una o dos veces a la semana. Sin embargo, había permanecido despierta por un buen rato, esperando o tal vez temiendo.

Hook estaba esperándola abajo a la mañana siguiente junto a su sonriente madre. Mary Margaret tal vez no haya sido una gran fan de Hook al principio, pero ahora, desde que él había ayudado a salvar a su marido, ella era masa en sus manos, mano.

¿"Qué estás haciendo aquí?" Gruñó Emma, bebiendo el café que sin dudas Neal había dejado para ella como hacía todas las mañanas.

"Buen día para ti también, amor." Él se levantó y la atrapó en un abrazo. Ella lo permitió, sonriéndole débilmente a su excitada madre. Aún no sabía que iba a decir para alejarse de los hombres, si es que lo hacía alguna vez, pero la primera persona a la que tendría que calmar primero sería su madre.

Mary Margaret insistía en que a ella no le importaba con cuál hombre salía Emma, mientras viera que su hija estaba saliendo con alguien, lo que significaba: que estaba en camino al amor verdadero y de la verdadera felicidad o lo que fuera. Sin embargo, Emma estaba segura que su madre prefería a Hook.

Cuando él se inclinó para besarla, Emma chasqueó la lengua y se alejó, empujándolo. Él se encogió de hombros, sabiendo que se había pasado, pero estaba muy orgulloso de sí mismo, "No podés culpar a un hombre por intentarlo."

"Hmmhmm." Suspiró Emma.

Un golpe en la puerta los sorprendió a todos. Emma frunció el ceño, generalmente, cuando llamaba alguien a la puerta inesperadamente, significaba problemas.

¿Qué pasaría ahora? ¿Se habría caído el pequeño Timmy en el aljibe? ¿Habría un ataque alien? Tal vez en vez de aliens los atacantes serían unos gordos tomates gigantes saltando por la calle Main.

"Lamento haberme retrazado." Neal sonrió y le tendió café y la dona de cada mañana. Confundida, miró entre el vaso del que estaba bebiendo y el que Neal le tendía.

"¡Ah hombre, Em! ¿Te conseguiste un café vos misma sólo porque me retrasé? Eso es maldad.

"Eh…"

"En realidad Baelfire, parece que yo te gané esta mañana."

Emma se dio vuelta, ignorando el enfurruñamiento infantil de Neal, "Killian."

"Neal."

"¿Qué estás haciendo acá? Las mañanas son mías."

"Oh, no sabía que ahora nos estábamos asignando momentos. Bueno, si ese es el caso, entonces supongo que me la quedo en las noches. Vos podés tenerla en las mañanas." Movió sus cejas sugestivamente y Emma gruño.

"Es temprano chicos, no tengo tiempo para esto. Me voy a bañar. Sola. Uh, chau." Su madre frunció el entrecejo desaprobadoramente como diciendo que ella no la había criado para que fuera tan ruda. Emma revoleó los ojos con molestia enviándole una mirada que decía; vos no me criaste, ma.

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"Mami," llamó Henry a través de la puerta cuando ella se estaba vistiendo tras acabar de ducharse.

"¿Qué pasa, chico?"

"Tus novios se están peleando."

"¿Qué?" gritó dejando caer la cabeza hacia atrás con exasperación, "Me estás cargando. ¿Sobre qué?"

"Café." Oyó el encogimiento de hombros en sus palabras.

Emma maldijo. "Está bien, andá a buscar tu mochila. Tenemos que irnos. Yo me encargo de ello."

"Kay."

Por supuesto, cuando ella entró al living los hombres estaban discutiendo, amablemente, con sonrisas educadas en sus rostros, pero aún así discutiendo. "Muy bien, sea por el motivo que sea, la terminan. ¡No! No quiero oírlo. Se. Van. Tengo que llevar a mi hijo a la escuela. Ambos son bienvenido en las mañanas, pero no así. ¡No! ¡FUERA!"

Emma se fue mientras los hombres aún reñían entre ellos sobre quién tenía el derecho a llevarle el café.

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"¿Vas a comenzar a salir con Killian?" Preguntó Henry mientras caminaba casualmente a través de las hojas de los árboles.

Emma suspiró, "No sé. Sé que hay un buen hombre en él y sé que se preocupa por mí. Cambió mucho desde la primera vez que nos vimos y eso es grandioso."

"¿Cuál es el problema, entonces?"

"Es complicado." ¿Cómo le explicás a un niño que querés chispas? ¿Era posible hacerle entender que tener citas era un dolor de ovarios, así que si iba a tener que hacerlo, necesitabas que valiera la pena? Ella necesitaba que le temblaran las rodillas y que su cuerpo ansiara a la otra persona.

"Oh. ¿Entonces vas a salir con mi papá?"

"No sé, chico."

¿Valdría la pena salir con alguno de ellos?

Sabía sido feliz con Neal una vez, ¿cierto? Pero… había sido tan joven. Y Hook era…encantador.

Ugh. Sabía que nunca sabría cuál de los hombres era el adecuado, si es que alguno lo era, a menos que diera un salto de fe y le diera una chance a uno. ¿Pero a cuál? ¿Cómo podría elegir? Ella se preocupaba profundamente por ambos de formas completamente distintas. No era justo que se tomara tanto tiempo. Tal vez debiera tirar una moneda. Ese pensamiento era deprimente. ¿Era esto lo único disponible para ella? ¿Dos hombres que por sí mismos eran maravillosos pero que no la hacían temblar, ni le aflojaban las rodillas, ni la atolondraban?

Una suave briza pasó por su rostro y en ella sintió la gentil aparición de unos dedos. Comenzó en la sien corriendo con suavidad y afecto su cabello detrás de la oreja. Y después le acarició con amabilidad la mandíbula hasta llegar a la barbilla. Con suavidad, el fantasma se la levantó como diciendo que mantenga la frente en alto antes de desaparecer.

Emma sonrió sintiéndose más liviana casi al instante.

En lo más profundo de sí misma sabía que deseaba que fuera una persona porque de serlo era a quien ella quería darle todo. Era tan amable. Tan cálida. Tan fuerte.

Esa noche se metió en la cama para ver algo de tele sintiéndose deprimida. La confianza en sí misma que le había dado esa mañana la caricia había desaparecido cuando al medio día su teléfono había explotado con desesperados mensajes de texto de Hook y Neal. No estaba funcionando. Tenía que tomar una decisión. Ya. Tal vez ellos eran, como Regina los llamaba, Tarará y Tararí, pero tenían sentimientos y sabía que estaba tirando demasiado de la cuerda.

¿Pero qué pasaba si uno de ellos era la caricia y ella rompía con él sin saberlo?

Su cabeza dio vueltas sin parar, pensando y repensando sus decisiones hasta que la culpa amenazó con consumirla.

Daba asco. ¿Por qué no podía tomar una decisión?

Gruñó mientras giraba los hombros, el consuelo bañó su cuerpo.

Le tomó bastante tiempo darse cuenta por qué se había calmado. La caricia fantasma había reaparecido, no haciendo demasiado. Simplemente jugaba con su cabello distraídamente, como si también estuviera acostado mirando viejos capítulos de Friends en la TV. Observó los bucles dorados levantarse de la almohada, atravesar dedos invisibles, caer y comenzar todo el proceso otra vez. Suspiró y cerró los ojos, la culpa temporariamente olvidada. Si esto era una persona, ¿se sentarían juntos en la cama mirando viejos capítulos de sus series preferidas? ¿Era algo que estaban haciendo juntos o se estaba engañando a sí misma al pensar que por ahora, no estaba sola?

Esa noche, Emma soñó con una persona sin rostro parada a los pies de su cama, sus largos dedos acariciándola posesivamente. Al principio se aterrorizó, pero mientras miraba el rostro sin cara, el miedo se desvaneció gracias a la sensación de saber que ella conocía a esa persona, la conocía muy bien. A pesar de que la cara estaba borrosa e irreconocible, podía sentir su cálida sonrisa, así que cuando sintió cariñosas yemas de dedos tocar sus hombros obedeció y rodó sobre su estómago, su postura preferida para dormir. Un segundo después sintió el roce de una mano insustancial recorriéndole la espalda de arriba abajo.

Los labios de Emma se entreabrieron.

La mano invisible comenzó a dibujar patrones en su espalda, en su piel, la musculosa que llevaba no era ningún obstáculo.

Emma soltó una risita tranquila mientras los dedos se deslizaban a cada lado de sus costillas, haciéndole cosquillas.

Jadeó cuando las manos etéreas bajaron por su cuerpo, apretando apenas al pasar sobre sus bragas y continuaron bajando por sus muslos, moviéndose casi imperceptiblemente hacia adentro quedando apenas a un suspiro del lugar donde Emma más quería ser tocada. Su respiración se aceleró mientras sus dedos se agarraron con fuerza a las sábanas a causa de la expectación, pero la caricia continuó hasta los talones para rehacer el mismo camino a la inversa. El toque remoloneó en lugares sensibles: su talón de Aquiles, detrás de las rodillas, debajo de su trasero, el centro de la espalda, entre los hombros y finalmente, detrás de las orejas.

La habitación comenzó a llenarse de un suave perfume floral, como si alguien hubiera encendido una vela perfumada. Era calmante y profundamente estimulante. Podía sentir una suave y cálida respiración que se acercaba y se alejaba detrás de sus oídos, respirando sobre su piel. Una mano se deslizó bajo su cadera y la apretó, levantándolas apenas de la cama y sosteniéndolas en el lugar. Casi podía percibir el cuerpo cálido presionándose contra su espalda, casi sintió una nariz hundiéndose seductoramente en sus cabellos, gimiendo como si quisiera memorizarla.

La otra mano se escurrió entre su piel y la cama, cubriendo su pecho. Emma tiró la cabeza hacia atrás, apoyándola sobre el hombro invisible al mismo tiempo que gemía de placer.

Dio media vuelta, reclinándose sobre el cuerpo detrás de ella y chillando cuando los ágiles dedos etéreos jugaron primero con un pezón y después con el otro, haciéndolos endurecer y erguirse de placer. Ella suspiró y gimoteó mientras labios invisibles ce cerraron sobre la parte de atrás de su cuello, la suave mano se volvió repentinamente más ruda sobre su piel sensible, tomando y apretando su seno maravillosamente.

Gruñó.

"Emma."

Gimió en respuesta, su centro rogaba atención.

"Emma."

Emma se mordió el labio, sus caderas se movieron por propia voluntad, frotándose contra el cuerpo que no podía ver.

Se despertó de un golpe, sentándose instantáneamente en la oscuridad del cuarto. "¿Qué?" Estaba atontada y confundida, su cuerpo vibraba a causa del sueño. Entonces reconoció a su madre sentada en el borde de la cama, pálida y preocupada. Chilló, casi cayendo de la cama en su apuro por subirse las mantas para cubrir su cuerpo excitado.

"Cariño, ¿estás bien?"

"¿Mamá?" Espetó, haciendo sonreír a Mary Margaret. "¿Qué pasa, mamá?"

"Nada, cariño, nada." Le acarició la mejilla con suavidad.

Emma se alejó de un salto, no porque no apreciara el consuelo de Snow, si no porque – bueno, ser tocada por su madre tras el sueño que acababa de tener se sentía muy mal.

Mary Margaret frunció las cejas, pero intentó disimular que su alejamiento la había lastimado.

"Lo siento." Intentó explicar Emma, "Es que – mi sueño, um-"

"¿Sí? ¿Qué es, linda?"

Mary Margaret frunció el ceño, pero asintió entendiendo el rechazo. Con una palmada en su pierna y una mirada triste sobre su hombro, dejó la habitación.

Emma necesitaba su propia casa. Necesitaba muchísimo su casa propia. Una en la cual su madre no intentara salvarla de un sueño húmedo.

Mirando al techo Emma se sentó y sintió cómo vibraba su cuerpo, hambriento y demandante. Podía sentir la brisa que entraba por la ventana abierta e incluso ese suave roce era tan tentador que quería empujar en él y gritar.

¿Qué diablos estaba pasando?

Frustrada, golpeó un par de veces la cabeza contra el espaldar de la cama. ¿Ahora soñaba con la caricia? Estaba segura que no había sido la verdadera caricia fantasma, nunca habían sido más que las puntas de los dedos, nunca manos, labios y definitivamente nunca un cuerpo entero. No, su cerebro había convertido las caricias fantasmas en un cuerpo y a su inconsciente le había parecido bien tener sexo con él. ¿Qué diablos significaría?

Tenía que descubrirlo. Tenía que averiguar, si era una persona, quién era. ¿Neal? ¿Hook? ¿Alguien completamente distinto? O si era posible que todo estuviera en su cabeza.

Se despertó a la mañana siguiente atontada y de mal humor. Se duchó, permitiendo que el agua fría enfriara su piel. Pero aún se sentía inquieta, excitada y sensible como si hubiera sido interrumpida mientras se estaba masturbando y no pudiera pensar en nada más que hacer que su invitado se fuera para seguir con lo que estaba haciendo.

Bajó las escaleras descoordinadamente y no se sorprendió de ver a Neal sentado en la barra de la cocina.

"Buenos días." Sonrió él tendiéndole una taza de café.

"Buenas."

"¿Pasa algo malo?"

Aprovechó, "Oh, no sé. Estuve despierta casi toda la noche." Esperó que una creída sonrisa de orgullo apareciera en sus ojos, probando que era su obra maléfica, pero todo lo que vio fue la agravante cara de cachorro preocupado.

"¿Por qué estabas levantada? ¿Estás bien? ¿Em? ¿Uh…Emma?"

Emma no se había dado cuenta que se había quedado estudiando con intensidad a Neal hasta que Henry habló, con leche chorreando de la barbilla mientras comía su cereal matutino. "¿Ma?"

"¿Hmm? Eh, olvídalo. Sólo estaba…sueños raros." Se alejó sorbiendo su café. Lo bajó con un mohín de disgusto. Se sentía resacoso. El café estaba demasiado fuerte; necesitaba otra cosa, algo más liviano, más dulce tal vez.

Alguien golpeó la puerta y Emma suspiró, no necesitaba responder para saber quién era. "Pasá Killian."

Él entró sonriendo. "¿Cómo sabías que era yo?"

"Adiviné." Gruñó.

Los hombres se saludaron con frialdad y Emma dejó caer la cabeza en las manos.

"¿Estás bien, amor?"

Emma saltó. "Miren muchachos, sé que son infelices y quieren respuestas. Y yo tengo que dárselas, lo sé. Es injusto que no lo haya hecho, ¿pero sólo por hoy pueden por favor no pelear? Me siento para la mierda."

Los hombres asintieron y se ocuparon con Henry, adulándolo a él ya que adular a su madre los metería en problemas.

Mientras Henry sonreía disfrutando la atención, Emma miró en las bolsas que los hombres le habían traído, una factura y una barra de maple. El estómago le dio un vuelco. No creía que pudiera soportar su usual desayuno de dulces esta mañana.

Necesitaba una siesta.

Sonó otro golpe en la puerta y todas las cabezas se volvieron al unísono.

"Es gracioso, todos nuestros compañeros usuales de desayuno ya están acá." Dijo David, sentándose al lado de su nieto para tomar su cereal antes de irse a trabajar.

Emma frunció el entrecejo, pero su padre le sonrió con buen humor.

"Eh, yo voy." Decidió Henry corriendo hacia la puerta. "¿Mamá?"

Regina entró, sonriendo con la sonrisa que sólo le dedicaba a Henry, "Buen día, corazón."

"¡Regina!" Emma sonrió, sorprendida de estar contenta de verla. "¿Qué estás haciendo acá? Um, ¿está todo bien?"

Regina se tragó visiblemente un comentario sarcástico asintiendo en cambio, "Pensé, si no le molesta, que hoy podría caminar con usted y Henry hacia la escuela."

"Oh," Emma sonrió, "Seguro. Por supuesto."

"Ah, y acá tiene," le puso una taza y una bolsita en las manos. "Ya desayuné, pero imaginé que usted podría estar hambrienta, pero," observó las otras bolsas y tasas, "Veo que ya se ocuparon de ello."

Curiosa, Emma olió la tasa, un fuerte olor a menta flotó hasta ella y suspiró, "¿Té de menta?"

"Mmm, y unas rodajas de pan de centeno. Los últimos que quedaban."

Emma sorbió, deleitándose en el limpio gusto del té. Era perfecto. "Um, gracias Regina."

Regina asintió seca, incómoda pero sosteniéndole los ojos voluntariamente por un momento. Emma vio pasar algo por ellos. Miró con curiosidad, pero lo que fuera, se esfumó tan rápido que no pudo averiguar su significado. Tal vez la ex Reina Malvada se sentía incómoda haciendo cosas buenas para otros; eso no sorprendería para nada a Emma.

"Ok entonces," Emma se volvió hacia Henry, "¿estás listo?"

Él sonría entre sus madres, con la mochila sobre los hombros, "Sip."

"¿Te cepillaste los dientes?" Preguntó Regina, ganándole de mano a Emma.

"Maaaamáaaaa." Henry frunció el ceño.

"Henry, sabés cómo funciona esto. Andá a lavarte los dientes." Lo reprendió Emma.

"Está bien." Fue arrastrándose hasta el baño.

Emma aprovechó el momento para tostar el pan y ponerle manteca, "¿Cómo sabías que era mi favorito?"

Regina se encogió de hombros, "No lo sabía. Es mío."

Emma sonrió y le ofreció un mordisco. Todas las cejas de los espectadores se levantaron al unísono cuando Regina, tras dudar sólo un segundo mirando a la rubia, se inclinó hacia adelante y tomó un mordisquito.

Emma sorbió su té, mordió otro pedazo sin darse cuenta que el cuarto había quedado paralizado, todos inmensamente shockeados.

"Entonces, eh, Swan," Comenzó Hook tras un minuto de silencio, "El festival de otoño comienza este viernes y,"

"Espera un minuto," Saltó Neal, "por eso es por lo que estoy acá. Lo estuve planeando por semanas; de ninguna manera voy a dejar que lo arruines."

"¿Qué?" Emma frunció el ceño.

"Mirá," Explicó Neal, "los dos queremos llevarte al festival de otoño de la semana que viene. ¿Por qué no hacemos un arreglo?" Claramente había decidido que la diplomacia sería lo mejor para llegar a Emma hoy.

¿Un arreglo?" Las oscuras cejas de Hook se fruncieron, claramente infeliz de que haya sido Neal el que tuviera tan sabia táctica.

"Sí, mira, yo la llevo a la noche de apertura y vos a la de cierre."

"¡De ninguna forma! No pasa nada en la noche de clausura. Es por eso que todos van a la apretura."

En seguida los hombres comenzaron a discutir. Emma se reclinó contra la mesada y Regina se le unió, observando el show contemplativamente.

"Es muy atractivo, ¿no?"

Regina soltó una risa ahogada, "Bueno, Miss Swan, creo que hasta que elija a uno, el otro, ambos o ninguno, esto es lo que va a tener."

Emma rió por lo bajo, "Tenés razón."

"¿Ha…," Regina se movió incómoda, "a cuál cree que va a elegir?

"Eh, ahora mismo no creo que elija a ninguno."

"Eso dice bastante, ¿no cree?"

Emma revoleó los ojos.

"Ok, Emma," Neal se volvió hacia ella, "¿qué hay de esta noche? Pensé que podríamos ver una película o algo." Le sonrió, sus intenciones apenas escondidas. Hook parecía querer dormirlo de un golpe.

"¿Esta noche? Oh eh."

"En realidad, estuvimos planeando una noche de película con nuestro hijo." Intercedió Regina.

Emma hizo lo mejor que pudo para no mostrar el shock que sentía. ¿Desde cuándo Regina acudía en su ayuda? Usualmente disfrutaba de cómo Emma se mentía en líos y después la veía ahogarse.

"Oh está bien," comenzó Neal, pero Regina lo cortó.

"Sólo madres." Los labios de Regina se apretaron con fuerza. "Lo siento." Agregó como de pasada.

"¿De verdad?" Preguntó Henry, saltando en el cuarto excitado.

"Mmm, noche de película Swan/Mills." Henry sonrió a sus madres mientras ellas lo seguían hacia la puerta.

Esa noche no fue la última que Emma pasó con Henry y Regina esa semana. De hecho, parecía que cada vez que uno de los hombres quería pasar tiempo con ella, el nombre de Regina aparecía en sus labios como un reflejo.

Sorprendemente, se divertía mucho en la mansión Mills y Emma encontró una excusa algo legítima para evadir la atención de los hombres, su vida comenzó a ser estable nuevamente. Las caricias fantasmas pasaron al fondo de su mente al haber desaparecido. De hecho, casi las había olvidado cuando volvieron a aparecer…en la noche del festival de otoño.